Partida Rol por web

Bedelia apoyó la mochila en la nieve y sacó una manta, pasándosela a Saga. No tenía más, así que Ingur tendría que valerse con su calor corporal. Después, se acercó a un árbol y se dispuso a trepar por tercera vez en dos días. El tobillo se estremeció como un niño que se sabe a punto de ser castigado, pero lo ignoró.

"Estaría gracioso volver caerme" pensó, esbozando una sonrisa ácida, "sería la guinda".

Saga aceptó la manta sin rechistar, cerrando los dedos sobre la tela y atesorando en su memoria aquel instante de agradable confort.

-Gracias. Ten cuidado ahí arriba -añadió. Con un cojo ya tenían bastante. La observó ascender con soltura durante unos segundos, y cuando pareció seguro que las ramas iban a aguantar su peso a pesar de los crujidos, tocó varias veces con los dedos la mano de Ingur para llamar su atención- Siéntate. No merece la pena esperar en pie.

Le ayudó a regresar a la nieve que, aunque era menos densa en las raíces del árbol, seguía estando ahí. Se entretuvo brevemente en apartarla con el pie, al menos las partes más grosas. Moverse ayudaba, pero lo único que le pedía su cuerpo era acurrucarse en un hueco intentando preservar todo el calor corporal posible, y no era algo que pareciese ir a ocurrir pronto.

Se arrebujó bajo la manta, temblando y sin hacer esfuerzos por ocultarlo, y se acuclilló junto a Ingur apoyándose contra el tronco del árbol a una distancia que en otras circunstancias le habría resultado ciertamente incómoda. Pero hacía frío, estaban perdidos hasta nuevo aviso y alzar la voz no era una buena idea. Y si había alguien observando debía estar descojonándose de ellos.

Contra todo pronóstico, Ingur no hace ningún comentario respecto a la idea de Bedelia o la proximidad de Saga. El cansancio, el frío y la pérdida de sangre parecen haber hecho mella en él, y se limita a obedecer sin rechistar, con la mirada perdida en algún punto lejano. Solo cuando ya está sentado con Saga murmura algo, que a pesar del viento las dos podéis oír.

-Aún la siento...

La ventisca golpea con más fuerza allá arriba, y dificulta la visión. Apenas ves más allá de diez pasos, y no se distingue ninguna luz en el horizonte. Solo os rodea un bosque aparentemente interminable, y una oscuridad cada vez más oprimente...

Justo entonces lo oyes, de nuevo. Voces que ya has oído antes, en un lenguaje que nadie más conoce.

"Levanta. No podéis rendiros"

Tomó una bocanada de aire, a punto de decir algo que todavía no había decidido si iba a ser sincero o sólo una broma para quitarle hierro a aquella situación, pero algo pareció interrumpir sus pensamientos.

La hedense miró hacia la lejanía de la misma forma que quien intenta ver, y sin mediar palabra se incorporó.

-Bedelia -anunció en voz alta-. No te asustes. Intenta encontrar algo ahí arriba.

Y entonces comenzó a susurrar en una lengua extraña.

-Estamos perdidos... ¿Andrel? -preguntó con un temblor en la voz, temiendo una negativa por respuesta.

No hay respuesta alguna, como temías. Sin embargo, a cierta distancia, distingues una extraña luz, entre los árboles.

-¿Bedelia? ¿Ves algo ahí arriba?

Bedelia afinó la vista todo lo que pudo, pero no veía nada. Nada evidente al menos.

-No. ¿Debería ver algo?

Saga cerró los ojos y resopló, hastiada. Podían seguir vagando por la nada rezando por un pedazo de suerte o...

-Vale. Baja, por favor. No invoco demonios -dijo, mirando a Ingur a la vez extendía las manos para ayudarle a levantarse otra vez. Se aclaró la voz y decidió soltarlo sin premisas-. Veo. Siempre he visto cosas que los demás no ven. Vi lo que atacó a la criatura. Y ahora... Hay algo que no quiere que nos rindamos, que no nos quedemos aquí. No sé qué es, pero está señalando un camino. Y tenemos que movernos.

Bedelia descendió con lentitud y dedicó un breve instante para mirar a Saga antes de recoger a Ingur. Hizo un gesto a la norne para que comenzase a andar, puesto que ella conocía el camino.

-Estoy de acuerdo en seguir a eso, pero sería importante recordar en todo momento que es algo desconocido y que no sabemos a dónde nos lleva.

Porque la sureña ya había rechazado plantearse nada. Por ella como si un agujero interdimensional se abría delante y les tragaba. Sólo pedía que el lugar donde fuesen estuviera calentito.

-Éste me parece un momento tan bueno como cualquier otro para preguntarlo...¿Qué es Andrel?

Ingur cierra los ojos.

-Por mí como si eres pariente de Anzus. Sácanos de aquí.

Saga asintió. No parecía rebosar aquella seguridad innata de la que había hecho alarde hasta la fecha. Bien podía ser que las circunstancias la habían superado, como a todos, o que de verdad no tenía ni idea de qué diablos estaba haciendo.

-Sé que es algo desconocido, pero es todo lo que tenemos... ¿Podemos hablar de Andrel en otro momento? Necesito concentrarme.

Bedelia asintió y permaneció callada, cargando con Ingur a cuestas. Conocía al hombre desde hacía muy poco, pero si una hora antes le hubiesen dicho que iba a disfrutar de su calor corporal probablemente habría muerto riendo.

Trataba de recordar un cuento, una historia de alguien perdido en un bosque. Una historia que había escuchado hacía tiempo, no sabía dónde ni de la boca de quién, sólo que había luces, espíritus y un final triste al pie de una escalinata de piedra. O hielo. Por más que intentaba recordar, más parecía querer evadirla, escurriéndose entre los árboles como aquel farolillo. Atrapar la luz, pensó. Luz.

Se había equivocado y casi habían muerto. Quizá Thaldein hubiese muerto ya, mientras su espada pendía de su cintura con el pomo helado. No podía atrapar la luz, ni la verdad, ni siquiera aquellas voces que parecían querer ayudar. Por qué era la pregunta, y la respuesta una incógnita por la que muchos estaban perdiendo la vida. Einar. Hadar. Otros guerreros; mercaderes...

-Es mi hermano. Andrel es mi hermano. Murió... con el resto de mi familia.

Bedelia miró a los ojos a Saga y alargó el brazo, apretando suavemente el hombro de la norne.

-Lo siento-Musitó. Ese tipo de heridas no cicatrizaban-¿Le viste allí? ¿En la lucha?

Jamás había tenido contacto con lo sobrenatural, al menos que ella recordara. No entendía dónde estaba el límite de lo posible así que no entendía cómo el hermano de Saga, muerto tiempo atrás, se había aparecido en mitad de la lucha. Tampoco entendía qué le había pasado (pues a juzgar por la forma de gritar, bueno no podía haber sido) pero si intuía que había ayudado de alguna manera.

Evadió su mirada. No dijo nada por un instante.

-Él hizo eso; las avalanchas de nieve para que pudiésemos huir. No es que yo le viese. Estaba allí -aclaró, dejando clara la diferencia. No estaba loca, y por fin tenía algo bastante cercano a una evidencia para no sonar como tal. Resopló por la nariz, haciéndose notar-. Hay muchas cosas que la gente no ve y yo sí, como esa... luz, esas voces -Señaló hacia donde se dirigían-. Lo que hizo Resmit: magia. Los espíritus no siempre son amigables. A veces necesitan ayuda... Los veo desde que recuerdo, pero no siempre les he entendido. Cuando... Mi familia murió, viví un tiempo con unos Lochgjest. Chamanes. Me enseñaron el lenguaje de los espíritus. No siempre están, no es como si vagasen a nuestro alrededor todo el tiempo. Van, vienen... Pierden la noción de quienes son. En Sultünge pude hablar con Jorik, por eso sé que está muerto. Dijo... demonios de nieve. Él fue quien los llamó demonios de nieve. Esperaba... Esperaba haber encontrado a Einar, la verdad.

Bedelia dejó de andar. Tenía la mandíbula descolgada y cierto grado de horror en la cara.

-Pierden...la noción de quienes son-Repitió.

Volvió a andar después de echar una rápida mirada hacia atrás, pero no abandonó el gesto compungido.

-¿De qué depende? ¿De qué depende que algunos espíritus se queden, o vaguen...?

-Pues... -se quedó pensativa un momento, y lo cierto es que no tenía una respuesta para ello así que tampoco tenía mucho que meditar-. No lo sé. No son... No es fácil hablar con los espíritus. No es como tener una conversación. Son incoherentes, caprichosos. Y cuanto más llevan muertos es más complicado. Es como... Es como hablar con un niño pequeño. Saltan de una cosa a otra, dicen lo que se les viene a la mente. No saben expresarse bien... No como, no como tú o como yo. Creo que funciona en ambas direcciones: la gente no acostumbra a hablar con ellos, ni ellos con la gente. Es difícil y cuanto menos raro.