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Nieve y Hambre, capítulo 1: La silueta entre los árboles

E11 - Almas errantes

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25/09/2017, 13:23
Saga Olrik

Los sueños eran a veces como dagas: una cuchillada corta como un relámpago directa al estómago, de las que roban el aliento y las ganas de vivir, todo de a una. Era entonces, todavía caminando entre mundos, cuando uno no sabía si se encontraba sumergido en el océano o sólo perdido en la negrura de la noche más oscura, donde el miedo atacaba con más intensidad justo un instante antes de despertar. Y Saga contaba con demasiados monstruos cuya silueta acechaba siempre desde la esquina del ojo, en ese pequeño hueco donde es imposible decir si algo fue real o no.

Aquella noche vinieron de nuevo, mezclando fauces y vísceras, gente de rostros borrosos y familiares. Lugares que no alcanzaba; palabras que no decía. Daba igual pues las imágenes nunca permanecían con ella demasiado tiempo; era la garra miedo, ese dolor interno, profundo e indescriptible que le oprimía el pecho y le ahogaba el alma en un océano sin fin lo que siempre se quedaba anclado en su mente. Era despertarse entre sudores fríos y el pánico de una sombra que siempre acudía a matarla otra vez más.

Abrió los ojos en la negrura sin llegar a ver, el corazón desbocado y con la urgencia de huir de algo cuyo nombre no sabía pronunciar en ningún lenguaje. Y por primera vez en mucho tiempo no era Will quien estaba a su lado para susurrarle que sólo había sido un sueño y que nada podía hacerle daño allí.

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27/09/2017, 22:39
Ingur

Poco a poco, la gravedad regresa y la noche vuelve a ser solo eso: noche. Su abrazo es firme y seguro, pero también tenso. No el de un amigo preocupado, ni el de un amante apasionado, ni tampoco el de un hermano protector. Tampoco se le nota incómodo, aunque está claro que ese terreno no le es familiar. Ingur, tan veterano en el arte de dañar con sus palabras, parece tantear torpemente el propósito opuesto: reconfortar. Como un extraño en territorio enemigo y, sin embargo, su pulso firme y la seguridad con la que se mueve indican que no es la primera vez que ha hecho algo así.

Al principio, te sujeta junto a él con fuerza, mientras todo vuelve a la normalidad. Apresándote, de manera casi posesiva, dejándote el espacio justo para respirar, como si tuviese miedo de que al soltarte fueras a salir volando por la ventana. Susurra algo, pero no le entiendes. Luego su presa se empieza a aflojar y, según tu raciocinio regresa del viaje hacia las profundidades de la memoria, notas como sus dedos te apartan el cabello, acariciándote en la frente con sus ásperas yemas. Lo hace sin gracia ni dulzura, pero sin detenerse ni dudar al notar el sudor de tu cabello o los temblores de tu piel. Cuando tu respiración empieza a normalizarse, su brazo derecho se afloja hasta no ser más que una caricia en tus hombros. Y, cuando te mueves, se aparta unos centímetros, dejándote al fin espacio para respirar. Una de sus manos, sin embargo, sigue posada en algún recóndito lugar de tu espalda, deslizándose por tu piel desnuda en vaivenes erráticos, recordándote que sigue ahí, que no se ha ido a ninguna parte. Pero no dice nada. Elige, intencionadamente, el silencio.

No sabes cuánto tiempo transcurre desde que despiertas hasta que, por fin, ordenas tus pensamientos y te acuerdas de que está ahí. Probablemente unos cuantos minutos, aunque no sabes cuantos. Al cruzar tu mirada con la suya, descubres que te observa, pensativo. Lo ha hecho un par de veces, el poner esa mirada, desde que empezasteis a veros en privado. Otro Ingur, distinto al que siempre muestra minutos después, cuando recuerda que tiene que restaurar sus defensas. Un Ingur al que seguramente muy pocos conozcan. Es un Ingur que no hace bromas hirientes, que no intenta forzar los límites de los que le escuchan. Un Ingur que no lucha, libre de todos esos filtros. No durará mucho.

-Te estás quedando fría.

Como si hubieras perdido la sensibilidad, solo al decirlo te das cuenta de que es cierto. Cuando aparta la mano de tu espalda, notas que la zona recibe al aire que rellena el hueco con un ligero temblor. Aunque la chimenea todavía muestra algunas brasas encendidas, el frío del exterior ha empezado a ganar la batalla. Apartándose un poco para inclinarse sobre el borde de la cama, Ingur recoge una de las pieles que has tirado al suelo al despertarte y te la acerca con la mano.

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28/09/2017, 00:48
Saga Olrik

No se atrevió a moverse, respirando forzadamente, quieta y en silencio como un animal asustado, tratando de volver a hacerse dueña de su cuerpo y de su mente, tirando de hilos invisibles y recuerdos que a ratos le parecía que pertenecían a otro. Volver siempre era difícil, pero en noches como aquella parecía una batalla en sí misma, una de las que desgastaban en alma. Mientras, la tibia claridad se asentaba recortando lentamente siluetas a su alrededor, revelando un mundo que por largos segundos se le antojó ajeno. Pero encontró en todo aquello algo inusitadamente extraño, una agradable calidez, casi familiar, a la que su mente se vio atraída y junto a la que se dejó hacer. Algo ardiente y peligroso como el fuego mismo en una noche gélida. Tardó en darse cuenta de que era el calor, el latido encerrado en el pecho del goldariano y aquella firme tensión con la que la sujetaba junto a él. Y se quedó allí largo rato, cada vez más tranquila mientras todo lo demás palidecía.

Fue al buscar su mirada, aquel destello claro y sinuoso, cuando todo parecía haber pasado y los minutos se deslizaban y el abrazo se deshacía, donde fue repentinamente consciente de una verdad: que lo que quedaba en ella no era confort sino vergüenza. Que no era la desnudez lo que la hacía vulnerable sino el estar junto a un extraño, expuesta, miedos y terrores vagando sin restricción alguna, sin barreras, sin distancia y sin velos de por medio que enmascarasen lo frágil que podía llegar a ser. Que había un hueco entre ellos ocupado por la ausencia de palabras, y que al mirarse como en aquel momento lo hicieron, todo aquello quedaba a la vista. Y sintió miedo. Un miedo muy diferente al que había sentido todos aquellos días antes, cuando el peligro acechaba entre las sombras o a la gravedad que se le asentaba en el pecho tras una noche como aquella.

Era él el tipo que se había reído y mofado de todos; de su skalmo y de aquel muchacho, de las decisiones que Bedelia y ella habían tomado. De cualquiera, en resumen, que se cruzase por su camino. No era Will, que tantas veces la había reconfortado y que se había ganado su confianza a pulso. O los chamanes de lo yermos, que había velado por ella cuando apenas era una niña. No era un amante regular en una parada demasiado larga. Era él y no otro, el que la había mantenido durante medio día con la cabeza serena y las prioridades claras. Sólo podía imaginar cuánto más había detrás de aquellos ojos y, sin embargo, allí estaba como hacía mucho tiempo que no había estado, mirándole con incertidumbre y sin el atrevimiento para decir algo porque intuía, sabía, que no era la única a la que aquellas cuestiones preocupaba.

Se mordió los labios y todo lo que hizo fue aceptar el gesto y abrigarse, limpiándose el rostro del sudor y las lágrimas. Creyó haber dicho 'gracias', pero no estuvo segura. No cogió su mano ni acercó el rostro al hueco de su cuello en busca de un gesto cariñoso, como habría hecho con Will, pero posó la mano con mucho temple sobre su pecho, quizá queriendo averiguar si estaba allí de verdad, notando con las yemas la aspereza de una de sus muchas cicatrices. Un gesto muy cuidado, como si tuviese miedo de que se apartara. Las palabras llegaron algo más tarde, y hasta su propia voz le resultó extraña.

-Hace demasiado años que no duermo... -El silencio volvió a reinar por encima de los crujidos del viento. Pareció no ir a decir nada más, pero tras un suspiro tembloroso añadió algo que salió de su boca como un quejido ahogado-. Sólo… voy de pesadilla en pesadilla. Lo siento.

Se acurrucó bajo las pieles, desnuda en sus brazos, vulnerable también, de una de las maneras contra las que el alma humana se revelaba con más obstinación: cuando no había mentiras ni engaños de por medio.

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03/10/2017, 20:28
Ingur

Escucha cada una de tus palabras en silencio, dejando que sean sus ojos los que hablen por él. "Sí, sé de lo que me hablas. Lo conozco, lo he sentido. No hace falta que sigas explicándote". Una transparencia profana y herética, en la que dos almas corruptas, incapaces de regresar a la inocencia que las concibió, encuentran consuelo en la certeza de que no son tan diferentes la una de la otra. El pacto entre chacales, una alianza que solo se da en las noches oscuras, en lugares apartados y libres del inflexible juicio y condena de los rectos e inmaculados... Y de los que no lo son.

Tus dos últimas palabras, por suerte o desgracia, producen en él una reacción inmediata, quizás de rechazo o defensa, que despedaza el momento sin que podáis hacer nada por evitarlo. Y en lugar de aquella mirada, de aquella conexión aterradora, recibes la sonrisa burlona que tan familiar resulta a estas alturas.

-¿Y por qué cojones ibas a sentirlo?

Se aparta, y no sabes si agradecer o lamentar que aquella burbuja de intimidad haya reventado. Con la dificultad propia de su recién adquirida condición de cojo, se incorpora y se acerca a la chimenea dando saltos y ayudándose con las paredes para mantener el equilibrio. No es bueno para él hacer esa clase de esfuerzos, teniendo en cuenta su delicado estado, pero tras un par de comentarios acerados has acabado por aceptar que, de vez en cuando, necesite sentir que todavía puede hacer algo. Al fin y al cabo, tan importante como la salud física es la salud mental, y pocas personas podrían jactarse de haber aceptado la pérdida con tanto optimismo como él. Aunque a estas alturas ya hayas descubierto que es todo una fachada, la capacidad de convencerse a uno mismo es algo poderoso, incluso cuando se es consciente de que todo es una mentira. Y si Ingur lidia con el problema haciéndose el machito y dándose un paseo por la habitación para intentar simular que no es un tarado, que así sea. Al menos es lo suficientemente sensato como para no hacerlo en más de un par de ocasiones al día.

-Dejé una botella a mitad ahí -señala al pie de la cama, mientras atiza las brazas con un palo metálico-. Sabe a rayos, pero no les queda nada mejor a estas alturas.

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03/10/2017, 21:40
Saga Olrik

En cualquier otra ocasión no le habría importado lo más mínimo, pero aquella sí. No era nada personal ni lo concibió de esa manera. Sólo se sentía cansada y sola, no la clase de soledad a la que se aferraba en muchos momentos, sino del tipo que dolía y hacía mella en el carácter y lo volvía a uno más cerrado e indiferente. Por eso no dijo nada y dejó que su mueca se perdiese en la oscuridad, todavía acurrucada en el hueco que había dejado. Cerró los ojos el tiempo suficiente como para saber que no iba a dormir en un rato largo, si es que iba a dormir del todo, así que se incorporó con desgana y poco a poco se movió hasta el borde de la cama tanteando la botella.

-Mierda -masculló al dar con ella, volcándola. La recuperó con rapidez, pero no lo suficiente.

Pensó en beber. O no. No quería, sobre todo desde la mala noche había tenido el día que había enviado a Ahmel con sus dioses. Sin Will y sin nadie, se había sentado frente al fuego trago tras trago hasta terminar vomitando de mala manera entre lágrimas que no sabía si eran de repugna o de asco o de enfermedad. Por eso se sorprendió cuando dio el primer trago, haciendo una mueca asqueada. Se limpió la boca con el dorso de la mano y se levantó para acercarse a la hoguera. Le pasó el licor a Ingur, dejó la manta a un lado -que no era sensato arrastrar pieles cerca de las brasas- y se hizo con varios leños con los que avivar las lenguas rojas que mantenían para ellos el hogar cálido y habitable. Se entretuvo un poco en soplar y azuzar las brasas hasta que le pareció que empezaba a tirar por sí mismo. Entonces recuperó la manta, por frío, ya que la palabra pudor había dejado de tener significado en su diccionario hacía tiempo, y se sentó en el suelo rodeando las piernas con los brazos.

Fue entonces cuando preguntó sin previo aviso.

-¿Y tú de qué huyes?

Porque si algo había aprendido Saga en todos aquellos años es que aquellos que pasaban tanto tiempo en los caminos siempre huían de algo a la vez que perseguían otro algo -normalmente la muerte- con el mismo ahínco y desespero. Y fue entonces cuando prestó atención pues sabía que su respuesta iba a ser una risa y algún comentario acorde, pero por muchas máscaras que uno se pusiera encima, y eso ella lo sabía bien, debajo siempre quedaba la verdad.

Notas de juego

Fururuses

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04/10/2017, 08:32
Ingur

Ingur, sentado junto a ti, parece una brasa a medio apagar. Las llamas iluminan sus facciones y cicatrices, proyectando sombras que adornan la otra mitad de su rostro. Y entre ellas, un tenue reflejo, su ojo izquierdo, que aparta la mirada al cruzarse con el tuyo. La imagen es casi onírica, y el crepitar de las llamas te hace dudar, por un momento, que no sigas dormida y todo sea un producto de tu mente. Se te ocurre que el ambiente está algo cargado, quizás debido a los focos constantes de calor que son la chimenea y vuestros propios cuerpos.

Cuando Ingur decide, por fin, responder, ya ha pasado el tiempo suficiente como para que empieces a cuestionarte si va a hacerlo o no.

-De la gente.

Sonríe ante su respuesta, perfectamente consciente de lo poco que aporta. Cuando vuelve a mirarte, notas un brillo extraño en sus ojos.

-La bestia era un demonio, pero... En cierta medida, no engañaba a nadie. Mataba sin piedad, sin hacer distinciones, como un animal. La muerte es una mierda, pero hay torturas mucho peores. Y demonios mucho más perversos.

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04/10/2017, 15:44
Saga Olrik

Lo observaba muy quieta, con una intención en el rostro difícil de descifrar. Pero conforme los segundos se deslizaron y las palabras perdieron peso, se volvió para mirar el fuego con fijeza en vez, notando el rostro arder y los ojos lagrimear ante el intenso calor.

No respondió de seguido, pero al hacerlo sonó contundente.

-La bestia… -Fredrick, pensó para sí- ni siquiera tuvo opción de escapar de ello.

Lo había visto y lo había sentido. Había sido él por unos breves instantes que se retorcían en su memoria, y no estaba segura de si el miedo que sentía al recordarlo era lo que él había sentido aquella noche helada o si era su propio terror latente.

Fredrick no había tenido opción, pero ellos sí. Su skalmo había tenido opción al acuchillar a aquellas gentes. Los Yormef habían tenido opción cuando se enzarzaron en batalla. Resmit había tenido opción lidiando con sus demonios. Todos, incluida ella misma, habían tenido opciones que les habrían llevado por caminos que ya jamás descubrirían. Encrucijadas jamás resueltas.

-Los monstruos somos nosotros -sentenció. Después volvió la cara hacia la oscuridad para sentir el alivio del frío sobre la piel; también para que la tristeza y la rabia y todo lo demás se perdieran en ella.

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04/10/2017, 20:12
Ingur

-Quizás. Pero hay monstruos y monstruos. Y entre todos ellos, me quedo con los que tienen pesadillas.

Alza la botella, en un brindis silencioso, y luego le da un buen trago.

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04/10/2017, 20:57
Saga Olrik

La hedense le miró de soslayo y en sus labios apareció una sonrisa lenta y reflexiva. Después le reclamó la botella, dándole un generoso trago que le arrancó algo de tos. Tras recuperar la compostura, sentándose de piernas cruzadas, añadió.

-Hay monstruos necesarios que mantienen a otros monstruos fuera de la puerta de casa. O lo intentan.

Esta vez lo observó con más detenidamente, pero no a él si no a su cuerpo. Parecía a un mismo tiempo estar absorta descifrando un complejo mapa de sinuosos relieves y extrañas cavidades, contemplando un río caudaloso que llamaba a sus sentidos y, a su vez, examinando la posibilidad de hundir las manos en brasas que no existían para cerciorarse de que quemaban. Todo eso y nada parecía tantear mientras lo contemplaba, silenciosa. Y también, de a poco, ese pensamiento la hizo ser consciente de su propia desnudez; no con vergüenza sino con una curiosidad peculiar.

Saga estaba hecha a los caminos, y sólo a eso. No tenía las carnes blandas y abundantes de las daifas finas, ni tampoco el cuerpo torneado y fibroso de alguien como Will o Bedelia. Ni mucho menos la prominencia muscular de quien empuñaba armas bastante más pesadas. Contaba con unas piernas fuertes y curtidas de andar y montar, y ahí acababa la historia. El resto ni abundaba ni escaseaba, contando con una figura equilibrada y bien distribuía: cuello esbelto seguido por hombros redondeados, pechos firmes e enhiestos, manos hábiles y, quizás sí, unas caderas más amplias y curvas de lo habitual, además de una constelación de pecas y lunares que salpicaban su piel por doquier, evadiendo casi con recelo su rostro. Era delgada y no muy alta, y tampoco era algo en lo que pensara a menudo -el si resultaba atractiva o no- pero ya se había olvidado de la última vez que había estado con un hombre y aunque sabía la respuesta, no dejaba de preguntarse por qué. Igual que tampoco podía dejar de preguntarse por qué él.

-Y pensar que te habría dejado morir -dijo, sonriéndose. Y volvió a mirar las llamas.

Notas de juego

*el texto descriptivo no es por nada en particular. Sólo que llevaba ya tiempo con ganas de describir a Saga físicamente y he visto la manera de encajarlo bonito xD

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04/10/2017, 21:16
Ingur

-¿Dejarme morir? ¡Je! Me habrías matado tú misma.

No lo dice con acritud. Más bien, y por extraño que parezca, con algo de nostalgia, como si recordar el tacto de tu estilete en su cuello le resultara agradable.

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04/10/2017, 21:32
Saga Olrik

Ladeó la cabeza, pensativa, y su cabello se descolgó hacia ese lado con los reflejos cobrizos del fuego.

-No habrías sido el primero.

Y sonrió de nuevo con una mueca afilada como la luna menguante a punto de morir antes de llevarse la botella a los labios y después dejarla entre ambos. No sentía ese pesar encerrado en el pecho, al menos no de forma tan contundente. Poco a poco se volvía en una carga liviana que iba quedando olvidada.

Notas de juego

Creo que en ningún momento le puse el estilete en la garganta. Le apunté, eso sí. Pero le puedes dejar tranquilo con sus fantasías de cuchillos y mujeres que le amenazan xD

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05/10/2017, 08:32
Ingur

La botella no tarda en acabarse. El licor es fuerte, aunque tardará un poco en hacer efecto. Las llamas producen un efecto tranquilizador, alejando el fantasma de las pesadillas.

Notas que la mano de Ingur recorre tu brazo con suavidad, navegando sus dedos entre tus pecas con descarada facilidad. Cuando le miras, te das cuenta de que parece absorto en ellas, como si intentara descubrir el mensaje oculto que alguien dibujó en tu piel.

-Hay algo que me inquieta -dice al final, mirándote a los ojos-: dime... ¿Estamos solos?

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05/10/2017, 16:12
Saga Olrik

Miró a su alrededor con lentitud. Con los años había desarrollado una intuición, como un soplido frío en la nuca o unos ojos atentos en la oscuridad, que a veces le hacían volver la cabeza para encontrar aquel pálido resplandor. Y no importaba los años o las horas, a veces seguía robándole la vida durante un segundo. Pero había aprendido a convivir con ello y a evadir el pensamiento de presencias que perturbaban su existencia.

-M-hm.

Regresó a él, a su mano y a sus dedos, cruzándose con ellos y extendiendo el gesto en un vaivén prolongado. Había visto aquella mirada antes; la mente intentando hacerse a ideas nuevas que confrontaban lo que uno siempre había creído cierto y seguro. La llegada lenta y sinuosa de nuevas preguntas y viejos demonios.

-Que no lo hayas sabido antes no cambia lo que es -susurró-. Nada es diferente, sólo los velos a través de los que ves el mundo.

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05/10/2017, 20:56
Ingur

-Sí, bueno -aparta la mirada, aunque notas que está algo más tranquilo-. No se mucho de esas cosas. Pero no me acaba de gustar la idea de que tu hermano esté mirándonos.

Sus dedos cambian de trayectoria hasta rodear tu hombro y bajar por el lateral de tu pecho, hasta la cintura. Despacio, tomándose su tiempo, recorriendo cada centímetro con actitud curiosa y distraída.

-Yo también tuve un hermano mayor, ¿sabes?

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05/10/2017, 21:27
Saga Olrik

Saga rió, divertida. No era como si les importara, a los fantasmas. La mayoría de las veces no entendían lo que pasaba a su alrededor, pero se ahorró las palabras, entretenida en otras cosas. En la trayectoria de su mano sobre él, por ejemplo, recorriendo la firmeza de su brazo. O las sombras y oquedades que arrojaba el fuego sobre su cuerpo maltrecho. Pero sobretodo en un leve estremecimiento que la sobrevino cuando los dedos de Ingur empezaron a descender. Un gesto que deseó seguir y terminar, dividida entre dos maneras muy diferentes de conocer.

-¿Qué pasó? -inquirió en confidencia mirándole, curiosa. Cambió el abrigo de la piel por su cercanía y calor, dejando que la manta resbalase por su espalda al suelo, acercándose a él con la mano todavía tanteando líneas invisibles sobre su brazo.

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06/10/2017, 08:21
Ingur

-Se cayó por una ladera y se abrió la cabeza. O eso es lo que dicen.

Sus caricias descienden por el lateral de tu pierna, hasta la rodilla, en donde trazan un par de círculos mal hechos antes de volver a ascender.

-Fue él quien me hizo esto -señala la cicatriz de su ojo.

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06/10/2017, 12:12
Saga Olrik

Se detuvo, bajando la mano en el mismo gesto. Lo primero que le nació fue un rudo "Qué hiciste", pero esas intuiciones que a veces nacen segundos después llegaron antes de que pronunciase nada.

Escudriñó su rostro en busca de aquella historia sin comprender.

-¿Por qué?

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08/10/2017, 09:17
Ingur

-Has dicho que hay monstruos necesarios, que mantienen a los otros fuera. Él era de los que se quedaba fuera. Y yo un bocazas.

Se ríe.

-Supongo que lo segundo no ha cambiado demasiado.

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13/10/2017, 16:08
Saga Olrik

-Me da que no -dijo sonriendo en un gesto que descubrió los dientes. Después acarició su mejilla con las yemas pasando el pulgar donde quedaba su cicatriz con gesto distraído-. Pero entre ladrido e insulto también escondes tus verdades.

Lo miró de forma significativa y volvió a sonreír, divertida, como si le hubiese cazado al vuelo una mentira infantil, y bajó el tono en confidencia.

-Recuerdo lo que le dijiste a Bedelia en el claro. Te preocupas… a tu manera. Aunque no me queda claro si es un sentimiento general o sólo lo aplicas con las mujeres guapas.

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15/10/2017, 12:05
Ingur

Ingur suelta el aire en algo que queda a medio camino entre un bufido y una risotada.

-¡Qué modesta! Pero siento desilusionarte, eso no fue más que pragmatismo. La sureña estaba histérica, y la necesitábamos para acabar con esa cosa.