Partida Rol por web

Al atardecer, cuando el Sol se ponía sobre las blancas montañas de los Yermos, Thorir cargó su fiel montura con el cuerpo sin vida de Drunfo envuelto en la mejor tela que pudo encontrar, al lado llevó sus pertenencias, ropajes y armas llevándoselo a la profundidad del bosque.

Avanzó durante cierto tiempo, hasta que llegó a un claro, se detuvo y respiró hondo mirando alrededor, tenía el presentimiento de que aquel era un buen lugar, había árboles grandes, altos y recios como lo fue en su día Drunfo, también había allí una roca saliente del suelo erguida sobre el claro, desafiante, terminada en una gran punta, creyó que aquel era el lugar ideal para el funeral. 

Sentía pena, con él se fue un gran hombre a pesar de que lo conocía poco, pero era la clase de hombre en la que se podía confiar, sin dudarlo, habría puesto su vida en sus manos sin dudarlo. Por otro lado, Thorir recordaba la promesa que le hizo, restaurar su honor y el de su familia, y aunque ya probablemente no quedará ningún Ulfrim cumpliría con su palabra y lavaría su honor si algún día recuperaba su puesto.

Tras unos minutos de reflexión Thorir comenzó a recoger ramas y hojarasca de las lindes del aquel Prado haciendo una gran pira donde depositaría los restos del gigante, tras esto lo colocó encima y le atavío con los mejores ropajes que tenía, para que los Dioses lo recibieran como lo que era, un héroe. Su mandoble yacía junto a él, Thorir dudó mucho si dejárselo allí o llevárselo, no sabía que le habría gustado a Drunfo que se hiciese con él, pero tras unos minutos pensando optó por dejarlo allí, sobre su cuerpo.

Al terminar, el noble se puso delante del cuerpo y lo observó durante un tiempo que pareció horas, el bosque se sumía en las sombras y solo las antorchas daban algo de luz a la escena, fue entonces cuando agachó la cabeza y rezó.

-Pido a los Dioses que acojais a este héroe, fue fiero y valiente, entregó su vida en la defensa de los débiles y fue fiel a su palabra hasta su último aliento, os ruego que pueda disfrutar de vuestros banquetes y pueda beber junto al gran Thuriz y que pueda tener el honor de luchar junto a vosotros en el último día- levantó la mirada y fijó sus ojos en el rostro de Drunfo, -Siento no haber podido llegar a tiempo y luchar junto a ti, solo quiero decirte que cumpliré la promesa que te hice y honraré tu memoria- entristecido Thorir se llevó su puño al pecho y se golpeó en señal de respeto. 

La hedense llegó en silencio, quedándose varios pasos por detrás de Thorir mientras le observaba recoger el gran mandoble de Drunfo que casi la superaba a ella misma en altura. Un arma magnífica, sin duda. El hombre en sí, en realidad, no le despertaba ningún tipo de emoción a la que aferrarse para llorar por su pérdida. No podía ignorar lo que había visto, lo que había sentido.

-Thorir... -llamó en un susurro quedo, antes de que prendiese fuego. Lo que tenía que decir no era fácil ni de buen gusto, y la propia Saga se debatía entre el pragmatismo necesario y el propio respeto a los muertos. Pero al menos, se dijo, debía preguntar-. Lamento muchísimo interrumpir, pero he de preguntarte algo.

Se la veía claramente incómoda, avergonzada incluso.

-Hay... Entre los libros de Ahmel he encontrado algo. Un ritual con el que, quizá, se podría saber más de su pasado y también más sobre la propia bestia. -Miró el cuerpo de Drunfo de soslayo-. Sé que estrechaste lazos con él poco antes de su muerte, y soy consciente de que nada te... anima a seguir dándole caza a ese ser. A mí sí. Llevo buscándolo toda la vida y no cejaré hasta que dé con él. El ritual que leí... Es algo horrible y profano. Habría que abrir el cuerpo y, en fin. Hasta a mí me repugna y entiendo perfectamente si dices que no. Pero tengo que preguntarte igualmente si me permitirías hacerlo. Toda la información que pueda recabar, por ínfima que sea, podría serme útil. Y había en Drunfo algo de la bestia original gestándose.

La expresión de Thorir era una mezcla de exceptimismo y enfado, no entendía como Saga podría pedirle algo así, tardó varios segundos en reaccionar mientras escrutaba la mirada de la mujer minuciosamente, buscando un atisbo de que todo aquello sólo era una broma.

Tras el coche inicial Thorir clavó la antorcha en el suelo con detenimiento, su rostro frío y serio reflejaba su ánimo, -¿Qué estás diciendo?- las palabras salieron con un tono lento pero casi amenazador, con el gruñido de lobo acechando a su víctima, -¿Que estás diciendo ehh?- dijo por segunda vez acentuando cada sílaba.

Saga retrocedió un paso por instinto. Después se obligó a quedarse donde estaba con la mirada baja y, por un instante se preguntó a sí misma dónde habían quedado sus convicciones. No le gustó la respuesta, pero tampoco la compartió. De hecho, no hizo ni dijo nada más.

El silencio reinaba en el lugar, solo el chisporroteo de las antorchas y el ruido de algún animal lo perturbaba, Thorir miraba a Saga, fijamente, antes de que se marchase la detuvo, -Espera- dijo con firmeza, -Respóndeme sin rodeos- se detuvo un instante para que Saga lo asimilara, -¿Ayudará realmente a terminar con la bestia?, Porque si es otra suposición u otra teoría disparatada me niego totalmente- 

La norne suspiró, todavía sin levantar la mirada, aunque se apreció el alivio de tensión de sus hombros bajo la capa. No respondió de inmediato.

-Nunca lo he hecho antes. No sé si funcionaría... -Miró hacia el cadáver de Drunfo. Después negó lentamente con la cabeza-. Olvídalo. Esto es importante para ti. No debería haber preguntado una cosa así.

-Así es- contestó tajante, -Olvidaré todo esto, haré como que no lo dijiste, pero por favor, ahora, déjame solo- dijo serio y con la mirada fija en los ojos de la mujer.

Asintió sin decir nada, sin confrontación. Parecía realmente avergonzada por lo que acababa de decir.

-Lo siento -musitó, quizá hacia Thorir o tal vez hacia Drunfo. No quedaba muy claro y no se molestó en añadir nada más, dándose la vuelta para dejarle al norteño la privacidad que merecía y que ella había irrumpido con algo que no se podía describir de otra manera salvo violencia.

Tras unos segundos acercó unas de las antorchas a la pira y el fuego se expandió cubriendo el cuerpo de Drunfo. Thorir se apartó unos metros y observó la escena esbozado en su capa, -Hasta siempre Drunfo- dijo para si mismo mientras el humo ascendía hasta el cielo y su alma era llevada por los dioses hasta el gran salón.

Permaneció allí hasta que las llamas se apagaron por completo, las estrellas relucían en el firmamento y la Luna le observaba, entonces, el norteño agachó la cabeza de nuevo, en un último saludo y agarrando las riendas de su caballo regresó hasta Sültunge.