Partida Rol por web

La oscuridad te rodea. Sombras que danzan a tu alrededor, susurrando promesas de muerte y locura. Eres arrastrado, empujado por una fuerza incontrolable, inhumana, hasta las profundidades del bosque. Oyes la voz de Yngrid, que masculla algo, pero rápidamente se pierde en la distancia. La fuerza os separa, te separa de ellos a una velocidad vertiginosa. Sientes como los árboles pasan a tu alrededor, sin poder hacer nada para evitarlo, como un muñeco al que un niño lanza contra la pared. Rompes varias ramas antes de aterrizar sobre la fría nieve, todavía rodeado de oscuridad.

Tardas unos segundos en recuperar el aliento. Milagrosamente, parece que no te has hecho daño, más allá de lo que al día siguiente se convertirán en un par de feos moratones y el brusco golpe en la espalda que te ha dejado sin aire. Sintiendo el peligro, decides evaluar dichas contusiones más adelante y recuperar el control de la situación. Si es que algo así se puede controlar.

Al levantarte, descubres que la nube oscura parece haberse apartado, como si tuviera vida propia. Te rodea, sin atreverse a acercarse, formando una fría cúpula de apariencia casi sólida, que sin embargo muta constantemente, intentando alcanzarte. Entonces comprendes lo que la mantiene a raya: La electricidad. Los rayos de Thuriz, el escudo que te rodea, brilla con más fuerza si cabe ante aquella energía oscura. Es gracias a dicha protección que sigues vivo, probablemente. No quieres ni imaginar qué habrá pasado con los otros dos, si han sido embestidos por la misma explosión de negrura. ¿Y es que acaso importa? Quizás ni siquiera estaba dirigida a ellos. Porque ya has visto antes esa oscuridad, aunque a menor escala.

Y según tu mandíbula se va apretando y la rabia empieza a bullir en tu interior, tus sospechas se ven confirmadas al oír su voz, procedente de algún punto que no llegas a localizar, más allá del límite de la cúpula.

-¿De qué sirve esa resistencia? El momento se acerca. No puedes hacer nada.

Los moratones no me hacen sufrir mucho, miro levemente mis brazos y los muevo para comprobar rápidamente como se encuentra mi cuerpo. Solo veo oscuridad, que me envuelve,  es algo que me resulta muy familiar y que me recuerda a las llamas negras de que surgieron cuando llevaba a Thaldein. 

Ese maldito esta aquí...

Agarro con fuerza la maza de mi cinturón y me pongo en posición de combate, pero no veo nada, nada más haya de la barrera oscura. Parece como si se moviera y es cuando me doy cuenta que la protección Thuriz  es la que mantiene lejos de las sombras y que seguramente fuera lo que me mantiene vivo. La ira me se apodera de mi, pero también estoy desorientado y agobiado, el no ver nada hace que surja una presión en el pecho que no sentí antes. Tras oír su voz fuera de la cúpula, me orienta hacia donde creo que procede.

 Hijo de puta...

- A NO... ES MUY FÁCIL HABLAR OCULTO ENTRE LAS SOMBRAS... ¡¡¡COBARDE!!!

La risa de Baklar te produce cierta jaqueca, quizás por la impotencia o por su tono grave, que parece retumbar alrededor de toda la cúpula. Entre las sombras distingues una figura.

-Por favor, Resmit...

Cuando vas a avanzar hacia ella, la silueta se desdibuja y la voz viene desde otra dirección, esta vez a tus espaldas.

-No insultes mi inteligencia. Ni la tuya.

Al girarte, le ves por un instante. Luego, solo oscuridad. Entonces, un destello a tu derecha... Y allí está de nuevo, en el límite de la cúpula.

-Créeme que te aplastaré si es necesario.

De nuevo, y antes de que tengas tiempo de acercarte, la figura desaparece. Esta vez, la voz llega de todos lados y ninguno.

-No eres el único que ha sido bendecido por los dioses...

Giro de un lado otro en busca de la silueta, en cierta modo la agonía de no poder hacer nada me hace sentir algo parecido al miedo, aunque no llega a ser tal puesto que el mero hecho de la presencia de Baklar hace mi ira aumente y que mi corazón vaya a cien por hora.

- Bendecido por lo dioses dices... ¿Cómo alguien como tú sería favorecido por ellos?

Entonces alzo la maza que se envuelve en relámpagos y al asestar un golpe al aire lanzo un rayo proveniente de la punta del arma contra la cúpula seguido de una embestida de mi cuerpo aun protegido por la armadura de energía.

El rayo atraviesa la oscuridad, deshilachándola para crear una especie de túnel hasta que choca con un árbol cercano. Corres en esa dirección, aprovechando la vía libre, y al hacerlo notas como la nube se aparta a tu paso. Por desgracia, al mirar atrás percibes que también rellena el espacio que dejas a tus espaldas, persiguiéndote. La cúpula se mueve contigo.

-Oh, te sorprenderías. Thuriz no es el único dios en los cielos, ¿sabes?

Te detienes, consciente de que seguir corriendo sin rumbo, apartando la oscuridad a tu paso, solo te ayudará a perderte más aún. No oyes ni a Yngrid ni a Drunfo: Donde quiera que estén, se encuentras lejos de ti, fuera de tu alcance. Estás solo y, sin embargo, apenas sientes miedo. Como si el propio Thuriz asintiera ante tu determinación, el escudo de rayos que te rodea se hace más brillante, inundando la zona de electricidad y luz, haciendo que la oscuridad se repliegue unos metros.

-Hmph... Ese ridícula fuerza tuya -el tono de Baklar es despectivo, pero notas cierta nota de interés en su voz-. Tanto poder... Y tan poco control. Veamos de qué te sirve...

Justo entonces notas que algo se mueve en la oscuridad que hay frente a ti.

Dos figuras surgen de la oscuridad, entrando en la cúpula. Norteños, perros de Baklar, vestidos con pieles ajadas y yelmos de metal. Uno de ellos, el que está frente a ti, es corpulento y de aspecto fiero. El otro anda encorvado y es delgado, pero parece bastante ágil. Sus brazos derechos parecen alterados con alguna clase de horrenda mutación que sustituye sus manos por apéndices impíos, y en sus muñecas brilla una luz rojiza, como la de una gema o piedra preciosa. El brazo del primero acaba en un inmenso hueso plano y afilado, que llega hasta el suelo, cubierto de musgo y sangre. El del segundo se enrolla en una especie de tentáculo de aspecto viscoso.

-Matadle.

Cerdo, claro que sé que hay más de una divinidad, mi madre se encargó de ello, pero que alguna te apoye.... me da lastima la divinidad que ponga los ojos en ti.

Miro de un lado a otro, intentando ubicarme en los pocos instantes de luz, ni Yngrid ni Drunfo parecen estar cerca.

Tendré que apañármelas solo.

La vena mi sien comienza a hincharse, aprieto con fuera el mango de la maza mientras la relampagueante armadura me protege. Surge de vez en cuando algún chisporroteo, como si la propia armadura pidiera silencio a las oscuridad que me cubre, mas ya había perdido de vista a Baklar.

Durante un segundo miré al cielo, aunque no viera nada, y fue como si el tiempo se parase.

Thuriz... llevo mucho tiempo esperando este momento... me has guiado hasta aquí, he seguido tus palabras, tu enseñanzas, tus pruebas... He llegado aquí para acabar con este bastardo, gracias a ti. Ahora mira como acabo con él.

Al bajar la mirada veo a los dos hombres. - ¿Pero qué... aberraciones son esas...?. - Me quedo mirando sus brazos mutados, distinguiendo lo que llevan, quien será el primero, quien será más fuerte, como atacarán... Aun que eso ya da igual, vienen a por mi y se interponen entre Baklar y yo, asique, antes de que se acerque cargo la maza como hice antes. La cargo de energía, fuerza e ira y arrojo un rayo contra el más grande mientras caminan hacia mi.

Antes de que puedas hacer nada, sin embargo, ves por el rabillo del ojo como el otro guerrero, el más pequeño de los dos, da un salto a la izquierda y acto seguido golpea con su brazo en el aire. El brillo rojo que sale de su muñeca se intensifica, y acto seguido el tentáculo se desenrosca, creciendo y cruzando el aire a una velocidad vertiginosa, cubriendo todo el espacio que os separa en apenas una fracción de segundo. Mientras vuela hacia ti, distingues que el extremo acaba en un pincho afilado...

Intentas imponer tu voluntad sobre los rayos que te rodean, pero entonces algo estalla en tu cabeza y la electricidad desaparece en un fogonazo de luz. Apenas un instante después, algo te golpea, y el impacto por poco te tira al suelo. Cuando miras hacia abajo, descubres que el tentáculo se ha clavado en tu costado, abriendo una herida que te causa un dolor punzante. Al retirarse, la sacudida hace que pierdas la respiración, desconcentrándote... Y por poco te cuesta la vida, porque justo entonces el otro norteño llega a tu altura y realiza un barrido con su inmenso brazo afilado, intentando cortarte en dos. Logras detenerlo en el último momento, alzando la maza y logrando desviarlo lo suficiente como para que te de tiempo a apartarte. Sin embargo, la fuerza del impacto hace que el arma se quiebre en varios pedazos, tras lo cuál lo único que queda en tu mano es un trozo del mango, completamente inservible.

El hombre corpulento, si es que a eso se le puede llamar hombre, da unos pasos hacia atrás para recuperarse del impulso, mientras alza su brazo en posición defensiva. El punto rojo en su muñeca ha incrementado la intensidad de los destellos al chocar el filo contra tu maza, pero al retirarse unos pasos vuelve a su estado inicial. Atrás, todavía en el límite de la cúpula, el otro repliega el tentáculo que sale de su brazo, dando latigazos en el aire mientras se mueve a un lado, encorvado. Parece que empieza a trazar un arco a tu alrededor, guardando las distancias, quizás para rodearte.

El dolor era extremo, sujeto mi costado con una mano intentando controlar la hemorragia.

Maldita sea...

Joder - digo entre jadeos de sufrimiento mirando lo poco que quedaba en la mano de la maza, un arma que me había acompañado durante años.

Y ahora que... ¿Que son las cosas rojas de sus muñecas?

Miro a mis rivales aguantando el dolor lo mejor que puedo.

No pienso morir aquí.

La risa de Baklar se aparece en mi mente recordándome la ira que me provoca, en un estallido de ira doy un grito, los rayos salen del suelo envolviéndome de nuevo como si se tratasen de enredaderas. Los chisporroteos emiten un sonido similar al chirrido de una bandada pájaros, solo superados por el grito de ira y dolor que aún no había cesado, mis ojos se tornan en blanco casi como si emitiesen luz. Mi cuerpo recarga fuerzas, aunque aún tengo que sujetar con el codo el costado para soportar el dolor. Finalmente acabo el grito en un estallido de luz y miro con gran ira y fiereza a mis enemigos.

Acabaré con vosotros...

Los dos vuelven a embestir contra ti, cada uno con su propio método de ataque. El tentáculo está a punto de atravesarte el cuello, pero en el último momento consigues recomponer el escudo, que desvía la fecha con una potente descarga eléctrica. Otra de ellas golpea al grande, lanzándole unos metros hacia atrás aunque sin causarle daño, antes de que tenga tiempo de partirte por la mitad con su inmenso brazo.

Los golpes me hacen retroceder, el tentáculo que casi me impacta en el cuello pude casi verlo a cámara lenta ante de  que la luz se amoldase para detenerlo, por un segundo pensé que se acabó. La situación se ponía cada vez más difícil y el dolor del costado aún hacía mella, tanto que cuando retrocedí intenté acumular energía en mis manos, sin embargo solo conseguí un intenso dolor de cabeza con el que me costó mantener los ojos abiertos. No era el momento para desfallecer, ahora era cuando ellos realizarían sus acometidas, y debía estar preparado, permanezco atento a sus movimiento para poder defenderme.

El repentino latigazo de dolor en tu cabeza hace que por poco seas atravesado por el tentáculo, que de nuevo sale disparado en tu dirección. Tus rayos consiguen apartarlo con una descarga, pero no tienes apenas tiempo de recomponerte, pues apenas una fracción de segundo después el grande abre un boquete en la tierra donde segundos antes te encontrabas tú. Apartándote un poco, te tomas un momento para analizarles: Aunque el brazo del grande parece mucho más mortífero y peligroso, el pequeño resulta más rápido y certero, y ha estado a punto de alcanzarte en varias ocasiones. Dirías que es el más hábil de los dos... Pero claro, por otro lado, quizás podrías sobrevivir a otro golpe de ese tentáculo. Mientras que si el grande te pilla...

Cada vez me costaba más esquivar los tentáculos del más rápido, pero mientras estuviese atento podría aguantar, asique decido acabar primero con el más grande, su lentitud me permitiría acabar con él más rápido.

Después de saltar para esquivar el golpe que casi me parte en dos, echo las manos hacia atrás, como si quisiera agarrar el aire, acumulo energía en las manos y cuando estoy preparado cierro los puños para lanzar a quemaropa una ráfaga de rayos hacia el grande mientras voy dando saltos hacia atrás para ir esquivando los golpes.

Al final, Thuriz parece responder ante tu llamada. Como un vibrante telar forjado con los blancos cabellos de la propia Kenaz, un millar de rayos surgen de tus palmas hasta impactar, casi de lleno, en el enemigo más cercano: El grande y lento. Este se sacude en un par de ocasiones antes de salir despedido en dirección opuesta a ti, volando varios metros hasta caer al suelo con un estruendo de tierra y piedras. Al hacerlo, su brazo estalla en una explosión de sangre y hueso, y la piedra pierde su brillo. Cargado de electricidad, te giras para mirar al otro, desfiándole con la mirada.

Es entonces cuando te das cuenta de que aquel también parece estar teniendo problemas, aunque en esta ocasión no se debe a ti. Su gema parpadea, como si le faltara la energía, y el tentáculo se mueve de forma descontrolada, golpeando en el suelo. Quizás no ha podido controlar el poder que le ha sido otorgado, o quizás algo o alguien está interfiriendo a tu favor, pero el hecho es que en esta ocasión, no recibes ningún ataque. El grande parece estar gravemente herido tras tu descarga, y apenas si puede levantarse del suelo. El ágil parece correr al borde de la cúpula por el que entraron, desandando lo andado, quizás para escapar o quizás para recargar su poder de alguna manera.

Las tornas parecen haber cambiado.

-Eres fuerte, te lo concedo. ¿Pero es que acaso sabes contra quién estás luchando?

Mientras la voz de Baklar inunda tus oídos, te das cuenta de que el grande ha perdido el yelmo. Al mirarle el rostro, te quedas sin aliento.

Es un rostro conocido. Un rostro que hacía muchos años no veías 

El rostro de tu padre.

La voz de Baklar no hacía más que enfurecerme, era como el llanto de un bebe que no se puede callar. Satisfecho por haber derrotado al guerrero de gran tamaño lo vuelvo a mirar, ahí tirado en el suelo, sin el brazo que en varias ocasiones casi me parte por la mitad. Es entonces cuando me doy cuenta que su yelmo se ha desprendido de su cabeza. Doy un paso hacia él por la incredulidad, la cara me es familiar, pero no era posible, se trataba de alguien que ya estaba muerto.

Mi pecho se convierte en un bloque de hielo, por un momento me quedo petrificado y me falta la respiración, aunque por un momento pensé que yo también estaba muerto y que me reuní con él en el cielo. Pero el dolor de mi costado enseguida desechó esa idea, si estaba en algún lugar era el infierno.

No podía creerlo, pero de verdad era mi padre, no podía ser cierto, no podía aceptarlo, no podía creerlo, e inaudito lo contemplo, con la boca abierta por la sorpresa.

Pero qué... es imposible... mi... padre... murió hace 4 años ¿Que está pasando? ¿Cómo es posible? ¿Porqué estoy luchando contra mi padre? Él nunca me atacaría, yo nunca le levantaría la mano. Y... está muerto... Baklar... ¿Qué has hecho...?

¿QUÉ HAS HECHO MALDITO HIJO DE PUTAAAAAA? - grito muy enfurecido. 

Creo que en ningún momento de mi vida estuve tan airado como en este momento y la idea de sobrevivir comenzó a desvanecer del todo, solo quería sangre, la sangre de Baklar. Emito un estallido de luz y relámpagos en todas direcciones a la vez que rujo como si de verdad me tratase de una bestia.

TE MATARÉEEEEE...

Cojo impulso y como hice antes cargo energía en mi mano derecha y como si intentase arrojar una pelota con gran fuerza, lanzo un rayo mucho más grueso que los anteriores en dirección al otro enemigo que estaba huyendo. Malhumorado, echando chispas por los ojos y con los dientes rechinantes me quedo mirando si mi golpe acierta en blanco mientras sujeto mi costado con el codo, con una respiración jadeante y acelerada y una mirada llena de ira y odio.

El rayo casi acierta en el blanco, pero aquel tipo parece más difícil de alcanzar que el otro. Rueda hacia un lado, evitando ser achicharrado por cuestión de centímetros. Al incorporarse, introduce su brazo en la oscuridad... Y la gema vuelve a brillar con la misma intensidad que antes. Te das cuenta de que también ha perdido el yelmo... 

Y quién te devuelve la mirada no es otra que Freya. 

El desprecio en sus ojos es peor herida de la que podría haberte hecho cualquier arma. Cuando alza el brazo para atacarte, sin embargo, la voz de Baklar la interrumpe en el acto.

-Dejadle.

Tus padres se detienen al momento, sin dejar de mirarte. La visión de sus rostros, tras tantos años, se convierte en un tormento para ti. ¿Cómo es posible que le sirvan... a él?

-Resmit... -dice Baklar, y por primera vez su tono suena cansado, casi hasta comprensivo-. ¿Por qué no detienes esto?

Mientras lo dice, los rostros de tus padres empiezan a exhalar un humo negro, que rodea sus facciones como una máscara sobrenatural. Tras unos segundos, el humo se disipa... Y ya no están allí. En su lugar, dos rostros desconocidos te observan con el ceño fruncido.

Un truco. Una ilusión.

-¿Qué dirían ellos, eh? ¿Qué dirían Thor y Freya, si vieran a su hijo luchando sin honor, abusando de sus dones? ¡Se avergonzarían!