Partida Rol por web

A medida que Saga hablaba iba dibujando una sonrisa, su respuesta a la par que divertida, junto la gracia que me hacia contemplar la cara de Ahmel con cada replica, me ponía cada vez más.

Ya podrá comportarse así siempre.

Algo inaudito, Ahmel Bal’Karim se quedó sin palabras, y algo aún más extraño, Eskol por fin intervino. Tenía razón, la cosa se caldeaba innecesariamente, pero Saga y Ahmel Bal’Karim también tenían razón.

- Es cierto, no necesitamos pelear entre nosotros ahora, pero lo que se hace falta es hacer algo. Eskol, - le miro y alzo la voz para que todos me escuchen - antes me pediste tiempo, pues creo que has tenido suficiente como para pensar que hacer ¿Vas a dejar que un sureño sacrifique a tu gente en busca de una inútil solución como a dicho Saga o vas tomar cartas en el asunto y decidirás como jarl como enfrentarnos a la bestia? Sea como fuere, nosotros iremos hoy, no se puede demorar más.

Eskol se incorpora, con el rostro ligeramente enrojecido, y clava una mirada enfurecida en Resmit. Sorprendentemente, al responder lo hace sin alzar la voz, con un tono medido que recuerda al de un felino acechando a su presa.

-... ¿Nosotros? Entiendo que te refieres a ti mismo. Ya te di mi respuesta antes: Por mí puedes ir ahora mismo.

La voz de Thaldein interrumpe a Eskol.

-Eskol, tenemos que tomar cartas en el asunto, no podemos seguir aquí métodos a ver como se nos acaba el tiempo. Debemos apoyar el plan de Resmit...

-No vamos a apoyar los desvaríos de un loco. Hasta el plan de ese sureño tiene más sentido, y concuerdo con Saga en que es una soberana estupidez.

-¡¿Estupidez?! ¿Es que acaso las palabras de esta... Esta... ¡Salvaje! Os han hecho dudar de mi teoría? Os aseguro...

Eskol le ignora deliberadamente para volver a centrarse en Thaldein.

-¿Es que acaso crees que no veo lo que intentas? Basta, no oiré más de este sinsentido -vuelve a mirar a Resmir-. No dejaré que nos arrastres a una muerte segura. Vete.

Thaldein da un paso adelante, con dificultad a causa de su estado.

-¡Espera! Deja que exprese su plan. Puede que entre todos...

-No habrá un "entre todos". Os prohíbo que ayudéis a este forastero. Si quiere suicidarse, allá él. Pero no arrastrará los míos con él.

-... No. Soy un hombre libre, Eskol. No eres quien para prohibirme nada.

-¡Es tu jarl!

El grito de Lamont deja la sala en completo silencio. Thaldein y Eskol se sostienen la mirada.

Las palabras de Lamont quebraron el ambiente de la sala, un silencio sepulcral nos rodeó e impedía que hablará. Tarde unos segundos en poder articular palabra, que pasé simplemente mirando a Thaldein y Eskol, ya que la mirada de desafío entre los presentes podría hacer arder el cuarto.

- Pero hay que hacer algo Lamont -ahora con un tono más moderado y tranquilizador, con voz casi temblorosa a no saber como reaccionarían los presentes - ¿O pretendes esperar a estar muerto de hambre para luchar contra la bestia? O peor aún, comer carne humana y convertirte en uno de ellos para devorar a tu gente... -Digo ya mirándole.

Saga mirada al forastero con una media sonrisa asomando, casi dispuesta a ladrarle (y de forma bastante literal) si se atrevía a abrir la boca de nuevo hilando más de dos frases seguidas.

Claro que el golpe le vino desde el costado, cuando Resmit tuvo a bien encarar a Eskol y toda la querella de quién debía o era o tenía que ser el jarl salió a relucir.

-¿Pero quieres dejar de malmeter tú también? -masculló hacia Resmit con no menos flema que cuando se dirigía a Ahmel-. ¿Pedís calma y frialdad? Bien. -Saga se aclaró la garganta y se adelanto, frente erguida, apartando de un manotazo a Ahmel de su camino-. Discutiendo y atacando cada palabra que dice el otro no vais a llegar a ningún lado y estamos en peligro y al borde de la muerte. Vosotros y los que no pertenecemos a este lugar. Los rumores se extienden, la gente se posiciona y en breves vais a terminar con vuestro pueblo dividido y acuchillándose por la espalda. Vuestro pueblo. El de ambos -puntualizó alternando la mirada entre Thaldein y Eskol-. El de todos. Y la palabra, la decisión, no la tienes tú, Lamont, ni tú, Resmit. Ni nadie que haya dicho en voz alta o baja que el jarl debería ser tal o cuál. Es tuya, Thaldein. Eskol es tu jarl para bien y para mal. Si no te gusta y crees que obrarías mejor, para eso están las leyes del thing. Y creo que por el bien de todos los aquí presentes, es hora de que esta querella quede muerta y enterrada.

Thorir escuchaba con atención todos los comentarios de los allí presentes, cada uno intentaba imponer su verdad, dejando a un lado el bien común. Fue entonces cuando, mientras Saga hablaba avanzó hasta la vanguardia de aquellas personas, posicionándose cerca del Jarl. 

-Estoy de acuerdo con Saga, estoy harto de escuchar siempre lo mismo, de ver cómo nos peleamos entre nosotros mientras ahí fuera- señaló hacia la puerta -Siguen vagando las bestias y sólo los Dioses saben que más- calló durante unos segundos para captar la atención de los presentes, -Nuestro pueblo siempre se ha caracterizado por la desunión, la prueba de ello es la multitud de Clanes que existen en los Yermos, pero hubo un tiempo en que éramos un pueblo, un único puño que empuñaba una única espada, en aquel tiempo éramos invencibles- remarcó imponente esta última palabra, -Ahora ni siquiera un pueblo puede estar unido- miró a todos los presentes, -La cosa está clara, o somos capaces de juntar nuestras fuerzas y volver a empuñar la espada entre todos o pereceremos todos aquí, o lo que es peor, convertidos en bestias- se detuvo un instante para retomar el aliento, -Admito que no tengo un plan, pero confió plenamente que los hijos del norte, ¡unidos! y con ayuda de los Dioses se alzarán contra ese mal y lo derrotarán- 

Se pone enfrente del Jarl, -Eskol, juré por mi honor ayudarte, por este motivo intento decir, que aquí ninguno sobramos, escuchemos todos los planes, el de Resmit, el de Saga o el de cualquiera que tenga una idea, solo poniendo las ideas en común saldremos de esta- 

Eskol se deja caer en su silla, cansado.

-Tus palabras, o al menos tus intenciones, te ennoblecen, Thorir. Y hablar de unión, de Haufmarsormen y de la ayuda de los dioses está muy bien, y queda muy bonito. Bien, la realidad es la siguiente: Somos casi medio centenar de personas, cada una con sus propias opiniones e ideas, y necesitamos un guía. Saga puede atestiguar que escuché sus opiniones en su momento, y creo que nadie aquí puede afirmar algo diferente. Pero hay un punto en el que, si alguien pone en entredicho mi autoridad de forma constante, como es el caso, entonces hay un problema.

Mira a Resmit.

-Ya escuché la opinión de este individuo hace unas horas. Su plan es, básicamente, salir al bosque a por la criatura, dejando desprotegidas a nuestras familias y esperando que, por arte de magia, la criatura decida presentarse frente a nosotros dispuesta a ser linchada. No he oído ninguna estrategia sensata, ninguna propuesta que merezca la pena evaluar. Puede que el sureño esté equivocado, pero al menos ha pensado en lo que ha dicho.

Ahmel alza la cabeza, indignado.

-¿Equivocado? Puedo aseguraros que...

Eskol le interrumpe, poniendo los ojos en blanco.

-Oh, cállate ya. Mirad, la única decisión que importa aquí es la que ha mencionado Saga.

Mira a Thaldein.

-Decide.

Thaldein mira a Saga, luego a Resmit. Luego se gira hacia su esposa, con expresión triste. Esta niega con la cabeza, al borde de la histeria, y Thaldein baja la mirada.

-Lo siento, Marja -tras unos segundos, sus ojos recorren el resto de la sala, con expresión triste-. Os pido perdón a todos. Siento que esto sea así.

Sostiene la mirada a Eskol.

-Pero mi conciencia me impide dejar que cometamos este error.

Se oyen suspiros de sorpresa. Varios hombres llevan la mano a sus armas. Marja empieza a llorar.

Eskol se limita a suspirar, como si ya hubiera previsto la respuesta.

-Ya veo -se gira de nuevo hacia Saga-. ¿Qué es lo que dicta la ley, pues, mi señora, en estos casos?

La norne, que guardaba silencio a falta de palabras mayores, tomó aire atesorándolo durante un momento. La gente no estaba contenta y tenían razones de sobra para ello e incluso para volverse contra ella por forzar aquella situación. Pero debía hacerse y cuanto antes.

Asintió, solemne y avanzó hacia Eskol para darse la vuelta y dirigirse al resto con voz alta y clara.

-La ley del thing dicta que cualquier hombre libre que pertenece a la comunidad puede, si es necesario, retar al jarl en un momento de desacuerdo. Según las costumbres de los Yermos, quien recibe el reto, en este caso vos, Eskol, puede elegir batirse a una de las tres virtudes: inteligencia, astucia o destreza en combate. Las dos primeras serían elaboradas por los sabios de la comunidad, en una prueba acorde para medir quién destaca más. Combate por otro lado, constaría de un duelo singular, hólmgang, prestando juramento y bajo supervisión, a muerte o hasta que uno de los dos no pueda continuar. Pero dado que ninguno de los presentes está en condiciones de luchar y el asunto premia, un hermano juramentado o campeón designado dentro de la comunidad podría representar a cada parte si ambos estáis de acuerdo. -Extendió las manos, las palmas hacia arriba-. Así lo dicta la ley.

-No.

Todas las miradas se giran hacia Thaldein. Este, sin embargo, solo se dirige al jarl, como si no hubiera nadie más en la habitación.

-Eskol, yo... Te conozco desde que eras un chiquillo. Puede que hayamos tenido nuestras diferencias, pero no lucharé contra ti. Ni quiero ser jarl, por mucho que te sorprenda.