Partida Rol por web

Cuando llegáis a la sala común, Frigda se acerca a Ashe. Al ver tu aspecto se interesa por lo ocurrido. Ashe le resta importancia con un par de evasivas, así que Frigda cambia de tema. Os cuenta que, hace un rato, Resmit y los Yormef han tenido un encontronazo. Parece ser que se pusieron a discutir de forma airada junto a la chimenea, insultándose hasta que Resmit salió por la puerta, hecho una furia.

-Hubo un momento en que creí que pelearían. Resmit fue a pegar a uno de ellos, pero el más grande le sujetó y la cosa quedó en nada. 

Saga entró apoyada en Will, todo lo erguida y digna que pudo. Sin m¡embargo, por más que pusiera de su parte, era complicado disimular la palidez, el desgaste y sobre todo aquella impresión grabada en ella que le había hecho envejecer un puñado de años de golpe.

Agradeció en silencio las evasivas de Ashe, y por alguna razón no se sorprendió demasiado ante el altercado de los Yormef. Auguraba alguna afrenta al orgullo y el honor, absurda a su manera, y que no habían pasado por alto porque ¿por qué hacer uso del sentido común en una situación de vida o muerte si uno puede rendir cuentas a golpes? O algo así.

-Cuánta gratitud para haber salvado el pellejo hace una hora -masculló de mala gana.

Paseó la vista por la habitación pensando dónde se había metido Bedelia, y encontró al descuido a su otro colega de aventuras y desdichas, despierto a duras penas y en un estado lamentable.

-Si a Ashe le parece bien, sugeriría intentar recolectar víveres de la linde del bosque. Por grupos pequeños y con un vigilante que asegure que nadie se pierde de vista. Buscamos lo que sea; desde raíces hasta insectos. Eso también mantendrá distraída a la gente... Aquí dentro no se puede casi respirar -Palmeó el hombro de Will, deshaciéndose suavemente de su apoyo-. Voy a sentarme un poco y a dar vuelta Ingur.

Al principio piensas que Ingur está dormido, pero cuando te acercas a él uno de sus ojos se abre un poco, apenas un centímetro. Esboza una media sonrisa.

-Hola, hedense.

Su voz suena débil, pero su aspecto no es tan preocupante. Es decir, teniendo en cuenta que ha perdido una pierna. Todavía es pronto para afirmar si saldrá de esta, pero que haya superado la primera noche y no esté delirando es buena señal.

-Me alegro de ver que sigues con vida -anunció. Y casi, casi se atisbó una sonrisa.

Después apoyó una mano en la pared, por mera precaución, y se ayudó del soporte para sentarse a su lado. Cerró los ojos un instante, como si hubiese supuesto un gran esfuerzo. Fue entonces cuando arrugó la nariz.

Ingur desprendía un hedor, por encima del que ya predominaba en aquella estancia, ciertamente desagradable. Una mezcla rancia de sudor y restos de alcohol, rematado por el punzante olor de una herida abierta y cubierta de trapos más que empapados por sangre. Eso y el haber vomitado hacía poco, no le hizo ningún bien a su estado.

-A ver... -murmuró, más para sí, comenzando a descubrir la herida-. ¿Te ayudó beber a pasar el dolor?

-Claro -responde, ensanchando la sonrisa y cerrando el ojo-. Beber siempre ayuda. Y el olor a meado hace que la gente no se acerque a molestar.

El aspecto de su pierna, o lo que queda de ella, es horrible, pero al menos no parece que se haya gangrenado. Will, a unos pasos de ti, observa la escena en silencio, algo pálida. Parece sorprendente que alguien capaz de enarbolar un estoque y matar sin que le tiemble la mano se vea afectada por la visión de aquel destrozo. Aunque, de nuevo, probablemente el olor ayuda.

-Pero ahora veo las cosas más claras.

No pareció escuchar lo que decía, atenta a lo que estaba viendo y frunciendo el ceño al respecto.

-Will, ¿puedes buscarme trapos limpios, agua y todo la parafernalia, por favor? -solicitó, que también era una manera adecuada de sacarla de escena y que dejase de ver todo aquello.

Hubo un tiempo, hacía ya años, en los que a Saga se le removían las entrañas cada vez que veía una herida abierta. Pero la supervivencia no daba tregua a los débiles y la matriarca de la tribu le había enseñado bien pronto a despellejar conejos, limpiar tripas y aprovechar hasta lo mínimo aprovechable de cada ser vivo. De ahí a estudiar el cuerpo humano, bueno, había sido un paso natural. Todos los años moría gente, enfermaban o las heridas mal tratadas se infectaban y la ponzoña se extendía con aquel olor nauseabundo. En esos casos era mejor dar sentencia de muerte. En otros, a veces, amputación.

Y tenía que reconocer que todo aquello había resultado útil durante su vida, tanto para ella como para otros.

-Claras -repitió mientras se recogía el pelo enroscándolo con facilidad en la nuca y aseguraba varios mechones tras las orejas-. Como qué.

-Como... Alguna mierda de revelación de esas que tiene la gente. Me pasé toda la noche viajando por lugares que no te imaginarías. Y me he dado cuenta.

No pudo evitar una mueca, más carcajada que otra cosa, y no con intención de herir precisamente. Sencillamente le hizo gracia eso de 'ni te imaginarías', especialmente en aquel contexto tan peculiar y más viniendo de alguien como Ingur.

-De qué, si no es mucho preguntar.

-De que quiero vivir, coño. El mundo me neces-¡Agh! ¡Jo-der! ¡Ten cuidado!

Saga resopló, quitó las manos y le miró entrecerrando los ojos.

-Oh, no seas quejica. Sólo te estoy quitando la venda.

Quiso imaginarle intentando hacer algo al respecto él sólo, y decidió que algunas personas sencillamente no podían. Lo curioso era darse cuenta de el tipo de personas.

-O sea que antes no querías vivir -comentó, volviendo a lo suyo.

-No anoche. Porque voy a ser un puto tullido, ¿Sabes? Hablaba en serio cuando pedí que me dejarais allí de cebo.

Durante unos segundos quedó en silencio; una mezcla de no saber qué decir y estar centrada en no apretar de más o de menos.

-Lo sé. Dale las gracias a Bedelia -dijo finalmente con una nota de sorna al final. Tras soltar el aire en un suspiro, añadió-. No te voy a mentir, morirse es la mayor parte de las veces la vía fácil. Vivir tullido, o con cualquier otra putada... Eso es lo jodido. Y lo que te hace fuerte. Pero imagino que tampoco es nada nuevo para ti. Seguro que hay otras cosas que sabes hacer además de blandir la espada.

-Algo más, sí -esboza una sonrisa pícara-. O acabaré pidiendo, qué sé yo. Si muero igualmente, qué se le va a hacer. Pero en la cogorza de ayer vino a verme la puta yegua madre, o algo así. Y me dijo que no desesperara. Y pensé "Joder, Ingur, tiene razón". Es una maldita pierna. Ya me pondré una de palo. Todavía puedo disfrutar de la cerveza, y de un buen estofado. O pagar a cualquier ramera barata para que me dé calor. Se podría estar peor.

-La yegua madre -repitió después de él con gracia.

No dijo nada más, aparentemente centrada en su labor. Pero había algo, un y si, que se quedó grabado a fuego en su mirada. Todo dependía de que saliesen de allí con vida y el panorama, cuando uno miraba a su alrededor, bueno... Al menos les quedaba la cerveza.

Hasta que ya no hubiese más. Entonces sólo les quedaría contar las horas hasta perder toda esperanza de salir con vida. Pero aquello no lo sabía, ni él ni la mayoría, y era mejor así.

Ingur se deja hacer durante unos minutos, en silencio, y sin dar la lata para variar. Al rato, cuando ya crees que ha vuelto a caer inconsciente, habla de nuevo.

-¿Quieres oír algo curioso? -abre los ojos y te mira, antes de responder a su propia pregunta-. La gente ignora a los forasteros. Y a los tullidos. Y a los cabrones. Y cuando uno es un cabrón tullido al que nadie conoce, y te pasas la mitad del tiempo inconsciente, al final te conviertes en un mueble.

Sonríe, divertido, como si la comparación le hiciera gracia.

-Por suerte para los dos, la gente no se acuerda de los muebles cuando habla de cosas importantes.

La norne, sentada de frente a Ingur y ocupada en supurar la herida, dejó de hacer por un momento para mirarle con suspicacia. Se limpió las manos y aprovechó también para alcanzar una jarra de cerveza que le había pedido a Will, dar un trago y ofrecérsela.

-¿De qué hablaban? -preguntó en tono quedo, acercándose.

-¿Te interesa, verdad? -Ingur sonríe, mostrando los dientes-. Ya imaginaba. Pues, por ponerte un ejemplo, ese Renmo ha estado aquí al lado, antes, de chachara con Rorar. Parece ser que el segundo está bien cabreado por lo de que Eskol haya dejado libres a los Yormef. El otro intentaba razonar con él: que si Thaldein esto, que si Fredrick lo otro, que si Resmit ha comentado algo de que el jarl no debería ser Eskol... Ya te imaginas, un dramón.

Se echa hacia atrás, observando tu reacción.

-Lo que quiero decir, pr... Saga, es que aquí se está cocinando algo. Y quiero estar en el lado adecuado si la cosa se pone fea. Y mi instinto me dice que probablemente será el tuyo. Así que vamos a hacer un trato, si te parece: yo te voy contando todo lo que descubra, y tú me lo tienes en cuenta luego.

La hedense sonrió ampliamente y de forma genuina, un gesto que iluminó su rostro y pareció devolverle algo de vida. Después entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, evaluando a Ingur con una sonrisa pendiendo de la comisura del labio.

-Fíjate, sabes negociar después de todo -bromeó. Después asintió-. Lo último que necesitamos es un motín, la verdad. Y Eskol no parece de los que tienen dos dedos de frente como para manejar esta situación. En cualquier caso, mantenme al tanto y me aseguraré de que sales de aquí con vida. Pero para eso necesitas reponer fuerzas y ponerte en forma. -Le palmeó la pierna sana-. Este va a ser tu soporte de ahora en adelante. Sé que estás débil y sin fuerzas, pero intenta moverla. Haz fuerza.

Se quedó allí sentada, mirándole como si intentara navegar por sus pensamientos. Lo que era la vida; Ingur de aliado en aquella campaña por la supervivencia.

Ingur te relata lo que ha visto esa mañana, desde su intermitente inconsciencia. Sorprende lo observador que puede llegar a ser, aunque quizás la cosa se debe a que, a diferencia del resto, él no ha podido hacer mucho más. A veces el simple hecho de parar durante un rato ayuda a la gente a percibir cosas que no parecían estar allí previamente. Quizás, como vigía en las sombras, Ingur será mucho más útil que cuando tenía la dos piernas. O quizás no pasará de esta noche. Quién sabe.

Lo primero que te cuenta Ingur es la reunión privada que han tenido Eskol, Ashe, Thaldein y Fredrick, en una de las habitaciones traseras del edificio. Según dice, no debió durar más de veinte minutos, pero al parecer lo suficiente como para que Fredrick saliera blanco como la nieve.

-El resto sabe disimular mejor -añade, dirigiendo la mirada a Eskol-, pero sea lo que sea lo que les ha dicho, no han debido ser buenas noticias.

Luego te habla sobre los dos bandos que se están formando. Al parecer, más de una persona comparte tus dudas respecto al liderazgo de Eskol, como habías temido. Aparte de Resmit, que según Ingur parece el novio de Thaldein, otros como Fredrick y su hijo también parecen pensar que el rubio sería mucho más capaz de liderar el grupo en una situación como esa, y que lo único que sabe Eskol es cómo permanecer en esa silla. Por otro lado, Renmo y Godwin parecen leales a Eskol, sobre todo el primero, y en cuanto a Lamont...

-Le he estado escuchando hablar con su esposa antes, y tiene toda la pinta de pajearse pensando en sí mismo. No será el mayor defensor de Eskol, pero no aprobará un cambio de liderazgo si no se hace de forma "legal".

Luego está el resto, que o bien no se posiciona o bien Ingur no ha podido escuchar nada sobre ellos. Casos especiales el de Rorar, que "parece odiar a toda la humanidad, como especie, punto" o el de Ashe, cuya lealtad es un completo misterio para Ingur.

-El caso es que, ya la viste el primer día, probablemente se Einar y ella se habían dado más de un revolcón en el granero. Y Eskol es el hijo de Einar, así que eso le tiene que estar tirando. Pero no es tonta, tampoco. Podría salir por cualquier lado.

Vas notando que, poco a poco, su conversación se va haciendo más inconexa, y su voz más débil. Parece que el breve episodio de vigilia empieza a pasársele, y las heridas y pérdida de sangre del día anterior vuelven a sumirle en un intermitente sopor. Sin embargo, aún tiene tiempo de hablarte sobre otros detalles que ha observado, esta vez sin relación al vacío de liderazgo que parece existir en la aldea.

-Hay gente como yo... Ignorados. Y están haciendo cosas. Los dos... De piel oscura. No sé que traman... Pero traman algo. Uno ha pasado antes por aquí murmurando algo... Por lo bajo. "Eringur". O "Henguir". O algo así. No lo he entendido... Y el chico joven... El hijo de Fredrick. Antes ha desaparecido un rato...

Cierra los ojos, cansado, y se apoya contra la pared, todavía despierto pero sin ganas de seguir hablando.

Había demasiado ocurriendo al mismo tiempo. Demasiados caminos y rutas y encrucijadas. Y preocupaciones y posibilidades. Lo peor era no saber cuál de ellas terminaría siendo una cuchillada o un acierto, o un camino jamás tomado y para siempre perdido. Era una sensación desagradable a la que acostumbraba a enfrentarse, pero en aquella situación era más que nada un asunto de vida o muerte porque sabía, sabía a ciencia cierta que algo se deslizaba entre las sombras sin ser visto, y no atinaba a ver qué era. Pero lo sentía y cada vez estaba más cerca.

Saga se frotó los ojos con insistencia, combatiendo un cansancio nada parecido al de Ingur. Quería recostarse y dormir un rato, consciente de que cada tanto en cuando abriría los ojos, vigilante. Así que lo mismo daba uno que otro. Prefería moverse, no obstante, porque si dejaba de hacerlo temía que todo terminase por colapsar. Y no estaba dispuesta a rendirse todavía.

- Descansa. Tengo que salir al bosque en cuanto encuentre a Bedelia, pero Will se quedará aquí. -Se acercó para poner el dorso de la mano en su frente, buscando signos de fiebre. No tuvo una conclusión clara, pero igualmente beber y comer no lo podía hacer mal-. Bebe agua. Te hará bien.