Partida Rol por web

Me quedo mirando inaudito a mi el rostro de mi madre ne la distancia. Petrificado por unos segundos abro la boca sin siquiera darme cuenta por la sorpresa.

No puede ser...

Las piernas me flaquean, la mirada de vergüenza de mis padres me hace recordar mis tiempos de infante, a su lado, mientras aprendía a ser un buen hombre como mi padre y un gran guerrero como mi madre, algo que creí haber conseguido.

¿Cómo sobrevivieron...? Los vi morir... en la distancia, pero era imposible que sobrevivieran a eso... ¿Por que no volvieron entonces...?

El peso de mi cuerpo aumenta, como si mis brazos se hicieran de roca y mi pecho de acero, caigo de rodillas. Mientras tanto, los relámpagos a mi alrededor se mantienen, al tocar el suelo estos desprendieron vapor, acompañados del chillido de la nieve que se adentra en mi interior como si fuese yo mismo el que grita.

Lo voz de Baklar se oye en lo profundo de un oscuro túnel en el que me hundo cada vez más ¿Acaso era posible que todo esto fuese real?

Miro a mi padre, el cual me devuelve la mirada, con su temple y rostro  de decepción. Es entonces cuando algo extraño le sucede. Un humo negro cubre sus cara, lo que me hace dudar y volver ligeramente en mi.

¿¡Pero que...!?

Miro a mi madre y sucede lo mismo. Al disiparse el humo veo dos caras que no conozco.

¿¡Un truco!?¿Magia?¿Algún dios gracioso que quiere reírse a mi costa...? PUES NO LO VAS A CONSEGUIR

- ¿Qué les has hecho monstruo? -  digo recuperando la ira del combate anterior. -  Dices que abuso del don de Thuriz; mientras tú usas el tuyo para atormentarme...

-... Puede. Está bien, te propongo un trato.

De repente, la oscuridad se remueve. Frente a ti, en el límite el domo, se percibe una figura ominosa. Un gruñido gutural, inhumano.

-Invoca esa estúpida maza tuya y olvídate del resto de tus trucos.

Como si fuera una tela que se aparta para revelar lo que hay más allá, la oscuridad se deshace, lentamente. El sonido de un paso, metálico, que se acerca a ti.

-Te ofrezco un combate justo, con el mejor de mis hombres. Como debe ser.

La figura avanza hacia ti, sujetando en sus manos un imponente hacha.

-Vence y quizás te deje vivir... Por ahora.

La ira hace que apenas pueda controlarme, ver desvanecerse la oscuridad solo me hace imaginar una salida de la cúpula para ir a buscar a Baklar. Sin embargo, el sonido metálico resuena en mis oídos, el suelo tiembla  la figura del guerrero aparece como un nuevo obstáculo, como una piedra en la suela de mi zapato mientras recorro el camino de la venganza.

¿Otro...? Ya veo que no te atreves tu mismo... cobarde... - mientras miro aún envuelto en rayos al nuevo enemigo.

Suelto un bufido como si de un toro me tratase, es cierto que acabaré con todos los soldados de Baklar, aunque lo que más ansío es la cabeza de su jefe. Miro a mi alrededor, solo veo oscuridad. Es más que seguro que tendré que acatar sus normas, pero entonces la imagen de la bestia viene a mi mente.

Es cierto...

- Sí tan poco aprecias a tu mejor guerrero, está bien. Pero antes de seguir tus normas quiero saber una cosa. - durante unos segundos se hace el silencio, esperando mi pregunta, dejando como únicos sonido las pisadas metálicas del guerrero y una brisa de aire que forma un pequeño remolino de nieve al pasar entre él y yo. - ¿Trajiste tú al Jijin? la bestia que acecha a la gente del pueblo. Y el círculo ¿ También es culpa tuya...?

-No. No he traído a esa cosa. Lo único que me importa de esta región perdida y olvidada eres tú, Resmit. Y llevo mucho tiempo esperando este momento...

El guerrero que hay frente a ti suelta un gruñido, y acto seguido te señala con su mano libre.

-Acabemos con esto.

De repente, del brazo de ese tipo surge una masa de oscuridad, cuya parte frontal se asemeja a la cabeza de un oso, que sale volando hacia ti.

Bueno, al menos ya podemos descartarle a él como culpable, si es que dice la verdad... Por lo menos Saga no se cabreará cuando vuelva si le digo esto.

Encaro al guerrero, aún con la envoltura de rayos cubriendo mi cuerpo. Estaba apunto de crear la maza cuando del brazo del guerrero surge el oso de oscuridad. Sorprendido, doy un paso hacia atrás.

¡¡¡¿¿Y esto es un combate justo...??!!! 

Cierro con fuerza el puño derecho cargando energía y lanzo un fuerte puñetazo al aire arrojando un rayo, pero para mi sorpresa comienza a transformarse a medida que avanza, convirtiéndose poco a poco en un lobo que acaba embistiendo al oso.

El choque de las dos fuerzas lanza una onda expansiva que te hace tambalearte y por poco perder el equilibrio. Del lobo no queda ni rastro: Ha desaparecido, consumido por la ira de tus rayos. Sin embargo, no puedes decir lo mismo de su creador, que aprovecha tu desconcierto para reducir la distancia entre ambos en apenas un par de pasos y trazar un arco con su hacha, dispuesto a partirte en dos. El don de Thuriz no actúa lo suficientemente rápido, y solo tus reflejos felinos, afinados a lo largo de años y años de combates y heridas, los que reducen lo que podría haber sido una herida mortal a un corte bastante feo, pero al que sobrevivirás.

El guerrero se aparta, lanzando un rugido frenético al oler tu sangre. Se golpea el pecho con la mano libre y luego la alza hacia el cielo, entrando poco a poco en una especie de éxtasis violento. Su brazo se ilumina con un extraño brillo azulado, y acto seguido una nueva figura surge de él, alzándose en vertical hasta adquirir forma definida. De nuevo, otro animal, esta vez un halcón, formado por oscuridad pura.

Ligeramente aturdido por la explosión retrocedo, el destello me cegó un instante, lo suficiente para no ver al guerrero con el hacha hasta que fue demasiado tarde. Para nada pensé que le hubiese dado tiempo a llegar hasta mi tan rápido, superaba mis expectativas, sin duda era el mejor guerrero de Baklar. Los relámpagos de Thuriz me abandonaron en el peor momento y esquive el hacha por la mínima. No obstante, aún así fui golpeado por el hacha en el hombro, haciendo que me apartara de mi rival enseguida, no sin antes soltar un grito de dolor mientras lo veía celebrar su inminente victoria.

Acaso los poderes de Thuriz solo duran un tiempo...

Alzo la vista y veo el brillo azul de su brazo, parece que está herido, aunque no recuerdo haberle golpeado; y una nueva bestia aparece, esta vez parece un halcón. Sin embargo necesitaba reponerme del golpe y opto por defenderme para preparar el golpe definitivo que acabe con mi enemigo. Por lo que en un último estallido de ira, mientras tapo mis heridas, invoco de nuevo la armadura de reluciente brillo para que me proteja mientras me preparo y no flaquear ante el dolor.

El hombre carga contra ti, escudado por la criatura. Concentrándote, consigues apartar al halcón con un relámpago de tu escudo, lo suficiente como para encontrar un hueco en su defensa. Y, sin embargo, decides aprovechar este momento para atacar al guerrero, justo antes de que este descargue el hacha sobre ti. Porque sientes que aquella criatura le protege, y que si dejas que vuelva a acercarse a él le volverá invulnerable a tus rayos. Ante la descarga eléctrica, el hombre sale despedido unos metros más allá.

Sonrío al ver dolorido a mi enemigo, esa descarga había salido mejor de lo que hubiese podido imaginar. Ahora era el momento de rematarle. El ave estaba estorbando y por alguna extra razón sabía que interceptaría el próximo relámpago. Miro el brazo ensangrentado del guerrero, emana sangre y un extraño brillo azulado. Cuando invocó el oso no recordaba que estuviese herido.

Quizá... ¿Esas criaturas están vinculadas a él? Parece una locura, pero a recibido el daño después de acabar con el oso. ¿¡Recibió él el daño?!

Solo había una forma de corroborarlo. Cargo energía como hice  antes en mis manos y arrojo ambos puños contra el halcón. Dos hilo de electricidad surgen de mis puños  formando una cabeza de lobo que rugen con fiereza en cada uno de ellos. A medida que avanzan, los relámpagos de retuercen en una espiral, uniéndose poco a poco en uno solo con las dos cabezas de lobo en la punta.

La descarga engulle al halcón, que desaparece en una explosión azulada con un chillido de agonía. Esta vez ves claramente como el guerrero gruñe de dolor, y deja caer su brazo muerto a un lado. Sin embargo, en vez de retrasarle, aquel dolor parece darle nuevas fuerzas, y carga de nuevo contra ti. Por poco te alcanza, pero tus rápidos reflejos y los rayos que te rodean te ayudan a evitar el golpe.

Os separáis unos metros, de nuevo los dos solos en medio de la cúpula. Esta vez, el guerrero no alza la mano de nuevo. En su lugar, te señala con el hacha. La voz de Baklar vuelve a sonar a tu alrededor.

-Impresionante. Ya no puede invocar más espíritus, y su brazo está inutilizado. Está claro que te he subestimado.

Parece que tenía razón... le hacia daño a él... es increíble ¡¿De donde salen estos guerreros?! Yo pensaba que Thuriz me bendijo con su don y nunca vi a nadie similar... Pero esto... brazos que parecen espadas o tentáculos e incluso uno que es capaz de invocar animales. También está esta cúpula oscura, el humo negro que me secuestró antes y las llamas azabaches que invocó Baklar ¿Que tan poderoso puede ser? ¿Que más puede hacer? Ya me ha engañado una vez poniendo los falsos rostros de mis padres en otros... ¿De que más será capaz? ¿Que dios puede dar tanto poder a un asesino como él...?

No pierdo de vista al guerrero mientras grita  de dolor, su desafío al señalarme solo me hace desear más su muerte, aunque estoy muy herido, no podré aguantar mucho más si esto se alarga, asique debería acabar esto rápido. Junto las mano, como si sujetase una esfera. Comienzo a acumular energía en las palmas y espero a que se acerque mi rival para impactar a quema ropa. Me pongo en posición de combate, sujetando la energía detrás de mi y cuando esté cerca disparo un enorme rayo.

¡¡¡¡POR LA IRA DE THURIIIIIIZZ!!!!

Todo se ilumina. La descarga de energía arrasa todo cuanto toca, abriendo un surco en la nieve hasta dar contra un árbol, el cuál estalla inmediatamente en mil pedazos. Cuando tus ojos se acostumbran de nuevo a la oscuridad, ves que el guerrero ha conseguido apartarse lo suficiente como para que la descarga no le golpee de lleno. Tiene el costado ennegrecido, debido a la fuerza de los rayos, pero sigue en pie.

De nuevo, te señala con el hacha. Esta vez es él el que habla.

-¡COBARDE! -ruge-. ¡LUCHA COMO LOS NORTEÑOS!

Acto seguido se golpea con el mango del hacha en el pecho, demostrando así que no sufre dolor a pesar de sus heridas. Luego te mira, desafiante.

Miro alucinado el gran surco que hice en la nieve, aún sale vapor, el ver estallar el árbol no lo esperaba.

¿¡¡¡Este... es el poder que Thuriz me confió!!!? De esto es capaz un dios...

Sorprendido de mi mismo me recupero de la impresión, el sudor hace rato que comenzó a gotear por mi frente, pero hasta ahora no me había dado ni cuenta, sería por la ira o por la concentración en el combate, pero esto se había alargado mucho era hora de acabar, como bien dice el hombre que está delante mía, como un norteño.

-¿Cual es tu nombre...? Ha sido un honor luchar contigo.

Espero su respuesta antes de soltar un grito de furia. Yo quizá si sienta el dolor, pero mi destino me llevó aquí, a este momento, a este lugar, a este combate, sin duda, después de esta lucha se marcará un antes y un después en mi vida. Avanzo corriendo rodeado por rayos, cubierto por la armadura dorada y en medio de la acometida invoco el arma que Thuriz me proporcionó. En un destello, los relámpagos recubren mi mano formando la maza de luz que en otras veces saqué y me propongo a darle el golpe de gracia.

-¡LOS HOMBRES MUERTOS NO NECESITAN NOMBRE!

La respuesta que me dio no fue nada esclarecedora,  y para nada pensé que un bravo guerrero nunca diera su nombre para ser recordado como tal. Mientras me acercaba corriendo a toda velocidad hacia él sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez.

A la que corro, un residuo de los rayos de mi armadura se van quedando por detrás mía, dejando un haz de luces amarillas, chispeando y gritando como pájaros en una bandada huyendo de un depredador, pero en este momento yo no era la presa. Hecho mi mano derecha hacia atrás, acumulando energía en la palma, formando poco a poco una vara. En un destello acompañado de una ligera explosión que apenas levanto la nieve se terminó de forma la maza de Thuriz. En el transcurso de la carrera, corriendo a la par del surco formado antes, a mi paso la nieve se evapora, formando a mi paso una pequeña nueve que comienza a condensarse en la parte superior de la cúpula.

El guerrero me espera, parece que está aún más mal herido que yo. Yo pretendo usar la carrera para aumentar mi fuerza, él su tamaño para golpear antes, todo se decidirá en un golpe. Alza el hacha con la mano que aún le queda, mientras la otra le cuelga, inútil y con un aspecto casi putrefacto. Apenas estamos a un metro de distancia cuando su hacha desciende rápidamente, si me golpea estoy muerto. Los rayos de la armadura me ayudan a saltar para intentar esquivar el golpe, mientras que yo intento golpear su cabeza. Cuando los rayos  tocan el suelo un estallido de vapor nos envuelve dejando a todos sin visibilidad, incluido a mi. 

Creo que le he dado... he sentido que golpeaba algo...

Sin embargo, el movimiento tan brusco que realice reaviva el dolor del costado y del hombro, era posible que me hubiese fracturado una costilla con ese golpe. Apoyo la rodilla en el suelo soltando la maza en la nieve. No termino de atreverme a mirar atrás, pero tras unos segundo de silencio el vapor se disipa y cobro fuerza como para mirar atrás de reojo y veo al guerrero depie, con el hacha clavada en el suelo delante suya.

Aún... ¿¡¡Sigue vivo!!?

Mientras lo observo con más detenimiento, consigo ver su casco abollado por el lado derecho, goteando sangre y parece que no se mueve y no emite sonidos. Las fuerza le flaquean poco a poco, la mano comienza a deslizarse por el mango del hacha a la que cae, sonando con un gran estruendo al golpear el suelo y levantado la nieve que no ha teñido con su sangre. Entonces la maza convertida en rayo, asciende hasta la nube  que se formó en la cúpula  provocando una descarga, que hace que precipite el agua acumulada tras el crujido de un trueno.

Con dificultad me levanto, sujetando principalmente la herida del costado y le miro una vez depie con admiración, era mi enemigo, pero fue un combate honorable. Las pocas gotas que caen limpian algo el terreno y la sangre que cubrían mis heridas. Entre jadeos, mi ira no desciende, sé que el siguiente el Baklar, pero en el estado en el que estoy no sé cuanto más aguantaré, y aún debemos rescatar al chico.

Es entonces cuando las últimas palabras del norteño iluminaron mi mente, acompañado de la escena de hace un año, cuando por desgracia, conocí a Baklar.

- ¡¡¡BASTARDOOO!!! ASIQUE ESTO ES LO QUE LES HICISTE A MIS AMIGOS AQUEL DÍA... ¿POR ESO NO ENCONTRAMOS SUS CUERPOS? - grito al vacio.

Mientras tanto, el guerrero se convierte en humo negro, dejando solo el hacha y el yelmo en su lugar.

- CONTROLAS A LOS MUERTOS Y LAS SOMBRAS ¿QUÉ COÑO ERES TÚ...?

De repente me acordé, durante el tiempo que estuve buscando a Baklar, alguien me mencionó a un hombre que levantaba a los muerto.

Al final la historia era cierta..., pensé que era algo que no podría ser posible, que pretendían asustar a los que escuchasen la historia...

Baklar se ríe.

-¿Yo? Te lo mostraré.

Entonces, como salidos de la nada, cientos de tentáculos negros empiezan a rodearte. La cúpula se deshilacha en una multitud de cuerdas negras que salen disparadas contra ti, intentando agarrarte. Se pegan a tu piel con fuerza, absorbiendo tu energía, y cada vez que arrancas una de un tirón otras dos más aparecen en otros puntos de tu cuerpo.

Entonces ves una salida. La cúpula se ha reducido a decenas de jirones, y en cierto punto parecen haber desaparecido por completo. Más allá, el bosque... Y la libertad.

Forcejeo todo lo que puedo con los tentáculos. Uno me agarra del brazo, haciendo que sienta como la armadura de rayos que recubre el antebrazo vaya desapareciendo, pero de un fuerte tirón lo arranco. Los restos se deshacen, pero donde estaban surgen dos nuevos. Voy girando, golpeando los tentáculos oscuros con los brazos para intentar que no me apresen.

Por fin, entre hilos de oscuridad, veo una luz, es el exterior que me llama proclamando libertad através de una apertura en la cúpula. Doy una voltereta para esquivar un hilo que pretendía agarrarme las piernas y al incorporarme, con un último vistazo hacia atrás de reojo, salgo corriendo en dirección a los árboles. Mi armadura está siendo absorbida y apenas unos rayos me protegen de que la oscuridad me abrace mientras corro.

La próxima vez Baklar, te mataré... sin más intromisiones.

Escapas de la oscuridad, pero esta te persigue. Nuevas cuerdas y tentáculos aparecen en tu camino, intentando atraparte, pero tú avanzas y avanzas, liberándote de ellos como bien puedes. Baklar te persigue de forma incansable, y en algunos momentos piensas que quizás todo será en vano. El bosque se cierra ante ti, impidiendo el paso, y la poca visibilidad debido a la cercanía de la noche hace que todo el ambiente a tu alrededor parezca hostil y peligroso. Pero al final logras dejar atrás a la masa negra, y te refugias en un pequeño claro que encuentras en el camino. Allí, escondida entre la maleza, una curiosa aglomeración de piedras domina un minúsculo claro.

De repente, oyes pasos. Y frente a ti, aparece, al fin.

-Me has dado mucho trabajo, Resmit. Más del que creía. Pero ya no más: aquí acaba esto. Después de tanto tiempo... Tendré lo que he ansiado al fin.

Acto seguido te apunta con su mano, y una llamarada negra se abalanza sobre ti. No puedes moverte, no puedes reaccionar. Impotente, contemplas como el fuego atraviesa tu cabeza... Y entonces llega el dolor.

Por fin llegué al bosque, corrí todo lo que pude mas no quería que la oscuridad volviera a alcanzarme. En mitad de la carrera, cuando ya había dejado atrás algunos árboles, comencé a preguntarme hacia donde correr. Estaba perdido, nada me sonaba, estaba desorientada, Yngrid y Drunfo podrían estar a kilómetros y aunque me oyeran, la bestia puede que también y ya no estoy rodeado de enemigos que la distraigan. Las heridas empezaban a mellar mi resistencia, especialmente la el costado, que no paraba de sangrar  a pesar de que no paraba de taponar el corte con el brazo.

Avanzando un poco más en la espesura llegué a un claro, donde pude apoyar la espalda en una roca para descansar. Entre jadeos de desesperación por no saber a donde ir, arrastro la espalda en la piedra hasta llegar a sentarme. Ligeramente mareado por la perdida de sangre me fijo en lo que me rodea, por si llegase a reconocer algo. No reconozco nada especialmente, pero si me llama la atención la disposición de las rocas en el claro, ocultas entre la maleza.

No había terminado de tomar aliento cuando oigo pasos. Con la respiración todavía alterada y el corazón a mil, apoyo una mano para levantarme.

¿De donde vienen?

La perdida de sangre me está desorientando y no consigo adivinar la proveniencia de los pasos hasta que es demasiado tarde. De entre la oscuridad del follaje veo aparecer el yelmo de Baklar delante de mi, reluciente y destacando con la poca luz que hay surge poco a poco de la negrura, acompañado seguidamente por su figura que a cada paso que da se define más y se vuelve más clara.

Ojala pudiera darte más cabronazo...

¿Lo que estaba buscando...? Pensé que era yo el que le perseguía a él... Dice que no, pero ¿Habrá preparado él todo este escenario...? ¿Para que...?

No me dio tiempo a pensar mucho más, de sus manos surgieron llamas negras que se dirigían directas a mi y estaba demasiado débil como llegar a esquivarlas a tiempo.

Tu mente arde ante la embestida de esas llamas impías, que inundan cada recodo de tu cuerpo y te abrasan sin piedad. La agonía es indescriptible: Aunque es posible que allí afuera solo hayan pasado minutos, o quizás incluso segundos, en tu interior aquellos instantes de dolor se estiran y alargan hasta parecer vidas enteras de sufrimiento. Baklar descarga sobre ti todo su poder, y notas como tus fuerzas te abandonan.

-Es inútil resistirte. Acepta tu destino.