Partida Rol por web

Ingur y Thaldein no se lo piensan demasiado. El grupo corre en la dirección que marca Saga...

Tu facilidad para moverte por el bosque, así como tu gran agilidad, te permiten ponerte a la cabeza del grupo en apenas unos segundos, incluso teniendo en cuenta el desequilibrio adicional que te supone el estoque en la mano al correr. Vuelas sobre la nieve, sabiendo que cualquier paso en falso puede convertirse en el principio del final. Ligera como un ave, sientes el viento contra tu rostro, pero apenas te importa ya siquiera el intenso frío que se ha convertido en una constante. Tu único instinto es el primario: Escapar.

Entonces lo ves: Un tronco que bloquea el camino. Rodearlo te supondría unos segundos preciosos, así que no te lo piensas dos veces: De un salto, te agarras a una de las ramas de un árbol cercano y, literalmente esta vez, vuelas hasta caer con una voltereta bastante estética en el suelo. Te permites un breve instante para echar un vistazo atrás.

El grupo está bien atrás, has recorrido casi el doble de terreno que ellos. La primera después de ti parece ser Saga, seguida muy de cerca por Thaldein, Resmit e Ingur, en ese orden. Más allá, entre los árboles...

Apenas es un borrón, una silueta. Más grande que un humano, encorvada o erguida según el momento, os pisa los talones a una velocidad endiablada. Sus ojos... Incluso a esa distancia, tan lejos de allí, puedes notar como se clavan en ti. Un breve escalofrío te recorre, pero no dejas que el terror te domine.

Corre, corre, corre. Salva tu vida. Aún con la silueta de la criatura grabada a fuego en tu mente, avanzas entre la nieve sin mirar atrás, sin pensarlo otra vez. Está cerca, lo sientes... Y os persigue. Cualquier intento de subterfugio ha quedado atrás. Sabe que sois conscientes de su presencia, al igual que tú sabes que él es consciente de la vuestra. Delante de ti, Bedelia vuela, recorriendo el doble de distancia que vosotros sin apenas esforzarse. El resto te pisan los talones, y es que moverse por el bosque no es tarea fácil, aunque la sureña haga parecer que así es.

Entonces tus ojos captan un reflejo, y miras abajo justo a tiempo. Una placa de hielo, justo delante tuya. Apenas tienes tiempo de frenar antes de pasar sobre ella. Notas como tus pies resbalan...

Huye, escapa de la muerte segura. Tus pies se notan pesados, el bosque ralentiza tu paso, pero tú logras sobreponerte a las dificultades de la naturaleza y avanzas con toda la rapidez que puedes, sobrepasando obstáculos y esquivando ramas a cada segundo. Sin embargo, no tardas en quedarte el penúltimo, justo por delante de Ingur. Delante vuestra, a cierta distancia, Bedelia vuela endiablada sobre la nieve, con una agilidad que desde luego te sorprende Ya ha recorrido más del doble de distancia que tú. Y es que, a pesar de tu físico y tu determinación, eres probablemente la persona menos veloz del grupo.

Entonces golpeas una rama, y oyes el sonido de algo cayendo. Logras apartarte justo a tiempo, evitando ser sepultado por una gran masa de nieve. Un tiempo precioso que no puedes permitirte perder... La angustia oprime tu corazón, y el miedo a ser atrapado por esa cosa llama a las puertas de tu mente. Logras relegarlo a un rincón, manteniendo la cabeza más o menos fría, pero tu corazón late a mil por hora...

Saga no tuvo tiempo. O lo tuvo, pero no lo suficiente. Vio el hielo; supo que tenía que saltar y creyó haberlo hecho, pero eso no la salvó de patinar igualmente.

Corre. Más rápido. Aguanta. Huye.

No había nada más, no existía ni el dolor, todo había quedado desplazado por aquella necesidad acuciante de escapar, pues no hacerlo sería el equivalente a una muerte casi sin posibilidad de defensa.

Se dio la vuelta y descubrió que llevaba bastante ventaja al grupo, pero también que eso les pisaba los talones. No podía dejarles atrás, pero tampoco podía quedarse quieta. Cogió una piedra del suelo y la lanzó con todas sus fuerzas, pero aquello estaba demasiado lejos y Bedelia muy nerviosa. Salió despedida hacia la espesura, lejos de su objetivo. La sureña ni siquiera maldijo, era lo esperado.

Sin embargo, algo ocurrió. Saga tropezó cayendo al suelo y Bedelia no pudo ahogar un grito de horror. Sin pensarlo, accionada por un resorte invisible, corrió hacia la norne, acercándose irónicamente hacia aquello de lo que huía. Thaldein la recogió en un gesto honroso pero aquella sensación persistía. ¿Qué habría pasado si no hubiese habido nadie? ¿Si Saga hubiera perdido unos valiosos segundos levantándose?

No hubo preguntas ni pidió permiso. La sureña levantó en brazos a Saga y comenzó a correr con ella, formando una escena quizás demasiado surrealista. No había demasiadas cosas que se le dieran bien, pero era ágil, mucho más que un hombre o mujer corriente. Si podía, quería compensar esos valiosos instantes.

E incluso en aquel contexto, en aquella situación, Bedelia se permitió dedicarle una breve sonrisa a la norne.

No iban a morir allí. No lo permitiría.

Contra todo pronóstico, el altruismo se impone al instinto de supervivencia. Saga encuentra una mano amiga que la ayuda a levantarse. No hay tiempo de agradecer, ni siquiera de comprender lo ocurrido. Bedelia regresa y la carga en sus hombros, como si no fuera más que un fardo, sin reducir su velocidad. La sureña hace gala de una fuerza extraordinaria, que sorprende a todos los presentes... Si hubiera tiempo para sorprenderse.

Pues ahora todos lo oís claramente, ominoso y horrible, el ruido de hojas crujiendo y ramas partiéndose, de una respiración inhumana, de un cazador que os acecha... Y que os pisa los talones.

El peso extra se notaba, pero redobló sus esfuerzos.

Corro esquivando raíces, ramas y arbustos, mi corazón palpitaba a un ritmo frenético sin parar, a Bedelia casi la perdí de vista mientras corría entre las figuras de los árboles. Cuando menos me lo esperé oigo el crujir de una rama por encima de mi, apenas alzo la vista cuando un mancha blanca se dirige hacia mi. Con un rápido ademán consigo esquivar la nieve que se me avecinaba, pero me hace perder tiempo. El único que que se encuentra detrás mía es Ingur, en cierto modo me alegra ya que si nos alcanza él será el primero en caer. Mi agitación se manifiesta en una fuerte respiración y un sudor frío que comienza  brotar por mi frente. No me dio tiempo siquiera de mirar atrás cuando delante mía Saga cae, aun sostengo mi maza en la mano, pero veo que Thaldein la ayuda. Me paro un instante a su lado para cubrirles cuando Bedelia aparece y se lleva  la mujer. Aprovecho y miro hacia atrás mientras la carga por si llegara a ver al monstruo o Ingur que viene detrás mía. me doy la vuelta inmediatamente y corro junto a ellos.

Vamos, nos está alcanzando.

Notó el desequilibrio, el pánico ascendiendo por su garganta, pero el firme agarre de alguien la sostuvo lo suficiente como para evitar caer del todo. Thaldein, aunque segundos después fue Bedelia quien la llevaba en volandas sin pena alguna. No entendía y no había tiempo de entender, ni siquiera de agradecer. Todo lo que contaba es que no estaba tirada en la nieve y la sureña parecía perfectamente capaz de llevarla a ella y a dos más, si hiciese falta. ¿Cómo? No había tiempo.

Se agarró con fuerza procurando no moverse, no estorbar más de lo que ya lo estaba haciendo. El corazón bombeaba en su pecho cual caballo desbocado y cada segundo contaba.

A vuestra izquierda, un sendero natural, cubierto de nieve virgen y rodeado de árboles con ramas bajas. A vuestra derecha, un conjunto de rocas escarpadas que sobresalen sobre la nieve. Bedelia, en cabeza, no se lo piensa demasiado. Llevar a Saga en las rocas podría suponer un problema, y si alguno se cayera se haría daño. En apenas un instante, toma una decisión y tuerce hacia la izquierda, seguida de cerca por el resto.

Una decisión de la que pronto se arrepiente. De repente, el suelo a vuestros pies cede...

El corazón me iba a cien, seguía al grupo lo más rápido que podía, en la intersección ni lo pensé, implemente seguí a los demás. No iba a mirar a atrás, pero mi sorpresa vino cuando vi a Bedelia dar un gran salto con Saga incluida, un ligero temblor recorrió mis pies.

¡¡¡El suelo está cediendoooo!!!!!

De forma instintiva salte para no caer y poder seguir a los demás en nuestra frenética carrera.

Casi sin tiempo para decidir, Bedelia optó por la seguridad y eligió el camino de la izquierda, sintiéndose estúpida muy pronto y sucumbiendo al horror de ver como Ingur comenzaba a resbalar por un terraplén escondido.

Ella iba en cabeza, ella había escogido el camino y ella era la responsable de su muerte si lo dejaba atrás, pues eso estaba muy cerca. Lo suficiente como para que cualquiera hubiese considerado una estupidez ayudar al guerrero, pero Bedelia no podía dejarle atrás. No quería.

Con Saga todavía a cuestas y sintiendo el corazón a punto de fallar, lanzó la mano al norteño y le ayudó a subir. Hizo lo que debía hacerse.

Le acababa de salvar la vida. A los dos.

Aquella mujer era sencillamente excepcional y si aquel bastardo se atrevía a desmerecerla o burlarse por cualquier minucia, se iba a llevar más que una reprimenda. Aunque por alguna razón, empezaba a dudar que eso llegase a ocurrir una vez saliesen de aquella... O Bedelia les sacase a todos, lo que no parecía del todo improbable.

-Si no puedes, suéltame. Puedo correr -insistió sin poder evitar mirar hacia atrás. Les estaba comiendo terreno.

La gravedad atrapa a Ingur... Y entonces una mano aliada le salva de lo desconocido. La mirada que le devuelve a Bedelia muestra sorpresa y confusión, como si no entendiera lo que acaba de ocurrir. Sin embargo, su instinto se impone a las dudas, y en apenas unos segundos apoya los pies en una oquedad, impulsándose con la ayuda de la sureña y regresando a la seguridad de un terreno plano. Thaldein dice algo que no llegáis a entender, quizás por su tono nervioso, quizás por la adrenalina del momento. El caos os atrapa en sus sinuosas garras durante unos instantes, antes de que, como por arte de magia, un resorte salte y os pongáis de nuevo en marcha. Ya habrá tiempo de hablar más tarde.

Entonces vuestros pies se detienen. Algo os corta el paso.

El frío es lo primero que llega. Más incluso que antes, un frío que trasciende lo puramente físico, que se agarra al propio alma, congelando los sentidos y la mente. Vuestros recuerdos, vuestros sueños, vuestros planes... Caen escarchados ante la presencia de algo que no debe, que no puede ser de este mundo. Lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido, se alza, y su estatura os hace enmudecer, pues a pesar de estar encorvado nada tendría que envidiar al más alto de los Yormef. Su silueta se perfila contra la débil luz del atardecer, proyectando su oscura sombra sobre vosotros. Su aliento, inhumano, gutural, atraviesa vuestros oídos, infundiendo el miedo en vuestras almas.

Pero lo peor son sus ojos. Blancos como la nieve virgen, irradian una luz fantasmagórica, antinatural, casi sacrílega. Fijos en vosotros, podéis sentir el ansia que desprenden, el deseo por vuestra carne, la promesa de algo peor que la muerte. Dos portales hacia el mundo del eterno invierno, donde la necesidad arranca la piel y el alma, rasgando el tejido de la ética y la moral, rompiendo la línea que separa lo humano de lo animal. Los ojos de un cazador.

La criatura se presenta, en toda su gloria, frente a vosotros.

Era eso. Esos ojos... La puerta a un abismo inhóspito y helado, a una oleada de terror que estaba a punto de barrerlos de la faz de Gaïa. Y sin embargo, no fue verlo lo que la hizo temblar; ni sus cuernos ni la figura esquelética, humanoide y encorvada. Tampoco las garras o la sangre.

Había imaginado, quizá soñado algo diferente, algo más aterrador. Llevaba años esperando aquel encuentro, aterrorizada en secreto ante la oscuridad y el sonido gutural y el espeluznante recuerdo de dientes rasgando y masticando las vísceras de sus muertos. El nauseabundo olor a sangre y podredumbre. No estaba tan asustada como esperaba, como recordaba, pero el frío... era el frío lo que resquebrajó sus labios y doblegó su alma. Aquel frío indescriptible que se colaba bajo la piel dejando un vaho blanquecino y esquirlas de hielo en la superficie. Comenzó a tiritar sin apenas control, luchando por cada bocanada con la esperanza de que la siguiente le devolviese el control. Tardó unos preciados segundos en darse cuenta de que era algo más allá de lo que había sentido hasta entonces.

Correr no iba a llevarla a ninguna parte. No esta vez. ¿Esconderse? Cerró los ojos con fuerza, intentando buscar una solución ante aquel puzzle, y al abrirlos comenzó a moverse todo lo rápido que el frío le permitía hacia el árbol más cercano. Había que salir del sendero...

El frío golpeaba la piel de mi rostro, la sangre bombeaba por mi cuerpo a toda velocidad debido a la carrera infundiendo calor en mi interior, el contraste hacia me mis mejillas enrojecieran y que empezara a dolerme la cara. Apenas acababa de saltar cuando Bedelia aún estaba ayudando a Ingur a subir, en ese entonces no pude evitar mirar atrás. La bestia estaba muy cerca la sentía, su respiración enfurecida y hambrienta, el frío doloroso y penetrante. Me vino a la mente sus ojos que aparecieron entre la penumbra de los árboles lo noche anterior. Permanezco en guardia el tiempo suficiente para que Ingur se reincorpore y podamos seguir corriendo, pero el monstruo no está a la vista, nos acecha. Me giro para empezar a correr y ahí estaba, apenas pude dar un paso al verlo con más claridad. Paralizado durante un instante lo miro.

Está aquí, el muy bastardo nos corto el paso... - respiración profunda, el vaho blanquecino nubla la vista un instante, empiezo a agitarme y mi pulso se acelera. - Ha venido a acabar lo que no pudo la otra noche - Lo miro con mirada acechante. -  El cabrón es muy rápido... pero parece que habrá que luchar si queremos salir.

El monstruo es enorme, lo miro de abajo a arriba, sus garras me recuerdan a cuando me apresó, lo que me recordó lo fuerte que era, parecían teñidas en sangre. Su cuerpo, ahora que no estaba oculto en la oscuridad de la noche era menos corpulento de lo que me pareció, pero eso no le quitaba fiereza. Sus cuernos, que cuando lo vi parecían espadas que salían de su cabeza, esta vez imponían el semblante de la bestia. Por último sus ojos, esos ojos que me hipnotizaron la otra vez y que tanto terror infundían ya que estaban tan vacíos como la muerte.

La mira con ira, pero a la vez algo me impide abalanzarme a por ella, el sentido común me dice que es miedo.

Hacia tanto que no lo sentía... maldito monstruo, vengaré a Einar y salvaré Sultünge.

El miedo inunda a Bedelia ante la visión de aquella amenaza.

Cuando la criatura se mueve, lo hace tan rápido que apenas si podéis seguirla con vuestros ojos. De repente, está frente a Thaldein, y antes de que ninguno pueda reaccionar, un golpe seco se oye y el rubio es propulsado por los aires, como si fuera un muñeco, golpeando contra un árbol a unos metros de distancia y siendo cubierto por una capa de nieve que cae de las ramas tras el impacto.

Saga se parapeta tras el árbol, intentando alejarse del peligro. Entonces se centra en la criatura, intentando entender lo que ocurre, intentando analizarla a pesar de su estado actual... Y no es que el frío la deje pensar.

Sin embargo, algo encaja en su cabeza. O más bien, algo no encaja. Porque aquellos movimientos no se parecen a los de ningún animal que ella conozca. Y aquella mirada, aquel rostro, casi demuestran inteligencia. No, no está mirando a una simple bestia... Aquello es algo más. Lucha con movimientos calculados, uniendo instinto y voluntad...

Casi como un humano.