Partida Rol por web

Al ver que la bestia se dirige a Thaldein corro a por ella, alzo la maza y con ella en alto me dispongo a golpearla con todas mis fuerzas para que no valla a más. Intento atraer su atención.

Soltando una maldición, Ingur se lanza a por la criatura. Tras ver lo que acaba de hacerle a su amigo, Resmit no tarda en seguirle, rodeando a la criatura por el flanco, intentando aprovechar la breve distracción. Sin embargo, cuando llega el momento de impactar, la maza se queda trabada en las ramas bajas de un árbol cercano, haciendo que el ataque acabe por ser inútil. Ingur, por otro lado, sí que logra trazar un arco con su hacha... Que se detiene en el mismo momento en el que la garra de la criatura se cierra sobre su muñeca. En apenas un parpadeo, ni siquiera le estaba mirando.

-Joder...

Ingur logra reaccionar en el último momento, dando un tirón y logrando librarse de la presa a la que le tiene sujeto la criatura antes de que esta le alcance con su otra garra. El golpe pasa a apenas unos centímetros de su rostro...

Bedelia temblaba, tenía miedo. Dudaba sinceramente que alguien allí no lo tuviera, pues se estaban enfrentando a algo demasiado sobrenatural, demasiado insondable. Un solo paso en falso se traduciría en muerte.

Y, sin embargo, luchaban. Incluso con miedo no podía quedarse quieta.

La fuerza bruta no les salvaría, debía enfocar aquello de otra manera. Abandonó su postura defensiva y se concentró en la rodilla derecha de la criatura. Llevar un estoque parecía una opción débil, pero sin embargo ofrecía precisión.

El estoque de Bedelia se clava en la nieve, donde antes estaba la criatura. Thaldein, que parece haberse recuperado del golpe, hace gala de una determinación admirable y, incorporándose rápidamente, se lanza a por la criatura enarbolando su lanza, intentando hostigarla para obligarla a retroceder. Sin embargo, donde debería haber acabado la punta metálica del arma ahora no hay nada, pues la criatura aprovecha su agilidad sobrenatural para agazaparse en el suelo, a cuatro patas, antes de embestir con sus cuernos. Thaldein apenas si tiene tiempo de interponer el asta antes de que la cornamenta le atraviese el pecho, pero la fuerza del impacto hace que se vea obligado a dar unos pasos hacia atrás. Bedelia, que parecía dispuesta a volver a la carga, también se encuentra conque su única opción es retroceder, para evitar que un golpe circular de una de las garras de la criatura le arranque la cabeza.

Ingur, que parece haberse recuperado del susto, observa la situación, y luego mira a su hacha. Al final, aprieta los dientes.

-¡Joder, joder, joder!

Acto seguido se lanza a por la criatura con un golpe vertical... Que falla por unos centímetros. El baile de la criatura, que esquiva y golpea defendiéndose de los tres atacantes a la vez, es tan hipnótico como terrible. Sus movimientos son antinaturales, y casi parece que siempre supiera donde va a caer el siguiente golpe. Sin embargo, el tener que dividir su atención entre varios oponentes empieza a pasarle factura, y cada vez los cortes y estocadas le pasan más cerca...

No llevaba nada encima salvo la capa, y lo único que se le ocurría en aquel momento para ahuyentar a la bestia era fuego... Localizó la antorcha de Thaldein, todavía encendida en el suelo. Eso y algo grande y fácil de quemar, como su propia capa. Pero no tenía nada a mano, al menos algo que hiciese de soporte. ¿Y si acaba despedida por los aires como Thaldein?

Podía correr... O podía luchar, a su manera, como estaban haciendo todos.

Se me queda cara de idiota al levantar el arma e incrustarla entre las ramas.

En que estoy pensando, no puedo concentrarme.

Dudo unos segundos mientras veo volar a Thaldein, por un instante me vino a la mente la muerte de Fungerd, pero este se recupera y casi consigue dar a la bestia, al igual que Ingur, que parece más útil de lo que su boca decía. La agitación me hace resoplar muy fuerte, sin darme cuenta estaba mirando el combate con un brazo amarrado a un arma enganchada en una rama. Aprieto los dientes, agarro la maza con ambas manos y doy un fuerte tirón para ir corriendo donde la bestia y con un salto, golpearla con todas mis fuerzas usando la maza con ambas manos.

Y por fin, la criatura es alcanzada. El golpe de la maza apenas si le da de refilón, rozándole uno de sus brazos, pero la potencia es suficiente como para que aquello se eche hacia atrás con un gruñido, encarándose a Resmit...

¡Eso podía ser herido!

Aquella era la revelación que Bedelia necesitaba para seguir luchando. Ya no había miedo, podían conseguirlo, podían salir vivos de aquella. Quizás no la matasen, pero podía ser matada.

La sureña se preparó para volver a atacar la rodilla, pero esperó el momento preciso.

Tras rozar a la bestia, la miro a los ojos que ahora me contemplan, llenos odio y muerte. Mi cara roja por la ira y el frío no tiemblan, al contrario que el pulso de la mano que sujeta la maza que tiene un ligero temblor al sentir que el monstruo se encara hacia mi.

No puede ser... pensé que le había dado, le golpee con todas mis fuerzas...

En un acto desesperado invoco a los dioses:  Thuriz, dame tu fuerza para acabar con este engendro.

Pero como pasó aquella vez, cuando nos emboscaron, no sirvió de nada, todo lo contrario, sentí un gran agotamiento y mi respiración se volvió más fuerte. Parecía que otra vez los dioses querían ponerme a prueba.

Era difícil concentrarse, siempre con un ojo puesto en lo que ocurría en la batalla. Pero aquel frío... le impedía moverse bien y casi hasta pensar. Había llegado hasta la antorcha, clavándola en la nieve recta para que el fuego siguiese ardiendo. El calor de las llamas junto a sus manos le devolvió un pequeño resquicio de cordura, pero lo suficiente. Seguía paralizada, temblando y con aquella punzada de estupidez clavada en la nuca repitiendo que cómo habían sido tan estúpidos de caer en aquella trampa.

Y entonces Resmit lo alcanzó. Escuchó el gruñido y vio cómo se encaraba hacia el norteño...

-¡No es un animal, es humano! ¡Flanqueadlo! -gritó.

Si se cebaba con Resmit aquello no iba a acabar bien, y por la forma en que sus compañeros se defendían, todavía quedaba la posibilidad de espantarlo. Tan sólo tenía que prender la capa y probar que tenía razón. ¿Y si no la tenía? ¿Y si se estaba equivocando en todo? Porque aquello no era animal... era casi humano, aunque la sensibilidad a la luz todavía tenía sentido. ¿No? Tenía que tener sentido.

Se deshizo de la capa, volteándola por la cara interna, que había estado menos expuesta al frío y la nieve, y agarrando una de las extremidades procedió a enrollarla en su brazo izquierdo después de haberse recogido el pelo rápidamente con el estilete. Tenía que haber una forma más fácil y menos arriesgada, pero no había dado con ella y el resto estaban demasiado ocupados manteniendo a la criatura a raya. La antorcha iba a hacer poco. Necesitaba algo más grande. No tenía que quedar muy prieto, pues si ardía demasiado tenía que ser capaz de deshacerse de ello antes de que toda ella acabase en llamas. Pero capa sobre capa, podía lograr que ardiese bien.

Cuando cubrió el brazo izquierdo con un par de vueltas, comenzó a concentrar la superficie en la mano izquierda, creando una especie de muñón abultado que sostenía sobre la antorcha para que empezase a prender. Con la diestra agarraba el otro extremo de la capa, dejando algo más de medio metro de tela para que el fuego se extendiese. Sólo tenía que prender...

La expresión triunfal de Resmit se borra rápidamente, cuando la criatura embiste contra él y le derriba con un terrible golpe en el precio, que rasga ropajes y piel por igual. Aunque de nuevo, la herida no resulta grave, el efecto es impactante, en parte debido al tamaño de la criatura y en parte debido al aspecto temible de sus garras. Acto seguido la criatura se gira hacia Bedelia...

Después de atacar y herir a Resmit la bestia se giró hacia ella, disparando una garra macilenta hacia su cuello. Bedelia lo vio a tiempo y consiguió saltar hasta un árbol cercano, golpeando el tronco con los pies e impulsándose a si misma para acabar rodando por el suelo, buscando una posición ventajosa sin conseguirlo.

Aun así, las estocadas se sucedieron una tras otra, haciendo gala de un control preciso del arma. Su estoque no era tan espectacular como el mandoble de Drunfo, pero la forma de luchar poseía cierta belleza, como un complejo baile. Bedelia saltaba, giraba y se deslizaba sobre la nieve, intentando abrir un hueco en la defensa de la bestia. Aunque no consiguió acertar ninguna de las veces el acoso fue suficiente para conceder unos breves instantes a sus compañeros. Juntos podrían conseguirlo.

La bestia se acerca corriendo hacia mi y le espero en el sitio preparado para aguantar su embestida con maza delante y en posición de combate. Es rápida, demasiado rápida, apenas me dio tiempo a dar un paso atrás cuando ya la tenía encima. Intente bloquear el golpe con el mango de la maza pero aún así el golpe fue directo al pecho rasgando parte de mi caseta marrón, ahora enrojecida por el brote de la sangre. Caigo de espalda y tras dar una pequeña volteta quedo de rodillas en el suelo apenas unos metros de monstruo. Miro la herida mientras la sujeto con la mano izquierda cubierta de sangre, el monstruo  ha dejado las 4 marcas de sus garras en mi pecho, pero no es nada que no pueda superar.

Observo la sangre en mi malo y con un grito cargado de ira me levanto. Cargo la maza en el cielo y me preparo para golpearla de nuevo.

Ingur y Thaldein no tardan en unirse a Bedelia, pero a pesar de sus intentos por hostigar a la bestia y hacerla retroceder, parece que la criatura cada vez gana más terreno... Y, sin embargo, la esperanza de que, quizás, es posible acabar con ella, infunde valor en sus corazones...

La criatura arremetió una vez más, pero la sureña estaba preparada. Desviándose a la izquierda esquivó el primer ataque, dejando un pequeño hueco abierto en la defensa de la bestia. No hizo además de aprovecharlo, quería que estuviese exhausta antes de arremeter.

Sin embargo, su confianza la traicionó y el segundo ataque llegó en forma de cornada. Bedelia no tuvo tiempo de esquivar completamente y el asta se clavó en su ropa, arrastrando jirones a su paso. Comprobó sorprendida que no estaba herida, pero aquellos instantes de asombro le impidieron contraatacar.

Los segundos se sucedían frenéticos entre estocadas, gruñidos y acero cortando el hielo. Parecían ganarle terreno y al momento siguiente, la criatura estaba de nuevo sobre ellos. Resmit estaba herido, y posiblemente Thaldein de la caída, pero estaban aguantando sorprendentemente bien para lo que se había imaginado... Las llamas empezaban a coger fuerza y aunque su piel agradecía el calor del fuego, todavía no era capaz de sobreponerse a aquel frío invernal.

-Vamos a ver si te ríes ahora... -Saga se incorporó buscando un hueco, una oportunidad en la que aprovechar las llamas a su favor-. ¡Bedelia! ¡Fuego!

Concentrada en el combate como estaba, Bedelia no había reparado en Saga ni en lo que estaba haciendo. Al oír su voz la miró por encima del hombro y sintió un acceso de miedo al verla ardiendo antes de entender qué ocurría. Aquel había sido un movimiento inteligente, sólo esperaba que funcionase.

Atacó a la criatura, intentando captar su atención para que Saga corriese el menor peligro posible

-¡Te cubro!

Ocurre en un parpadeo, apenas un segundo. Tu mirada se desvía hacia la derecha, y allí, entre los árboles, una silueta, recortada entre la penumbra del atardecer. ¿Quizás una quimera, un simple delirio? ¿O puede que algo real, un par de ojos que os observan desde la lejanía?

Rápidamente debes volver a centrarte en la criatura, que se acerca peligrosamente hasta tu posición, esquivando los ataques de los otros. Y, sin embargo, aquella silueta sigue grabada a mente en tu fuego. Su yelmo astado, su imponente figura, su máscara, visible incluso entre las sombras...

Pero no podría ser él... No puede ser que ellos estén aquí.

¿O sí?