Tu corazón late de forma irregular, negándose a aceptar lo inevitable.
Tu cabeza se pierde entre mil hilos deshilachados, incapaz de formar ningún pensamiento coherente.
La sangre escapa a través de la piel quemada, secando tus órganos y músculos en el proceso.
Pasa el tiempo. ¿Tiempo? Palabras que no significan nada, mientras haces equilibrios en la fina línea que separa a los muertos de los vivos. Ya ni siquiera hay dolor, ni hambre, ni frío, ni añoranza.
Al menos te queda eso.
Mueres en paz, una paz que nunca has conocido. Si eso es el final, tampoco es tan malo. Una parte de ti insta a abrazarlo, a abandonarse a aquella fuerza imparable que consume todo. Las parcas han decretado el fin del hilo para ti. ¿Vendrá Verdal a buscarte, o serás relegado al frío abismo de Helion? Dioses, paraísos, cuentos que se pierden como conceptos que no significan nada, mientras tu mente vaga de un lado a otro.
Una voz lleva hablando un rato, pero la has ignorado. Parte de ti se interesa por oír qué dice.
-¡... de una vez, cacho mastodonte! ¡Joder, puto descere...!
Parece darse cuenta de que le prestas atención.
-¡Sí! ¡Escúchame de una puta vez! ¡Estás en un lío, chaval! ¡Te estás muriendo! Vas a morir de la forma más patética y absurda que...
Pero eso ya lo sabes. Tu mente se aburre y deja de prestar atención.
Entreabres los ojos. ¿O los sigues teniendo abiertos? Está oscuro, la luz se ha ido. Figuras pasan a tu alrededor, sombras alargadas que extienden sus dedos hacia ti. Todo está borroso... ¿Es de noche?
Algo te arrastra por la fría nieve. Notas como tira de tu pierna sin esfuerzo, oyes una respiración pesada y gutural. El frío del manto blanco te quema aún más la piel ya abrasada por las llamas que te mataron (¿estás muerto ya?), pero no lo sientes ya apenas, sino como un eco lejano de lo que fue tu cuerpo. Reducido a una pulpa, notas como ya no solo tu piel, sino algunos de tus músculos y tendones se han desprendido de la espalda, y el frío entra hasta los huesos.
Algo se gira en la oscuridad. Dos ojos blancos te miran.
Vuelves a desaparecer.
Un breve instante de claridad. Encerrado en la prisión de tu mente, te aíslas del ruido.
A la mente viene la imagen de tu madre, siendo asesinada. De tu padre, enterrado en algún punto en medio de la nada, marcado por los suyos como a un vulgar criminal. De tu hermano, devorado por los suyos debido a la desesperación febril del hambre...
Tu hermano. Los tres cuernos de la abundancia. ¿Cuál era su sueño? Cuidar de su familia. Traer felicidad y prosperidad a los suyos. Un sueño que nunca fue posible.
Quizás tu sangre sí estuvo maldita. Quizás estuvisteis destinados a un final oscuro desde el principio.
Sientes una abertura hacia el exterior, pero no la necesidad de acceder a ella. ¿Para qué? ¿Para regresar al sufrimiento, a un presente que solo te reserva dolor?
¿Por qué atarse al mundo? Pronto ya no estarás en él.
-Te has rendido, ¿no?
Todo tuyo
-¿Rendirse? - un concepto que parecía difuso - ¿Acaso tengo elección?
-Sí, claro. Puedes no rendirte. Aunque el resultado va a ser el mismo, a estas alturas. Quizás no, si me hubieras hecho caso hace un rato. Pero estabas disfrutando de tu viaje astral y esas cosas.
Una figura aparece delante de ti, si es que el concepto del espacio puede significar algo en un sitio como aquel. No se la distingue bien, pero sí lo suficiente como para saber que no le has visto en tu vida. Sin embargo, sabes muy bien de quién se trata.
-Es una decepción, ¿sabes? Tenía planes para ti.
-¿Planes?
Guille, dime la verdad, la figura eres tú
-Planes, sí. Pla-nes. ¿Te lo deletreo? Agh, odio cuando haces eso.
XD
-¿Y que planes eran exactamente? La realidad es, que me podrías contar todo. ¿Desde cuando llevas conmigo exactamente? Tengo curiosidad por ver lo que me depara. - los pensamientos y deseos de Drunfo bailaban caóticos y se manifestaban sin una preferencia.
-Bah. Qué más da a estas alturas. Muere de una vez y acaba con...
La luz se intensifica, la abertura al exterior se expande. La realidad te sigue llamando, esta vez con más fuerza que antes.
-Hmn. Interesante.
-¿Una oportunidad? Pero estoy cansado. ¿No me vas a contar nada? Quizás ellos me necesiten. ¿Que quieres que haga? Siempre he estado cansado.
Los pensamientos se tornan cada vez más caóticos, como excitados.
-Quizás sea una trampa. ¿El niño seguirá vivo? Como va a ser una trampa después de muerto...
Pero sobre todos, uno parece sobresalir ante el orden no establecido.
-¿Que quieres que haga?
La fuerza tira de ti. El destino, los dioses,o la manifestación de una voluntad desconocida. Quizás una parte de ti mismo, eterna, desconocida.
Frente al borde del abismo, tira.
Le ves, frente a ti. Inclinado, en una actitud casi protectora. En la niebla que empaña tu vista, su figura se delinea con claridad, blanca, antinatural...
Él.
No quedan fuerzas. Tu alma palpita, reticente a abandonar un cuerpo que se contrae en sus últimos estertores. Es cuestión de segundos, ya...
Todo es hielo en esa cueva. Imágenes inconexas del lugar al que te ha llevado. Sangre en las paredes, rojo sobre blanco. Trozos de cuerpos, congelados y algunos medio devorados. El infierno blanco.
Su guarida.
"No encontré ninguna pieza de caza, hijo mío".
"Nos han hecho daño".
"Entonces ¿Me enseñas a utilizar esa rabia?"
"No queda nada de aquella vida".
"Los dioses deben estar furiosos con nosotros, por eso nos vemos obligados a viajar sin rumbo".
"Aguanta, hijo mío. Solo unos días más..."
"Despierta el poder".
"Despierta la sangre".
"Despierta la bestia".
Una mano blanca, terminada en retorcidas garras, se acerca a tu rostro. Ofreciendo, como si fuera un presente, algo rojo y viscoso. Lo acerca a tu boca, lentamente.
Los ojos blancos, clavados en ti.