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Nieve y Hambre, capítulo 1: La silueta entre los árboles

Capítulo 1 - Sultünge

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06/07/2016, 23:10
Una amenaza

Corre.

A sus lados, los árboles pasan a gran velocidad, como manchas borrosas. Escucha el sonido de su respiración, agitada, mientras el corazón golpea el pecho causando punzadas de dolor.

Corre.

Lo oye, está cerca. Le acecha, le persigue. Está jugando con él. Pero no desiste, pues el hecho seguir vivo infunde esperanza por sí mismo. No piensa, no para.

Corre.

Tropieza con una rama. Atrás, oye el sonido de ramas crujiendo, de nieve hundiéndose bajo el peso de... Eso. Ya está cerca, puede sentirlo. Desesperado, se incorpora con torpeza, jadeando.

Corre.

Las lágrimas escapan de sus ojos, congelándose antes de tocar el suelo. El frío, el frío le aprisiona, le agujerea la piel y le agarra el cuello con una garra invisible.

Pero él corre.

Atraviesa unos arbustos, y salta una pequeña oquedad. Cae rodando al suelo, y pierde el sentido del equilibrio. Cuando consigue incorporarse, mira a su alrededor...

Nada. ¿Lo ha perdido? Un rayo de luz, la realización de lo imposible. Sigue vivo, sigue vivo. Ha escapado.

Un gruñido gutural, a sus espaldas. La angustia, el pánico al horror indescriptible, asoman de nuevo en su corazón. La silueta se alza, entre los árboles, y él se gira para observarla, paralizado por el miedo. Su sombra se proyecta sobre él.

Oye como su voz intenta salir, entre tartamudeos y sollozos, pero muere antes de llegar a la punta de la lengua. Al final, un hilo, apenas un susurro suplicante, consigue abrirse paso al terror que siente.

-Por favor... Por favor, no...

Aquello se detiene, un instante, al oír el gimoteo. Clemencia. ¿Podría ser? Un brillo en la mirada, la agonía de los que, a las puertas del olvido, creen encontrar una puerta de salida. Agarrarse a lo irracional, al único asidero que le ata a la cordura.

Una sonrisa se perfila en el rostro de aquello, mostrando unos dientes como cuchillas. La esperanza muere, y solo queda la locura.

Un movimiento brusco, y ya está encima de él.

El bosque se rasga con un grito de dolor. Luego, silencio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y más tarde, un ruido rasposo, monótono, que pone la piel de gallina.