La claridad llega como una bendición, pero también como una amenaza. Amanece, y lo poco que hayáis podido dormir, si es que habéis podido dormir siquiera, no es suficiente reposo como para despejar vuestras mentes ante un futuro cada vez más inminente. La parca llama a vuestra puerta.
Aviso, esta es la última escena antes del juicio (que lleváis unos meses de visitas y hay que darle vida a esto). Al menos, la última en la que vais a estar solos. Por si queréis hablar algo, quiero decir.
No toqueteéis todavía vuestras fichas, que os actualizaré los stats con el resto, cuando todos hayáis pasado de día (El resto todavía está haciendo cosas de noche).
Recostado contra la pared Thorir miró a la porción de cielo que el agujero del techo dejaba al descubierto, miraba la luz del día como buscando una señal, la señal de su destino, y por un momento sintió tristeza, no por ser ejecutado o perseguido hasta la muerte por aquella gran bestia que rondaba aquellos lares, tristeza por no poder cumplir sus objetivos, no cumplir con sus promesas, tendría que dejar aquel mundo como Thorir el Asesino o Thorir el Bastardo en el mejor de los casos, no era aquello lo que quería, ni como pretendía que le recordaran, pero al parecer los Dioses le habían preparado aquel destino.
Tras unos minutos escudriñando el cielo un cuervo se posó en el filo del agujero del techo y con su graznido le sacó de aquel estado de concentración en el que se encontraba, el ave le miraba,y las miradas de ambos se cruzaron por un instante, para acto seguido desaparecer volando, fue entonces cuando Thorir se acordó de algo, algo que ocurrió hacía mucho tiempo, en aquella vieja cabaña donde habitaba la Völva, se acordó de las palabras que aquellas niñas le dijeron, Tres veces tendrás que enfrentarte a tu sino y Tres veces cambiarás el curso de tu río, ¿Acaso sería esta situación una de ellas?, todo aquello era muy confuso, puede que el cansancio y el frío le estuviera haciendo pensar aquellas cosas, entonces Thorir bajó la mirada al fuego, y posteriormente posó su mirada en Drunfo, y pensó que la vida de aquel hombre también había sido muy dura, desterrado, ..., desterrado, entonces algo se encendió en la cabeza de Thorir, y recordó uno de los consejos que aquellas misteriosas niñas le dijeron, Cuando el frío enseñe sus dientes, busca la respuesta en la sangre desterrada, ¿Se referirían a él?, estaba claro que el frío estaba enseñando sus dientes en forma de aquella bestia que atacaba a la gente de Sultünge, pero...¿Sería Drunfo la sangre desterrada?
Demasiadas cosas en la cabeza, pensó Thorir, acto seguido se abrigó con su manta y decidió dejar su mente vacía y así poder descansar para el día tan duro que le esperaba.
Las horas pasan y Drunfo sigue sin articular palabra. El pensamiento de que ese hombre ha sido el culpable de que seguramente muera en un futuro muy cercano le quitan las ganas de matar el tiempo hablando, aunque sea de nimiedades.
Entonces la puerta se abre, dejando pasar una silueta casi furtiva.
-¡Buenos días, mis amigos norteños! -Ahmel os dedica una sonrisa resplandeciente-. Espero que hayáis podido conciliar el sueño, aunque si soy sincero, me sorprendería bien poco escuchar que no ha sido así, dadas las expectativas que se presentan para hoy.
El norteño frunció el ceño.
-¿Que haces tú otra vez aqui?
Thorir observaba al sureño con gesto serio, y tras la pregunta de Drunfo soltó un leve bufido, -Sí, ¿Qué quieres ahora?- dijo con voz firme.
Ahmel parece algo sorprendido por vuestros comentarios, pero rápidamente ensancha su sonrisa.
-¡Maddhhash! Incluso ante las sombrías puertas de Ampune, esa actitud norteña tan desafiante sigue viva en vuestras miradas. ¿Cómo decían en Argos? Ah, sí... ¡Briavo! Sois, si se puede excusar una comparación tan burda, el espécimen deseado de cualquier buscador empeñado como un servidor. Un naturólogo podría perderse en un campo de bellos ejemplares vegetales, un alquimista encontraría el sumun de su obra en la transfiguración de un metal noble. ¡Cuánta envidia sentirían esos sujetos de conocer la situación en la que yo, diseccionador de culturas, estudioso de civilizaciones y especializado en las crónicas de nuestra noble especie, me encuentro!
Se acerca unos pasos y se sienta frente a vosotros, radiante.
-Mi certeza en cuanto a vuestro valor no se ha quebrado en lo más mínimo, os lo aseguro. Si acaso, ¡vaya!, diría que se ha vuelto más robusta e impenetrable. ¿Cómo iba a dudar de todo el conocimiento en bruto que encierran vuestras singulares personalidades? Yo... ¡Diantres, disculpad! Y doblemente, por esa burda expresión, impropia de mis modales. Pues todavía no he respondido a vuestra pregunta. Respuesta que, sin embargo, incluso individuos de una complexión cerebral tan diferenciada podrían deducir sin mucho esfuerzo. ¿No es así?
Ligeramente molesto Thorir acercó su rostro al del sureño y permaneciendo serio en todo momento le contestó, -Mira Ahmel, voy a ver si te dejo las cosas claras, no se que quieres, pero me estás empezando a cansar con tus historias, así pues, y solo te lo diré una vez más- hizo una pausa para que sus palabras calasen en la mente de aquel hombre, -Dime que quieres, sin rodeos, o sino puedes irte por donde has venido, ¿Te queda lo suficientemente claro?-
-Mis disculpas, Thorir, no era mi intención ofenderte -responde Ahmel con una sonrisa nerviosa-. Y mi visita se debe a la misma razón que ayer, por supuesto. Dije que volvería con ánimos de escuchar más sobre vuestra historia. Y en cuanto a vos -se gira hacia Drunfo-, confieso tener la esperanza de que hayáis cambiado de opinión durante la noche. Sigo interesado en registrar vuestras proezas de forma lo más fidedigna posible, como un añadido a mi magnum opus.
-Pues espero que puedas narrar la historia de como un norteño sacó los ojos usando solo los pulgares al único sureño que había por estas tierras un día como este.
Dijo el gigante sin retirar la vista.
Thorir dibujó una sonrisa pícara en su rostro y se recostó en su pared sin decir nada, pero manteniendo la mirada en aquel sureño.
Ahmel retrocede unos centímetros ante la amenaza de Drunfo, que consigue borrar finalmente la sonrisa de su cara.
-P-pero... ¡No lo entiendo, maese Drunfo! Y creo poder permitirme el pecar de arrogancia y afirmar que eso no es algo común. ¿A qué se debe esta hostilidad? ¿Es que acaso mi petición os supone algún perjuicio? ¿Qué habéis de perder?
Entonces Drunfo se incorporó. Más de dos metros de pura masa norteña se fueron acercando lentamente al personajillo que acaba de entrar en la sala. Las recientes heridas parecían ya lejanas en la piel del gigante.
Poco a poco, Drunfo, seguía avanzando, sin gesticular, sin decir una palabra.
Motivo: Intimidar
Tirada: 1d100
Resultado: 76(+35)=111
Tiro intimidar, que hace una eternidad que no tiro nada :_(
Ahmel se incorpora de forma brusca, alejándose del gigante como si este estuviera ardiendo y él estuviera hecho de hielo. A pesar de moverse con torpeza debido a sus ataduras, Drunfo consigue erguirse con cierta lentitud, acentuando su impresionante altura con su imponente presencia y su mirada amenazadora. Incluso cuando la cuerda hace tope y ya no puede acercarse más a él, Ahmel sigue retrocediendo, como si temiera que en cualquier momento las ataduras pudieran romperse sin más y el norteño se fuera a lanzar sobre él. En su expresión se lee el miedo, pero rápidamente intenta ocultarlo bajo una miríada de comentarios, como acostumbra a hacer.
-¡D-De-Deteneos! ¿Por qué esa actitud hacia mí? ¡No os he hecho nada!
No, si intimidado ya le tienes. Si quieres que salga corriendo a pesar de estar tú atado, vas a tener que sacar más que eso ;)
Tras contemplar la escena Thorir hace una mueca y esboza media sonrisa entre las sombras que le rodean, acto seguido levanta las manos pidiendo calma, -Vale, vale- dirige su mirada al asustado sureño, -Vamos a ver, debes comprender nuestra situación- hizo una pausa para suavizar su tono de voz intentando calmar al visitante, -A menos que puedas solucionar esta situación demostrando nuestra inocencia o algo por el estilo no tenemos nada que hablar contigo- dijo mirando fijamente a los ojos asustados de aquel hombre.
-Aunque..., podríamos hacer un trato, te veo un hombre con bastantes recursos, así pues, si eres capaz de encontrar alguna prueba que nos exculpe de los delitos que se nos acusan podría contarte lo que desees sobre nuestra cultura y tradición, ¿Qué opinas Ahmel?-
Ahmel asiente, enérgicamente, y responde rápidamente, casi atropellando las palabras, aunque no por ello cediendo en su habitual pedantería verbal.
-Vaya, pues... ¡Si no era esa mi intención inicialmente! En realidad, y a pesar de mi interés por conocer vuestra inclinación inicial hacia mi propuesta (la cuál, por cierto, ha quedado patente), había previsto que ni estarían predispuestos a una colaboración completa sin un incentivo, ni sería justo tal intercambio desigual. No era si no tras unos breves minutos de cordial palabrería que planeaba exponer mi propuesta, pero la súbita reacción de nuestro buen amigo Drunfo me ha pillado totalmente por sorpresa. ¿Podríamos, habiendo puesto esto sobre la mesa, rebajar la tensión hasta un nivel civilizado? O al menos tolerable, según los estándares de vuestro pueblo...
Mira a Drunfo con expresión esperanzada, todavía asustado.
Drunfo siguió en la misma postura.
-Habla
Ahmel alza las manos en gesto conciliador.
-En un instante, mi querido norteño. ¿Por que no nos sentamos todos e intentamos calmar este repentino aluvión de emociones?
-Prefiero estar de pie, se me agarrotan las piernas.
Thorir sonríe ante la ocurrencia del gigante, acto seguido invita con la mano a sentarse al sureño.
-¿Y bien?-