Partida Rol por web

El grito de Saga no deja eco alguno, excepto en las cabezas de los presentes, que tardan unos instantes en asimilar lo que ha dicho. Algunos se incorporan, alarmados. Otros dejan la bebida a un lado y miran a la puerta, donde está la hedense, sin terminar de comprender. Otros, que no parecen haberse enterado, continúan charlando animados, pero sus conversaciones mueren rápido cuando advierten el creciente silencio de la sala, acompañado por una extraña energía que parece flotar en el ambiente, como la anticipación que precede a un huracán.

Tras unos segundos, el comedor entero está en silencio, y todos los ojos están clavados en Saga.

Bedelia se levanta de inmediato, como activada por un resorte, y se dirige hasta Saga cruzando la sala a grandes zancadas.

-¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa al jarl?

Si bien su voz no denota miedo si que deja entrever algo de nerviosismo que la sureña se esfuerza por controlar. Mientras espera la respuesta de Saga comienza a buscar a Einar por la sala.

Saga no esperó respuesta ni dio ningún tipo de explicación. Con el mismo nervio con el que había irrumpido en la sala poniendo el grito en el cielo, se dio la vuelta y echó a correr dejando las puertas abiertas.

Bedelia comenzó a correr detrás de la norne.

-Saga, necesito que me digas si voy a necesitar mi arma. No la llevo encima.

-¡No lo sé! - fue todo lo que alcanzó a escuchar.

Saga corrió todo lo que uno podía correr en medio de la oscuridad, dando zancadas por la nieve virgen. Buscaba el resplandor, un ruido, una señal... Lo que fuera que le diese una pista de a dónde había ido Einar, ignorando con tozudez los pinchazos del costado.

-¡Einar!

Varios de los norteños allí presentes se han incorporado súbitamente, y los murmullos preocupados que empiezan a inundar el salón pronto se transforman en preguntas y comentarios angustiados que no obtienen respuesta. Inmediatamente después de Saga sale Bedelia, la más rápida en reaccionar, aunque un segundo más tarde varias personas, entre ellos Resmit, se dirigen al exterior en la misma dirección.

Al salir fuera, una imagen sobrecogedora os recibe. Allí, en uno de los extremos del pueblo, a cierta distancia de la casa de Einar, una inmensa pira de luz alza sus brazos al cielo. El resplandor os ciega, y solo tras unos segundos vuestros ojos se acostumbran y podéis distinguir los detalles de aquel terrorífico espectáculo. Llamas que se separan y vuelven a juntarse formando dibujos caóticos, maderas que crujen y lanzan gemidos mientras son devoradas por el fuego abrasador. Uno de los norteños termina de confirmar, con voz angustiosa, vuestros peores temores.

-¡El granero está ardiendo!

Hadar se levanta y, por unos instantes, parece plantearse la posibilidad de seguir al grupo fuera mientras contempla las puertas abiertas. Al final, sin embargo, niega con la cabeza y sale corriendo en dirección contraria, hacia las estancias traseras de la casa de Einar.

Bedelia se lleva las manos a la boca, escandalizada.

-¡Había un hombre en el granero! Se encargaba de vigilar las cosas, ¡tenemos que ayudarle!

Indecisa, balanceó el cuerpo hacia delante y hacia atrás. También estaba fijándose en la casa del jarl, aunque Saga no había especificado dónde se encontraba.

-¿Dónde está Einar? Debemos actuar deprisa.

¡Fuego! Era fuego en el granero, donde probablemente se guardaba la mayor parte de las provisiones para enfrentar el Invierno. El mismo Invierno hosco y despiadado que parecía reírse a carcajadas de aquel diminuto pueblo.

¿Habrían sido los renegados? ¿Quién sino?

-Allí. ¡Fue hacia el granero!

Entonces, si entendí bien... - iba a responder a Ahmel cuando el sonido de las puertas interrumpe su frase.

En ese momento entra Saga muy agitada.

¿El jarl...?¿cuando dejó la sala?¿Como no me di cuenta?

Miro sorprendido a Ahmel, incrédulo de lo que  sucedía, arrastro la silla produciendo un ruido desagradable para levantarme. La sonrisa que ocupaba mi rostro durante toda la noche ya había desaparecido, avanzaba serio por la sala en dirección a Saga y a Bedelia que ya se encontraban en la puerta. Sin mediar palabra mientras camino, echo un último vistazo a Thaldein para ver que hace antes de abandonar la sala y seguir a Saga, la cual ya nos sacaba ventaja. 

¿Que habrá sucedido...? No habrá sido... ¿Skol?

La situación dio un último giro cuando llegamos al granero y nos lo encontramos en llamas en medio de la fría noche, mis mejillas coloridas por el alcohol se ven iluminadas por la ardientes llamas que atraen toda la atención de la gente.

Entre la confusión de la gente consigo situarme a cerca de Saga y mientras observo el fuego con cenizas aún encendidas en el aire, intentado examinar la situación, alzo la voz para se oiga por encima del crujir de la madera incandescente.

¿DONDE ESTA EL JARL?

Tras la respuesta de Saga me dirijo al granero y echo un vistazo hacia atrás por si alguien más me sigue. Mientras avanzo cojo nieve para tirármela por encima antes de acercarme demasiado a las llamas.

Sabía que esto podría pasar y no me hicieron caso...

Después de salir de la fiesta una turba de gente se dirigía hacia el granero buscando ayudar al jarl. Eran muchas las preguntas que surgían en la mente de la mujer, pero en aquel momento no había tiempo como para plantearlas. El fuego se alzaba hacia el cielo en un ritual tan bello como macabro y todo apuntaba a que aquello no era una coincidencia.

Delante de ellos se posicionó Resmit, preparado para pasar a la acción y rescatar tanto al jarl como al otro hombre. Sólo esperaba que ambos siguieran con vida.

Corriendo, se dirigió hasta el cocinero e imitó su ritual, echándose nieve por encima. Tembló ante el contacto de la nieve. Al fin y al cabo iba menos abrigada que de costumbre.

-Buena idea. Voy contigo, deprisa.

Antes de entrar directamente en el granero Bedelia sopesó sus opciones lo más rápido que pudo.

Cuando llegáis a los alrededores del granero, el calor os golpea en la cara como un manotazo. El incendio ya está extendido por todo el edificio, por lo que es evidente que ha debido empezar mucho antes de que Saga y Einar lo divisaran. Las llamas, furiosas, parecen desafiaros a detener aquel infierno, que parece haberse compinchado con la meteorología al haber descendido la ventisca a una simple brisa acompañada por algunos copos de nieve. Brisa que, más que detener el fuego, parece avivarlo. Si no fuera por la nieve que cubre los árboles cercanos, es muy probable que el incendio ya se hubiera propagado, aunque por ahora parece que la humedad y el frío han conseguido mantenerlo centrado en el granero. El contraste entre el frío invernal, que a estas horas de la noche resulta casi insoportable, y el despiadado calor de las llamas, que augura una horrible muerte a todo aquel que ose acercarse a ellas, recuerdan a dos ejércitos furiosos, heraldos de la nieve y la ceniza, que estuvieran cargando el uno contra el otro en una batalla apocalíptica. Y vosotros estáis en medio.

Poco antes de que Saga, en cabeza de la comitiva, llegue al lugar, divisáis una silueta que surge de las puertas de la casa, acompañada por una inmensa lengua de fuego que por poco la engulle por completo. Einar, el jarl, se ha internado en aquella tormenta roja para sacar un cuerpo, que arrastra junto a él, a la relativa seguridad del exterior. Esfuerzo inútil por arriesgar la vida, pues cuando estáis los suficientemente cerca como para ver su rostro, distinguís que parte de su cuello está destrozado, y la sangre cubre su cuerpo. Ese hombre ya es un cadáver. Y aunque hay signos de quemaduras, está claro que no ha sido el fuego lo que le ha ejecutado.

Einar, con perlas de sudor alrededor de toda la cara y las manos manchadas de hollín, se gira hacia vosotros al oíros llegar. El jarl se permite un momento de silencio. Un momento de duda, o quizás de reposo. O puede que, como humano que es, un momento de desesperación. Luego, su expresión se torna en en una de seriedad y firmeza. El viejo angustiado desaparece, y deja pasar al líder decidido.

-¡Rápido, traed cubos! ¡Formad una cadena!

Salgo corriendo a toda prisa ¿Que coño estará pasando ahí fuera? al girar por los pasillos me agarro a las esquinas para coger impulso y frenar la velocidad centrifuga de mi carrera aun que termino golpeándome varias veces con el costado en las paredes tirando al suelo varias baratijas y adornos. No importa, como siempre, mi cuerpo va muchos pasos atrás que mi mente y la maquina solo acaba de accionarse. Un ataque, un accidente , un derrumbamiento, algún animal peligroso, atención médica urgente,... Las posibilidades son demasiadas y cada una necesita distintas soluciones, en la mayoría de ellas será necesario mi equipaje. 

Un extraño alumbrado llena el pasillo que lleva al cuarto donde tengo mis posesiones Un incendio, provocado al 95 por ciento de posibilidades . Pienso en el compuesto que he compuesto, puede enfriar cualquier superficie a -20 grados y el efecto sería mayor en este ambiente pero su área de aplicación no es suficientemente grande como para apagar una parte significativa del fuego, quizás con algún tipo de catalizador creando una reacción más grande, quizás lanzando una suficiente cantidad de agua en el momento exacto podría enfriarla creando una masa de hielo más efectiva contra el fuego.

Necesito mi puta mochila la puerta se encuentra enfrente mía, agarró rápidamente el picaporte dando un portazo entrando en la habitación a trompicones y...

La norne se quedó paralizada ante la imagen, casi como embelesada por las llamas que se alzaban hasta la oscuridad de la noche. Einar estaba bien, por suerte, pero aquel pobre hombre...

-Mi señor, yo me hago cargo- se apresuró a decir mientras se desataba la capa y la echaba sobre el cadáver. Lo último que hacía falta es que el resto de los pueblerinos viesen el desastre y se alarmasen por la presencia de... los Dioses sabían qué-. Atended a los vuestros.

Bedelia se sintió aliviada al ver salir a Einar con vida, aunque no pudo evitar compadecerse del hombre que si había muerto. Ahora lo primordial era apagar el incendio antes de que se extendiera a otras casas. O al bosque...

-Cubos. ¡Cubos!

La sureña corrió hasta donde hace poco habían dado la fiesta y rebuscó por todos los sitios hasta encontrar la mayor cantidad de recipientes posibles. Después, los fue trasladando hasta el granero como pudo.

Camino hacia el granero cuando la figura de Einar asoma entre las llamas sujetando al hombre moribundo y esto provoca que me detenga soltando un profundo suspiro de alivio que toma forma corpórea por el frío.

Menos mal, me alegra no tener que entrar a ese infierno... - mientras siento el calor ya cercano en mis mejillas.

Cuando ya están más cerca, veo las heridas del cuello del hombre.

Está muerto... pero esas heridas... podrían ser....

Durante unos instantes me quedo paralizado, viendo a Einar depositar el cadaver en el suelo, y hasta que el hombre no gritó no desperté de mi sueño y pensamientos. Se encontraba a escasos metros de mi, di un último vistazo al cadaver y me giré al resto del pueblerinos y mientras avanzaba:

- VAMOS, VAMOS, - para los que aun no se movían y observaban las llamas hipnotizados.-  QUE ALGUIEN VALLA AL SALÓN A AVISAR AL RESTO - y seguí a los habitantes del pueblo para ayudar en lo posible en la búsqueda de cubos y llenarlos. 

Por desgracia, tus conocimientos de medicina poco pueden deducir de las heridas que acabaron con ese hombre. Probablemente el golpe del cuello fue mortal por necesidad, y supuso su muerte segundos después. Sobre el hombro izquierdo también hay sangre, procedente de varias punzadas. Luego están todas las quemaduras, cuya explicación procede seguramente de las llamas que le rodeaban.

Como habías pensado, esas heridas distan mucho de parecer producidas por un arma, a menos que el atacante se hubiera ensañado. Más bien dirías que el asesino es algún tipo de animal o bestia... Aunque bien podría tratarse de algo conocido, algo mucho más peligroso y antiguo...

En estos funestos pensamientos te encuentras cuando divisas, a cierta distancia, una silueta del tamaño de un oso, acercándose al pueblo. Notas como tu corazón palpita, pero al entornar los ojos, distingues que en realidad se trata de un hombre montado, que lleva un fardo con él.

De hecho, es Thorir. Sobre la grupa de su montura, lleva un cuerpo inmenso, que no llegas a identificar pero cuya identidad puedes intentar adivinar: Drunfo, probablemente. Nadie más que tú parece haberlos visto aún, pero se dirigen hacia vosotros al trote. Es cuestión de tiempo que alguien más repare en ellos. 

Sultünge al completo reacciona como una maquinaria engrasada, y cada hombre, mujer y niño de la pequeña aldea parece saber cuál es su función. Quizás, cuando todos conocen a todos, cuando la unidad frente al invierno es lo único que separa la vida de la muerte en un lugar tan apartado, las personas aprenden a trabajar al unisono, y no es necesario forzar la colaboración, que se da de forma natural y casi intuitiva. Sea como sea, en menos de dos minutos ya se ha formado una cadena, y todos colaboran para llevar cubos, agua y nieve con la que intentar derrotar a ese formidable enemigo, el fuego. Desde el más pequeño al más anciano, todos comparten el sudor, todos actúan con determinación, todos trabajan con una fuerza nacida del valor, la dureza y la desesperación.

Resmit y Bedelia hacen lo que pueden, apoyando a los aldeanos con su propio esfuerzo. Add no tarda en unirse a ellos, al igual que los pocos que quedaban en el gran salón del jarl y que mantienen la suficiente sobriedad como para mantenerse en pie. Saga, mientras, revisa el cuerpo del muerto con paciencia y lentitud, asegurándose de mantenerlo alejado de la vista de los aldeanos más impresionables. Aunque un par de manos más nunca sobran, ya hay suficiente gente cooperando en las labores de apagado, por lo que nadie le llama la atención al respecto. De hecho, no es la única que se permite el lujo de atender otras tareas urgentes distintas al incendio.

Einar, apartado del grupo, habla con un hombre ensangrentado, que lleva consigo un hacha de guerra. Aunque los cuatro estáis ocupados, todos habéis advertido su llegada. Procedente del bosque, venía corriendo y parece gravemente herido. La casualidad quiere que os encontréis lo suficientemente cerca para escuchar su conversación, que no se molestan en ocultar, cuando el jarl le recibe.