Partida Rol por web

No tardan en llevarse a Saga para que vea a Eskol. Por alguna razón, deciden que solo puede ir ella, algo comprensible teniendo en cuenta que la mitad del pueblo solo os conoce por ser las aliadas de los Yormef. Así que, resignándote a la soledad de tu cautiverio, decides combatir la impotencia matando el rato. Es entonces cuando una nueva figura entra en la sala.

-Hola.

Bedelia permanece arrimada al fuego. No hay mucho que hacer en una sala tan fría así que se entretiene mirando el fuego, sumida en sus pensamientos. Cuando Dag entra la sureña no puede ocultar su sorpresa, de la misma manera que tampoco puede evitar sonreír. Aquel chico le caía bien, le alegraba volver a verle.

-¡Hola!

Le hizo una seña para que se acercase hasta el fuego y le dejó hablar. Seguro que tenía muchas preguntas.

Dag se sienta en frente tuya, con toda la confianza del mundo. Te mira con curiosidad.

-Tienes un aspecto horrible, ¿lo sabías?

El comentario del niño, lejos de extinguir la sonrisa de Bedelia, la ensanchó.

-Es que no he dormido muy bien-Comentó, encogiéndose de hombros-¿Qué haces por aquí? ¿Has venido a ver a la cautiva?

Dag asiente enérgicamente.

-Tampoco es que haya más que hacer. Todos están como locos con lo del thing, pero nadie quiere que le ayude. El resto de niños están en sus casas, por lo del monstruo ese. Me aburro.

Saca una bolsa de cuero de su abrigo, y esparce su contenido sobre la mesa. Son unas bayas de aspecto jugoso y un color rojizo algo oscuro.

-¿Quieres? Pensé que tendrías hambre.

Bedelia agarró una baya con curiosidad y la acercó hasta los ojos, examinándola de cerca. Después la aplastó ligeramente hasta que soltó algo de jugo y se la llevó hasta la nariz, oliéndola.

-Estás seguro de que son comestibles, ¿verdad?

Las tripas de la sureña rugieron al tener comida cerca. A pesar de haberse llenado la noche anterior en la fiesta, por la mañana no había tenido tiempo más que de mordisquear algunos restos, y de eso ya habían pasado varias horas.

Dag se encoge de hombros.

-Si no lo son, ha sido mala idea comerme cinco antes de venir.

Sonríe. Entre sus dientes aún se puede observar cierto tinte rojizo.

Bedelia examinó las bayas cuidadosamente. No parecían venenosas, pero tampoco es que hubiese pasado diez años estudiando las variedades autóctonas de la región.

Se encogió de hombros. Si Dag las había comido y estaba bien no parecía haber motivo para preocuparse. Cogió una y se la llevó a la boca.

-¿Qué te ha parecido el thing?-Preguntó después de tragar. Había ciertas partes en las que ella no había estado presente.

-Aburrido -Dice Dag, metiéndose tres bayas a la vez en la boca-. Fozos esfan padanoquios con el mofstio eze.

Traga.

-A mí no me da miedo.

Bedelia esbozó un asomo de sonrisa que no llegó a completar.

-¿Por qué no te da miedo?

-¡Ya te lo conté! Sé defenderme. Si viene, le clavaré una espada en el corazón. ¡Iha!

Acompaña su descripción cogiendo una de las ramitas, ya desnuda de bayas, y apuñalando al aire con ella con decisión.

-Me estaba entrenando con Poika y Eskol, para viajar. ¿No te acuerdas?

Su expresión se vuelve algo más sombría.

-No se lo merecía, Poika, ¿sabes? Esos Yormef le mataron, y también a Halki. Si les condenan a las Diez Espadas, me ofreceré voluntario.

Bedelia miró a Dag con seriedad, reflexionando sobre la mejor forma de abordar el tema. Se mordió el labio.

-¿Te apetece jugar a una cosa?-Se levantó, recogiéndose el pelo en una coleta-Vamos a imaginar que yo soy el monstruo y que me encuentro contigo, ¿vale?

Dag se ríe.

-No tienes pinta de monstruo. Tú eres bonita.

Bedelia puso los puños en las caderas y miró a Dag de lado con la boca entreabierta en una sonrisa.

-¡Pero que pillín eres!-Dijo al tiempo que le pellizcaba una mejilla.

La sureña se deshizo la coleta y se despeinó el pelo con las manos, echándoselo sobre la cara, tapando parte de sus rasgos. Después, cogió las ramitas de bayas que el muchacho había traído y se las colocó en la boca, sujetándolas con el labio como si fueran un par de enormes colmillos.

-¿Fi afora?-Tenía problemas para hablar debido a sus nuevos dientes-¿Farezco maf monfstruofa?

Ahogó un ataque de risa mientras levantaba las manos, simulando dos enormes garras.

Dag suelta una risita.

-Sí, ahora pareces un poco más monstruo.

Se levanta y se sitúa frente a ti, con actitud desafiante y juguetona.

-¡Fuera de aquí, bicho!

La sonrisa de Bedelia se fue atenuando paulatinamente. Lo que venía ahora no resultaría agradable para ella teniendo en cuenta lo bien que le caía Dag, pero era algo necesario. No se le ocurría mejor forma de hacerle ver la realidad.

Comenzó a emitir una serie de sonidos guturales, imitando lo mejor que podía a un monstruo (quizás no a su monstruo, pero si a uno sacado de cualquier cuento infantil). Olisqueó el aire, fingiendo una cacería, entonces fijó su vista en él.

Con un rápido movimiento y aprovechando la baja estatura del norteño, saltó por encima, girando sobre si misma y quedando un instante perpendicular al chico, cabeza abajo. Cuando sus pies volvieron a tocar tierra se encontraba a su espalda, con las dos manos apresando la pequeña cabeza de Dag. Escupió las ramitas de bayas.

-Muerto-Susurró con seriedad.

Dag se pone tieso, completamente estupefacto ante tu demostración de agilidad. Luego se remueve, deshaciéndose de tu presa.

-¡Qué rápida! ¿Cómo lo has hecho?

Bedelia hincó una rodilla en el suelo para poder quedar a la altura del muchacho y mirarle a los ojos.

-¿Te he parecido rápida? La criatura lo es más-Hizo una pequeña pausa, imprimiendo dramatismo-Eres valiente, Dag, y llegarás a ser un gran guerrero, pero nunca debes subestimar a un enemigo. Nunca.

Agarró de los hombros al muchacho, hablando con seriedad.

-Einar era fuerte y ya sabes lo que le hizo. Tienes que prometerme que no saldrás a buscar eso, y que si vuelve a atacar la aldea y te encuentra correrás todo lo rápido que puedas.

Dag parece meditar durante unos segundos en tus palabras. Al final asiente, lentamente, dándote a entender que lo ha entendido. No es algo que parezca gustarle, pero tu exhibición de acrobacias parece haberle impresionado lo suficiente como para que no intente debatir la utilidad del consejo. Quieres pensar que, llegado el momento, hará como cualquier niño de su edad al encontrarse con una verdadera amenaza, y saldrá corriendo. Y, si asomaba cualquier arrojo de locura o temeridad entre su cabeza infantil llena de pájaros e ideas fantasiosas, que pudiera llevarle a hacer lo contrario, esperas haberlo tapado con tu advertencia.

-Bede... -Dice tras unos segundos, dejando atrás el tema del monstruo tan rápido como lo sacó. Lo de que te acorte el nombre parece salirle de forma natural, a pesar de que apenas si te conoce del día anterior. Esto, como otras tantas cosas, es algo bastante chocante para un adulto, pero los niños siguen otras reglas que solo otros niños pueden llegar a entender-. Dicen que sois unas traidoras, tú y la otra. Pero yo no lo creo. Creo que hicisteis bien.

Bedelia sonríe con ternura y acaricia la mejilla del muchacho, posando la mano un instante. Quizás no era ni consciente del poder balsámico de aquel comentario, eso lo hacía incluso más especial.

-Tuvimos que tomar una decisión difícil, me alegro de que lo hayas entendido. De verdad.

Bajó la mirada con cierta tristeza.

-Siento lo de Halki y lo de Poika. Se que estabais muy unidos.