No estás solo. Esas palabras hicieron que los ojos de Ackbar se humedecieran y una expresión que debía ser emocionada, se dibujó en su rostro. Dios unos pasos hacia atrás, la pistola bláster se resbaló de su mano y cayó al suelo.
—Sois los jedis—dijo el mon calamari reconociéndolos—. Os daré la grabaciónnn. Quizás podáis darle mmmejor uso que el que yo le he dado.
Quizás lo esperado fuera que Ackbar montara en cólera tras reconocer a los padawans, pero su actitud fue la contraria, como si se rindiera a la presión. Dándose la vuelta y con pasos torpes, el calamari se metió en su casa.
Me quedé perpleja por la reacción de Ackbar ante las palabras de Noa, realmente habían calado dentro de él, dentro de aquel cabezón gigante. Parecía realmente imposible. Pasaron al menos dos segundos desde que se introdujo en su casa. ¿Y ya está? Por fin había accedido a ayudarnos. Me agaché para recoger su arma que había dejado caer al suelo. ¿Estaría bien acompañarle o le esperamos fuera? Una pequeña sonrisa de triunfo se dibujó en mi cara y mientras me levantaba miré a Noa.
— Buen trabajo —le felicité contenta.
-Me costaba creer que Ackbar me hubiese escuchado, pero estaba claro que todo esto era sólo la voluntad de la Fuerza.
El Jedi se quedó pensando hasta que el sonido del arma golpeando el suelo lo sacó de su estado.
-Gracias Ackbar. No te arrepentirás.-La mano de Noa agarró el hombro del Calamari intentando reconfortarle. Pasó por encima de la pistola y miró a Ackbar a la cara.
-Haremos buen uso de la grabación y quiero que sepas que puedes contar con nosotros para lo que necesites Ackbar. Nos tienes siempre cerca.
El mon calamari, seguido de Kate y Noa, entró en la casa. Tal y como el nautolano había visto en su visión, la casa contaba con una diminuta habitación y una puerta que quizás llevara a un excusado. Había diversas botellas de licor por el suelo y el olor a alcohol casi se podía masticar. Tanto los muebles como los demás objetos visibles estaban raídos y desgastados, como las ropas de Ackbar.
Aun ebrio, el calamari activo un botón oculto que había en la pared. Al hacerlo, un compartimento secreto salió de esta y Ackbar sacó de ahí un disco de datos que le tendió a Noa.
—Que todos se ennnnterennn. Lo demmmás nno immmmporta ya.
Sentía un ligero hormigueo en el estómago. Nerviosismo y cierta ansiedad. Tras muchos intentos Noa lo había conseguido. Quería saltar y dar palmadas de alegría. Me costó bastante contener mi entusiasmo. ¿Cuál sería el siguiente paso? ¿Deberíamos de esperar para realizar distintos alzamientos en distintos lados al mismo tiempo? ¿o hacerlo público ya? Sería algo que tendríamos que debatir entre todos.
Esperé a que Noa recogiese el disco de datos y cuando Ackbar tuvo la mano vacía le ofrecí su arma que dejó caer en el suelo. Recordé las palabras que usó Noa acerca de su soledad.
— Esto es tuyo, Ackbar —le dije tendiéndole su arma—. ¿Te gustaría acompañarnos en nuestro viaje? Siempre nos viene bien cualquier ayuda y tus consejos serán bien recibidos —continué. Siempre y cuando deje la bebida, supongo, pensé para mí misma.
Ackbar alargó la mano para coger el bláster que le tendía Kate, pero se quedó petrificado cuando la joven le hizo la oferta de acompañarlos. Sin embargo el mon calamari apesadumbrado negó con la cabeza.
—Nno hay ayuda que pueda ofreceros. Nni connnsejos. La personna que creéis que soy mmurió hace mmmmucho tiemmpo. Buenna suerte.
Era sorprendente el cambio de actitud de Ackbar a como había actuado esa misma mañana. En esta ocasión realmente habían conectado con el calamari.
-Muchas gracias Ackbar. Llegado el día la galaxia será consciente de lo que hoy has hecho por todos ellos.
Cogí el disco y lo guardé en el bolsillo que más seguridad me inspiraban de los que tenía. Hasta llegar a la nave estaban en un momento muy delicado y debían tener muchos ojos.
-Kate, será mejor que Ackbar venga con nosotros... no estará seguro a partir de ahora, y no podemos permitir irnos poniendo en peligro su vida.Ha hecho mucho por nosotros y como he dicho, estamos aquí para ayudarle.
Miró a Ackbar y le tendió la mano de nuevo buscando que se apoyara en él y fueran más deprisa al hangar.
-Por favor, acompáñanos. Se que no te conozco hace mucho pero se que la Fuerza me ha enviado aquí por algún motivo y siento que aun tienes mucho que hacer en toda esta historia...
El mon calamari volvió a negar con la cabeza.
—Nnnadie mme hará nnnada. Nnnadie supo nnunnnca de esa grabaciónnn. Mmmarchaos.
La despedida de Ackbar adquirió un tono imperativo que no había tenido antes. Quizás el indicativo de lo que podía ocurrir si seguían presionándolo.
Ackbar estaba siendo más cortés de lo que se había mostrado las últimas veces y tampoco le íbamos a forzar mucho más a algo que él no quería.
— Está bien Ackbar. Muchas gracias por todo —le dije en un tono cargado de sinceridad.
Quería decirle que no se matara antes de tiempo con la bebida pero eso tal vez le provocaría un mayor cabreo así que me mordí la lengua y apremié a mi compañero para volver a la nave antes de tiempo. Estaba siendo un día demasiado largo y me apetecía descansar un poco.
-Está bien Ackbar. Muchas gracias por todo. Si necesitas algo estoy seguro de que sabrás localizarnos, tienes muchos recursos.
Levanté la cabeza una vez más y vi la habitación. El olor a alcohol me inudó de nuevo y pensé en decirle que no bebiera, pero preferí callar para no tentarle a beber de nuevo. Ackbar era mayor cómo para saber qué le convenía.
-Será mejor que volvamos cuanto antes Kate.
Asentí con la cabeza. Estaba de acuerdo con mi compañero, más aún habiendo conseguido lo que habíamos estado buscando desde que habíamos llegado al planeta. Ahora sólo teníamos que reproducir aquel disco de datos en algún reproductor de la nave.
La segunda victoria del día les sentó a los padawans como una taza de chocolate caliente en una fría noche en Hoth. Liberar a Korven había sido un pequeño triunfo, pero había sido algo tangencial. Lo que acababan de conseguir podía ser relevante para la misión que le habían encomendado sus maestros, para el destino de la galaxia. Sólo quedaba esperar que supieran darle el uso correcto a lo que tenían en sus manos.