Partida Rol por web

Con el Uruk muerto, la contienda parecía decidida.

Uno de los forasteros parecía tener al último guardia controlado. Hasgon hijo de haragil se autoproclamó.

Asentí con una tenue sonrisa al encapuchado antes de que se arrodillase a socorrer a su amigo.

Sabia que a Theon no le había gustado que aquello terminase así, pero en una batalla a muerte como aquella, no había lugar para la misericordia...en otras circunstancias...si el Orco estuviese desarmado, o no se hubiese mostrado tan peligroso e incontenible... no me hubiese importado intentarlo por mi amigo.
Pero entendía que lo que que había hecho Tarbrand era lo correcto.

Un tanto culpable por ello, y aun sin terminar de entender el valor de mantener aquellas despreciables criaturas con vida, me propuse conseguirle al menos uno de aquellos Orcos con vida.
No creía realmente que nadie se pudiese fiar de las palabras de un Orco traicionero, pero mi instinto me decía que Theon sabría como aprovechar el hecho de mantenerlo con vida.

¡Esta bien!, le grité mientras me interponía entre el arquero y mi amigo.

Theon necesitaba tiempo, el arquero estaba a punto de descargar su flecha y su objetivo parecía claro.
Con mi escudo en alto, encarando al Orco, avancé lentamente contra él, intentando esconder con mis 193 centímetros las acciones de Theon a mi espalda.
No te precipites...intenta no fallar, solo tendrás una oportunidad...si no se cae, o se rinde...tendré que terminar con él.
Le dije a Theon, mientras hacía girar el mango de mi arma una vez más.

Miré al arquero a los ojos fijamente, enfrentando la punta verdosa de la flecha que me amenazaba y con una media sonrisa le pregunté:

¿Tu también quieres bailar?

Turno 16

Hasgon atacó nuevamente al orco, pero esta vez su golpe no atravesó la cota de malla. La batalla estaba decidida, y más con la muerte del capitán uruk. Pero el último de sus guardias parecía que iba a vender cara su vida.

Turno 16 y 17. Resolución

Tarbrand se concentraba en curar a Agnor. Su amigo balbuceaba algunas palabras, y parecía que podía volver en sí en cualquier momento. No tenía graves heridas, simplemente había recibido demasiados golpes y contusiones. Tarbrand invocó palabras de poder que conocía, mientras ponía su mano en la frente de Agnor. Había hecho esto muchas veces, y sabía que sus manos eran capaz de aliviar el dolor. No obstante, esta vez algo salió mal. Muy mal. El gesto de Tarbrand se torció, cerró los ojos y se agarró la cabeza con las dos manos. Algo le estaba sucediendo…

Mientras tanto, Hasgon luchaba con el guardia orco, ahora ya en igualdad de condiciones después de sus anteriores ataques. De nuevo logró penetrar sus defensas, y el orco sangraba de una nueva herida. Aún se defendía, pero era cuestión de tiempo que cayera. Ya había aguantado más de lo normal.

En el centro del pasillo, el arquero orco vio la figura de Aaren situarse entre él y su objetivo. Eran dos contra uno, y las palabras de Theon le hicieron dudar, y miró asustado la carnicería de la base orca. Y fuera, se escuchaban más gritos…

“¡ACABAD CON LOS HUARGOS! ¡DISPARAD!”

“¡UNIDAD! ¡ESPADAS! ¡CARGAMOS ADENTRO!”

El orco tiró su arco al suelo, y miraba alrededor asustado. Dio unos pasos hacia atrás cuando más hombres entraron por la puerta principal.

Una inesperada descarga de energía pura desató una reacción imprevista en la mente de Tarbrand. Extrañas imágenes se agolpaban en su mente, y sentía como nunca había sentido las fuerzas de la Naturaleza. Pero era incapaz de controlarlas. Vio en su mente una especie de monolito en medio de un claro rodeado de descargas de energía como rayos, vio prados cubiertos de una oscuridad repentina, y vio cómo las energías mágicas salvajes e incontroladas se movían hacia esa extraña piedra que parecía absorberlas. Pudo oír cánticos en algún idioma desconocido, y pudo oír los tambores. Sintió que la piedra canalizaba las fuerzas primogénitas, y guardaba un rencor y un odio salvaje hacia el mundo. La propia fuerza de Tarbrand, a una escala menor, había sido absorbida, y alimentaba ahora ese lugar.

Lentamente, la visión desaparecía y Tarbrand pudo abrir los ojos. Pero seguía temblando sin control. Su mente estaba llena de dudas, y por primera vez, sintió miedo a las fuerzas de la Naturaleza.

¿Qué estaba sucediendo?

La sacudida que había sentido el montaraz era indescriptible, todo lo que vio, todo lo que percibió y que tan fuertemente le golpeaba en la mente, era demasiado para el atormentado dúnedain ... El joven sentía como su intención de ayudar había sido consumida para alimentar algo malvado, algo lleno de odio hacia el resto de la tierra, algo que le hacía sentirse como si le hubiesen removido todas las tripas, era visible que el estado de Tarbrand había pasado a ser un reflejo del miedo, y su estado físico, era buena prueba de ello.

Le costaría mucho superar todo aquello, y más aún averiguar la fuente de aquel mal que tanto odio sentía, pero de momento el joven sólo podía temblar y lamentar entre murmullos su acción ...

Turno 18

Cuando el arquero tiro su arco, supe que todo había terminado...¿todo? A mi izquierda Hasgon se preparaba para dar el golpe final al guardia que enfrentaba.

En un intento por conseguir terminar rápidamente con aquello, me volví hacia el guardia Orco y me situé a su espalda. Parecía aturdido, de modo que no me resultó difícil conseguirlo.

Desde allí hice un gesto a Hasgon para que no rematase al Orco e intenté inmovilizarlo desde atrás para desarmarlo.

En el suelo Tarbrand se echaba las manos a la cabeza...al principio pensé que su compañero rubio había muerto y por eso balbuceaba de dolor, pero no era eso, parecía que algo extraño le ocurría al encapuchado...

Solo un poco más... y todo se habría terminado...algunos se encontraban heridos, pero después de lo que había visto en el interior de aquella casa, creo que ninguno de los que allí se encontrában me negaría que la cosa había terminado insolitamente bien.

Salvo el Norteño todos veríamos la luz de un nuevo día...y con algo de suerte también él lo haría. El golpe que había recibido por parte del Uruk había sido Brutal, pero si sobrevivía al shock, no parecía tener otras heridas de gravedad.

Varda nos había protegido con su luz y Mahal había guiado nuestros actos con diligencia hacia la victoria final...no me cabía duda que sin su ayuda, ni nosotros ni nuestros compañeros, habríamos salido de allí con vida.

Turno 18

La flecha apuntaba al torso del orco, lista para ser disparada. La sustancia verde que cubría su punta podía terminar todo el asunto en pocos segundos. La situación estaba bajo control, los gritos en el exterior indicaban que los huargos que habían sobrevivido al incendio estaban siendo aniquilados y no tardó en llegar al interior un puñado de soldados dispuestos a cargar contra los orcos remanentes.

- Prisionero!- gritó con fuerza cuando avanzaban los recién llegados, a modo de alerta para que no intervinieran, y luego con la mirada clavada en el orco que había dejado su arco, dijo aún apuntándole - Las manos arriba donde pueda verlas, y de rodillas. Agáchate o estos hombres harán lo que les plazca contigo - dijo, mientras se acercaba lentamente hacia el prisionero. A Theon la idea de entender un poco mas lo que sucedía le parecía indispensable, además que comprendía que ese cruce de caminos era un lugar estratégico, y por ende esos orcos no estarían allí por algo casual sino por algo planeado. Él quería conocer ese plan, o al menos lo poco que sabía ese orco. Además estaba convencido que a quien comandase ese batallón de soldados, el prisionero le sería de utilidad, al menos hasta que hablase.

Mientras avanzaba lentamente pudo observar como el montaraz del tejado asistía al norteño que parecía volver en sí, y como Aaren inmovilizaba al otro orco con vida. Gracias amigo, si son dos será más fácil saber si nos mienten, pensó complacido. Su respiración se relajaba y en sus venas comenzaba a circular el ardor de la victoria. Habían logrado un imposible, Uruk y huargos derrotados, una banda de orcos vencida, habían rescatado con vida a sus amigos, habían tomado prisioneros con información relevante y por si eso fuera poco el grupo estaba con vida. Nunca olvidaría esa batalla, y se atrevía a imaginar que pronto se hablaría de ella en mas de un lugar de la región. 

Le pareció flotar en un mar de hierba, y pensó que estaba en el reino de los muertos. Él siempre había imaginado que en el otro lado le esperaría una llanura infinita de pasto verde, caballos feroces y cielo azul y brillante, pero tenía la sensación de estar en medio de una pradera fría y cubierta de niebla. ¿Dónde estaban las manadas de caballos? ¿Dónde estaban padre, madre y su hermano mayor?

Si estaba muerto y eso era el otro lado, le pareció decepcionante y cruel, y durante unos momentos sintió miedo. Entonces escuchó en la lejanía el rumor de una batalla, y un temblor bajo sus pies cada vez más intenso. ¡Las manadas! Ahí venían, seguro, y él las cabalgaría. Se giró a buscarlas con la mirada, esperando encontrar a su fiel Atreo en vanguardia, pero no conseguía encontrarlas. Pero no había duda: el suelo temblaba y se oían los relinchosde las bestias de Araw. ¿Aquello eran trompetas llamando a la carga?

Unas palabras de origen desconocido se metieron en su cabeza y murmuraban en ella, pero no era capaz de entenderlas. Sentía que le llamaban. ¿Quién es? ¿Qué quieres? El temblor de los caballos era tan claro que en cualquier momento saldrían de entre la bruma.

Agnor abrió los ojos y salió de la bruma, confuso. Estaba tirado en el suelo y de pronto sintió un profundo dolor sordo en el cuerpo, magullado. Gimió y entonces vio a un hombre a su lado agarrándose la cabeza con angustia. Esa cara le era familiar. Cerró los ojos con fuerza intentando volver a ser él mismo y entonces lo entendió todo: la granja, los orcos, aquel monstruoso orco gigantesco que le había fulminado de un golpe. A su alrededor había tumulto, y cadáveres.

...entonces no he estado muerto, ¿no? ¿O sí? ¿He vuelto o no me he ido? ¿Era un sueño? ¿Esa pradera? ¿Las manadas? ¿Nada era cierto?...

Entonces se fijo que, por debajo y por encima del tumulto del combate, algo vibraba. Algo temblaba, un ruido sordo y profundo que él reconoció perfectamente. Ahí venía la manada, y respiró tranquilo.

Turno 18. Resolución

Aaren se abalanzó encima del orco con el que luchaba Hasgon, quien esperó su oportunidad para atestarle otro golpe. El forcejeo fue breve, y aunque Aaren no logró golpearle con fuerza, sí pudo agarrar al orco del cuello. Entonces notó cómo el orco se quedó inmóvil, y sus ojos se pusieron en blanco. Había perdido el conocimiento, y sangraba por numerosas heridas y las manchas de su cota de malla eran cada vez mayores.

-No sobrevivirá, dijo Hasgon y miró asqueado al orco que desangraba en los brazos de Aaren. –Pero tenemos otro prisionero.

Echó un vistazo alrededor, y vio que la batalla estaba acabada. –Mi nombre es Hasgon, dijo mientras guardaba su espada y ofrecía su mano al desconocido. –Los que entran son también hombres de Echorion, bajo las órdenes del capitán Melechtor.

-¡Todo despejado, Capitán Melechtor!, gritó justo cuando comenzaron a entrar los hombres armados.

- ¡Prisionero!

-¡Todo despejado!

El capitán de la unidad entró lentamente en la sala, y pasando por encima de varios orcos muertos llegó al lugar donde estaba Hasgon, Agnor y Tarbrand. Ya se había encontrado con Aelloth fuera.

-Por los dioses, veo que ha habido una buena lucha aquí, dijo y una sonrisa se dibujó en los labios del hombre de gran estatura. Era un hombre curtido y de facciones duras. Su largo cabello estaba recogido en una cola, y llevaba una armadura de jinete. En su brazo derecho portaba un ribete rojo.

-¡Hombres heridos!, gritó al soldado que hacía las veces de curandero. Había estado atendiendo al arquero que habían encontrado fuera, pero ahora acudía rápidamente al lugar donde se encontraba Agnor.

-Soy Melechtor, y estoy llevando mi unidad hacia el norte. Estos orcos formaban parte de una ofensiva a gran escala, y tenía miedo de perder tiempo en conquistarla. Por eso envié a un grupo pequeño de hombres de contrastada habilidad, pero no me esperaba todo esto…

Sus ojos recorrían la sala. Le estaban sirviendo una infusión a Agnor, y Tarbrand también se incorporaba ya. Vio los murciélagos, los prisioneros liberados, el superviviente orco, y el uruk muerto. Después se fijó en el cuarto que estaba al fondo. En el cuarto había una mesa, con un gran mapa y más documentos, así como piezas que simbolizaban unidades.

-Es un puesto de mando…, dijo ensimismado, y miró de nuevo a los dos desconocidos que habían luchado junto a sus hombres. –En nombre de Lord Echorion, os agradezco la ayuda. ¿Qué os ha traído hasta estas tierras abandonadas?

–En nombre de Lord Echorion, os agradezco la ayuda. ¿Qué os ha traído hasta estas tierras abandonadas?

Las palabras de Melechtor iban dirigidas a Aaren, Theon y a los prisioneros que no conocía de por igual. Cuando la mirada del capitán se cruzó con la de Theon, por un momento se detuvo. Tal vez le recordara de la Batalla de Metraith. Pero ahora su prioridad era otra que la de recordar tiempos pasados. La adrenalina aún corría por sus venas, y tardaría un poco en relajarse.

No obstante, Theon sí recordó aquello. Recordó cómo Lord Echorion había reunido a sus hombres de confianza, su círculo de fieles, y había entrado en Cardolan desde el norte. Habían derrotado a las tropas de Hazvadôk en varias contiendas, pero llegaron tarde a la defensa de Metraith. Theon recordaba a este hombre que ahora tenía enfrente. Entonces llevaba una armadura de cuero liviano, parecido a la de un marinero. Pero recordaba la presencia de este hombre de melena de color rojizo junto al señor Echorion deliberando tácticas. Tenía fama de valiente y de poseer una gran capacidad de improvisación táctica, y capacidad para tomar decisiones por su cuenta.

Melechtor gozaba de la plena confianza de Lord Echorion desde los tiempos de exilio en Arthedain. Lord Barahir había sido su valedor, ya que Hallas de Dol Tinare, el abuelo de Barahir, le había encomendado la tarea de traer huesos de ballena desde Forochel. Los otros dos capitanes de Lord Echorion entonces habían sido ambos mayores que Melechtor.

Theon y Melechtor se habían saludado alguna vez, pero Theon no había estado bajo su mando. Incluso cuando coincidieron con Barahir en Metraith, no tuvieron ocasión de charlar. Entonces el apoyo del nieto de Hallas a las pretensiones de Lord Echorion no era aún tan abierta como ahora.

Avanzó hacia el orco con el arco aún tenso, mientras algunos soldados del ejército se acercaban e inmovilizaban al prisionero. Bajó la punta de la flecha, y se relajó. Detrás de él Aaren hablaba con el hombre que había dado la señal al ejército. Se acercó a ellos - Hasgon, Aaren, ha sido un buen combate! Mi nombre es Theon - y estrechó la mano de quien había luchado a su lado con valentía desde que se cruzaron en el patio. En la batalla se sabía de que estaban hechos realmente los hombres, y el norteño, el montaraz y Hasgon habían demostrado su temple y su coraje, bien podrían haber sido parte del equipo que formaban con Aaren.

La entrada del capitán marcó el cierre definitivo del combate, todos los presentes parecían alinearse a sus palabras y Theon lo miró con respeto. Sus ojos se perdieron en un vago recuerdo mientras Malechtor hablaba. Concentrado en el combate había pasado por alto los documentos del puesto de mando, y al verlos sintió alivio, con ellos y el prisionero seguramente podrían conocer lo que realmente sucedía. Finalmente el líder se dirigió a ellos con una pregunta sencilla. Se adelantó a responder - Capitán Malechtor, nos honra haber colaborado con el legítimo heredero de Girithlin. Mi nombre es Theon y junto a Aaren, Abêl, Menegor y Egnadan somos espadas libres que veníamos siguiendo el rastro de unos orcos que merodeaban las tierras al sur de aquí. Hace un par de días, dos de nuestro grupo fueron raptados por estos orcos y su rastro nos trajo hasta aquí. Los soldados que envió se unieron a nuestro grupo y lo que ve relata mejor que mis palabras lo que sucedió después - prefería evitar dar mas detalles sobre lo sucedido, habría tiempo de conversar al respecto. Al concluir pudo ver como el norteño se reponía con las atenciones de la milicia, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. 

Asentí con un movimiento de cabeza ante las palabras del guerrero que me tendía la mano.

Aaren dije por toda respuesta.

Que tu barba crezca fuerte y tupida como el valor que acabas de demostrar...

Enseguida me di cuenta que tal vez el significado de aquel dicho enano hubiese desconcertado al forastero, pero las palabras nunca habían sido lo mío y aquella frase fue lo único que acudió a mi boca para esponder a aquella incómoda situación.

Intentando reparar mi falta de habilidad social...me forcé a añadir una frase más apropiada...

Ha sido un honor luchar a tu lado Hasgon hijo de Haragil...tu padre puede sonreír con orgullo

Cuando el capitán de los  hombres  de Echorion, Melechtor, irrumpió en la sala...me hice a un lado con discreción para evitar ser el objeto de sus indagaciones.

La diplomacia no era lo mío, y prefería que Theon se encargase de discutir los pormenores de nuestra misión... en cualquier caso, poco era lo que Theon me había contado sobre ella y menos aún, el interés que yo tenía en averiguarlo.

En cuanto me fue posible, me escabullí para comprobar el estado de Egnadan y reencontrarme con Abêl y Menegeor, quería saber si habían conseguido poner a salvo a las monturas y constatar su estado de salud en primera persona.

Antes de irme, me agaché al lado de Tarbrand, el encapuchado, y lo ayudé a incorporarse...

Aaren, dije una vez más, sin adornar mis palabras. Era mi respuesta a su pregunta justo antes de adentrarnos en la estancia  de los orcos...

Entonces le sonreí y lo ayude a llegar hasta una de las sillas que había en la mesa de la habitación del fondo, donde se habían atrincherado los prisioneros.

Creo que ambos nos debemos un buen trago...  le dije en referencia a nuestra pequeña apuesta...busca algo de licor...a mi vuelta brindaremos por una afortunada cacería.

Y tras palmearle la espalda, me despedí para volver con Abêl y los hermanos mientras dejaba a Theon lidiando con el capitán de los jinetes.

Los humos de la batalla ascendían negros y amenazantes, levantando nubes de ceniza que esparcían el olor a sangre y a carne quemada por todo el lugar.

El hedor de los Orcos y sus lobos infernales impregnaba el ambiente trasmitiendo un presagio de sombras y muerte.

Cuando al fin alcancé el exterior  de la cabaña,  una ráfaga del aire proveniente del Oste, barrió súbitamente el olor a muerte y a ceniza levantando nubes de polvo de suelo prensado de arenisca....tras las vallas, haces de hierba verde y maleable, se combaban al paso del suspiro de Manwë dibujando hermosas figuras ondulantes que se extendían por la  ladera de la colina transmitiendose de unas a otras como una corriente de agua.

Me demoré allí un instante, empapándome de la luz del sol y agradeciendo a Varda por su calor. Abrí mis brazos y dejé caer mi peso hacia atrás levantando mi cara hacia el firmamento, cerrando mis ojos cara el astro rey,  como tantas veces había hecho a los pies de las Azules en mi pequeño refugio al abrigo de las minas...cuando me sentí nuevamente revigorizado por el poder de la luz, abrí mis ojos y deje caer mi rostro en una amplia sonrisa ...lo primero que observé al fondo, tendido sobre la sombra de una de las vallas, fue la cara satisfecha de Egnadan.
Rebosante de alegría pero en silencio, me acerqué para darle las buenas noticias.

El poder reconstituyente de aquella tisana le afectó sorprendentemente bien. Sintió cómo le calmaba los dolores, aunque sabía que las marcas de los golpes todavía tardarían días en desaparecer.

Sobre todo, porque no iban a quedarse solas. Después de las debidas presentaciones y agradecimientos, Agnor se desentendió y fue, renqueando todavía y apoyándose en las paredes, a observar los mapas del enemigo junto al capitán Melechtor. Aquello no había acabado, y las lealtades de Agnor eran suficientemente fuertes como para que pensara que su trabajo estaba hecho.

–No podemos demorarnos, capitán. Sil Auressë nos espera, aunque no lo sepa. Llegar tarde será presenciar una lluvia de cenizas –dijo.

La granja y las heridas recibidas solo eran un paso de muchos para la siguiente batalla. Agnor rozaba el desfallecimiento por el cansancio y los golpes, pero cabalgaría de nuevo.

–¡Hombres! -llamó-. Habéis descansado mientras aquí algunos se batían el hierro. ¿No tenéis hambre de batalla?

El montaraz agradeció la ayuda del hombre ya presentado como Aaren, y se incorporó un tanto aturdido aún; pero haciendo un esfuerzo, intentó sacar una mueca sonriente y le respondió en un tono amistoso, aunque aún afectado por el rastro del dolor que lo atormentaba:

-Eso espero amigo Aaren, creo que nos hemos ganado un buen trago -dijo con una media sonrisa afeada un tanto por un apretón de dientes en uno de los últimos estertores del shock mental sufrido, tras lo cual le palmeó la espalda imitándole, en señal de agradecimiento, y lo dejé que saliera hacia fuera, no sin antes volverse y decirle en tono amigable- espero que sirva para poder soltarte un poco más la lengua jajaja -rió finalmente el dúnedain en tono distendido para marcharse finalmente a hablar con su capitán.

Cuando llegó junto al resto de hombres, comprobó con satisfacción como el tal Theon consideraba a Lord Echorion como el digno reinante, cosa que le tranquilizó, pues si alguien dudaba de la legitimidad del príncipe, tendría que vérselas con él...

Asi mismo, tras oír hablar de Aelloth, cayó en la cuenta de que no habían sabido nada de su compañero desde que empezó el combate, cosa que le preocupó en demasía; no obstante, al saber que había un curandero atendiendo al grupo se tranquilizó un poco. Por ello, imitando el tono cercano empleado por Melechtor, dijo:

-Así es mi capitán, lamento que os la hayáis perdido -expuso con una media sonrisa mientras se apoyaba en el marco de una puerta, para acto seguido adoptar una pose más formal, llevarse la mano al pecho y hacer una leve reverencia, mientras continuaba diciendo- la situación está controlada señor, Agnor se ha llevado la peor parte, pero es un hombre duro, sobrevivirá, ha luchado con denotado valor; Hasgon ha demostrado ser un brillante luchador -dijo alagando al soldado mientras le asentía en gesto de respeto- pero no se nada de Aelloth, ¿se encuentra bien? En cuanto a los enemigos, ciertamente eran demasiados para nosotros, pero encontramos a estos aliados inesperados y no tardamos en aunar fuerzas, siento no haber acudido antes a informar, pero los orcos tenían a algunos de ellos prisioneros y no había tiempo que perder -declaró para justificar su actuación- en cuanto a los enemigos, aunque eran bastantes no nos esperaban, caímos sobre ellos como un rayo, y les enseñamos como se hace una emboscada de verdad, sobre todo al líder uruk -dijo con una sonrisa de satisfacción- pagó muy caro el perderme de vista a mi y a mi mortífera espada -decía mientras limpiaba su arma con el filo de su capa, para luego terminar diciendo- y a grandes rasgos eso es todo mi capitán, si esto era un puesto de mando, supongo que le hemos dado un nuevo duro golpe al enemigo, sin máquinas de asedio y sin organización, esos malditos orcos están perdidos, ¿cuándo marcharemos de nuevo para acabar de una vez con esas alimañas que asolan Sil Auressë? -concluyó un tanto impaciente y animado, pues la reciente victoria sumada a la anterior mantenían su corazón henchido de arrojo.

Tras escuchar la respuesta de su superior, felicitó a todos los participantes de la batalla, y acercándose a Agnor, el cual pese a su estado seguía alentando a las tropas y dispuesto a seguir, le dijo en tono relajado:

-Me alegra que sigas con nosotros querido amigo y con tanto ímpetu, además, no se te ocurra morirte aún, alguien tiene que cubrirme las espaldas cuando vuelva a enfrentarme a un troll -dijo en tono amigable, esperando sacarle una sonrisa al golpeado hombre- ¿puedo intentar curaros? prometo que esta vez no me desmayaré -expuso con cierta sorna- o eso creo jajaja -concluyó con una risotada.

-Estoy bien Tarbrand, confirmó Aelloth y cruzó el portal. Había estado fuera observando algunas cosas. -Este lugar fue quemado y arrasado por orcos hace pocos meses, lo comentaron en Sil Auressë cuando estuve allí. Es un punto estratégico, y ahora lo habían ocupado en secreto para usarlo como base de operaciones.

Llevan mucho tiempo preparando esta ofensiva, pensó Aelloth mientras miraba al capitán. La unidad había vencido a los orcos en varias contiendas sucesivas, pero la suerte podía abandonarlos en cualquier momento.

-Sé que hemos de partir pronto, pero echaremos un vistazo a esos planos Capitán. Para saber qué nos espera. Hasta ahora hemos atacado por sorpresa. Pero somos muy pocos para plantar batalla a campo abierto. Una mera avanzadilla, o un grupo de exploración.