El calor de la sala común te reconforta durante un rato, y ni las miradas de desconfianza de los allí presentes ni el círculo de aislamiento al que parecen tenerte sometido te afectan demasiado: Cuando cierran los ojos, todos ellos desaparecen, y la maravillosa sensación de estar vivo, y libre, te invade de nuevo. Aunque la perspectiva del futuro es tan gris como podría caber, lo cierto es que, por ahora, nadie te juzgaría si te permitieras la indulgencia de disfrutar del simple hecho de poder vivir un día más para contarlo.
En cierto momento de la mañana, alguien se sienta contigo. Al abrir los ojos, ves a Sigbjörn, que te mira en silencio.
-¿Cómo te encuentras?
Vamos a dar por supuesto que después de tu conversación con Drunfo, si es que llegáis a tenerla, aún te apetece venir a la sala común y Drunfo no se queda contigo (porque se va a descansar a otro lado de la sala o a hacer otras cosas). Si luego hay alguna incoherencia temporal, habrá que editar, pero mejor eso que dejarte parado.
-Algo mejor- contestó Thorir mientras se incorporaba levemente.
-Aunque las heridas aún duelen- sonrió, -Pero bueno, ya sabes, eso es pasajero-, Thorir miró a los ojos de Sigbjörn, -¿Cómo ves la situación?- dijo con voz seria y firme.
Drunfo entra en la sala común en ese momento, aún ajustándose los pantalones. El simple hecho de salir a mear con el frío que hace resulta una tarea sorprendentemente dura, aunque mucho más sencilla, por otro lado, que hacerlo en la habitación en la que estabais presos.
Al llegar, ve a Thorir charlando con Sigbjörn. Este le dedica una breve mirada antes de responder a Thorir.
-Preocupante.
Resolviendo paradojas temporales con meadas apresuradas
Drunfo se acerca a los hombres.
-¿Que es preocupante?
Aprovechando el breve instante de inmunidad que le permite la pregunta, Drunfo le toca la cara a Thorir con las dos manos a la vez que le dice.
-Adivina, ¿Con que mano he meado?
Sigbjörn se encoge de hombros.
-¿Qué no lo es? Elige tú. La bestia. La falta de comida. El frío. Entre otros. Meh... Tampoco ganas mucho dándole vueltas.
Thorir asiente levemente con gesto serio mientras mira las llamas del fuego que calienta la sala, -Hay que acabar con esa bestia- volvió su mirada a los dos hombres, -Hay que atraer a ese ser, hacer que caiga en nuestra trampa- esbozó una sonrisa, -Creo que se como matarla-
Sigbjörn alza una ceja, pero no dice nada. Se limita a mirar a Thorir, dejando que este se explique.
Thorir mantiene la mirada a Sigbjörn durante un instante para captar más aún la atención del norteño.
-Es fácil, al fin y al cabo no es más que una bestia que busca su presa, démosle una- Thorir se recuesta en la pared hasta que sus palabras calasen, -Yo seré esa presa, la llevaré hasta un lugar que tengamos controlado, dónde ella pase a ser la presa y nosotros los cazadores, una vez allí una lluvia de fuego caerá sobre ella- sonríe, -Y si hay algo que es capaz de matar al invierno, es el verano-
Sigbjörn parece honestamente sorprendido ante la propuesta de Thorir.
-Tus intenciones te honran -mira a Drunfo, alzando las cejas, luego de nuevo a Thorir-. Podría funcionar. Pero sería peligroso.
Por cosas como esta se dan puntos de destino, he de decir
Drunfo se mesa la barba, pensativo.
-Simple, pero si funciona puede ser muy efectivo. La cosa es, ¿Como piensas tenerla controlada?
-¿Peligroso?- Thorir coge un pequeño hueso, restos de su comida y lo lanza al fuego, al caer entre las llamas levanta pequeñas chispas que revolotean por un instante en la sala, -Todo dependerá de los Dioses-
Después de la intervención de Drunfo, Thorir mira a los ojos del gigante, -Bueno, ella buscará a su presa, solo necesito que siga mi rastro-
Sigbjörn baja la mirada hacia las llamas.
-No puedo hablar en nombre de los dioses. A veces castigan a los insensatos. Otras recompensan a los osados.
Gira la cabeza y clava la mirada en Thaldein, el hombre rubio que habló a vuestro favor en el juicio. En esos momentos se encuentra dormido, todavía en estado crítico. Su mujer le aplica un paño húmedo en la frente, intentando contener las lágrimas.
-Sea como sea, los dioses no te darán su opinión, si es que acaso les interesa el asunto para empezar. Por ahora, es otra opinión la que nos importa.
Thorir mueve la cabeza pensativo.
-Habrá que hablar con él, es el Jarl- miró acto seguido a Thaldein, y con gesto serio preguntó, -¿Con cuantos hombres contamos?, que puedan luchar-
Sigbjörn medita la respuesta durante unos segundos.
-Estoy yo. Rorar, Lamont, Fredrick y Godwin también están en buenas condiciones, aunque el resto están heridos. Jostein, quizás. Si contamos a Yngrid, seis o siete. Más los forasteros. No puedo hablar por los dos sureños de piel oscura, pero las dos amigas de la escalda llevan espadas finas, y parece que saben luchar. Resmit también. Eso hace una decena, docena si os contamos a vosotros.
Thorir asiente pensativo, -Bien, ..., bien- mira a Drunfo, -Prepararlo todo nos llevará al menos un par de días, contando con que Eskol de el visto bueno, ..., aunque...- volvió a dirigir la mirada a Sigbjörn, -¿Que sabes de los forasteros?, los que vagan por el bosque-
-... ¿Te refieres a los que vio Resmit? Poco, la verdad. Parece que están relacionados con la criatura, o eso he oído. Él dice que vino buscándoles, creo que les conoce. Quizás deberíais preguntarle a él.
-Sí, tengo ciertas preguntas que podrá resolverme- dijo Thorir mientras una leve sonrisa se dibujaba en su rostro.
-Bien- Thorir dirige su mirada a Drunfo, -Podríamos hablar con Resmit primero, ¿Qué opinas?-