Partida Rol por web

Aunque después del thing no vienen más visitas, la tarde se hace asombrosamente corta. Sin apenas contacto con el exterior, exceptuando quizás alguna conversación lejana o alguna orden gritada ocasional que no llegáis a entender, la monotonía es la única constante. Al anochecer, la cabaña queda completamente a oscuras, y aunque vuestros ojos se acaban acostumbrando a la falta de luz, apenas si podéis distinguir las formas de los objetos que os rodean.

En cierto momento de la noche, Sigbjörn viene y os enciende un pequeño fuego para que os calentéis. Aunque afirma que no puede soltaros, os deja cerca un cubo con nieve por si tenéis que apagarlo en caso de emergencia. Por desgracia, se niega a responder a ninguna pregunta. Según os confiesa, le han prohibido que os diga nada de lo que está ocurriendo ahí fuera.

A pesar de las mantas y el fuego, el frío sigue siendo molesto, aunque soportable. Sobreviviréis a esta noche. Por otro lado, vuestros estómagos empiezan a emitir ruidos preocupantes... Y es que no habéis comido nada desde la mañana.

Thorir se acercó al fuego lo que pudo, intentaba concentrarse y no perder energía en cosas innecesarias, había permanecido dormitando todo el día y sólo la visita de Sigbjörn le había sacado de aquella especie de hibernación. Sentía hambre pero sabía dominarlo, ya había pasado por eso en otras ocasiones. 

Tras acomodarse como pudo junto al fuego echó una mirada a Drunfo, un simple vistazo para ver si aún estaba allí. 

El hambre le sacó del lejano recuerdo en el que estaba, o quizás había sido el hambre lo que había traido de vuelta el recuerdo, no estaba claro que había ocurrido antes.

Drunfo se acercó al fuego junto a Throrir y se examinó los cortes. Estaban cicatrizando a la inusual velocidad a la que se le curaban todas las heridas. Terminó de acurrucarse junto al fuego y permaneció allí sin decir nada.

La puerta se abre. A la tenue luz de las pobres llamas que os calientan, distinguís la silueta de una mujer en el umbral. Es solo cuando pasan unos segundos que acabáis de situar sus facciones.

Bedelia observa el cuarto en el que están encerrados los Yormef, con cierta dificultad debido a la oscuridad. Aunque los dos cautivos tienen mantas y un pequeño fuego para calentarse, el frío allí es considerablemente más intenso que en el salón del jarl. Independientemente de lo inteligente que pueda resultar montar una pequeña hoguera, vigilada por dos hombres atados, en un lugar cerrado, lo cierto es que aquel gesto es el único rastro de humanidad o consideración que parece haber surgido de la gente de Sultünge hacia aquellos dos parias, repudiados por la sociedad y condenados a un destino incierto y poco prometedor. El humo, por suerte, parece escaparse por un agujero del techo... Que, por desgracia, sirve también como entrada para el frío.

El crujir de la puerta despertó a Thorir del pequeño letargo en el que se encontraba, se giró lentamente para ver mejor la figura que entraba. Al distinguir al fin a Bedelia sintió algo de tranquilidad y se medio incorporó como pudo. 

-Bedelia, me alegra verte de nuevo- dijo Thorir con una pequeña sonrisa en la cara, -¿Qué novedades traes?- 

Bedelia cruzó el umbral de la puerta y se acercó hasta los norteños, entrelazando los brazos para protegerse del frío. Entonces pudieron verla claramente.

La sureña tenía la mitad del cuerpo, la cara y el pelo cubiertos de sangre. Además, parte de su camisa estaba rasgada, dejando al aire una herida abierta, fresca todavía. Por último, tenía el tobillo vendado improvisadamente con un pañuelo y una miríada de pequeños cortes y contusiones repartidos por el cuerpo.

-Unas no muy buenas-Respondió a Thorir, esbozando una sonrisa cansada.

Se sentó frente a ellos, formando un triángulo para que pudieran verse todos. La imagen de Halki partido en dos (una imagen creada por ella misma) relampagueó en su conciencia, pero la apartó frotándose los ojos.

-Hemos luchado contra la bestia, y hemos perdido. Os contaré la historia enseguida, pero antes, ¿cómo estáis vosotros?

No había apreciado las heridas de Bedelia hasta que se acercó más a ellos, estaba asombrado, perplejo ante lo que veía y escuchaba, por unos segundos se quedó mudo, examinando a aquella mujer, y sobretodo, admirando la fortaleza, física y mental de la sureña.

-Toma, coge mi manta- dijo Thorir tras unos segundos de silencio, -Como nosotros estemos no es importante, cuéntanos, ¿Qué os ha pasado?- dijo mirándola a los ojos.  

Bedelia negó con la cabeza y sonrió a Thorir.

-Gracias. Todavía guardo un poco de calor de la sala de estar, pero vosotros debéis estar helados. Quédatela.

Se acomodó en el suelo, cerrando un instante los ojos mientras disfrutaba del calor y la tranquilidad, pero volvió a abrirlos antes de hablar.

-El pueblo decidió esta tarde formar partidas de caza para intentar recoger víveres, empezando hoy mismo. Creíamos que la bestia permanecía inactiva durante el día, así que Resmit, Saga, Thaldein, Ingur y yo salimos a buscar pistas mientras el resto de la gente cazaba. Nos dirigimos al lugar donde Einar murió, y encontramos un rastro de sangre que seguimos...Pero eso nos interceptó en algún punto del camino.

Desvió la mirada hacia el fuego con el ceño fruncido, recordando la escena.

-Intentamos huir, pero fue más rápida que nosotros así que no nos quedó más remedio que luchar. Parecía que íbamos bien, que podíamos controlarla o al menos contenerla...Pero en algún momento se nos escapó de las manos. Saga está bien, a Resmit y a mi sólo nos hirió, pero a Ingur le arrancó la pierna como si fuera hierba seca, y Thaldein está muy grave.

La mirada de la sureña no desprendía miedo, sino más bien rabia.

-Es un cazador, y es voraz. Creo que volverá a atacar esta noche, si no encuentra antes a alguien con quien entretenerse.

Thorir miró de reojo a Drunfo y acto seguido volvió a fijarse en los ojos de la sureña.

-Entiendo- dijo Thorir asintiendo levemente y con el rostro serio, -Dime, ¿Cómo es la bestia? y lo más importante, ¿Cómo actúa?- preguntó con gran curiosidad, él había sido cazador y había cazado muchas otras presas, pero aquello, ¿una bestia capaz de derrotar a cinco personas, siendo además, tres de ellas guerreros expertos?, sin duda aquello debía ser un gran problema.   

La imagen vino clara a su mente.

-Se mueve a cuatro patas y tiene unas garras afiladas, además de cuernos en la cabeza, esas dos cosas son su forma principal de atacar. Es delgada, casi esquelética, parece...humana de alguna manera, y a la vez no. Pero lo peor no es su cuerpo, lo peor son sus ojos. Blancos como la leche y totalmente aterradores. Tuvimos que luchar contra ese terror que nos dominaba y que nos gritaba que saliéramos de allí. Pero además también tuvimos que luchar contra el frío que irradiaba, como si fuera una lasca del propio invierno.

Entrecerró los ojos.

-Es ágil, muy ágil. Y rápida. Empezamos a correr cuando todavía teníamos ventaja, pero apenas le costó alcanzarnos. Combatió contra los cuatro y ni siquiera la herimos de gravedad. Está preparada para cazar, como si la naturaleza la hubiese modificado para ser el depredador perfecto.

Volvió a mirar al norteño.

-Sólo que, por supuesto, no parece una criatura natural.

Thorir desvió la mirada hacia el pequeño fuego que había en la habitación y comenzó a hablar, -Una vez cazamos un oso que llevaba días rondado los territorios de mi Clan, atacó a varios campesinos, decidimos organizar varias partidas para dar con él, pero siempre conseguía escapar de nosotros, fue entonces cuando decidimos atraerle, montamos una trampa y pusimos a una "presa"- dirigió la mirada a Bedelia, -Uno de nuestros guerreros impregnado con sangre, el oso le atacó y fue entonces cuando nos lanzamos contra él- Thorir lanzó un suspiro.

-Mi opinión es la siguiente, deberíamos atraer a esa bestia a un lugar que controlemos y dónde su agilidad no le sirva para mucho, además, si dices que irradia frío posiblemente sea vulnerable al fuego- Thorir afinó su mirada y esbozó una leve sonrisa, -Y yo tengo algo que no le va a gustar mucho-, se removió en su sitio, -Pero aquí atados no hacemos nada-

Bedelia asintió.

-Eso mismo pensó Saga, y trató de atacarle incendiando su capa de piel...Pero la agarró. Ardiendo. Y no le pasó absolutamente nada, aunque no deberíamos descartar todavía este punto.

Suspiró. Estaba cansada, pero quedaba mucho por hacer.

-El pueblo planea un juicio para vosotros mañana, pero como ya os he dicho puede que esa cosa ataque esta noche. Necesitamos vuestra ayuda, pues el pueblo no tiene demasiados guerreros. Estar dispuestos a colaborar creo que hablará a vuestro favor, pero eso ya no depende de mi. Tampoco puedo desataros, me dejaron venir con esa condición.

Desvió lentamente la mirada hacia Drunfo.

-La idea de la trampa es buena, pero antes de enfrentarnos a ella completamente necesitamos conocerla un poco más. Drunfo, ¿habías oído hablar de la bestia?

Thorir asintió y dirigió su mirada a Drunfo, puede que él hubiera escuchado algo sobre aquella bestia.

Ojos blancos, ojos blancos...

Drunfo apartó la mirada de fuego, intentando entrar en la conversación. Ultimamente no quería hablar con nadie, pero Bedelia siempre tenia algo que le hacia sentirse confortable.

-Una vez, cuando era todavía un niño, sufrí una grave herida del ataque de un monstruo. Esa bestia tenia unos grandes ojos blancos, y parecía que el invierno se hacia cruento por instantes cuando estaba cerca. Fue la primera vez en mi vida que sentí autentico terror. Pero aquel monstruo fue abatido por mi padre con su mandoble...

Entonces recordó su petición.

-¿Has encontrado mi espada Bedelia?

Bedelia inspiró profundamente por la nariz, con lentitud, como si fuera la última vez que pudiese hacerlo. Después expulsó el aire de la misma manera. No cerró los ojos, pero su cara expresaba preocupación. Decidió contestar primero la pregunta.

-La encontramos, pero cuando bestia nos atacó debimos soltarla en la huida. Se más o menos por donde está, la recuperaré.

Miró durante unos segundos al fuego mientras se mordía con distracción la yema del pulgar. Parecía pensativa.

-En casa de Yngrid vi una de tus cicatrices, la peor, esa que te recorre prácticamente de arriba a abajo. ¿Fue esa la herida que sufriste de niño? ¿Recuerdas qué pasó después?

-Miente.

Drunfo se examinó las palmas de las manos de forma bastante prolongada.

-Recuerdo...  - Miró a Bedelia antes de continuar  -  Mi padre me trató la herida durante bastantes meses hasta que me recuperé. Pero si lo que te refieres es a lo que le pasó a la bestia, mi padre me contó que practicamente decapitó a la bestia y dejó el cadáver allí donde murió ya que la carne tenia un aspecto enfermizo y no se podía comer.

El gigante hizo un gran esfuerzo con los puños y cerró los ojos con fuerza. Después pareció relajarse un poco.

-En cuanto a prestar ayuda para defenderse de la bestia, lo haré pero solo si tengo mi mandoble en mis manos, me gustaría salir a buscarlo contigo. También no estaría mal comer algo.

-Cállate.

-Estoy de acuerdo, podréis contar conmigo, pero necesito mis armas y algo de comer, nada más- dijo Thorir dirigiendo la mirada a Bedelia. 

-Eres patético. ¿Acaso crees que van a ayudarte? ¿Que puedes fiarte de ella? Sacarán lo que quieren de ti, y luego te degollarán.