Partida Rol por web

Por alguna extraña razón, mientras te preparas para la expedición, las palabras de Ziu resuenan en tu cabeza.

"¿Cuál crees que es tu deber?"

Mientras te preparas para la expedición, no puedes evitar mirar de reojo a Bedelia. La noticia parece haberla destruido, como era previsible. ¿Habrás hecho bien en contárselo? ¿Será capaz de enfrentarse al que fue su amado? ¿O será desbordada por su miseria?

Thaldein y Eskol parecen aceptar con resignación vuestra decisión de partir. A estas alturas, todo el mundo se agarra a un clavo ardiendo, y los dos hombres parecen confiar en Saga lo suficiente como para aceptar que una expedición así pueda triunfar. No tardas mucho en prepararte para salir, después de eso. Tu estómago casi vacío ruge, mientras lo haces, recordándote que pronto se acabarán las reservas. Puede que esta sea vuestra última oportunidad de acabar con la criatura... Y si el plan de Saga falla, no quisieras pensar en la alternativa.

Aad no tarda mucho en prepararse, y es el primero que está en la puerta, esperando al resto. Will es la segunda, y Thorir el tercero. Sin embargo, antes de que los otros cuatro se reúnan con ellos, y cuando Saga y Bedelia ya están en la sala común, se escucha un pequeño alboroto en la parte trasera del edificio. Dos figuras cruzan entre la gente, dirigiéndose a la puerta.

-¡Para! ¡Esto es una locura! Esta no eres tú.

-Déjame.

Ashe se sitúa frente a Thorir. En su mano, una espada. La espada de Einar.

-Vais al bosque -no es una pregunta-. Voy con vosotros.

Las palabras volvieron claras.

"Si mis deseos personales deben supeditarse a un bien común, creo que mi deber es darme cuenta a tiempo y actuar en consecuencia. Y espero tener la sabiduría suficiente para hacerlo."

La ironía...y ni siquiera estaba segura de tener esa sabiduría. Si, la teoría estaba clara y la necesidad de hacerlo también, ¿pero qué ocurriría cuando finalmente se encontrase junto a él? Si reconociese algo de su marido en aquella bestia.

Se sentía destrozada, cayendo en una espiral a medio camino entre lo real y la ilusión. Tenía que ser un sueño, se aferraba a esa posibilidad como si de un clavo ardiendo se tratara, pero a la vez una parte de su mente le susurraba que aquella idea sólo era un truco. Una adaptación que permitía sobrellevar el dolor. No era sólo la muerte de Fredrick, como si eso no fuera suficiente por si mismo. Era su transformación, Dag en peligro, el hambre, el frío, el cansancio, el resultado de tres días en tensión constante, el miedo, estar encerrados con eso suelto, que hubiese más de uno y no haber sido capaz de proteger a ninguno de los dos. Ni a su hijo ni a su marido. Los había traicionado.

Si no podía lidiar con todo aquello, ¿cómo iba a cumplir su deber?

Bedelia observó a Ashe con expresión ausente, como si no reconociera del todo quién estaba hablando. Permanecía junto a Saga pero no hizo ademán de moverse. ¿Aquella mujer sabía luchar? Entre brumas rescató la imagen de un arco, lo llevaba a la espalda. ¿Sabía usarlo?

Siguió mirándola en silencio. No parecía que fuese a añadir nada.

-Ashe... -Saga se acercó con la voz de la razón, aunque sabía lo mucho que eso iba a importar-. No hay caballos suficientes para todos y nosotros debemos llegar cuanto antes para completar el ritual. Es la única oportunidad que Dag tiene y vamos tarde. No puedo cambiarte por nadie.

-¿Quiénes vais? -Ante la respuesta, alza una ceja- Siete personas y tres caballos. ¿Cómo piensas hacerlo exactamente?

-Bedelia corre más que los caballos. Tú no, Ashe. -Se volvió hacia otro lado, buscando con la mirada a los que faltaban-. ¿Dónde...? Voy a por Ingur. Que alguien me traiga a Ahmel arrastras si hace falta.

Ashe alza una ceja.

-¿Que Bedelia corre más que...? -cuando Saga se gira, dando la conversación por finalizada, su mirada se endurece-. Muy bien. Suerte.

Acto seguido se dispone a salir, todavía equipada con la espada, el escudo y el abrigo.

En lo que le pareció un esfuerzo titánico, Bedelia se acercó hasta Ashe y le habló en poco más que un susurro apagado.

-Nosotros vamos a cuidar de Dag. No vayas sola. No mueras sola en el bosque.

Negó en silencio y bajó la cabeza.

Ashe se detiene en el umbral. Sin girarse para mirarte, responde.

-Si te equivocas, Dag muere. Y es lo único que me queda.

Acto seguido sale.

No añadió nada más ni intentó detenerla de nuevo. Simplemente se pegó a la pared y se mantuvo quieta.

-¿Y qué le va a quedar a él si te vas sola y mueres ahí fuera? ¿Eh? ¿Qué le decimos entonces? Ya ha muerto mucha gente que no debía de este pueblo, empezando por Einar. Ese mismo dolor que tú sufres es lo que le va a tocar al resto si no vuelves con vida. Nosotros tenemos que ir. A ti tu pueblo te necesita con vida y Dag también. No le hagas pasar por lo mismo.

Bedelia permanecía apoyada en la pared, seria y en silencio, sumida en sus propios pensamientos. Sin embargo algo pareció perturbar su quietud, pues en un instante estaba saliendo por la puerta como una exhalación.

-¡Ahmel! ¡¡AHMEL!! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?

Al salir, Bedelia puede comprobar que Ahmel se encuentra fuera del edificio, a cierta distancia entre la ventisca, mirando el bosque. Parece que ya está preparado para salir. Al oír la voz de la sureña, se gira un poco y le dirige una mirada iracunda, antes de volver a darle la espalda e ignorarla.

Parece que Ashe está ignorando todo lo que dice Saga, aunque tras dar unos treinta pasos, cuando la hedense ya ha terminado, se gira y le dirige una mirada severa.

-¡¿Qué pueblo, Saga?!

-¡El que estamos intentando mantener con vida! ¡¿O es que ya no te importa toda esta gente?!

-No -no duda un momento al responder-. Me importa Dag. Y si te equivocas y él muere, no podré seguir adelante sabiendo que pude hacer algo.