Partida Rol por web

Eskol parece genuinamente sorprendido.

-¿Aceptarás mi liderazgo, entonces?

-Sí... Cuando llegue el momento. Los dioses saben que acepté el de tu padre, a pesar de que él y yo no siempre estuvimos de acuerdo. Pero no ahora. No en una situación tan crítica. No cuando mi corazón me dice que no podré perdonármelo.

Baja la mirada, algo avergonzado.

-Sin embargo, no arrastraré al resto a esta contienda. Eres el jarl por derecho, y así debe ser. Así que déjame ir. Me iré del pueblo. Intentaré acabar con la bestia por mi cuenta, con mis métodos, ayudando a Resmit.

Mira a su mujer, que llora desconsolada, y su voz se quiebra por un instante, mientras lágrimas igualmente amargas aparecen en sus propios ojos.

-Mi familia se quedará aquí. Cuidaréis de ellos.

-No -interrumpe Marja, entre sollozos-. Vamos contigo...

-Os quedaréis aquí. Si no es por vosotros, por mí. Así tendrán una garantía de que cumpliré mi palabra.

Marja se queda sin palabras, horrorizada ante el comentario.

Eskol se inclina hacia delante.

-Morirás ahí fuera. Y aunque acabaras con la bestia hoy mismo, ¿Qué ocurriría después?

Thaldein alza la barbilla, orgulloso incluso a pesar de sus lágrimas.

-Después... Volveré. Y aceptaré el destino que creas conveniente decidir para mí.

-Ashe -llamó Saga, haciéndole un gesto para que se acercase-. Mi señor, si permitís que ese hombre salga por la puerta no os lo van a perdonar. Ni su familia ni la gente que le apoya. Está condenado a muerte por su orgullo, pero os está haciendo quedar como la persona que le ha forzado a irse. Esa herida es irreparable. ¿Qué pasará cuando todo vuelva a la normalidad? Por mucho que os duela en el orgullo... Y que  no te haga gracia, Ashe, por favor os pido, mi señor, considerad otra opción. Considerad abdicar temporalmente en favor de Ashe. Prácticamente ya está a la cabeza de todo este embrollo. Está haciendo una labor estupenda, la gente la escucha y cuando todo esto haya acabado, tanto vos como Thaldein podéis afrontar vuestras diferencias. Es un acto de misericordia que puede equilibrar la balanza a vuestro favor... Y el de vuestro pueblo. De lo contrario, muera como un mártir o viva cual héroe tras derrotar a la bestia, no vais a poder gobernar con el beneplácito de vuestro pueblo y os aseguro que no es algo para nada recomendable...

Durante unos instantes, no se oye nada en la sala, ya que casi todos contienen la respiración. Luego Eskol empieza a reír. Primero lentamente, pero cada vez más fuerte. Los rostros de la gente, congelados en muecas de confusión, angustia o recelo, terminan de dibujar aquel cuadro singular e incomprensible.

-Maldita sea, Thaldein -dice, entre risas-. Maldito cabrón virtuoso.

-No veo dónde está la gracia, Eskol.

-Pues a mí me parece hilarante.

Eskol señala a Thaldein, que observa la situación con cara de no entender absolutamente nada.

-Miradle. Con solo unas palabras, me ha herido más de lo que ningún duelo a muerte podría haber hecho. ¡Y lo mejor de todo es que ni siquiera tenía intención de hacerlo!

Sigue riendo, de forma descontrolada esta vez. Algunos sonríen. Otros fruncen el ceño, enfurecidos por lo inapropiado de la reacción. La mayoría se limita a seguir observando la escena, confusos. La sala se llena de susurros.

-Ah, Thaldein -dice Eskol, mientras se seca una lágrima-. Míranos. Que tengan que venir unos forasteros a enseñarnos sentido común.

Thaldein esboza una media sonrisa, y el ambiente parece relajarse un poco.

-Bueno, no podemos afirmar que tengamos mucho de eso, ni tú ni yo.

Cuando Saga habló solo pude pensar: Menuda metomentodo, era el momento ideal para que Eskol declarara al pueblo su posición respecto a la bestia....

Después intervino Thorir:  Otro igual, no tienen ni puta idea lo que se decidió en el primer thing y vienen aquí a dar su opinión de mediadores... no le falta razón en que juntos venceremos, pero Eskol no va a hacer nada. Bonitas palabras para un perro lameculos.

Devuelvo la mirada desafiante al Jarl mientras aprieto los dientes y el puño. Thaldein desafiaba la orden de su jarl para proteger a su pueblo, para defender a los suyos, por que confía en mi. No puedo evitar mirarle con orgullo mientras habla. Un combate por el liderazgo solucionaría todos nuestros problemas, aunque mi amigo me dejo claro más de una vez que no tenía ninguna pretensión, en este momento es lo que Sultünge necesita. 

Yo lucharé por Thaldein,le devolveré el favor al confiar en mi.

Pero mi sorpresa aumenta cuando rechaza en desafio, aunque entiendo perfectamente sus razones.

¿¡Por queeee!? No puedes luchar... ni siquiera te tienes en pieee, es una locura. - mientras miro a mi amigo, aguantando mis instintos. Sin embargo no puedo aguantarme, doy un par de pasos al frente para acercarme al rubio, cuando Eskol comienza a reír haciendome fruncir el ceño.

¿¡¡¡ De que cojones se ríe!!!?

¿¡Por queeee!? No puedes luchar... ni siquiera te tienes en pieee, es una locura. - mientras miro a mi amigo, aguantando mis instintos. Sin embargo no puedo aguantarme, doy un par de pasos al frente para acercarme al rubio, cuando Eskol comienza a reír haciendome fruncir el ceño.

¿¡¡¡ De que cojones se ríe!!!?

-Cierto. Muy cierto.

Se gira hacia Saga.

-Desde que habéis llegado a este pueblo, no habéis hecho si no hablar con sabiduría. Confieso que el orgullo ha podido nublar mi buen juicio -se levanta y mira al resto de los allí presentes-. Pero os aseguro una cosa, y es que en ningún caso busqué otra cosa que el bien común. Si he llegado a convertirme en el escollo que impide conseguir este objetivo, entonces ha llegado la hora de hacerme a un lado. Sigo sin estar de acuerdo con los métodos de Thaldein... Pero bien puedo defender mi postura con otra persona a la cabeza de este pueblo. Y tú y yo podemos discutir nuestras diferencias como iguales, Thaldein. Como amigos, espero. 

Thaldein esboza una nueva sonrisa, esta vez completa.

-Cuenta con ello.

Eskol asiente, satisfecho, y luego se echa a un lado, encarándose hacia Ashe.

-Sin embargo, creo que no sólo a mí me corresponde tomar esta decisión.

Ashe, que ha permanecido en silencio hasta el momento, da un paso hacia delante, ignorando por completo la silla que Eskol ha dejado libre para encarar a su pueblo.

-Ni a mí.

Perplejo y sorprendido por la decisión de Eskol parpadeo varias veces para comprobar que no es un mal sueño, provocado por el cansancio de estos fatigosos días. El ambiente pierde su alto grado de tensión e incluso llego a sonreír cuando Thaldein lo hace. Asique termino de acercarme para plantarle mis respeto. Una vez delante suya lo miro fijamente y con tono suave y más respetuoso me dirijo a él.

- Yo... siento haber provocado esta situación Eskol. Pero considero que es un tema sobre el que se debe actuar con la mayor presura posible. Creo que tomas la mejor decisión para tu pueblo, aunque al ser un extranjero mi voz no tenga peso ya que tu pueblo es el que hablará.

Saga se sonrió recuperando el brillo en los ojos. Estaba funcionando, poco a poco y después de demasiadas frases mal dichas e intervenciones innecesarias. Lo importante, lo que contaba, es que nadie iba a abandonar el lugar, llegando a un entendimiento por el bien de todos. El pueblo iba a elegir; iba a ser escuchado y el hacha de guerra enterrada parcialmente. 

Y no pudo sino sonreírle e inclinar la cabeza con humildad cuando se dirigió a ella, además de posar brevemente la mano en su antebrazo con orgullo antes de separarse.

Ahora era el momento de hablar con calma. De poner todo en común y definir una estrategia. Sin embargo, conforme la tensión se disolvía en el ambiente, volviéndose más solemne, un sudor frío empezó a treparle por la espalda casi sin darse cuenta. No hacía tanto que había zafado la muerte. O ayudado, no lo tenía claro. Y llevaba tres días peleando diferentes batallas y cubriendo todos los flancos posibles. Aquel último estallido de palabras y gritos y cabezonería, y tratar de adivinar qué pensaba cada uno en cada momento para tomar ventaja... No es que Saga hubiese estado nunca en la guerra, pero imaginaba que aquella falta de energía súbita debía deberse a haberlo dado todo. Hasta la última gota de sudor.

Estaba exaltada de alguna manera, pero su cuerpo y especialmente su mente, no daban para más. Necesitaba dormir en un sitio tranquilo donde los monstruos no pudiesen alcanzarla. 

La hedense, como tenían a bien remarcar constantemente, no pudo sino sonreírle e inclinar la cabeza con humildad cuando se dirigió a ella, además de posar brevemente la mano en su antebrazo con orgullo antes de separarse. Después, cuando Eskol se levantó para ceder el trono, ella misma se echó hacia atrás hasta dar con la espalda en la pared, donde quedó apoyada y con los ojos cerrados como queriendo evadirse de lo que estaba pasando allí.

No tenía más que añadir.