Partida Rol por web

Ashley procedió a presentar a su manada como había hecho el Philodox. A la invitación de los Martillo a sentarse a su lado, la Fenris indicó que podían hacerlo. Confiaba en que Donny se comportase esta vez y que las chicas demostrasen de lo que eran capaces. Necesitaban que saliera bien.

-Queremos consagrar nuestra manada a Jabalí y la misión que nos ha encomendado es la de venir aquí y buscar vuestra aprobación. Jabalí considera que algunos de nosotros no somos lo suficiente... eh... temerarios como para ser dignos de él. Me preguntaba si podríais ayudarnos a comprenderlo... y decirnos qué debemos hacer para ganarnos vuestro beneplácito.

-Ju, ju -dijo el Metis con la mirada algo desenfocada-. El Gran Jabalí es un misterio.

Seis-garras miró a su Alfa, que asintió.

-Nos honra que Jabalí valore nuestra opinión. Aceptamos ayudaros en vuestra búsqueda, pero os advierto que seremos tan duros con vosotros como con cualquier otro Fenris. Si de verdad queréis ser hijos de Jabalí, tendréis que demostrar que sois capaces de cualquier cosa por alcanzar vuestra meta.

-¿En el Campo de Batalla, Alfa? -preguntó la Theurge. Sin-voz asintió-. Iremos pronto.

Donny no esperaba que fueran blandos con él de todos modos, y como ya estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para largarse de ese Clan, Arend no le pedía nada que no hubiera ofrecido ya. Quiso hablar, pero sólo le salió un tímido carraspeo, como si pidiese la palabra. Como eso le hizo sentir avergonzado, cuando habló por fin lo hizo alzando un poco la voz. No tenía ni ida de lo que era el campo de batalla, pero suponía que debía de ser alguna zona cercana en la que iban a ponerles sacos en la cabeza y darles una paliza con un madero o algo así.

-Gracias. Es decir, aceptamos. Lo que haga falta.

Viviane asintió pero no añadió nada a todo lo que habían dicho. Sus ojos denotaban determinación y ganas, queriendo demostrar con su actitud que estaba dispuesta a ser tan temeraria como Ashley o Donny, que ya gozaban del favor de Jabalí. No era exactamente como le gustaba hacer las cosas, pero el caprichoso totem había fijado su mirada en ellos y qué menos que demostrarle que valían para su cometido.

Campo de Batalla. No sabía muy bien qué era eso pero sonaba a dar y recibir garrazos por doquier. Ashley iba a practicar mucho el Rito de la Herida.

En algún lugar remoto de su mente, Alecto apuntó preocuparse más tarde sobre ir al Campo de Batalla con el Martillo del Alba. Ella había peleado junto a una garou que hacía de la lucha toda una forma de vida y sabía que los ángeles de Donny estaban lejos de resultar impresionantes en ese sentido. Pero de momento estaba ocupada mirando a Aullido-de-gloria y preguntándose cual sería el mejor momento para dorarle un poco la píldora y pedirle que le contara algunas historias sobre el clan y la manada. Si no fuese porque estaba en un clan que consideraba el cráneo humano como el pináculo de la decoración habría estado balanceándose en el sitio de la emoción.

En el Campo de Batalla... Normal que Jabalí los tuvieran en alta estima si entrenaban en aquel lugar. Un reino de la Umbra donde se sucedían todas las batallas ocurridas a lo largo de la vida de Gaia, y donde se dice que sucederá la última batalla del apocalipsis. Un reino sangriento y en constante cambio, un caos contínuo e infinito. Su vieja maestra le dijo que perderse en ese reino es una de las peores cosas que podrían pasarte.

Aún así el Lupus sacó pecho y se dibujó la decisión en sus ojos. No podía flaquear en ningún momento y estaba totalmente dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario.

- El Campo de Batalla ¿eh? No será divertido, pero estamos dispuestos a todo.

-Pero ahora hay otras cosas a las que prestar atención... -dijo Arend-. Mirad, se acerca el Jarl.

El Jarl no era el guerrero más grande o más fiero, pero sabía imponer el orden mirándolos a todos con su único ojo. Llevaba una piel de oso negro echada sobre los hombros cuyo broche de plata era el glifo de la Camada de Fenris. El sol estaba a punto de ocultarse y los reflejos del fuego le lamían la piel. Levantó las manos.

-Acercaos todos a la zona de Asamblea. El Rito de Castigo va a comenzar.

Los Fenrir se levantaron y obedecieron la palabra de su alfa. La zona de Asambleas, alrededor de una hoguera que acababa de encenderse, constaba de varios bancos de piedra tallados de diversas formas. Los Fenrir se sentaron en ellos según sus manadas. Alguien preguntó por qué los visitantes se acercaban a la Asamblea, pero el Jarl dijo que sería mejor que los Cliath prestasen atención a lo que ocurría ante la ruptura de la Letanía.

Fuegofrío se acercó con expresión neutral. No fueron pocos los que la miraron con desprecio, e incluso alguno le dedicó un abucheo. Ella hizo caso omiso de aquello, pero su entereza se rompió cuando alguien trajo consigo a su bebé Metis envuelto en una piel.

El Maestro del Rito invocó a los espíritus mientras enunciaba los delitos de Fuegofrío: la ruptura de la primera ley de la Letanía, el encubrimiento del delito, la negación a señalar al padre y el adulterio contra su esposo de la Parentela. Quien imaginaban Tormund, a juzgar por la fiereza con la que miraba a la culpable, bufó en este punto.

-¿Alguien tiene algo que decir en este punto? ¿Alguien quiere exculpar a esta Garou con una prueba que aún no se nos ha presentado? -dijo el Maestro del Rito.

Donny había prometido portarse bien, y si Ashley temía que intentase secuestrar al Metis y criarlo como suyo, bueno, se le había ocurrido pero no iba a hacerlo. Aún así se notaba que lo estaba pasando mal: se agarraba las rodillas para contener un tic nervioso en las piernas y le lanzaba a su alfa miradas entre angustiadas y suplicantes.

Ashley recibió las miradas de Donny y tragó saliva. Lentamente se puso de pie y dijo:

-Con todo el respeto, creo que no es un castigo eh... acorde con estos tiempos. Matar a un guerrero en este momento de necesidad...

Las palabras de Ashley fueron recibidas con murmullos. El Jarl gritó:

-He dicho pruebas, ¡no opiniones!

-Basta -dijo Fuegofrío-. Esto no es necesario. Asumo mis culpas en esto y acataré el castigo...

La Fenris dio un paso adelante y el Jarl le tendió un Klaive. Ella la sostuvo en la mano, pensativa, respirando.

-No voy a matar al Metis. No es justo, ni limpiará mi culpa. Pero tampoco voy a abandonar mi Clan ni mi Tribu. No seré una proscrita. Soy Adelheid Fuegofrío, de la Camada de Fenris, y así moriré.

Con la mirada fija en Tormund, Fuegofrío se cortó la garganta de oreja a oreja y cayó de rodillas junto al fuego. Señaló a Tormund mientras sus ojos se apagaban.

Las esperanzas de Viviane estaban puestas en la madre, y aunque su alfa quiso intervenir en pos del cachorro imaginaba que no iba a servir para nada. Sin embargo, lo que vino después la dejó sin aliento, totalmente helada en el sitio. La determinación con la que Fuegofrío dibujo aquella línea roja en su propio cuello bastó para borrar cualquier preocupación de su cabeza respecto a Jabalí. No supo muy bien cómo clasificar lo que acababa de hacer, si de heroico o deshonroso. Era admirable que diese su vida por la del cachorro, pero le pareció demasiado fácil enterrar su culpa en todo aquello quitándose la vida. Como había dicho Ashley, Gaia acababa de perder un valioso guerrero.

El primer impulso de Alecto fue dar un paso adelante para intentar auxiliar a Fuegofrío, pero ni siquiera había terminado de dar el paso cuando se dio cuenta de que una herida como aquella estaba más allá de toda ayuda. Se llevó las manos a la cabeza, incapaz de apartar la vista del cuerpo, pero las bajó de inmediato como intentando recobrar una presencia calmada que estaba muy lejos de sentir. Se obligó a mirar hacia otro lado y se volvió hacia Vivane y casi de inmediato hacia Ashley. Un agudo sentimiento de culpa empezaba a atenazarle el pecho.

Donny se tragó un grito y se puso tan pálido que Ashley no hubiera tenido problema en invitarle a su casa. La imagen de Fuegofrío, con quien no había hablado ni una sola vez, cortándose el cuello resultaba mucho más impresionante que cualquier otra cosa que hubiera visto hasta entonces; las Perdiciones en el Túmulo, la Lobera, la muerte de Leigh e incluso su madre en manos de aquel Danzante. Había sido el que más había dado la brasa con solucionar lo del metis, y a lo mejor había sido por culpa suya y de la manada que Fuegofrío se hubiese cortado el gaznate.

Estiró la mano para agarrar a Alecto del brazo y apartó la vista, con esfuerzo, del cuerpo. Quería volver a casa.

Por un momento Sueño admiró a Ashley por intentar defenderla ante todo el clan, pero el Jarl tenía razón, no tenían ningún tipo de prueba. Pero la reacción de Fuegofrío fue totalmente inesperada para el lupus. Sin apenas darse cuenta se había levantado sobre sus cuatro patas, aplanando las orejas contra el cuerpo, agachándo la cola y soltando un ladrido que ahogó antes de sonar demasiado alto.

Se quedó mirando el cuerpo tendido de la Garou sin saber qué sentir al respecto. Hasta que se dio cuenta de que estaba señalando a uno de los presentes. No sabía quién era, pero algo en su interior le aseguraba que debía ser el padre del bastardo.

Ashley dejó escapar un gemido cuando Fuegofrío se cortó la garganta. Hizo ademán de ir a ayudarla, pero se quedó congelada en el aire, horrorizada. Los Garou del Clan parecieron tan trastornados como ellos; Markus saltó hasta ella y trató de taponar la herida en vano. Tormund se puso en pie y farfulló algo ininteligible. El Jarl, por otro lado, dio un salto hacia atrás como si temiera salpicarse de sangre. Tenía los ojos desorbitados y la boca entreabierta como si no pudiera creer lo que acababa de ocurrir en ese momento. El bebé Metis empezó a llorar, y su llanto era una mezcla de rugido y lamento animal que encogía cualquier corazón.

El caos se adueñó del rito, por lo que el Maestro abandonó toda esperanza de llevarlo a cabo. Ashley se sentó en el banco, blanca como el mármol. Tenía los ojos llenos de lágrimas que no tardarían en empezar a fluir.