Partida Rol por web

A lo lejos, se distingue una luz. De ella surge una voz conocida.

-Debes ejercitar tus músculos, Drunfo. Si tu pulso no es firme, si no consigues mantener la espada recta frente a ti, serás una presa fácil. La guardia lo es todo.

-¿Papá?

Un cúmulo de emociones recorrió el cuerpo de Drunfo.

La silueta de Guldron se dibuja frente a ti, esbozando una sonrisa burlona.

-Vaya, ¿tan fuerte te he golpeado?

Se acerca hacia ti y te ofrece una mano para ayudarte a incorporarte.

"¿Guldron? ¿Acaso estaba entrenando con él? Debo ser más rápido, ese golpe me ha dejado tocado"

-Perdona hermano, es solo que me he distraido un momento, venga, volvamos a intentarlo nada me impedirá cumplir la promesa que te hice.

Como tantas otras veces, Guldron enseña sus dientes en una sonrisa burlona.

-Bien. Venga, empieza tú.

Golpe, parada, empujón. El sol brilla sobre vuestras cabezas, iluminando el sudor de vuestros brazos. Las espadas de madera, que más bien parecen troncos tallados de forma tosca y rápida para asemejar el peso y estabilidad de los mandobles que utiliza vuestra familia, surcan el aire emitiendo zumbidos furiosos. Los dos tenéis moratones: Tú más que él. Pero ninguno desiste. La vida en el norte es dura, y por tanto, también lo deben de ser sus entrenamientos.

Interpones el arma en el último momento, antes de que la de tu hermano se estalle en tu costado. Este suelta una exclamación de victoria.

-¡Perfecto! -Se aparta unos pasos, y deja a un lado su espada, estableciendo pues un pequeño tiempo muerto-. Mírate, apenas tienes ocho años, y ya te manejas mejor que algunos guerreros que yo me sé -Se quita la camisa, manchada de sudor, y te da la espalda para recoger algo de agua de un petate que hay en el suelo-. Lo tienes en la sangre, Drunfo.

Apenas si oyes sus últimas palabras. Sorprendido, observas la espalda de tu hermano, que aparece surcada por multitud de líneas negras. Es cierto que hacía un mes que no le veías, pero hasta ese momento no se te había ocurrido que pudiera haber cambiado algo en él durante ese tiempo. Tu padre te dijo que era una simple misión de reconocimiento, con otros jóvenes de la aldea... ¿Qué le ha ocurrido?

-Hermano, ¿Que tienes en la espalda?

Desde la perspectiva de Drunfo parecían finas lineas de tinta negra que corrían por la espalda de su hermano, pero estaba algo lejos. ¿Acaso eran cicatrices? Drunfo se acercó todavía más para examinarlas.

De cerca, la imagen se distingue mejor.

-Ah, esto... Es... Difícil de explicar.

Tu hermano te deja observar la imagen más de cerca. Está perfectamente trazada en su espalda, el que lo haya hecho debe de ser un artista considerable.

-Es un tatuaje, Drunfo. Me lo hicieron hace unas semanas, durante mi viaje -Parece pensarse si dejarlo ahí, pero al final continúa-. Una völva.

-¿Völva? ¿Que es eso?

Drunfo estaba a medio camino entre la curiosidad y el terror por que esas marcas fueran algo maligno.

Guldron te mira, confuso, y luego se echa reír.

-A veces se me olvida lo joven que eres, Drunfo. Perdona.

Te ofrece el odre de agua con un gesto amable y luego se sienta en una roca cercana, secándose el sudor de la frente con la camisa que se acaba de quitar.

-Verás, la cosa es que las völvas... Son difíciles de definir, ¿vale? Mira, a veces los dioses hablan con nosotros, nos mandan mensajes que normalmente no escuchamos, porque no hablamos en su mismo idioma. Las völvas son mujeres que han nacido con un don especial. Comprenden ese lenguaje, y saben interpretar los signos del destino. Son raras, muy raras. Y misteriosas. Hay quien dice que están malditas.

Se encoge de hombros.

-Y hay quien dice que están locas. Pero es tradición que, cuando nos hacemos mayores, todos los jóvenes de la aldea vayamos a ver a una völva que vive a varios días de aquí. Por eso he estado fuera un mes.

El recipiente de agua pesaba en las manos de Drunfo, que lo posó sobre el suelo.

-Pero, ¿Porque te ha tatuado eso? No entiendo nada Guldron.

El acabado del dibujo era hipnótico, era fácil que la vista se perdiera entre aquellas siluetas.

-Claro que no entiendes nada. Aún eres un mocoso. Anda, prepárate. Se acabó el descanso.

Guldron recoge su arma de práctica, y se coloca en posición. Sus músculos, tensos y preparados, brillan debido al sudor que cubre su cuerpo, que ya ha empezado a enfriarse. Sin embargo, no parece que esté cansado. Puede que tu hermano no sea el mejor guerrero de Goldar, pero su entrenamiento ha sido duro, y pocos miembros del clan pueden igualarse a él. Exceptuando, quizás a tu padre, que si bien carece de la energía de la juventud sí que cuenta con la experiencia de los años.

Tú, por desgracia, aún no cuentas con ninguno de esos beneficios. Lo que hace que la perspectiva de otra nueva ronda de golpes no se te antoje del todo atractiva.

-Los símbolos son poderosos -Continúa Guldron, mientras espera a que te prepares-. Esos tatuajes los pedí yo. Tienen un significado, hermano. Algo que quiero llevar conmigo el resto de mi vida.

Cada vez que su hermano decia una palabra a Drunfo le sonaba más y más a brujeria.

-Pero, ¿no has pensado que dirán las gentes si se enteran de eso? Además, ¿Que significado querrías darle? ¿No te das cuenta de los problemas que nos puede traer?

Drunfo se encontraba indignado, tanto que arrojó su espada a un lado. No queria entrenar hasta oir a su hermano.

Guldron alza una ceja.

-No seas estúpido. Los tatuajes son algo corriente entre los guerreros. No es que todo el mundo lleve uno, pero no fui el único del grupo que se ganó el derecho a portarlo.

Se apoya sobre el pedazo de madera que usa como espada, y te escudriña con la mirada.

-¿A qué se debe este cambio de humor, Drunfo? No es más que un símbolo, no hay que darle más vueltas.

De repente, una idea parece aparecer en su cabeza, y su mirada se ensombrece.

-Has... ¿Te han estado diciendo algo, Drunfo?

La inconsciencia de su hermano mayor no hizo más que cabrear a Drunfo.

-¿Que si me han dicho algo? ¿Pero tu te oyes hermano? ¡Claro que me han dicho algo! ¡Desde que nací! Que si soy un monstruo, que si estoy maldito, que si traigo las desgracias al pueblo. Y no solo sobre mi, sino sobre todos nosotros Guldron, y tu tienes la inconsciencia de hacerte una marca de manos de una bruja ¿Acaso padre sabe sobre esto?

Un incomodo calor comenzaba a subir desde los puños hasta la cara de Drunfo, el calor de la ira y la impotencia.

Guldron pone los ojos en blanco.

-Más de lo de siempre, entonces. Me has asustado.

Frunce el ceño.

-Coge tu espada, anda. No hemos terminado.

La cara de Drunfo estaba roja.

-¡NO! No pienso coger la espada hasta que me lo cuentes. ¿Que demonios es eso Guldron? Y no me has contestado, ¿lo sabe padre?

Guldron va andando hacia ti, mientras hablas. El golpe llega de forma inesperada. En la boca del vientre, seco y certero. Caes de rodillas, sin aire. Guldron se aparta, unos pasos.

-Coge. Tu. Espada.

De rodillas, Drunfo intentaba recuperar el aire. Se levantó lentamente, con la espada en la mano, sopesando. En ese momento odiaba a su hermano, con todas sus fuerzas.

-¡NO PIENSO LUCHAR! 

Y arrojó la espada con todas sus energias hacia su hermano.

-¡DIME QUE DEMONIOS ES ESO!

Las lagrimas caían por el rostro del niño, convirtiendo la silueta de su hermano en apenas una mancha detrás de una catarata. 

¡BAM! El puño se estrella contra tu cara, tirándote de nuevo al suelo. Notas un amargo regusto metálico en la punta de la lengua.

-Da igual que lo grites más alto, el resultado será el mismo -Dice tu hermano, ceñudo, con voz indiferente-. Según yo lo veo, tienes dos opciones. La primera, seguir con tu rabieta, y recibir una buena paliza. La segunda, coger la espada y defenderte como un hombre. Puede que tengas ocho años, pero hablas y exiges como un adulto. También sabrás luchar como un adulto.

Te da la espalda y recoge la espada del suelo. Luego te la tira de nuevo.

-¿Si te venzo me lo contarás?