Partida Rol por web

Ojos blancos, fijos en ti. Sonido de algo masticando. Una voz suplicante. Fuego danzando, los pies de una niña corriendo por el barro. El frío... El frío, el frío, el frío.

-Saga, estoy aquí.

Abres los ojos de golpe, pero la oscuridad y las lágrimas te impiden ver lo que te rodea. Tus gritos aún resuenan en la lejanía, como si el eco de las montañas circunantes quisiera recordarte aquella horrible visión. Estás empapada en sudor, pero aquellos brazos que te abrazan, intentando reconfortarte, parecen no molestarse ante ese hecho. La voz suena, de nuevo.

-Estoy aquí. Ya ha pasado. Ya ha pasado.

Los primeros segundos eran los peores, aunque luego se desvanecían como si nunca hubiesen existido. Era la desorientación, la confusión. La certeza de saber que algo terrible viajaba al otro lado, quedándose anclado al pecho durante unos angustiosos segundos hasta que era capaz de distinguir.

Intentó zafarse al principio, como si sus brazos fueran lianas que la mantenían presa en aquella pesadilla. Pero las notas de su voz trascendieron, penetrando más allá de los terrores.

-Will...

Apretó los labios, reteniendo el aire mientras sus ojos se acomodaban a la oscuridad, distinguiendo poco a poco las facciones de su amiga.

-Lo siento -musitó, escondiéndose en sus brazos. -Lo siento...

-Sssssh...

Will no deja de abrazarte hasta que empiezas a calmarte. Cuando dejas de temblar, te ayuda a sentarte con suavidad, y luego se acerca a los restos de la fogata. No sabes qué hora debe de ser, pero por el aspecto del cielo estrellado todavía deben de quedar horas para el amanecer. Por suerte, en aquella época del año las noches en Moth son relativamente soportables... O eso piensas hasta que una brisa de aire te hace buscar de nuevo el calor de tus pieles.

Will empieza a remover los restos carbonizados de la fogata, intentando reavivar el fuego añadiendo algunos leños más. Parece estar sumida en sus pensamientos.

Saga demoró el sueño, acurrucada entre las pieles lo suficiente como para darse cuenta de que estaba demasiado agitada como para dormir de nuevo. Le pareció incluso, entre los árboles, que la luz comenzaba a romper vagamente la oscuridad del cielo con aquellos fragmentos suaves y apenas perceptibles. Pero todavía era algo temprano como para decir si el alba estaba por despuntar o sólo era el desvelo de sus temores.

Desde su ovillo observó a Will como hacía muchas veces cuando creía que dormía. A veces parecía una criatura frágil e insegura, de espíritu endeble. Pero cuando la guardaba, igual que cuando empuñaba el arma, la marejada no dejaba ni rastro de aquella tímida muchachita de la costa. En vez, arremetía con la fuerza de la ventisca, barriendo a su paso entre estocadas y tiradas, con una gracilidad tan genuina como el de una cíngara, todo lo que se pusiese en su camino. Por aquel tesón y aquella franqueza era por la que la admiraba tanto como jamás había admirado a nadie. Y era en momentos tan únicos como aquel, cuando los reflejos cobrizos de las ascuas apenas dibujaban su contorno, cuando más consciente parecía de ello.

-Will -llamó mientras se levantaba, haciéndose con las pieles para llevarlas junto a la hoguera. Para ser del norte, Saga se había acostumbrado demasiado pronto a la templada calidez de la costa, y estar moviéndose cada vez más al centro no estaba siendo nada agradable. Sabía que era una cuestión de aclimatarse, y también sabía que la calidez de un cuerpo bajo las mantas ayudaba mucho más que diez pieles de oso-. Puedes dormir si quieres. Yo vigilo.

Le acarició el pelo, recogiéndole un mechón con suavidad para pasárselo detrás de la oreja. Después alcanzó uno de los petates donde guardaba una cazuela de cobre que usaba principalmente para hacer té. Antes de abandonar la costa, había encontrado un buen mercader de especias, de las cuales todavía conservaba buena parte.

Will esboza una sonrisa ausente, sin apartar la vista de las llamas.

-No te preocupes. Me he desvelado.

Dando su tarea por finalizada, se incorpora y se sienta de nuevo junto a ti, prefiriendo aparentemente tu calor al de las llamas.

-Eso hace dos, entonces.

Permaneció en silencio ignorando deliberadamente el ambiente enrarecido. Quizá sólo fuese la pesadilla y aquel agrio regusto que perduraba, o algo más que rondaba la cabeza de Will y escapaba a su conocimiento.

-¿Té? -preguntó cuando la tetera empezó a silbar, envolviendo la mano en las mantas para quitarla del fuego.

-Gracias.

Will da unos sorbos a su té, pensativa, probablemente abrasándose la lengua. Tras unos segundos, por fin, decide hacer la pregunta que lleva un rato rumiando.

-¿Quién es Andrel, Saga?

Despegó los labios, sorprendida por la pregunta que había llegado desde ningún lado, cogiéndola por sorpresa. Y tuvo que cerrar la boca de nuevo, sin saber bien qué decir mientras se esforzaba por fijar la mirada en la nada. No quería dar explicaciones, al menos de aquel tipo y tras haberse despertado. En realidad, no quería dar explicaciones y punto, pero habría sido más que injusto y desconsiderado teniendo en cuenta que Will llevaba con ella el tiempo suficiente como para haberse convertido en su guardaespaldas, su amiga, y hasta su protectora en noches donde era imposible dormir.

Le dio un sorbo al te, casi al descuido, como si nada importante se estuviese hablando en aquel instante.

-¿Le menciono mucho? -quiso saber, aunque la respuesta era obvia, por lo que pasó directamente a resolver sus dudas-. Era uno de mis hermanos mayores. Era...

Ante la falta de palabras, Will asiente, decidiendo no presionarte más al respecto.

-De vez en cuando le mencionas, sí -acerca el rostro a su té, buscando la agradable sensación del cálido vapor frente al frío de la noche-. En tus... Pesadillas.

Permanece unos segundos en silencio. Luego añade:

-No solo en tus pesadillas.

-Hm...

Su mirada se posó en Will. Después volvió al fuego, demorando la pregunta y cuando habló lo hizo entre susurros.

- ¿A que te refieres?

Will mira hacia otro lado, algo avergonzada.

-A veces... Hablas con alguien. Cuando crees... Cuando crees que estás sola.

Te mira y se apresura a añadir.

-¡No-n-no es que te espíe! Pero... El otro día, por ejemplo. Me desperté por la noche, y te oí. Estabas a unos treinta metros del campamento, pero hablabas alto sin darte cuenta. Discutías.

Se ha puesto roja.

Una sonrisa nerviosa apareció y se esfumó en el mismo instante, y Saga no pudo aguantar sentada. Se levantó de un brinco, cabeceando.

-Ja. Ya. No. No, es que soy sonámbula, ¿ves? Tengo, viene con las pesadillas, a veces, y parece que estoy despierta pero en realidad sigo medio dormida. A veces me despierto y no sé dónde estoy o qué he hecho.

Y se quedó mirándola, a la espera de que la mentira se rompiese por su propio peso o algo peor ocurriese.

Will alza la mirada, confusa, para mirarte.

-Ah...

No dice nada más, pero sus gestos, invisibles para cualquier otro, son como un libro abierto para ti. El tono de inflexión en su voz, dolido y extrañado. Sus pulgares, que juegan de forma inconsciente con la tela de su pantalón, en un movimiento distraído y casi maniático. Su mirada, apartándose de nuevo al suelo, nerviosa y tímida. Su postura, avergonzada... Pero no de ella misma. Avergonzada de aquel momento.

No volverá a preguntar, lo sabes. Aunque sepa que es una mentira.

No dijo nada ni volvió a tocar el tema, dejando aquella burda mentira crecer entre ellas como las malas hierbas. Primero sin apenas dejarse notar, escondiéndose entre los buenos momentos que habían sembrado para pasar desapercibida. Pero como todas las mentiras, especialmente aquella, dejan un rastro, una huella inconfundible que va pudriendo todo lo demás, robando espacio y aire y alimento, haciendo que uno empiece a cuestionarse el fundamento más esencial de todo lo demás.

Algo así, especialmente cuando uno deposita la vida en manos de otra persona, termina por hacerse notar. Y Will era perfectamente inocente. Sólo había preguntado, de curiosidad, por preocupación seguramente, y haber negado la verdad no hizo más que pesarle más y más en la conciencia.

-¿Will?

Era de noche y tarde, y la luna había aparecido entre las montañas y la había visto desaparecer a través del empavonado cristal del cuarto. Estaban en algún lugar, cerca del mar, y el invierno había arremetido con fuerza varios días antes haciendo casi insoportable sostener el frío y el viento y la humedad a la intemperie. Y entre las tormentas, había vuelto a ver a Andrel que se empeñaba en que fuese al sur pero no atinaba a explicar por qué ni dónde. Saga se desesperaba en intentos por descifrar sus encriptadas frases y eso solía trasladarse en un pésimo humor y un cambio de rumbo que apenas podía explicar.

-¿Estás despierta?

Sabía que sí. Lo sabía por el ritmo de su respiración y la falta de espasmos que precedían al sueño. Y que cuando dormía boca arriba, especialmente con el catarro que llevaba encima, siempre roncaba suavemente co n la boca ligeramente abierta. Esta vez estaba especialmente quieta y particularmente apagada.

-... Sí.

Se gira de costado, para mirarte.

-No sé qué me pasa. Estoy nerviosa.

-Yo también -admitió en tono quedo.

Y no supo cómo continuar a pesar de haber ensayado en su cabeza cientos de veces cada palabra, cada gesto y cada pausa. Para nada, al parecer. Quiso, entonces, soltarlo todo de forma simple y llana: veo fantasmas; pero sonaba tan ridículamente ridículo y aleatorio que se negó hacerlo de tal manera.

-Te mentí y lo sabes -soltó de la nada, a bocajarro-. No es que no confíe en ti, Will. Es que... Tengo miedo de que si te digo la verdad salgas corriendo por la puerta. Y no quiero que salgas corriendo, pero lo entendería perfectamente.

Will te mira, en silencio, durante un tiempo que se te hace eterno.

-No voy a salir corriendo, Saga -se incorpora, y por un momento parece que va a levantarse para ir a sentarse a tu lado, pero al final se limita a encararse a ti, mordiéndose el labio de forma casi imperceptible-. No... No tienes que contarme nada. Si no quieres.

Tomó aire y lo soltó de golpe, mirando hacia otro lado.

-Hace mucho que no hablo de esto -comentó, y pareció quedarse ahí, tratando de averiguar cómo continuaba aquella frase no escrita-. Desde que tengo uso de razón veo... Veo cosas. Cosas que otros no ven. Y entre esas cosas hay... fantasmas. Fantasmas de gente que no conozco y... también mi hermano.

Will abre la boca, como para decir algo, pero luego la cierra, completamente bloqueada. Al final habla.

-Pero... Fantasmas, como... ¿Gente que ha muerto? -al darse cuenta de lo estúpido de su pregunta, intenta cambiarla por otra más coherente-. ¿Como imágenes en la comida, o sombras en el espejo, o algo así?