Partida Rol por web

Ha caído la tarde, y está empezando a oscurecer. Debe de quedar, como mucho, una hora para el anochecer. El hall ha pasado de estar medio vacío a tener algo más de actividad, y Ashe parece haber reclutado a otras dos mujeres y a un chico joven para prepararlo todo de cara a la noche. De Resmit y su ofrecimiento de colaborar en la cocina no se sabe nada, aunque es posible que ya esté en una de las habitaciones traseras del edificio, ejecutando sus delicias culinarias. De los cinco viajeros, solo quedan dos en el lugar, pues el resto ha ido saliendo en distintos momentos de la tarde. Uno de ellos es Hadar, que dormita apoyado contra la pared. El otro es Add, que parece haberse despertado hace solo un minuto, y tiene cara de pocos amigos.

Esta es la escena que se presenta ante Bedelia cuando, acompañada por un hombre de aspecto fiero y rostro ceñudo, irrumpe en el lugar acompañada por una ráfaga de viento y nieve, que llega del exterior. El hombre lleva las ropas manchadas de sangre reseca, posiblemente de hace un día o dos, y anda encorvado, como si estuviera herido. Aún así, su mirada no deja entrever ningún signo de dolor.

Ashe está pasando en ese mismo instante por el centro de la sala común, cargando con una fuente de cerámica que, probablemente, luego será cubierta por apetitosos manjares. Al ver a la sureña acompañada por el extraño individuo, se limita a detenerse en seco y a mirarles, sorprendida.

-Oh.

-Este hombre solicita ver al jarl. Me lo he encontrado casi a las afueras del pueblo. Dice que necesita ayuda.

Repasó la sala con la mirada. No encontró a Einar.

Ashe se muerde el labio inferior, repasando con la mirada el aspecto del recién llegado.

-Otro más. Ya son ocho hoy.

-¿A qué esperas, mujer? -El hombre se deja caer sobre una silla, y se frota el hombro, dolorido-. No tengo todo el día.

Ashe le sostiene la mirada unos segundos, sin decir nada. Luego se gira y sale del hall, probablemente a buscar a Einar.

Bedelia resopló.

-No os recomiendo ser tan impertinente con el jarl como lo habéis sido con Ashe. No se hasta que punto será paciente con vos.

Aquel hombre no le terminaba de inspirar confianza. Su historia, su insistencia en ver al jarl, sus formas...

¿Uno más? increiiiiible - Dice Hadar efusivamente acercándose al viajero- !Hola! Mi nombre es Hadar, encantado de conocerte.- Haciendo su habitual presentación, sonríe y le da la mano. -Es increiiiiible, ¿tantos viajeros en un lugar tan alejado y escondido de Goldar? Yo soy de Haufman, allí hace mucho más frío que aquí, algunas veces bromeam...- El joven cesa su charlatanería en cuanto el extraño abre la boca. 

Tras unos segundos después de la intervención de Bedelia, Hadar escoge cuidadosamente las palabras que va a decir y las suelta lentamente, como si estuviera vertiendo agua en una herida. 

No sé exactamente de donde provienes... pero aquí, en el Norte, el respeto es la mejor salvaguarda. Sigue el consejo de Bedelia, hombre. 

El hombre suelta un bufido, que podría llegar a considerarse una carcajada de no ser por la expresión airada de su rostro.

-¡Ja! Cuando necesite consejos de un mocoso imberbe, o de una mujer, los pediré.

Acto seguido clava su mirada en Hadar.

-He oído hablar de los tuyos, sí. Una panda de maricones que se esconden tras el Pico del Mundo. Aquí abajo, chaval, esas cosas quedan bien en el papel. Pero la ley que rige es esta.

Acto seguido pasa un dedo por el filo de su hacha.

Bedelia sonrió con acidez, cogió una silla y se sentó en frente de aquel hombre. No iba a responder a la provocación, incluso sabiendo que aquello sería malinterpretado como un signo de debilidad. En lugar de ello le vigiló cuidadosamente. Ella le había traído hasta allí y era su responsabilidad, o al menos así lo sentía.

La bravuconería no intimidaba a la mujer, siempre había algo más debajo de una fachada bien construida. Incluso si tu fachada implicaba cicatrices. Bedelia repasó la cara de aquel hombre, imaginándose cómo había resultado herido, cómo la sangre habría resbalado, caliente, pegajosa. Dedicó un instante a recrear el proceso de curación y sus fases. La costra, las vendas, las curas, el dolor...

A Bedelia le resultaba fácil perderse en sus pensamientos, siempre lo había sido. La curiosidad le afinaba los sentidos, y los sentidos hilaban ideas entre sí hasta convertirse en una marabunta difícil de controlar. Pero a veces, sólo a veces, no necesitaba controlar la situación.

Le miró a los ojos.

Estás herido y en desventaja, provocarnos no es inteligente. No te has adaptado a tu nueva situación. ¿Por qué no te has adaptado a tu nueva situación?

La expresión de Hadar se congela en su rostro cuando el tipejo insulta a los suyos, pero parece tomar una decisión parecida a la de Bedelia, y tras un breve suspiro se aleja y vuelve a sentarse. Si el comentario le ha molestado o no, no se podría decir por su actitud. Parece que, o bien ha decidido calmar un posible conflicto antes de que estalle, o bien ha decidido que no merece la pena el esfuerzo de hablar con ese hombre. Sea como sea, no vuelve a abrir la boca en un rato, sumido en sus oscuros pensamientos quizás.

El hombre no vuelve a dirigiros la palabra, correspondiendo vuestros silencios con su indiferencia. Por otro lado, esto supone que no vuelve a increparos, lo cuál es un avance, según como se mire. Tras unos minutos, Einar entra en el salón.

-Así que es cierto -Dice, sorprendido-. Otro viajero más. Sed bienvenido, buen hombre. Debéis saber que sois la última de una larga fila de casualidades.

El hombre se incorpora y suelta un bufido.

-Las casualidades no existen. Mi nombre es Ingur, del clan Baldisung. Mi caravana fue asaltada, y perdí a todos mis compañeros en el combate. Necesito asilo y curación.

-Tendréis los dos, pues, siempre y cuando vuestras intenciones sean honestas. Otra viajera, interprete y escalda, ha llegado esta mañana en condiciones similares a las vuestras...

Ingur alza una ceja al principio, pero tras unos segundos parece reconocer a Saga por la descripción.

-¿La hedense? ¡Ja! Me habría apostado mi hacha a que había muerto. Lo último que vi de ella fue una mata de pelo rodando por la ladera... Bueno, mejor. Habría sido una pena que una mujer como ella acabara sus días en la nieve, ya me entendéis.

Suelta una nueva carcajada.

La sonrisa de Einar se vuelve algo más tenue, amenazando con desaparecer. Sin embargo, si el jarl está molesto ante las impertinencias de Ingur, no lo demuestra en ningún momento.

-En estos momentos se encuentra en el vé. Más tarde podréis poner vuestras historias en común. Seguro que ella también se sorprende al veros.

-Yo no lo tendría tan claro. Es un tipeja algo seca. Podéis quedárosla, si queréis. Seguro que luego es una fiera en la cama.

La sonrisa de Einar desaparece. Ingur, sin embargo, no parece advertirlo, o quizás lo ignora deliberadamente.

-¡Brindo por ella! Y por vos, claro. Aunque he de reconocer que el acto de brindar sin nada en la mano pierde algo de sentido...

Einar no dice nada, pero mira a Ashe con expresión impenetrable. La mujer le devuelve la mirada y, con un asentimiento casi imperceptible, sale de la habitación. Segundos más tarde, vuelve con una jarra de cerveza, que Ingur agarra con una sonrisa en la cara.

-Einar -Menciona Ashe, antes de salir-. Deberíamos ir moviendo las mesas para esta noche. La gente empezará a venir pronto, y ya oscurece.

-Claro. Gracias, Ashe.

Luego se gira hacia el hombre.

-Esta noche tendremos una fiesta en honor a los dioses. Aunque quizás necesitáis reposo, por vuestras heridas...

-¡Bah! He pasado por cosas peores. Esto se cura solo, descuidad -El norteño da un trago a su cerveza, y luego sonríe. Sus cicatrices se estiran y contraen a lo largo de su rostro cuando lo hace, formando un mapa hipnótico que recuerda la violencia de la que proceden todas esas marcas-. Y no se le dice que no a una buena fiesta. Aunque temo que apenas si poseo algunas pertenencias que obsequiaros a cambio de vuestra hospitalidad. La suerte quiso sonreírme y conseguí algo de botín tras el combate. Tomad, es vuestro.

Deja caer una bolsa, dentro de la cuál hay un par de espadas, un puñado de reksdaler y algunos símbolos decorativos, probablemente arrancados de algunos bandidos que tuvieron la mala fortuna de acabar con sus huesos en la nieve.

-No es mucho, pero tampoco abusaré de vuestra generosidad. Mañana mismo partiré, cuando se me pase la resaca.

El rostro de Bedelia no había mudado su expresión, a pesar de que el llamado Ingur tenía como reto despreciar a la mayor cantidad de gente posible. Pero no ofende el que quiere-pensó la mujer-, sino el que puede.

Meditó un instante, después se levantó y colocó la silla en su sitio.

-Ayudaré a Ashe con las mesas-Se dirigió a Einar-Estaré cerca si necesitáis algo de mi.

Dedicó una breve mirada a Ingur y frunció el ceño un instante. Algo no cuadraba. Le repasó con la mirada, buscando algún escudo, emblema o blasón que indicase su pertenencia. Acto seguido se giró y comenzó a andar.