Partida Rol por web

La hedense llevaba varios días entre realmente ocupada y desaparecida, claramente distraída por algo que le rondaba la mente de forma persistente. Si no estaba atendiendo las heridas de los guerreros, entre los que se incluían Yngrid, Resmit, Ingur, Jostein, y el propio Thorir, además de Eskol, Thaldein y Renmo, o ayudando a Ashe y a Eskol en su labor de liderazgo, era difícil encontrarla. Todo el tema de su skalmo y Bedelia, de la batalla, de su familia y muchas otras cosas que se callaba, la habían vuelto taciturna y esquiva.

Pero aquel día, sin embargo, fue ella misma la que acudió a buscar a Thorir. La decisión estaba tomada y en pocos días partiría el pueblo entero hacia Lagerat y después Hermagor. Desde allí, su propio viaje la separaría del resto hacia las tierras del Clan Thurizung. Y tenía asuntos de los que ocuparse antes de que eso ocurriera.

-Thorir -llamó con suavidad y una leve sonrisa. Hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera a un lugar más tranquilo-. Me gustaría hablar contigo sobre tu futuro. Saber qué planes tienes una vez haya pasado el invierno.

Thorir había dedicado los días siguientes a descansar y a recuperarse de sus heridas, había estado hablando con la gente de Sültunge y colaborado en alguna que otra tarea. Cuando Saga llegó estaba recostado en una cama, rayando con su navaja un trozo de madera, era un lobo majestuoso, con las fauces abiertas y con grandes colmillos, cuando vio a la mujer el noble esbozó una sonrisa, -Por supuesto- dijo dejando al lado su talla y cogiendo sus espadas para seguir a Saga.

Una vez fuera y tras unos segundos de silencio Thorir miró a los ojos de Saga, -La verdad es que no lo tengo muy claro, cuando llegué a Sültunge llevaba meses intentando encontrar apoyos y solo conseguí desprecios y que me insultaran- podía notarse cierta frustración en su tono de voz, -Acompañare a la gente hasta Lagerat, allí me aprovisionaré y visitaré otros clanes que antaño fueron leales a mi padre- apartó su mirada y se fijó en el bosque, -Mi hermanastro no tiene honor y si me presento sólo me ejecutará sin miramientos, debo reunir a algunos hombres, demostrar que no estoy solo- esbozó media sonrisa en su rostro, -¿Tienes un ejercito que prestarme?- 

La norne se sonrió de forma significativa, como si algo hubiese dicho que le hacía gracia.

-De hecho... -Pero pareció pensárselo mejor-. La cuestión creo que es si quieres gobernar a gente o sobre un cementerio. Un ejército está bien para asegurar tu vida, pero no puedes asaltar una ciudad, proclamarte jarl, por muy legítimo que seas, y esperar que la gente lo acepte -explicó con suavidad-. La gente no se toma nada bien que maten a sus seres queridos o les invadan extranjeros. Seguro que tienes partidarios, pero también gente que no te quiere ver allí. Las guerras civiles tampoco ayudan. Fíjate en Eskol: un par de malas decisiones y el pueblo se volvió un gallinero. Lo mejor que podía hacer era dar un paso atrás. Un jarl sin un pueblo que le apoye no es un jarl en absoluto. Ahora tiene que trabajar para que vuelvan a creer en él de la misma manera que hicieron en Einar. Mi punto es: primero deberías limpiar tu nombre, que no es tarea baldía, y después buscar la manera de llegar al trono. Que tampoco es fácil ni rápido, pero a veces el camino más largo es el más seguro.

-Ni mi tío, ni mi padre tuvieron ninguna clase de diplomacia por parte de mi hermanastro- dijo Thorir serio y molesto, aunque en el fondo sabía que Saga tenía razón. Tras unos segundos de silencio en los que miraba a los ojos de la hedense Thorir apartó la mirada, -Lo siento, no quería hablarte así, es solo que no como voy a hacerlo, he llamado a un buen puñado de puertas y todas han permanecido cerradas, por no hablar de las que casi me matan- prosiguió, ya más tranquilo y con un tono más relajado, -Me sería de gran ayuda cualquier consejo tuyo-

Saga escuchó con atención, y le quitó importancia a su comentario con un gesto de la mano. Si alguien entendía lo que era la sed de venganza, era ella.

-Ey. -Puso la mano sobre su antebrazo, buscando su mirada de nuevo con intensa fijeza, y cuando habló lo hizo casi en un susurro pero firma-. La diplomacia no es excluyente a la venganza. Hay monstruos que caminan y hablan nuestro mismo idioma, y que se merecen más que nadie estar enterrados. Pero uno ha de ser inteligente y no dejarse llevar, porque esas cosas tienen consecuencias. -Dicho aquello, le dio un suave apretón y siguió caminando-. Y puedo hacer más que darte consejos, Thorir, hijo de Hakon. Ya dije que soy diplomática, y trabajo para alguien... Realmente importante. Puedo enseñarte cómo navegar entre los clanes, cómo reclamar ayuda. Los lazos de honor son muy bonitos, pero son palabras a veces difíciles de probar. Antes de pedir, uno ha de dar. Igual que has hecho con Eskol. Prestaste ayuda, pagaste tu deuda. Sultünge no es una población que pueda aportarte, pero si pudiera, habrías ganado un par de aliados. Esa es la base de toda transacción: confianza.

El noble quedó pensativo durante un tiempo, -Entiendo lo que quieres decir y lo comparto, la confianza es algo muy importante, pero dime, ¿Como hacer que un gran señor confíe en mí?, Sólo tengo mi verdad y mi palabra- miró a Saga, -¿Debería ir ofreciendo mi espada por ahí?, ¿Cómo un mercenario?-

Saga ladeó la cabeza.

-Tu posición es complicada, sí. No es como si te pudiera dar una respuesta en firme, Thorir. No conozco bien tus circunstancias ni a tu gente, si cuentas con lealtades y qué lealtades. Tampoco es como si pudiésemos hacer algo ahora, con el invierno encima. Pero puedes venir conmigo, si gustas de ello. Como dije, soy diplomática y tengo asuntos que tratar en las tierras del clan Thurizung, pero no sé si son asuntos que te van a gustar… -Se detuvo, inspirando profundamente-. El Rey Sterki de Hendell me envía en persona, para estrechar lazos y alianzas y apoyar a Gustav Thorgrum. Como sabrás, Sterki ha unificado los bastiones de Hendell, algo que no pasaba desde hace décadas, y repelió hace no mucho a las tropas imperiales de Eljared. Cree en el antiguo reino de Haufmarsormen. Profundamente. Cree que su dinastía puede volver a unificar los fragmentos de lo que fuimos. Podrías aprender mucho, la verdad. Pero también soy consciente de que hay una gran cantidad de gente que lo considera un ultraje, una invasión. Tienes tiempo para pensarlo hasta que lleguemos a Hermagor y logre abastecerme. Necesito espadas, guías y provisiones.

-Vaya...- Thorir se quedó impresionado, no se imaginaba que Saga llevara tales funciones, -Creo que todo norteño que se precie querría ver el Norte unido de nuevo, volver a ser fuertes y grandes. Mi padre tenía sueños parecidos, restaurar el Clan Ardan, unir el Clan Yormef y el Solvgilftanden, y casi lo consigue, ...- hizo una pequeña pausa, -Es decir, me gustaría ver el Norte unido, así que tendré en cuenta tu oferta, creo que allí podría conocer a gente importante, además de aprender diplomacia como dices- esbozó media sonrisa.

Saga esbozó una sonrisa divertida.

-Ya. El problema es que todos quieren ser el rey del siguiente Haufmarsormen, y mientras los señores de Goldar no decidan deponer las armas y dejar sus luchas internas, el imperio seguirá fraccionando cada vez más esta tierra desolada. No creo que sea algo que tú y yo vayamos a ver, Haufmarsormen. Pero podemos ser ruecas que muevan a las siguientes generaciones en la dirección correcta. -Le sonrió con calidez, casi dulzura, como si aquel sueño de un imperio de nuevo unido fuese todo lo que anhelaba en vida-. No sabía que tu padre había estado tan cerca de aunar a los Yormef y a los Solvgilftanden. ¿Qué pasó?

-Que fue asesinado- dijo Thorir, -Les infligimos grandes derrotas, aún recuerdo como si fuera ayer la Batalla de la Colina Dorada- al recordar aquello tenía sentimientos encontrados, fue una jornada gloriosa, pero acabó tremendamente mal, con el asesinato de su tío y de su padre, - Luchamos contra un ejercito mayor pero vencimos a pesar de tener grandes bajas, avanzamos bastante en su territorio y los Solvigtanden empezaban a mostrar debilidad- dibujó media sonrisa, -Estuvimos más cerca de lo que pensamos, ahora, según me enteré el cobarde de mi hermanastro firmó una tregua, así todo vuelve a estar como al principio-

-Lo siento -pronunció con solemnidad cuando enunció la muerte de su padre.

Después guardó silencio, pensativa.

-Gustav Thorgrum está recibiendo mucho apoyo por parte de Hendell, para saldar rivalidades con otros clanes, quizá reclamar el trono del Goldar. Eso está muy en el aire, pero quizá acabar con las disputas de vuestros clanes y reconstruir el Clan Ardan sea algo interesante para él. Todo depende de cómo se exponga.

-Si- asintió levemente, pensativo, -Podriamos hablar sobre ello, sería beneficioso para ambos, el ganaría un aliado y yo mi puesto, además de lograr unir los Clanes- se giró hacia Saga, -Cada vez me convence más el acompañante, ¿Que mejor lugar?, Y por supuesto, ¿Que mejor compañía?- Thorir estaba contento, las ideas que rondaban por su cabeza eran múltiples, pero ya no sólo había dudas y oscuridad en ellas, Saga había aportado algo de luz y color a ellas, por lo que se permitió ser más agradable y ello se reflejó en su cara. 

-Por cierto, yo también te quería preguntar algo- dijo mostrando algo más de seriedad que antes.

La hedense sonrió ampliamente, algo que no hacía desde la batalla.

-Sólo una cosa, por dejar las cosas claras. Intentaré hacer lo que pueda para favorecerte, pero esta es mi misión y mi trabajo. Mi palabra se traduce en la de Sterki a efectos prácticos durante las negociaciones. Sus peticiones van antes que las tuyas, y la diplomacia puede ser un juego muy rastrero y complicado. Esto quiere decir, si hablo por ti, si busco tu favor, si vas y caminas a mi lado, no puedes hacer lo que hiciste delante de Einar. -Lo decía con suavidad y sin acritud, casi como un mentor ilustrando al alumno. Volvió a sonreírle-. ¿De acuerdo?  

-Queda claro- dijo tranquilo, -Es lógico, además, lo de Einar fue un cúmulo de cosas y estalló en el peor momento- sonrió, -La diplomacia nunca fue mi fuerte, pero creo que puedo aprender mucho de tí- hizo un gesto con la mano para continuar andando, -Quedando esto claro quiero preguntarte algo, ¿Qué sabes de Drunfo?- preguntó Thorir bajando la voz, -Solo se que su familia fue desterrada con gran deshonor, su padre huyó de las diez espadas, a las que fue condenado por traición, pero creo que hay algo más, ¿Tú lo sabes?- dijo bastante intrigado.

Saga enmudeció y su expresión, hasta ahora afable y relajada por la conversación, mutó en un gesto rígido. Sus ojos centellearon un instante, mirando al norteño. Después apartó la mirada perdiéndola en el horizonte.

-Sí, sé. -Lo pronunció con gravedad, y pudo observar en ella preocupación y también un rastro de miedo. Ella, que se había internado en aquella endiablada cueva como si allí no hubiese habido crimen alguno. Ella, que les había llevado frente a la bestia arrastras-. La noche que os salvé la vida, cuando regresé al vé. Estabas inconsciente y Drunfo... Pensé que había muerto ya. Entonces apareció mi hermano. Suele hacer eso, aparecerse en los momentos más extraños. Quería que viese algo, algo más. Algo que estaba en su... plano, por decirlo de alguna manera. Me cogió la muñeca -e hizo el gesto, asiendo los dedos donde habían estado los suyos-, y entonces lo vi.

Se quedó callada unos largos instantes. El destello de la oscuridad de aquella noche ensombreció sus ojos y agravó su gesto, pero encontró la forma de seguir hablando en apenas un susurro quedo.

-Era... Algo profano y terrible. Como una larva que gestaba en su interior. No de verdad sino en su espíritu. Y había... Bocas y dientes que se retorcían e intentaban devorarlo todo. Algo que nadie debería ver ni sentir. No era... la bestia. No la que combatimos, pero tenía la misma esencia y la misma finalidad. O peor... No lo sé, fue como...

Pero no pudo más. No encontraba palabras. Seguramente ni las había para describir aquella cosa que todavía se retorcía en su memoria y a ratos la visitaba en pesadillas. Suspiró, cerró los ojos y sacudió la cabeza recomponiéndose, levantando de nuevo las defensas que siempre la mantenían en alerta.

-Creo que, lo que fuese, lo adquirió cuando fue atacado. También creo que veía cosas o algo. No le conocía mucho pero las pocas veces que le vi, especialmente antes de partir a la carreta, actuaba de un modo muy extraño. Más extraño de lo normal. No lo sé, sólo espero que lo que sea que llevaba dentro haya muerto con él.

-¿Qué?- la mirada de Thorir mostraba dudas, no había entendido nada, -¿Dices que Drunfo tenía una parte de la bestia dentro de sí mismo?- el noble se mesaba la barba pensativo, mirando al bosque con preocupación, -No tenía ni idea de todo esto- negó con la cabeza, -¿Y cuando adquirió eso, el embrión de la bestia?-

Saga se frotó la frente.

-No lo sé, Thorir... No es una ciencia que venga descrita en uno de mis libros. Drunfo le dijo a Bedelia que fue atacado de pequeño por la bestia, quizá fuese ahí. Todo lo que sé es lo que vi. Había algo profano y corrupto en él; incluso los fantasmas lo notaban y eso dice mucho. Igualmente, ya no importa mucho. Ahora puede descansar.

-Llevas toda la razón- dijo entristecido, siguieron andando durante unos segundos en silencio, Thorir pensaba en Drunfo y en su familia, ¿Habría sido esa la causa de su destierro?, Probablemente ya nunca lo sabrá, casi todos los que conocían la historia ya han muerto. 

Se giró hacia la mujer y mirando a sus ojos dijo, -Ya nada de eso importa, ahora hay que mirar al futuro, no podemos cambiar el pasado-

La hedense ladeó la cabeza ligeramente, y su cabello se descolgó del hombro como finas hebras cobrizas. Era el futuro y el presente y el pasado lo que le preocupaba, todo de a una. Sí, Drunfo podía haber muerto pero todo lo que le rodeaba a él, y a ella, y a todos los que habían pisado Sultünge seguía ahí fuera y no iba a parar.

-Ojalá fuese tan fácil dejarlo ir. 

Thorir sonrió, puso su mano en el hombro de Saga y mirándola a los ojos le dijo, -En esta vida podemos hacer lo que queramos, incluso desafiar a los Dioses, ¿Cómo sino íbamos a ser héroes?- soltó una pequeña carcajada, -Por muy alta que sea la montaña, por muy fuerte que sea la tormenta o pesada la carga que llevemos, siempre, hay que avanzar, subir a la cima y mirar a los Dioses a los ojos, desafiar a la tormenta y decirle, ¡Ahora yo soy tu tormenta!, y ¿la carga?, ja, la carga hay que dejarla atrás- apretó con delicadeza el hombro de la norteña, -Ese es mi consejo-