Partida Rol por web

La noche inunda el bosque con su negro manto. Desde la cabaña del jarl se oye música y ruido de gente. Una fiesta, quizás. Vuestro estómago ruge con las escasas raciones que habéis ingerido para calmar el hambre, vuestros dedos se congelan. Allí, sin embargo, la gente baila y disfruta del calor del fuego, ajenos a vuestro sufrimiento. Es fácil que el despecho se convierta en frustración, que la frustración se convierta en rencor, que el rencor se convierta en odio. Acurrucados en el fondo de vuestra guarida, intentáis mantener el calor, pero el frío es penetrante. Sin embargo, el cansancio del día es mayor aún, y al final el sueño gana a la incomodidad.

La nieve acuna vuestro sueño intranquilo.

Un ojo se abre con pesadez. Las brumas del sueño aún no han desaparecido, pero algo nuevo se cuela entre ellas, como una mosca que hubiera entrado bajo las mantas de la cama, o una araña que trepara bajo las ropas que llevas puestas.

Voces.

Bajas, apenas comprensibles. Susurros en la noche. Más cerca de lo que te gustaría.

Las brumas del sueño desaparecen por completo, reemplazadas por la adrenalina del lobo acorralado. Han venido a por vosotros, no hay otra explicación. Afuera, siluetas se recortan frente a la tenue luz que llega de Sultünge, figuras en la oscuridad de las cuales solo se pueden advertir destellos fugaces.

Agudizas el oído, y algunas palabras empiezan a perfilarse.

-Quizás se han ido.

-Hazme caso, les vi por aquí.

-No se han ido. El otro refugio era un señuelo. Traman algo.

-Callaos. No deben andar lejos.

Thorir, a tu lado, se remueve y suelta un leve ronquido, lo suficientemente bajo para que no se oiga fuera del refugio pero lo suficientemente alto como para alarmarte.

Thorir se arrebujaba en su manta y en su piel de lobo, aquel que un día cazó. Repasaba lo ocurrido en la casa del Jarl, el sueño le podía, pero las imágenes de sus enemigos se le agolpaban en la mente, sentía rabia por no avanzar en sus pretensiones, nadie parecía creerle, y ello le desanimaba, en esas frías noches, cuando solo los lobos y las alimañas parecen vagar por los fríos bosques Thorir sentía ese frío en el alma, el frío que da la desolación y la tristeza, pero como siempre, como ocurría cada noche desde aquel suceso donde su vida cambió un extraño calor le daba ánimo, un calor que él no sabía explicar, un calor que le calentaba el alma y que le hacía seguir hacía adelante. Finalmente, durmió.

Al oir aquellas voces Drunfo se incorpora, todo lo que un gigantesco hombre puede incorporarse en tan angosto refugio. Thorir seguía durmiendo, ¿Como era posible que hubiese llegado tan lejos con el sueño tan profundo? Bastardo o no, no había duda de que había tenido las comodidades de alta cuna.

Drunfo intentaba reconocer a quien pertenecían aquellas voces, pero no lo conseguía. Pegó la oreja al lateral del refugio. Aguardando.

No distingues ninguna de las voces. Sean quienes sean, no te has cruzado con ellos antes, o no lo recuerdas.

-Mira, allí hay algo.

-Psst. Venid, vamos.

Las voces se acercan. Junto a ellas, un tintineo metálico, y una luz parpadeante...

Drunfo le coloca la mano en la boca a Thorir, despertandole. En la otra mano tiene el mandoble. Está en silencio, quieto, mirando en dirección a los susurros.

Al despertar, Thorir escucha susurros que se acercan, por fuera del refugio. Fuera parece haber alguien, dos o más personas probablemente, y se distingue una tenue luz parapadeante.

¿Qué eran aquellos ruidos?, Thorir miró a Drunfo y este permanecía quieto, a la espera, Thorir se llevó la mano a una de sus espadas, la otra mano la puso en el hombro de Drunfo, asintió con la cabeza y se dirigió hacia la salida del refugio.

Pero en ese momento Drunfo se interpuso en su camino hacia la salida. Tenia el dedo indice sobre los labios, en señal de que debian guardar silencio.

Al moverse, el espadón de Drunfo choca con algunas de sus pertenencias, produciendo un leve tintineo metálico. Aunque el ruido no es escandaloso, los dos contenéis el aliento. Los pasos, fuera, se detienen durante unos segundos, lo suficiente como para que empecéis a temer lo peor.

Luego, una voz.

-Es solo una madriguera.

-Te lo digo, se han ido.

Vuelven a oírse pasos.

Temiendose lo peor, Drunfo colocó sus manos sobre el mango del mandoble, bajó la vista al suelo, cerro los ojos, y aguardó.

Ahora está claro: Los pasos están más cerca. Prácticamente ya han llegado a vuestra zona. Sin embargo, las voces siguen hablando, como si no hubieran advertido vuestro refugio.

-¿Por qué no volvemos a Sultünge? No les vamos a encontrar.

-Sí, el jaleo se oye desde aquí. Seguro que están montando una buena.

-¡Seréis vagos!

Thorir aguardó, tenía sus cinco sentidos pendientes de los hombres que había fuera, sus manos acariciaban los pomos de sus espadas y la tensión dentro de aquel refugio podía palparse.

Los pasos se detienen, cerca de vuestra posición. La luz intermitente traza sombras a que bailan a vuestro alrededor, y casi podéis notar el calor de las antorchas sobre vuestra piel. Afuera, siluetas se perfilan entre la nieve, alrededor de vuestro escondite.

-Bueno, ya está bien -Irrumpe una voz en medio del bosque, con tono imperativo-. Salid desarmados, los dos. Y no se os ocurre hacer ninguna estupidez.

La luz emite destellos metálicos al rebotar contra los filos de sus armas. Os tienen rodeados.

Thorir miró a Drunfo, cerró los ojos y suspiró. Acto seguido salió del refugio.

Antes de que Thorir salga, el tintineo del metal le delata.

-¿Es que no me has oído? Desarmado. Las armas se quedan dentro.

En ese momento Drunfo empujando con sus espaldas el techo del refugio levantó toda la estructura intentando imponerse en aquella situación a la vez que el acero de su mandoble siseaba en el aire y señala a las tres siluetas que estaban enfrente. El acero brillaba en la oscuridad con la luz de las antorchas, un azabache que pudiese venir del mismo infierno era lo que separaba a Drunfo de esas personas.

-El único lugar donde va a quedarse...

El rugido de Drunfo y su silueta imponente hace que las siluetas se echen hacia atrás, atemorizadas ante la visión del norteño, y ese momento de duda es el que les hace perder su ventaja. Sin embargo, antes de que el gigante pueda terminar su amenaza, un destello plateado vuela hacia él desde las sombras.

Thorir estaba a punto de salir del refugio cuando Drunfo lo levantó con su espalda, la cara de Thorir era la de admiración ante aquel alarde de valentía, sin pensárselo dos veces Thorir se incorporó y desenfundó sus dos espadas poniéndose a la defensiva exclamó, - ¡¡Deteneos antes de que sea demasiado tarde!!, ¿¡Quiénes sois y quien os manda!? - Thorir se mantenía atento e intentaba adivinar quien era el líder de aquella partida o distinguir algún rostro familiar. 

Lo había conseguido, las tres siluetas se habían quedado enfrente suya inmóviles, temerosas del tamaño del norteño. "Puede que pueda salir bien" pensó Drunfo para si. Pero en eses instante, una punzada en el hombro. Un hacha le había hecho una herida. Sin esperar un instante se lanzó contra las tres siluetas.