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Nieve y Hambre, capítulo 1: La silueta entre los árboles

E16 - Cazadora

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01/10/2017, 19:24
Yngrid

Sigue las pistas con cautela, analizándolas con la frialdad de un depredador y la meticulosidad de un artista. Quizás no son más que imaginaciones suyas, y al final del rastro no hay más que nieve, como en cada otro de los recodos de ese condenado bosque. Pero mantener la mente ocupada le ayuda a no pensar en otras cosas, menos agradables.

Así que caza.

De repente, una rama cruje. Yngrid se arquea, sus músculos tensos, preparada para salir corriendo si es necesario. Entre los árboles, cree distinguir una silueta negra, acechando, y su corazón se salta un latido. Ha vuelto. Y va a por ella.

La nube pasa, y la silueta se convierte en un árbol retorcido. Yngrid suelta el aire y se apoya en un tronco cercano, algo mareada y sintiendo que el corazón va a estallar en su pecho. "Así es el norte", se repite a sí misma. Cuando te descuidas, te recuerda la horrible verdad. Todos son cazadores. Todos son presas. Y los que caen antes son los que piensan que son solo son lo primero, nunca lo segundo.

Cuando por fin su respiración vuelve a ser normal, se aparta del árbol y observa a su alrededor, pensativa. Una cosa lleva a la otra, y de repente se encuentra a sí misma repasando los caminos mentales que tanto había intentado evitar. Como una carreta que desciende desbocada por la pendiente de una ladera, su mente tira de esos hilos y empieza a seguirlos sin que ella pueda hacer nada por evitarlo.

Uno, por ejemplo: ¿Por qué se queda? ¿Por qué arriesgarse sola a luchar a cada momento, cada corto día invernal, contra la despiadada naturaleza y sus elementos? ¿Por qué no seguir al resto del grupo, usar la fuerza del conjunto a cambio de un poco de libertad? Luego recuerda la verdad, aquella que aprendió tantos años atrás, abandonada por aquel en quien depositó su confianza. La verdad que se repitió a si misma cuando, encinta, visitaba a una vieja desdentada en los confines del bosque para cometer el más imperdonable de todos los pecados. La misma verdad que entendió cuando fue rechazada, despreciada por lo que había hecho. La verdad más antigua e inflexible, aquella grabada en el corazón del mundo, ni cruel ni piadosa, al igual que no podría serlo una cascada o una montaña. Una verdad que, simplemente, es.

Y vuelve a darse cuenta de por qué nadie podría cambiar su decisión. Porque cada uno, al final, busca su propia supervivencia... Y la suya está alejada de aquellos en los que no puede confiar. Esto es, todos los demás. Así que volverá a enfrentarse al viento y a las fieras, al hambre y al dolor, al cansancio y al frío. Como tantos años antes, como tantos años después. Y si vuelven los demonios de la nieve, les hará frente. Hasta que algún día, algún cazador le atrape, porque sea demasiado lenta, o demasiado despistada, o demasiado estúpida, o demasiado débil o demasiado vieja... Es ley de vida.

Y Bedelia se derrumbará del todo y cometerá una estupidez, o saldrá adelante y se transformará en algo mejor. Y Saga seguirá viajando por los senderos oscuros que solo ella ve, tejiendo sus redes y hechizos a base de palabras. Y Resmit se enfrentará a sus demonios, y quizás matará de nuevo, o puede que consiga eximir sus pecados ante los dioses. Y, en cuanto a Sultünge, quizás volverá a resurgir, con los años. Y ella estará allí para verlo, pero sin formar parte de ello. Como siempre ha sido. 

Ninguna de esas historias es la suya. Aunque echará de menos a Dag.

Algo se mueve entre los arbustos, e Yngrid se agacha, sin hacer ruido, ocultando su silueta entre las sombras. Un conejo avanza en la nieve, despreocupado, buscando los pocos brotes que hayan podido sobrevivir al inicio de la estación. Una pequeña isla de vida en un desierto vacío. El primer signo de que el mal ha abandonado esas tierras.

La cazadora sonríe, y apunta con su flecha. No pasará hambre esa noche.