Partida Rol por web

-No. Puede que haya que hacer algún ritual para purgarla o algo. ¿Y si al darle el golpe de gracia la maldición pasa al que se lo da? Esperemos a Saga, ella sabrá lo que hacer.

-Y una mierda vamos a esperar. Cada segundo que sigue viva es un insulto a todos los que ha asesinado. Apártate.

Yngrid sobrepasa a Will dándole un empujón con el hombro, y se acerca a la criatura con el arma preparada.

Will se gira, alertada, y acto seguido os mira, como suplicando que intervengáis.

Al subir, descubres una escena muy distinta a la que encontraste al bajar. Parece que el combate ha acabado, y el mismo águila hecha de luz que viste bajar de los cielos está posada en la explanada, iluminando el lugar con su presencia. El viento ha reducido su intensidad, pero aunque parece que la situación está controlada, en el ambiente sigue flotando una sensación general de tensión. En el centro de la explanada, la criatura.

Yaciendo en el suelo, sobre un charco de su propia sangre negra, se retuerce inútilmente entre espasmos y gruñidos de dolor. Herida de muerte, ha dejado de ser una amenaza, pero aún así Thorir y Resmit siguen rodeándola, a cierta distancia, atentos para intervenir ante el menor signo de peligro. Will les mira con urgencia, y parece estar bastante nerviosa. Y, por último, Yngrid se acerca a la bestia, con expresión decidida, agarrando con fuerza su espada corta. Parece que se dispone a rematarla.

-¡¡NO!!

El grito de Bedelia acompañó su carrera, y en un instante estaba plantada frente a Yngrid (y de espaldas a la bestia) con los brazos abiertos.

-¡No! Un último intento, un último ritual para salvarla. Si también falla yo...yo...seré yo la que lo haga.

-¡¡NO!!

El grito de Bedelia resuena en toda la colina.

Yngrid parece sorprendida ante la intervención de Bedelia, pero rápidamente frunce el ceño.

-No, Bedelia. Y hago esto tanto por los demás como por ti. ¿Otro ritual, dices? Casi nos matan por el primero.

Y en su tono va implícita la acusación. "Casi nos matan por tu culpa".

Saga apretó los dientes. Si había pasado, había pasado. Intentó apretar el el paso todo lo que pudo.

Ingur no parece tan tranquilo.

-¡Ya subo solo! ¡Corre!

Apenas diez metros te separan de la explanada.

-¡¿Y qué hago yo ahí arriba?! Muévete, hostias. Estamos ya casi.

Bedelia negó con vehemencia.

-Éste sólo consiste en ponernos alrededor. Es el ritual original, sólo necesitamos a Ahmel, y Saga sube ahora con Ingur. No hay que hacer nada especial y no hay peligro porque...

Su cabeza se giró brevemente para observar a la bestia, malherida y derrotada, pero apretó los labios, parpadeó varias veces y volvió a mirar a Yngrid. Había una súplica implícita.

Yngrid parece dudar, por un momento. Luego frunce el ceño de nuevo.

-¿Por qué no nos lo contaste?

-No lo supe hasta el final, hasta que estuvimos a punto de salir. Me escribió una carta, y Saga la encontró. Ni siquiera sabía que había venido al norte...

Su rostro se contrajo y volvió a girar la cabeza un instante.

Tras unos segundos, Yngrid aparta la mirada.

-... De acuerdo.

-¡VA A SER EL MEJOR RITUAL DE LA HISTORIA!

Add se acerca al resto, cojeando y malherido, pero no por ello menos motivado.

Justo entonces, por el borde de la ladera, llegan Saga e Ingur. Parece que la pelea ha finalizado, pues la criatura yace indefensa en el centro de la explanada, herida mortalmente e incapaz de incorporarse. Con toda la sangre negra que mancha el suelo a su alrededor, y la pinta de sus heridas, es sorprendente que todavía siga viva, aunque su naturaleza monstruosa podría tener algo que ver en dicha hazaña. A su alrededor están todos los demás. Heridos, en algunos casos de gravedad, y cansados, pero vivos. Los peores parecen ser Resmit y Add, aunque Yngrid también parece haber recibido varios golpes y arañazos de aspecto preocupante. Will se encuentra todavía algo mareada, y no deja de sujetarse la cabeza, y Thorir parece haber forzado demasiado su cuerpo a pesar de haber estado al borde de la muerte solo un par de días atrás, lo que probablemente implicará que algunas de sus heridas se han vuelto a abrir.

Las tres personas que suben tampoco parecen estar en su mejor momento. Saga presenta un aspecto lamentable, después de las crisis nerviosas a las que se ha visto sometida en los últimos días. Ingur, sin una pierna, está sudado y muerto de cansancio por la subida, que ha hecho en su mayor parte solo. Y Dag, que tiene la cabeza cubierta de sangre, todavía muestra en su expresión el reflejo del horror al que se ha visto sometido, un horror al que ningún niño debería verse obligado a enfrentarse. Ahmel, que llega arrastrado por Bedelia, parece ser víctima de alguna clase de maldición, pues babea y gruñe como un animal a pesar de tener una pierna rota, que se mueve en ángulos extraños mientras le llevan por la nieve.

Ninguno ha salido de esto indemne, pues. Nadie ha quedado indiferente, y es algo que se puede comprobar simplemente mirándoos por unos segundos. Sin embargo, son más dolorosas las cicatrices que no se ven, y la que peor aspecto presenta, sin duda, es Bedelia. Al borde de la locura, agarrándose a una última esperanza como a un clavo ardiendo, no es más que una sombra de lo que fue, un espectro que camina con el cuerpo de la que días antes era una mujer decidida, sonriente y bondadosa. El norte transforma. El norte arrebata.

A un lado de la explanada, separada del grupo unos metros, el inmenso águila observa la escena en silencio. Os mira con curiosidad, subida en una roca, sin intervenir. Su luz ilumina la explanada, por suerte, ya que no queda ninguna antorcha para iluminaros. Sin embargo, el viento ha cesado, y aunque el frío sigue entrando en vuestros huesos, diríais que os está dando un respiro. Como si la ventisca contuviera el aliento. Y sentís que, en ese mismo momento, hasta los mismos dioses os observan.

Por fin. Todos juntos. Por fin...

Saga observó la escena con brevedad, notando el frío calar en los pulmones por primera vez desde que había pisado el bosque. Durante un segundo se permitió descansar, contemplar. Sentir. Estaban vivos, todos, que era mucho más de lo que cabía esperar. Después, en silencio, decidió qué iba a ser lo siguiente. Le dio dos palmadas en el pecho a Ingur como diciendo 'buen trabajo', y le pidió a Dag que lo ayudase a ir con los demás.

-Círculo. Haced el círculo. Voy a... -señaló a la Luminaria-. Y no bajéis la guardia.

La hedense, conteniendo el aliento para dejar de jadear, se acercó al águila haciendo una reverencia respetuosa. Era una criatura realmente hermosa, algo que no estaba acostumbrada a ver. Ninguno, en realidad.

-Gracias... Xier me dijo que podíais ayudar. Y te vi en el bosque. Gracias.

El águila parpadea, e inclina la cabeza levemente.

Saga sonrió.

-¿Sabes dónde está Xier? Ese... Esa criatura. Está maldita, pero es alguien importante. Es un hombre inocente... -Guardó silencio un instante, buscando las palabras adecuadas-. No sé cómo podemos salvarle. Queremos salvarle. ¿Hay algo que podáis hacer?

-Lo siento, Saga.

Xeir se acerca lentamente, con expresión triste. No la has visto llegar, claro que tampoco es que tuvieras tiempo de mirar, con todo lo que ha ocurrido. Probablemente se mantuvo aparte en la pelea, o no llegó a tiempo de intervenir.

-No hay marcha atrás para él -mira a la bestia, compadeciéndose de ella-. Tú también lo sabes, en tu corazón.