Partida Rol por web

Escuchas un grito, de una voz conocida.

-¡Corre, Saga!

Desde arriba, los sonidos de lucha llegan lejanos. Distingues la figura de Will, intentando contener a varios enemigos, que la rodean. Desde esta distancia, y debido en parte al dolor, no tienes claro si lleva las de ganar, aunque debido a la desventaja numérica, y a pesar de su habilidad con el estoque, no es una perspectiva muy probable...

Frío, dolor y un extraño ardor. Era lo único de lo que podía ser consciente mientras se aferraba a la vida con la tozudez de cualquier norteño, luchando por dar otra bocanada de aire.

Habría sido más fácil rendirse, desfallecer ante el mareo, el dolor y las nauseas, sobre todo cuando su cuerpo no respondió al intentar moverse. Presa del miedo, no pudo más que jadear tendida sobre la nieve con aquella punzada de estupidez atormentando su conciencia. ¿Saltar? Ya daba igual. Pero tenía que moverse. Will no estaba luchando por su vida para que ahora se rindiese. Lo había pasado peor, ¿verdad? Su vida había dejado de ser fácil hacía mucho tiempo y había llegado hasta allí prácticamente sola. Una terriblemente estúpida y aparatosa caída no podía ser el fin. Sencillamente no podía.

No podría haber dicho en qué momento regresó la claridad a su cabeza. Empezó a moverse de nuevo, apoyándose en sus brazos temblorosos para incorporarse. Fue entonces cuando se dio cuenta de la verdadera gravedad de su estado, al flexionar el abdomen. Reprimió un aullido de dolor apretando la mandíbula y la boca se le inundó del sabor metálico de la sangre provocándole arcadas y haciendo que escupiese una densa flema escarlata. Volvió la cabeza hacia la rama que sobresalía d entre sus ropas. Después hacia la pendiente. Will seguía allí arriba y los ruidos de la batalla eran apenas un eco que pronto quedaría en el pasado.

Tenía que moverse antes de que bajasen a por ella. Tenía que intentarlo.

Y así lo hizo con las fuerzas restantes que la mantenían sobre Gaia. De forma lenta y dolorosa, buscando apoyo en los elementos de su alrededor, empezó a incorporarse entre lágrimas, gemidos y temblores de puro terror.

Según avanzas, un rastro de gotas oscuras va manchando la nieve tras de ti. No hay camino, solo bosque virgen, inexplorado, que te rodea con sus ramas como cientos de garras huesudas lanzándose contra ti. Te alejas de la locura, te alejas del peligro...

Cada paso, cada aliento era una tortura y no dudaba de que aquel reguero de sangre atraería a depredadores, animales o humanos. Pero intentarlo era lo mínimo que podía hacer. Quizá sus agresores le tuviesen más respeto a las alturas y decidiesen que perseguirá no valía la pena. Quizás.

Con sus básicos conocimientos sobre medicina hizo lo que pudo por frenar la hemorragia, al menos hasta que tuviese la oportunidad de examinar la gravedad del asunto en algún lugar más seguro. Pero aún sin eso, su situación ya era bastante precaria. Perdida, desorientada, sin provisiones, guía o defensa más allá del estilete que aún conservaba oculto bajo la túnica, era consciente de que sus posibilidades de supervivencia estaban contadas. Igual que la terrible noche en la que todo cambió. Quizá, sólo quizá, podía regresar al camino a la mañana siguiente, averiguar quiénes eran y recuperar algunas pertenencias. Quizá, tan sólo si sobrevivía a aquella pesadilla.