Partida Rol por web

Una vez el resto ya se ha ido a dormir, o al menos a intentarlo, por fin consigues quedarte a solas con Will. Parece estar exhausta tras contar su historia, aunque es probable que el cansancio acumulado y las emociones de los últimos días también tengan algo que ver. Te dirige una sonrisa espontánea, que pronto desaparece con la misma rapidez que vino. Rápidamente desvía la mirada hacia el suelo.

Su mirada quedó atrapada en una telaraña de emociones todavía confusas, fija en Will. Sus labios se curvaron ligeramente, devolviéndole el gesto que quedó pendido en su rostro.

-Sigo teniendo esta sensación de que si dejo de mirarte te voy a perder de nuevo -musitó, soltando después un bufido. Sonaba ridículo y a la vez el miedo se sentía tan real.

Will hace un pequeño ruido, a medio camino entre la risa y el llanto.

-Las dos hemos hemos pensado lo mismo. Creer que habías... -vuelve a mirarte, su cara contraída en una mueca de disgusto-. Ha sido horrible, Saga.

Sus manos buscan las tuyas, con algo de torpeza e inseguridad, como si temiera que fueras a apartarte al hacerlo.

Tomó sus manos y se las llevó a los labios.

-Está en el pasado, Will. Ya no tienes por qué preocuparte por eso -insistió-. Hay... Tenemos otros problemas, pero hoy puedes dormir tranquila. Hay fuego y gente, y te prometo que estaré ahí cuando despiertes, ¿vale?

Puedes leer en sus ojos las ganas de abrazarte, de llorar lo sufrido en tu hombro, de decirte lo mucho que te ha echado de menos, de escuchar esos mismos comentarios por tu parte. Sin embargo, se limita a sonreír con timidez.

-¿Qué te pasó a ti? -responde entre susurros, casi con miedo de escuchar la respuesta-. ¿Cómo llegaste a este lugar?

Tomó aire, todo el que pudo. Era una historia larga e intrincada, y conforme las palabras, las frases y los recuerdos se sucedieron en forma de relato, menos sentido parecía tener.

Habló del frío y de la noche. De Yngrid, su arco y su desconfianza. De cómo 7, no, 9 viajeros sin nada en común habían coincidido en un lugar remoto alejado de la voluntad de los dioses y a la vez maldecido por la codicia de alguien cuya identidad permanecía oculta. Mencionó a Ingur; cómo le había robado la esperanza de encontrarla con vida y cómo, tras un giro inesperado y retorcido del destino, ahora casi sentía lástima por el pobre diablo. Después, súbitamente recordó a Andrel. La primera noche, no la anterior, y cómo el rugido del viento le había arrancado el brazo con un mordisco invernal. Eso le llevó también a Jorik, y calló un momento pensando si seguiría a la espera o si habría partido hacia los hielos del olvido dejando atrás sus recuerdos.

Después se sucedió el fuego y los Yormef y el encuentro con su pesadilla cara a cada en el estómago del gigante pelirrojo. Bedelia tomó importancia en aquella parte del relato, conviritiéndose en su pilar a falta de su presencia. Se sucedió la noche, el hambre y el insomnio con las manos cubiertas de sangre. Y al alba llegó su regreso a Sultünge, con el juicio y los problemas que desangraban a un pueblo hambriento, sesgado y partido, sin líder, sin esperanza, sin olvido. Dormir. Pensar. Hablar. Dormir. Hasta que el thing decidió tomar acción, emprendiendo el camino hacia las fauces de la bestia.

Ahí fue cuando Saga se detuvo en los detalles; el frío, la carrera, la bestia. El fuego y la sangre. Los gritos. Y por último, Andrel, cuyo nombre pronunció con pesar, como si una losa pesase sobre su conciencia. Les había salvado y eso era todo, pero no era suficiente. Ni siquiera era reconfortante a un mínimo nivel. Andrel había estado ahí antes que Bedelia, y antes que Will, y antes que ella misma. Había sido un niño cruel y un hermano que en cualquier otras circunstancia habría terminado por odiar a rabiar, posiblemente olvidándole por completo una vez hubiese abandonado el hogar. Quizá los años hubiesen logrado templar las rivalidades. Quizá siempre hubiese sido aquel bravucón entrometido que le hacía la zancadilla y le daba pescozones al pasar por la puerta. Pero había muerto y eso lo había cambiado todo. Y ahora le había salvado la vida, y lo había vuelto a cambiar.

No sabía dónde estaba, o si estaba. O si no estaba y nunca más iba a estar. O a ser. No se le había ocurrido en todos aquellos años despedirse, aunque dudaba que fuese a recordarlo o a sentirlo o a apreciarlo. Ya se había ido. Pero Saga sentía la imperiosa necesidad de hacerlo de algún modo.

-¿Y si esta vez se ha ido de verdad? - murmuró muy bajito, como un secreto.

Pero habían vuelto con vida, cargando a Ingur y guiadas por aquella extraña luz. Después... El anciano había anclado las pistas, aunque todavía quedaba mucho por desempolvar y encajar. Y tras aquel infierno, se había dejado arrastrar al sueño hasta que uno de ellos se había hecho realidad al volver a abrir los ojos.

Para entonces, Saga sostenía las manos de Will y una tibia sonrisa que acogía felicidad, tristeza y nerviosismo todo en un mismo gesto irregular. Eso había pasado, y tras haberlo dicho en alto, todavía parecía más una pesadilla de la que parecía ser incapaz de despertar.

-Pero estás aquí y eso es lo que verdaderamente importa, Will.

Will escucha con atención, estremeciéndose ante cada horrible recapitulación de lo ocurrido en los últimos días, lo cuál no hace sino recordarte la lista de terribles experiencias por las que has tenido que pasar.

-Cuando me enteré de que habías estado aquí estos últimos días, pensé que al menos tú habías tenido suerte. Ahora veo que la que tuve suerte fui yo.

Al ver tu preocupación, te aprieta las manos con firmeza.

-Escucha, Saga: Tu hermano no se ha ido. Aquella cosa... Fuera lo que fuera, no pudo hacerle nada. Quizás está debilitado, por eso no ha vuelto. Y tú misma me has dicho que hay temporadas en las que no se manifiesta apenas. Estoy segura: Volverás a verle.

Hizo el esfuerzo de sonreír, pero Will la conocía lo suficiente como para darse cuenta de que fue un gesto vacío. Apreció los ánimos, pero no lo suficiente.

- Tú has tenido tu infierno. Yo el mío -zanjó. Era absurdo tratar de medir quién lo había pasado mejor o peor, o las razones y por qués. Puso su mano con gentileza sobre su brazo-. ¿Duele? Ashe ha hecho un buen trabajo, pero me aseguraré los próximos días de que sane bien.

-Gracias -Will se mira la herida, pensativa-. Esa Ashe... Parecía algo tensa al dirigirse a ti. ¿Habéis tenido algún encontronazo?

Saga sonrió ante la familiaridad que se tenían.

-Es escéptica. Le cuesta creer -comentó con suavidad, abordando el tema como si hablase de un niño que todavía tiene mucho que aprender-. Y para mí era tan obvio, tan evidente. A veces se me olvida que incluso en esta parte del mundo la gente ha olvidado que antes de nosotros hubo otros caminando por esta misma tierra. Discutimos. Pero ya tiene demasiado sobre sus hombros. Es una mujer de valía. Vale mucho más que la mayoría. Como tú.

Una sonrisa furtiva se perfila la cara de Will, pero desaparece tan rápido que incluso te planteas que haya existido. Aparta la mirada y responde en voz baja, cambiando de tema.

-Es casi gracioso, ¿Sabes? Lo que pasa por nuestras mentes en momentos así. No sé por qué, pero llevo varios días pensando en aquella vez... En el puerto de Hong Kua.

-Hum. ¿Qué concretamente de todo? -preguntó, no muy segura de a qué se refería.

-No me extraña que no lo recuerdes. No fue nada especial, pero por alguna razón me acuerdo con mucha claridad. Me acuerdo de muchos detalles tontos, como que era un lunes. Por aquel entonces apenas llevábamos un par de meses trabajando juntas. Ese día teníamos que despedir uno de los barcos de mi padre, el primero hacia Tibas. Estábamos esperando para reunirnos con el capitán, un tal.. ¿Kuono? Bueno, aquel calvo del aliento tan horrible, seguro que le recuerdas. El que se reía por todo -sonríe con nostalgia-. Hacía un sol de gloria, de eso también me acuerdo. Porque llevábamos una semana terrible, todos los días lloviendo. Pero ese día no.

"Llevábamos media hora ya en el puerto, charlando de tonterías. Bueno, charlabas sobre todo tú, porque a mí no se me ocurría ningún tema de conversación. Pero me lo pasaba bien contigo. Aunque para aquel entonces ya estabas empezando a enfadarte un poco. No entendías que nos hicieran esperar tanto tiempo. Recuerdo que a mí no me molestaba tanto, porque intenté excusar a... Al capitán cuyo nombre no recuerdo. Pero tú estabas muy indignada."

"Recuerdo los gritos de sorpresa, y el chapoteo. Al oír el barullo, nos acercamos a ver qué pasaba. Había un par de niños junto al borde del muelle, bastante alterados. Debían de haber estado jugando antes, porque había un par de espadas de madera tiradas en el suelo junto a ellos. Otra niña se había caído al agua, y por como golpeaba el agua con los brazos quedaba claro que no tenía ni idea de nadar. Algunos adultos se habían acercado un poco, pero la mayoría miraba la escena con indiferencia, como si la cosa no fuera con ellos."

Hace un parón en su relato y te mira, intentando discernir si recuerdas algo o no por tu expresión.

Saga ladeó la cabeza, o la sacudió con una especie de asentimiento. Un gesto extraño y confuso, quizá por que algo no terminaba de encajarle.

-El sol... -musitó, nostálgica. Calló de nuevo y después, frunciendo el ceño, comentó-. ¿Por qué ahora?

-Perdona -dice Will, sin dejar de sonreír-. Quizás esa es la razón por la que me acordé, porque echaba de menos el sol. Las tierras que te vieron crecer son duras. Pero esta ventisca no durará para siempre

Lo dice con confianza, como si fuera una certeza, haciendo gala de un optimismo insospechado.

-No sabía qué hacer. Horas después me reproché a mí misma no haber reaccionado antes. Soy buena nadadora, no me habría costado nada. Pero me quedé bloqueada. Pero tú no te lo pensaste. Estabas junto a mí, y un parpadeo después te habías lanzado a por ella. Cuando os sacamos estabas chorreando. Y tu vestido... Era un vestido bonito. Y caro. Echado a perder, porque el agua estaba asquerosa. Pero ni siquiera lo mencionaste.

Saga se perdió momentáneamente en el pasado, donde retazos de aquel día iban y venían sin consistencia alguna. Sólo recordaba algo con claridad y era aquella vez que el hielo se había resquebrajado bajo sus pies, sumergiéndola en un frío insoportable. Y tenía que hacer algo al respecto.

-Las cosas son útiles. Las personas irremplazables. No recordaba ese vestido, pero me costó una fortuna. Como este -puntualizó alzando ligeramente las mangas verdes. Era bonito, detallado y, sobre todo, hecho de material de calidad. Lo suficiente como para mantenerla protegida del frío, aunque no tanto como la ropa que llevaba Will. Pero era el sacrificio por la apariencia, aunque poco importaba eso en aquel momento. Al menos para el resto-. Me estoy quedando sin ropa de tanto deshacer mangas para frenan hemorragias.

Sonrió y después soltó una risa suave, incrédula. Iba a perder la cuenta como las catástrofes siguiesen sucediéndose.

Apartó ese pensamiento, volviendo a la conversación original y posó la mano sobre la de Will.

-Tú enfrentas a gente con acero afilado. Yo nunca podría; no sé cómo, y tú ni te lo piensas. Cada cual tiene sus virtudes y sus defectos. No se puede ser perfecto.

-Puede -responde Will, pensativa-. Si te soy sincera, no siempre fue así. Hubo una época en la que cualquier matón de taberna me habría hecho retirarme a una esquina, encogida de miedo. Pero cambié. Me cambiaste.

La última palabra muere en sus labios antes de terminar de pronunciarla. Aparta la mirada, con las mejillas algo enrojecidas, y continúa rápidamente.

-Dijiste algo similar ese día, ¿sabes? No exactamente igual, pero sí parecido. "La vida es irreemplazable". Es curioso, porque no es un recuerdo en el que piense mucho. Esas cosas se quedan en algún lugar de tu mente, escondidas, y aparecen cuando menos te lo esperas. Pero supongo que esa frase me marcó, de alguna manera.

Se queda un instante callada, como si intentara expresar algo pero no encontrara las palabras. Al final, inspira, armándose de valor, y te dirige una mirada intensa, mientras coge tu mano entre las suyas con suavidad y cariño.

-No dudaría en lanzarme contra cualquiera, eso es cierto. Si fuera para protegerte a ti.

Saga entrelazó los dedos con los suyos, y cuando terminó la frase tiró de ella suavemente para abrazarla. No como había hecho al reencontrarla. No como había hecho cuando rompió a llorar, o cuando despertaba de una pesadilla, o cuando algo parecía ir terriblemente mal en el mundo. Rodeó su cuello, buscando el hueco entre su hombro y su cuello, reposando la mejilla. Casi pareció temblar.

-Gracias -musitó, y tras un instante añadió-. Creo que será mejor que vayas a descansar. Mañana hay juicio, y muchas cosas que hacer.

Will te devuelve el abrazo con cierta torpeza. Probablemente debido al frío al que se ha visto sometida en los últimos días, notas que busca tu calor como un sediento busca agua en el desierto. Tras unos segundos, sin embargo, coincide.

-Sí... Estoy destrozada.

Sin embargo, antes de que te levantes, dice algo más.

-Hay... Una cosa. Que no le he dicho al resto.

Te mira con cierta culpabilidad.

-Algo que dijo Ziu. Podemos contárselo mañana, si quieres. Pero me pareció prudente esperar a que estuviéramos solas.

-Dime -insistió con suavidad.