La sonrisa de Bedelia desapareció. No era posible.
-¿Y no podría controlarse a la bestia y luego intentar el ritual de reversión? Asegurarnos de tener el tiempo y la concentración suficiente para que salga bien. O acabar con la bestia principal y luego intentarlo.
-Técnicamente, sí. Pero he de preguntar, de nuevo: ¿A qué tanta molestia? Ese infeliz bien podría desear la muerte, al saber lo que ha hecho.
Ingur se dispone a decir algo cuando te ve, pero se lo calla tras percibir las lágrimas en tus ojos. Muy mal aspecto debes tener para que hasta él se muerda la lengua.
-Maldita sea...- murmuró Thorir mientras se acercaba a Bedelia y a Ahmel, los cuáles se veían que volvían a enfrentarse por la cabezonería del sureño.
-¿Qué pasa ahora?- preguntó bastante serio y en parte enfadado cuando llegó a la altura de Bedelia y Ahmel.
Ahmel tenía razón, Fredrick podría desear la muerte al descubrir lo que había hecho. Pero eso no era él, una antigua maldición y la sed de sangre le habían impulsado a ello y así debía entenderlo. Su marido era una persona dulce, cariñosa y comprensiva, no podía dejarle y debía hacerle comprender que no había sido su culpa. Además las frases de aquella carta se empeñaban en atacar su maltrecha mente una y otra vez, recordando que no había sido feliz, que se culpaba de haberla abandonado y que lo daba todo por perdido. Su marido la necesitaba, ahora más que nunca.
-Pasa que hoy es un gran día para Ahmel, va a poder hacer dos de sus rituales.
Bedelia miró a Thorir, pero algo parecía haber cambiado. Los ojos de la sureña ya no desprendían calidez, y su sonrisa era lo suficientemente inestable para conferirle cierto aspecto delirante.
-Cuando haya funcionado podrás decirle al mundo que fuiste el primero que lo consiguió, imagina la fama y el dinero que eso reportará. Así que prepárate, te indicaré cuál de ellas es.
Acto seguido, se giró y se dirigió hacia Ashe. Ahora si que tenía fuerzas para intentar convencerla.
En vez de hablar directamente con Ashe voy a dejarlo ahí por si quieres incluir algo.
-¿Cuál es... qué? ¡Espera! ¿Qué?
Pero Bedelia ya le ha dado la espalda, sumida en un extraño fervor.
Espero a que responda Thorir
No podía dejar de llorar. Era una de esas veces en las que la ventisca llegaba y una vez tocaba la costa ya no se podía escapar. Y tenía que seguir moviéndose y hacer algo porque si paraba no sabía si iba a ser capaz de levantarse y había mucho en juego. Pero había errado. Si hubiese atinado antes con lo de Dag podrían haberle puesto a salvo. Si se hubiese dado cuenta de que el círculo no necesitaba ningún orden podrían estar ya allí, ayudando. Y si hubiese escuchado a Ashe y se hubiese callado la boca, Bedelia no estaría escuchando falsas esperanzas de la boca de aquel imbécil. Si se hubiese rendido hacía tres días, cuando les asaltaron, ni Will ni ella habrían terminado en aquel lugar. Ni Andrel habría tenido que enfrentarse a esa cosa.
Pero estaba allí y todo se estaba desmoronando. Era como intentar controlar dos caballos que tiraban en direcciones opuestas y podía notar su cuerpo en absoluta tensión, temblando lejos de su control, y su mente desgarrándose por la culpa. Se tenía que haber callado... Pero ya era demasiado tarde.
Se acercó al rincón donde Ingur solía estar para recuperar su capa y sus pertenencias y después volvió junto a él, todo lágrimas y mocos y la cara enrojecida. Volvió a restregarse el rostro con la manga en un vano intento por no descomponerse del todo. Con un gesto le indicó que se apoyase en ella para levantarse.
Thorir no entendía nada de lo que acababa de ocurrir, ¿Qué ritual se refería Bedelia?, Miró extrañado a Ahmel, -¿Vas a hacer un ritual y no sabes cuál es?-
Ashe parece inmersa en una acalorada discusión con Eskol y Frigda, que intentan tomar el relevo a Saga en cuanto a hacerla entrar en razón. Will, la amiga de Saga, les observa a un par de metros, con expresión de duda en el rostro. Cuando te acercas, Ashe parece estar dando un ultimatum.
-He tomado mi decisión.
-Puede. Pero ninguno podéis entenderlo. No sabéis lo que se siente al perder un hijo. Puede que no haya parido a Dag, pero soy su madre. No hace falta compartir sangre para serlo. Y no le perderé.
Ahmel niega con la cabeza.
-No, no, no. No he dicho que vaya a llevarlo a cabo. Es solo una teoría y... ¿Pero qué le ocurre a esa mujer? ¡Está histérica!
No parece que Ahmel sea demasiado perceptivo, pero incluso él es capaz de sospechar que algo ocurre con Bedelia. Su actitud dista mucho de ser la habitual.
Ingur acerca la mano, dispuesto a dejarse ayudar... Pero luego vuelve a mirarte la cara, y la aparta antes de que puedas cogérsela.
-No -se echa hacia atrás, inusitadamente serio-. Siéntate -al ver tu expresión, alza las manos en son de paz-. Solo un minuto. Un puto minuto, nada más. Ese niño no se va a mover de donde quiera que esté.
-Ashe, escúchame.
Bedelia se acercó con ánimos renovados.
-Vine hasta el norte porque perdí un hijo, en un viaje para encontrarme a mi misma. Dag es un chico alegre, perspicaz, inteligente y muy resuelto, y mentiría al decir que no le he cogido cariño en estos tres días. Despierta en mí un instinto maternal...Me hace querer protegerlo.
Se acercó aún más a Ashe y le cogió las manos.
-Por eso te aseguro que le rescataremos sano y salvo, y que nos enfrentaremos a la bestia para protegerle. Si no conseguimos matarla la retendremos hasta que Dag escape. Por eso es fundamental que te quedes aquí, si vienes podría dañarte, pero cuando Dag vuelva aquí tendrá alguien que pueda protegerle.
Ashe niega con la cabeza, tozuda.
-No niego que creas en tus palabras, Bedelia. De verdad. Al igual que Saga. Pero vuestra convicción no os protege del fracaso, y si eso ocurre, solo quedaré yo. Si muero, otros cuidarán a Dag. Si muere, no podré seguir sin él.
Su voz se quiebra en la última frase. Parece cansada de discutir.
Bedelia suspiró y guardo silencio unos segundos.
-Si vienes, ¿me prometes quedarte en la retaguardia y no atacar a menos que sea absolutamente necesario?
Se hizo de rogar un instante, pero tras insistir no le quedaron fuerzas ni para decirle que no. Se dejó caer en el banco cubriéndose el rostro con ambas manos y tratando de tomar una bocanada de aire lo suficientemente larga como para dejar de llorar.
-No voy a ir con vosotros. Saga dice que os retrasaría, y seguís siendo nuestra mejor apuesta. Aunque me cuesta pensar como vais a galopar seis personas en tres caballos en medio de la nieve, contigo corriendo detrás.
Bedelia enrojeció y carraspeó ligeramente.
-Podría llevarte a cuestas...