Partida Rol por web

-Dicen que se alimenta de escarabajos, y que duerme sobre un lecho de raíces podridas.

La voz retumba en la oscuridad, extrañamente cercana y familiar. Ya has oído esa voz anteriormente.

Thorir aún desorientado y con la cabeza dándole vueltas intenta averiguar quien es esa persona que ha hablado y donde está. 

-Eres un necio. ¿Qué va a comer escarabajos?

Dos figuras aparecen junto a ti, todavía borrosas. Te suenan, pero no sabes de qué... Al mirar a tu alrededor, descubres donde estás: Un bosque, al parecer. El cielo está despejado, y no hay nieve. La temperatura es relativamente agradable, al menos todo lo agradable que puede ser en los Yermos Gélidos. La silueta que ha hablado primero se cruza de brazos.

-Qué valiente eres -Responde, con tono burlón-. Miradme todos, soy Henrik, hijo de Hakon. El héroe definitivo, el paladín del norte. Desayuno volvas por las mañanas y me limpio el culo con pieles de osos que he cazado con mis manos.

Se oyen risas, y distingues nuevas figuras. Pero solo dos rostros empiezan a aclararse, dos rostros que empiezas a reconocer con claridad.

-Cierra la puta boca, Gilden -Henrik frunce el ceño, y mira al resto del grupo-. Es estúpido tener miedo a esa chiflada.

Gilden esboza una sonrisa cruel.

-Bien, en ese caso demuéstralo. Ve allí y llama a la puerta.

Henrik palidece sutilmente.

-No hay necesidad de molestarla.

Gilden suelta un bufido.

-Los mayores la molestan constantemente para pedirla consejo. Pídele consejo sobre algo, cualquier chorrada. O admite que eres un cobarde.

Henrik se vuelve hacia él, ceñudo.

-Te estás ganando que te parta la cara, gilipollas.

Gilden se echa atrás, con las manos en alto.

-Eh, vale. Era broma. Que vaya él.

Todas las miradas se giran hacia ti. De repente, te sientes indefenso. Henrik alza una ceja.

-¿Él? Es solo un mocoso. Creo que no tiene ni siete años.

Gilden se encoge de hombros.

-Pues eso. A él no le hará nada. Además, ¿no dices siempre que es una carga para la familia? En el peor de los casos, te libras de la carga...

Allí estaba él, el pequeño Thorir, siempre intentando caerle bien a su hermano y al resto de sus amigos. Todos le estaban mirando, a ver que hacía aquel pequeño, los jóvenes esbozaban sonrisas al ver que Thorir no se movía, pero antes de que Henrik se burlara de su cobardía, como hacía constantemente, justa o injustamente, Thorir se quitó el cinto del que colgaba una pequeña daga y se dirigió hacia la puerta de aquella mujer. Tenía miedo, pero había a prendido a dominarlo, como le decía su padre, el miedo no es malo, lo malo es no saber controlarlo y saber hacerlo es lo que diferencia a un valiente de un cobarde.

El camino hacia aquella cabaña se hace interminable. Los pies parecen pesados, los ojos no dejan de captar siluetas en la periferia de su campo visual. El resto se ha escondido, y aunque sabes que te observan, no ves ya sus figuras. Te sientes solo.

Una puerta de madera aparece frente a ti.

La cabaña, si es que se le puede llamar cabaña, está integrada en los árboles, como parte del mismo bosque. El techo, compuesto por multitud de ramas, ofrece un aspecto tosco y salvaje. Las paredes, también hechas de madera, no varían demasiado en este sentido. El hogar de aquella mujer apenas si parece un hogar. Como si fuera una ruina del pasado que el bosque hubiera asimilado hace tiempo. El musgo cubre los troncos. Junto a la puerta, un extraño totem hecho con palitos de madera y cuerdas cuelga de una rama que sobresale. Su aspecto es inquietante.

De dentro no llega ningún sonido, y fuera parecen haberse callado hasta los pájaros y el viento. No se oye nada...

El pequeño tragó saliva, cerró los ojos y suspiró, entonces empujó la puerta y pasó hacia el interior de aquella especia de cabaña.

El interior de la cabaña desprende olores que no acabas de identificar. El olor a cerrado y a humedad es omnipresente, pero junto a él se añaden varios aromas vegetales, y quizás el rastro seco de la ceniza. Con tu edad, apenas si puedes identificarlos, pero la mezcla te marea. Eso es lo primero que percibes, el olor. Luego llega el tacto: La humedad, el calor que hace allí, bastante distinto a la agradable temperatura de fuera, el suelo rugoso y blando bajo tus pies. Por último, la vista hace su trabajo.

Dentro está oscuro. A un lado de la cabaña, distingues algo parecido a una cortina hecha con cuerdas y pequeñas cuentas de madera. En el centro de la sala, una mesa, o algo que se parece a una mesa, tallada de forma brusca y calzada con unas piedras. Contra las paredes, distintos bultos y estanterías, recipientes cuyo contenido no quieres conocer. Los detalles apenas si son visibles, pues pareciera que la luz solar no llega a adentrarse del todo en aquella morada, y tus ojos aún no se han acostumbrado a la vista.

No parece que haya nadie...

Thorir intentaba articular palabra, pero el miedo le paralizaba, cunado por fin consiguió hablar dijo, - Soy Thorir, hijo de Hakon, ¿Hay alguien aquí? - y una gota de sudor frío corrió por la espalda del pequeño de los Yormef.

Una voz surge de la oscuridad, a tu derecha. Cuando te giras, sobresaltado, ves que procede de una figura que te observa desde las sombras.

-No temas, Thorir hijo de Hakon -La voz suena rasposa y retorcida, pero es definitivamente femenina-. No te haré daño. Por favor, cierra la puerta.

Thorir cerró la puerta, apenas sin pensar, casi un acto reflejo ante la voz de aquella mujer. Las palabras se le agolpaban y no sabía muy bien que hacer,entonces, como una manera de "defenderse" ante aquella figura que se alzaba ante él soltó lo primero que que le vino a la cabeza, -¿Es cierto que comes escarabajos?- entonces Thorir tragó saliva y miró a los ojos de aquella misteriosa mujer.

-No, si puedo evitarlo. Demasiado crujientes para mi gusto.

Cuando la mujer se incorpora, tus ojos se han acostumbrado lo suficiente a la poca luz como para distinguir sus rasgos de forma general. Contrariamente a lo que podría pensarse, parece relativamente joven. Sus cabellos son claros y están recogidos en varias trenzas sujetas por múltiples aros de madera, tallados y pintados a mano. No es guapa, o al menos no lo parece, quizás debido a sus facciones horcas o a las telas viejas que utiliza como ropa. Sin embargo, hay algo en ella que llama la atención, como si la rodeara un halo indescriptible que atrajera a los demás como una serpiente atrae a sus presas mediante los coloridos patrones de sus escamas.

Durante unos segundos, te observa en silencio, evaluándote. Luego suspira y se acerca a la mesa, de donde saca un taburete en el que se sienta.

Thorir estaba algo más tranquilo, aquella mujer no parecía tan terrible como Henrik y sus amigos decían, así que decidió preguntar, en el fondo tenía curiosidad por todo aquello. - Señora, ¿Porqué vive en el bosque?, ¿ eres una especie de sacerdotisa o una bruja como dice mi hermano? - el pequeño se había acercado hacia aquella mujer quedando a poca distancia. 

-Tu hermano -Dice la mujer, alzando una ceja-, es un cretino. Harías bien en recordarlo. Yo soy quién soy, y ya está.

Sus manos vuelan hacia un cuenco, que parece sacar de la misma nada que habita en las sombras de la habitación, pero que probablemente estaba escondido en alguno de los muchos estantes repartidos por la habitación. Tampoco ves de donde saca las hierbas que echa en el recipiente, antes de empezar a machacarlas con un trozo de madera, creando una pasta informe. Tras unos segundos, alza la mirada y te atraviesa con sus ojos.

-¿Vas a sentarte o qué? No tengo todo el día, jovencito.

Thorir dudó unos segundos, pero tras la pequeña espera alcanzó el banquete y se sentó. 

La mujer añade un extraño líquido a la mezcla, que la tiñe de color granate. El silencio parece haberse asentado entre los dos, pues ni tú te atreves a interrumpir su ritual ni ella parece acordarse de que estás allí. Sin embargo, tras lo que parece una eternidad al final alza la mirada y, satisfecha con el resultado, te acerca el cuenco con brusquedad.

-Toma. Huélelo.

Thorir miraba aquello muy extrañado, ¿estaría intentando envenenarlo?, miró con algo de miedo aquella mezcla, la cogió con cuidado y la olió.

El aroma del potingue es fuerte y acre, tanto que te hace apartarte instintivamente. Notas cierto regustillo picante que te produce un pequeño mareo. La mujer mantiene fija su mirada en ti durante todo el proceso. Cuando apartas el cuenco, lo recoge de vuelta y entrecierra los ojos.

-¿Y bien?

Thorir miró a la mujer con cara de enfado, -¿Qué es esto?¿Qué pretendes haciéndome oler este potingue?- y sus ojos se quedaron fijos en los de la misteriosa mujer, esperando una respuesta.

-¿Potingue? -La mujer mira el cuenco, decepcionada-. Se supone que tiene que oler bien. Tenía pensado usarlo como salsa para mi próximo plato. Me he tirado días buscando los ingredientes.

Con un gesto seco y despectivo, aparta el cuenco de la mesa y lo deja sobre una estantería cercana, llena de polvo. Luego te mira y suelta un gruñido.

-Niños. Tenéis mucha imaginación, pero la echáis a perder con vuestros miedos. ¿Qué es lo que has venido a buscar aquí, Thorir hijo de Hakon?

Thorir agachó la mirada por un instante, en realidad no sabía que hacía allí, pero que demonios, ya que estaba allí podía sacar algo, la respuesta a una pregunta que siempre rondaba en la cabeza de aquel pequeño, ¿qué sería de él?, ¿cual sería su destino?, tenía entendido que aquella mujer tenía dotes de adivinación, quizás sólo fuera un rumor como otros tantos, entonces Thorir miró fijamente a los ojos de aquella mujer y le preguntó, -¿Qué me depara el futuro?-