Lyria acariciaba el cabello de Red con suavidad, sintiendo cada pequeño temblor que lo recorría mientras él permanecía recostado sobre su pecho. En silencio, deseaba poder arrancarle las penas y esconderlas lejos, donde nunca más pudieran alcanzarlo. Todo en ella gritaba que huir sería lo más sensato, pero había algo aún más fuerte: la certeza de que no quería vivir un solo día sin él.
Cuando Red le preguntó si había sufrido aquella vez en la sala de los tesoros, sintió un nudo formarse en su garganta. El recuerdo era punzante y brutal, pero no tanto como ver el dolor en los ojos de él. No quería que cargara con una culpa que no le pertenecía.
Con un hilo de voz, Lyria susurró:
—Sufrí, sí... pero no por las heridas. Mi verdadero dolor fue verte allí, atrapado, incapaz de alcanzarme. Eso fue lo que me rompió.
Se inclinó ligeramente y depositó un beso en la frente de Red, sintiendo cómo una lágrima, cálida y desesperada, resbalaba desde la mejilla de él. No dijo más. Se limitó a abrazarlo más fuerte, como si con su propio cuerpo pudiera sellar todas las grietas que amenazaban con consumirlo.
Cuando él se marchó, prometiéndole en silencio un futuro que aún no sabían si podrían alcanzar, Lyria quedó mirando el techo, incapaz de conciliar el sueño. La jornada había sido larga y extraña, marcada por las visitas de aquellos que decían ser amigos, pero que en cada palabra dejaban traslucir algo más: un miedo antiguo, una culpa mal disimulada, una amenaza escondida.
Hugo, Duvan, Cristóbal... cada uno había llegado con un discurso memorizado y torpe, como actores en una obra mal ensayada. Cada uno a punto de decir más de la cuenta, cada uno retrocediendo justo a tiempo. Y luego, el muchachito, Enrique, con su sonrisa franca y su pequeño paquete de caramelos en lugar de flores. La mención de una marca en la muñeca de Red encendió en Lyria una alarma silenciosa que no pudo ignorar.
Todo a su alrededor parecía podrido de secretos, pero cuando Red regresó, cargando unas flores sencillas compradas con esfuerzo y cariño, todo eso quedó en un segundo plano.
Escuchó su voz quebrada, su súplica de huir, y no dudó.
Se incorporó en la cama, a pesar de la debilidad que aún la mantenía atada al colchón, y le tomó la mano con determinación. Sus ojos, firmes a pesar del cansancio, buscaron los de él.
—Sí, Red —dijo con suavidad, pero con toda la fuerza de su alma—. Escaparé contigo. Donde sea, como sea. No necesito esta ciudad, ni sus máscaras, ni su veneno. Solo te necesito a ti.
Le llevó la mano al pecho, donde su corazón latía con fragilidad pero también con una renovada esperanza.
—Pero prométeme algo —añadió—. Donde vayamos, no me ocultes tus miedos ni tus heridas. No me protejas de ti mismo. Cargaremos juntos con lo que sea. Los dos... o ninguno.
Sus palabras no fueron una orden ni una súplica desesperada, sino un pacto, un lazo inquebrantable que los unía más allá del dolor, más allá del miedo.
En aquel pequeño cuarto de hospital, mientras el amanecer comenzaba a teñir de gris la ciudad, Lyria sellaba su destino: caminar junto a Red, sin importar qué oscuridades les esperaran más allá de esas paredes.
Momentos antes de reunirme con Lyria, decidí hacerle una visita al amo. Fue esa decisión la que me llevó a querer huir. Al entrar en la habitación, me topé con mis amigos. ¿Qué hacían ahí? ¿De dónde conocen a mi amo? ¡Son sus cómplices!
Los ocho ojos se fijaron en mí, como esperando una respuesta, y yo permanecí inmóvil. ¿Cómo podía ser posible? Los frascos de vitaminas resbalaron de mis manos y rodaron por el piso. Mi amo, sin inmutarse, dijo sin rodeos y sin mostrar emoción alguna:
—Esperábamos que llegaras más temprano. Tus primos están inquietos…
¿Primos? Esa verdad me golpeó como un balde de agua fría en la mañana. Debe haber un error. Tal vez mi amo se confundió y en vez de llamarlos amigos los llamó… primos. Aunque incrédulo al inicio, ellos mismos me confirmaron al instante está revelación. Muchas cosas comenzaron a encajar. Nunca entendí por qué, a pesar de ser completamente opuestos y de no ser santo de su devoción, mis… amigos siempre me habían procurado. ¿Será que en el fondo sienten el cariño que se llega a sentir por otros familiares? Ni de broma. A estos los mueve otro tipo de interés. Entonces, ¿todas sus penas erán fingidas? ¿En realidad todo ha sido minuciosamente planeado?
Cristóbal, tal vez leyéndome la mente (a estas alturas no lo descartaría), me dijo con su tono glacial:
-¡Me! No seas tan dramático.-
-¡Mu!- contesté, algo nervioso-. Ustedes me han estado engañando todo el tiempo con sus comedias…
—¡Mi! —Exclamó de forma melancólica Duvan—. No, lo que nos ha pasado ha sido imprevisible. Recién nos acercamos a ti y sucedió… por lo menos lo mío.
—¡Mo! —Dijo el acalorado Hugo—. ¡Por una jodida vez, ¿pueden dejar de hablar de eso?! Mejor que Ricardo nos explique por qué no ha cumplido su misión. ¿Es por ella? ¿No es cierto?
—Como tu tío y familiar más antiguo, lo apruebo —dijo el vampiro Ernest ante las caras de sorpresa e incredulidad de los cuatro. Yo tampoco me quedé atrás en ser sorprendido. ¡Mi amo es familiar mío! En otro momento ya estaría desvariando—. Ella es una hermosa… mujer —pedrada a Duvan—, legítima —pedrada a Cristóbal—, heredera —pedrada a Hugo— de una de las familias más reconocidas de la ciudad. Hice negocios con su tatarabuelo hace más de un siglo.
Cristóbal, aunque frío, no pudo ocultar su sorpresa; Duvan abrió los ojos como platos y se llevó una mano al estómago; y Hugo me lanzó una mirada tan lacerante que por poco pensé que me derretiría.
—¿Crees que no me daría cuenta de tus continuas visitas a la habitación de la muchacha? ¿De tus cuidados? ¿De cómo ocultaste su marca… la misma que tú posees? —Me miró sin ninguna expresión y continuó—. No voy por ella. —No sabía qué decir, pero pronto me lanzó una pregunta que me dejó helado—: ¿Cómo te fue en el castillo? ¿Te trataron bien mis antiguos conocidos? —rió maliciosamente—. Me enteré de que fuiste reclutado. Eso fue lo que me hizo elegirte a ti sobre tus otros primos aquella noche.
Mis… ¿primos? comenzaron a discutir y a pedirle a mi… ¿tío? que los llevara a conocer ese castillo, que querían pasar una temporada… pero no jugando, sino espantando.
—¡No es la casa del terror de una feria! —gritó enfadado mi… ¿tío? ¿Irá en serio?—. La razón por la que los reuní fue para que me ayudaran a concretar mi objetivo. Necesito a mi descendencia para ello. Aunque Ricardo es el pilar principal, ustedes también son necesarios para concretar nuestro plan. Se me acaba la paciencia, Ricardo. El plenilunio será mañana. –Me miró de forma directa- En este mismo momento te quiero en camino, junto a Cristóbal, al Palacio Rojo por la reliquia de la Luna. Cristóbal llevará el contenedor.
Con Lyria
En este punto debo admitir que he sido indeciso, torpe y algo negligente al momento de ser sincero con ma petite. Le he ocultado muchos secretos desde nuestro reencuentro, aunque, a mi favor, debo decir que la situación actual no es fácil de creer a la primera. Ella ha sido muy intuitiva desde el inicio, ya que ha sabido leer y percatarse de las señales de mi nuevo y pasajero (espero) estado. Llegó a decir que no le importaban mis colmillos relucientes y lo único que supe hacer fue callar. ¡Tonto! Así que ya basta de máscaras y secretos. Llegó la hora de abrir las cortinas.
Mi miedo a perderla por tercera ocasión es lo que me ha llevado a ser tan hermético. Por lo menos fui dándole pistas y mostrándole la verdad poco a poco. Uno de los pilares de cualquier relación es la sinceridad, y otro, la confianza. Yo le he fallado —parcialmente— en ambos. Así que, en conclusión, me prometo a mí mismo no ocultarle nada más, por macabro que sea.
Viendo lo que he vivido desde niño hasta este punto, no puedo hacer más que preguntarme: ¿por qué mis historias terminan tan mal? ¿Será posible que en esta algo me salga bien?
Algo está saliendo muy bien. A pesar de todo, Lyria me ama, pese a lo problemático que soy. Quiero creer que ella sabe que la mayoría de las cosas que me ocurren no son causadas por mí. Solo quiero vivir en paz, pero a cambio me veo envuelto en todo tipo de aventuras y desgracias. Solo ruego que este ciclo termine de una buena vez.
—Lyria —tomo sus manos y contemplo su bello rostro por un instante que hubiera querido hacer eterno—, te prometo que a partir de hoy, y como tú me lo pides, no cargaré yo solo con todo el peso de lo que ocurre. Y, muy importante, no te ocultaré nada de lo que suceda. Te debo confesar algunas cosas.
Le cuento a Lyria cómo mi familia creció de un momento a otro, sin que yo apenas sospechara nada.
—Y así es como terminamos emparentados. Yo los aprecio, aunque tengan sus defectos. Sí, sé que son un tanto dramáticos, que están aliados con un vampiro que resulta ser familiar, que no pueden superar algunas grietas de su pasado y que utilizan una absurda muletilla todo el tiempo, pero al final sé que solo están confundidos. No sé qué les prometió el tío Ernest, pero espero que recapaciten.
—Veo con atención a mi amada, pensando en las pocas horas que quedan para que todo esté definido—. Podemos irnos de una vez por todas…
La puerta se abrió de pronto. Hugo entró como si el lugar le perteneciera y, separándome de Lyria, dijo:
—Suficiente. Ya tendrán tiempo para sus arrumacos. ¿Tienen que ser tan jodidamente cursis todo el tiempo? Ya casi va a amanecer y tú, maldito chupasangre, tienes que hacer tus putos deberes. Cristóbal está abajo esperándote. Mueve tu trasero de una vez.
El amanecer casi me sorprende pero no quiero dejar a mi Lyria sola con Hugo (a mí gusto el peor de los tres), sin embargo mi nuevo tío vampiro (aún no me hago a la idea) me aseguró que nada le pasaría. Si querían contar conmigo en su diabólivo plan, Lyria tenía que estar bien y ellos lo sabían. Tuve que salir sin oponerme pero le dije a mi amada al oído:
—No le vayas a hacer caso en nada de lo que diga el o cualquiera de los otros. Dicen puras tonterías. Iré por la dichosa reliquia pero ya encontraremos una forma de huir. Te amo ma petite, no me cansaré de decirlo ¡Jaaaaimeee!—grito a mi fiel servidor—, cuida a…
—Me voy a quedar yo. Tú muévete —dijo Hugo.
Impertinente liberado
—Escuché las ridiculeces que dijo mi primo… ¡Sí, mi primo! Ya es hora de que las máscaras caigan, ¿no? Oí los disparates que hablaron y, en cuanto mencionaron lo de huir, corrí a decírselo a mi tío y a mis otros primos. Él no se puede ir de aquí sin traernos las reliquias astronómicas.
Hugo terminó de hablar, esperando la reacción de Lyria ante aquella verborrea que parecía deleitar al primo colérico.
—Si el cabrón vuelve con vida —dijo la frase con toda intención—, podrá hacer lo que quiera. Incluso seguir con este patético romance.
Se detuvo un momento y soltó, furioso:
—¡Mo! ¡No te imaginas cuántas jodidas ganas tenía de decir eso! ¡Por fin puedo hablar sin contenerme! ¡Ja, ja!
Hugo “cuidó” a Lyria durante ese instante, hasta que sonrió satisfecho.
—Debes estar orgullosa del imbécil de tu noviecito. Lo vas a poder ver un momento más… —añadió, sonriendo— por lo pronto.
Se retiró de la habitación con evidente gusto, pero regresó sobre sus pasos para hacerle una última pregunta:
—Ahora que ya nos quitamos las máscaras, déjame hacerte una pregunta que me tiene intrigado… ¿Cómo una de las principales muchachas de esta ciudad se vino a fijar en un mentecato conductor de aplicación?
Apenas tuvo tiempo de asimilar la marea de revelaciones que acababa de caer sobre ella como un vendaval oscuro y envolvente. Aquel cuarto de hospital, que hasta hace un instante había sido un refugio para dos almas heridas, se había transformado en un escenario donde los secretos, como cuchillas, cortaban el aire con cada palabra.
Red —o Ricardo, como acababa de llamarlo aquel arrogante y mordaz intruso— acababa de confesarle verdades que dolían más por lo tardías que por su contenido. Aun así, ella no lo interrumpió, no lo juzgó. Lo escuchó con la serenidad de quien ama profundamente y el corazón firme de quien ha atravesado el infierno y ha vuelto.
Cuando él le habló de su familia recién descubierta, de un amo que ahora era también su tío, y de primos con más secretos que afecto, Lyria no pudo evitar pensar en todo lo que había intuido sin tener las palabras exactas para nombrarlo. Todo encajaba… pero dolía. Dolía que él hubiese estado tan solo en todo eso, tan roto, tan presionado. Dolía que hubiese sentido la necesidad de protegerla con silencios en vez de confiarle su caos.
Y sin embargo, ella lo amaba. No con la ingenuidad de un primer amor, sino con la decisión de quien ha elegido quedarse aún sabiendo lo difícil que será. Él no tenía que ser perfecto, ni siquiera coherente; solo tenía que ser él.
Entonces, Hugo entró.
La presencia del primo lo invadió todo con una arrogancia tan espesa como el perfume barato que llevaba encima. El modo en que separó a Red de ella la enfureció, pero mantuvo la compostura, sabiendo que lo que él buscaba era una reacción. No se la daría.
Cuando Red se inclinó para susurrarle al oído antes de partir, Lyria cerró los ojos. Su voz era un ancla en medio de la tormenta. Ella asintió apenas, tocando su mejilla una última vez antes de que él desapareciera tras la puerta. El vacío que dejó fue inmediato.
Y entonces, Hugo habló.
Sus palabras eran veneno envuelto en sarcasmo. Se paseaba por la habitación como si fuera suya, escupiendo verdades a medias y mentiras disfrazadas de revelación. Lyria lo observó con atención, sin perder ni un solo detalle. Cada frase, cada sonrisa maliciosa, cada gesto agresivo. Escuchó el “¡Mo!” que soltó como quien rompe una cadena, como si se hubiese liberado de una farsa, y comprendió: Hugo había estado esperando este momento durante mucho tiempo.
Pero fue su pregunta final la que activó algo más profundo en ella. Lyria entrecerró los ojos, sin moverse del todo. Su voz, cuando finalmente habló, fue tranquila… pero helada.
—Porque ese “mentecato” —dijo con deliberada lentitud— es el único que me ha visto más allá del apellido, del dinero y del maldito pedestal en el que todos ustedes creen que debo estar. Porque cuando estuve a punto de morir, fue su voz la que me hizo regresar, no la de mi linaje ni la de ningún monstruo con nombre ilustre.
Se incorporó en la cama con lentitud, como una reina herida que aún conserva toda su dignidad.
—Y si tú, Hugo, fueras capaz de sentir algo más que frustración y soberbia, quizás entenderías que el amor verdadero no se elige con la cabeza ni se negocia como una herencia. Se encuentra, se defiende… y se arriesga por él.
Lo miró fijamente, sus ojos como dagas de plata.
—¿Quieres saber por qué me fijé en él? Porque él es real. Porque mientras ustedes se entretienen jugando a la nobleza decadente, él lucha por lo que ama. Aun con miedo, con errores, con secretos… lo hace. Y eso lo hace mucho más valiente que todos ustedes juntos.
El silencio que siguió a sus palabras fue absoluto.
Y entonces, con una sonrisa helada, Lyria añadió:
—Ahora, si has terminado de ladrar, sal de mi habitación.
Cada una de las palabras de Lyria golpearon a Hugo más de lo que las suyas pudieron hacerlo con ella. Hugo se encontró furioso y, como bien dijo Lyria, frustrado. Red —como parece que lo llaman sus verdaderos amigos— está más adelante que ellos, y eso lo pone aún más colérico. No es envidia como tal, más bien la sensación de que su orgullo está herido al ver cómo es rebasado en todos los aspectos por alguien a quien siempre vio como inferior.
Y esta mujer que tenía enfrente, aún débil, logró darle en su orgullo.
¿¿Nobleza decadente? ¿¿¿Yo, decadente???
No podía creer lo que entró por sus oídos.
¿¿¿¿Ricardo, más valiente, humano y mejor persona que él y sus primos en todos los aspectos????
Para el aquello era inconcebible. La estocada final fue ver la cara triunfal de Lyria después de llamarlo falso, decadente, frustrado, soberbio... y rematar diciéndole "perro" de forma indirecta.
Lanzó un grito de rabia e impotencia, se llevó las manos al cabello y respiró lento para tranquilizarse. Sin voltear a ver a Lyria dijo:
—Me largo. Tengo clase. Mis primos y yo quedamos de vernos antes de nuestra primera clase para hablar de ustedes —dijo sin delicadeza— y de cómo le fue al imbécil ese en su misión y...
Se detuvo, ya que —como él mismo diría— la mente es cabrona y te trae recuerdos que no quisieras cuando menos lo esperas.
Recordó cómo tuvo que dejar el exclusivo bachillerato en el que estudiaba y unirse al —no tan exclusivo, pero por lo menos de muy buena calidad— donde Red tomaba clases. Fue el primero que se unió a Ricardo, Duvan lo haría un año después en nuestro primer año de uni y Cristóbal más recientemente después de que Ricardo se acercara al señor V.
Red lo animó y le ayudó a integrarse en su nueva escuela.
¿Cómo puede alguien tan roto preocuparse por otros?
Un tanto arrepentido, sin mirar a Lyria, le dijo:
—Solo queremos de vuelta a nuestro lunático. Se le extraña.
Tras un silencio y un leve suspiro, salió.
Don Red en la casa de los hilos rojos
Enrique leía la nota de su abuelo:
“Las reliquias astronómicas. El sol y la luna. Creadas por seres oscuros que tenían la intención de rodearlo todo con su espesa sombra. La luna, creada gracias al encantamiento de la bruja Fidelia, se encuentra custodiada en el palacio rojo…”
Cristóbal me custodia hasta las afueras de la ciudad. Voy cubierto por frazadas, ya que de un momento a otro el amanecer me golpeará. Porto mi jubón blanco.La misión debe hacerse a esta hora del día: es imprescindible la luz del sol.
Cristóbal, tan flemático como de costumbre, me dice que una vez que nuestro tío (qué raro llamarlo así) consiga las dichosas reliquias, me dejará seguir mi vida…
—Es más, el sol ya no será un obstáculo para ti…
Lo único que llevo de equipo es una lupa solar. Esta lupa es un artículo capaz de concentrar la luz del sol como si fuera fuego purificador. Funciona solo si hay luz solar directa.
Llegamos al fin a una cabaña oculta entre la espesura y, para mi suerte, en un lugar oscuro entre las ramas que envolvían el sitio. Aunque ya se puede ver cómo la luz del sol penetra de forma inminente.
Es una casa de madera, con tapices e hilos rojos por toda la fachada; incluso los vidrios de las ventanas están cubiertos por telas del mismo color. Resulta un lugar extraño, que parece sacado de un cuento infantil al estilo de la casa de la bruja de Hansel y Gretel. Una cabaña en medio del bosque y, de palacio, solo tiene el nombre
Cristóbal mira aquello sin expresar emoción o sobresalto alguno; más bien, parece a punto de hacer algún comentario sobre la estética del sitio.
—Es aquí. Entra de una vez, que tenemos poco tiempo. ¿No querrás que te lleve de la mano, o sí? —dijo con su extraña voz, que parecía robótica, generada por IA.
Entro al interior y mis pupilas chocan con el tono carmesí, que es aún más evidente. Aquella casa está repleta de hilo rojo por las paredes, el techo e incluso el piso. El tapiz lo conforman telas de la misma coloración. Todo parece oscuro, iluminado por velas… ya se imaginarán de qué color.
Los pocos muebles que hay lucen el deterioro del tiempo y no hay ninguna señal viviente. El olor a cera y humedad es penetrante, y los únicos sonidos que se escuchan son los que vienen del exterior, así como el de los grillos.
Caminando entre tanto hilo, la rojez me empieza a molestar. Cierro un segundo los ojos y, al abrirlos, me topo con un rostro fantasmal de mujer, cubierto —o hecho— de hilos rojizos. El brillo de sus ojos, escondidos entre tanto hilo, se logra distinguir. Justo como aparece, se esfuma.
Debo darme prisa y encontrar esa reliquia antes de que…
Sin darme tiempo para reaccionar, una silueta femenina formada por remolinos de hilo carmesí se materializa frente a mí. En lo que parece ser la mano de la figura, veo una especie de anillo —muy enorme— en forma de luna.
¡La reliquia!
La silueta, como si de chorros de agua se tratase, expulsa remolinos de hilo que van en mi dirección, al tiempo que los existentes en la cabaña empiezan a moverse, formando un mar rojo. Para mi mala fortuna, y a pesar de mi rapidez, soy apresado por dicho mar al instante, impidiéndome el movimiento. Los delgados hilos pronto son como pequeñas navajas.
—Si no hago algo, terminaré hecho trizas. Aunque no quiera, creo que no tengo otra opción que utilizar…
Mis ojos se tornan amarillos (supongo, porque así he visto los de mi tío), y, exhibiendo mis afilados colmillos, me apresuro a rasgar frenéticamente el hilo de mi brazo derecho, pese a la complicación que ello conlleva. No puedo perder más tiempo. En esta situación, las cosas deben hacerse rápido.
Con mi brazo libre, utilizo una técnica de control de sombras. Miro las sombras de los muebles, paredes e incluso los hilos. Levanto mi mano derecha para provocar el movimiento y, cual cuerdas, las sombras pronto enroscan a la silueta remolinante, provocando que pierda la fuerza momentáneamente, logrando zafarme al fin.
Es entonces que saco la lupa de mi pantalón, me acerco a la ventana, retiro la tela roja y, agachándome para no ser golpeado por la luz del sol, dirijo la lupa en dirección al anillo de la luna.
Un espeso humo brota del anillo, al que sigue un estruendoso grito. Los hilos se detienen y caen al piso, junto al cuerpo de una mujer que porta un vestido victoriano rojo.
Cristóbal entra a mi señal y trae el contenedor de las reliquias: una especie de brazalete dorado. Toma el anillo del suelo (se le había desprendido a la mujer en la lucha) y lo coloca dentro de dicho brazalete, el cual desaparece al instante ante nuestra sorpresa.
La mujer intenta alcanzar a Cristóbal, que la rechaza con desprecio, brindándole uno que otro golpecito con la mano.
—¡Me! quita, bruja Aparte de que tu vestido es tan 1860…
La bruja interrumpe a Cristóbal, diciendo que está obligada a cumplir un deseo a todo aquel que lograra apoderarse del anillo:
—No puedo revivir a nadie, cambiar tu apariencia, pasado, hacer que otros sientan o hagan lo que quieras ni hacer nada contra otro ser o criatura mágico o sobrenatural. Mi magia consiste en propiciar algún suceso que desencadene el resultado que esperas.
—Anda, tómalo tú, Cristóbal —le dije y me dirigí a la bruja—. Quiero que él sea quien pida el deseo.
¿Qué pediría Cristóbal? ¿Algo relacionado con sus padres biológicos, algo sentimental o algo sobre sus inseguridades? No… ante mi sorpresa, pidió algo sobre su guardarropa. Y, mirándome estoico a los ojos, me dijo:
—Yo no te debo nada.
¡Oh, no! Prefirió sacrificar un deseo que valiera la pena antes de aceptar el deseo que le cedí. La bruja desapareció, desvaneciéndose en fibras de hilos rojos.
En el hospital
Por la noche, ya en el hospital, voy a la habitación de Lyria y le pregunto, preocupado, cómo le fue con Hugo. Escucho lo que me dice con atención y le comento lo que sucedió en la cabaña de la bruja: los hilos rojos, mi batalla, la lupa y el deseo que desperdició Cristóbal por orgullo.
De mi bolsillo saco un pedazo de hilo que traje de la casa y con él uno nuestros meñiques.
—Pase lo que pase, estaré unido a ti por siempre. Con esta promesa yo…
—Luego que traigas la otra reliquia —si sobrevives, obviamente— haces tus promesas. Por cierto, hermosa promesa, ¡eh! Creo que quiero vomitar —interrumpió Cristóbal, al tiempo que nos retira el hilo—. Estará bien cuidada la niña —dijo con su acostumbrado sarcasmo.
—No te preocupes, ma petite, después de este encargo seré libre. –le dije confiado a Lyria-
Creí ver una pequeña sonrisa maliciosa en Cristóbal y le susurré tras un abrazo:
—No le hagas caso, es más inofensivo de lo que parece. Ellos solo son máquinas expendedoras de veneno. –M e incorporo y le digo- A pesar de habernos separado –Lanzo una mirada a Cristóbal- ese hilo rojo síguea ahí, aunque invisible. –Cristóbal rueda los ojos, abre su boca e introduce su dedo índice haciendo ademán de querer vomitar.
El estoico liberado
—¿Quieres que te lea un cuento o algo así? —dijo Cristóbal a Lyria—. ¿Uno de amor, de seguro?
Rió después de decir sus improperios.
A pesar de su sarcasmo, se nota en sus rasgos faciales, postura y tono que se encuentra luchando internamente con otro pensamiento. Está ahí, “atormentando a Lyria”, pero a él le encantaría estar en otro lugar con la ilusión de ver cumplido un deseo personal.
Tal como si hubiera esperado mucho tiempo el momento, lanzó el siguiente comentario:
—¡Me! Ricardo se pasa. ¿Qué no tiene a nadie que le diga lo ridículo que se ve con esos outfits? Por lo menos me tiene a mí.
Permanece sentado hojeando uno de sus libros de la uni. Debe mantenerse firme ante sus adversarios. Revisa su teléfono, rueda los ojos con fastidio y dice al fin:
—Lo logró.
Ni siquiera mira a Lyria, ya que no aguantaría ver su expresión de gusto ante la noticia. Se limitó a guardar su libro y preguntar:
—¿Qué viste en alguien tan insignificante y con gustos tan “exquisitos” como mi primo?
Guardó silencio unos segundos tras las palabras de Cristóbal. Su comentario sobre Ricardo y sus “outfits ridículos” le provocó una pequeña risa interna, aunque no por las razones que él creería. No pensaba defender el guardarropa de Red —aunque había algo de encanto en su caótica estética—, sino porque entendía perfectamente de dónde venía esa burla: del mismo lugar del que venía su veneno. El dolor. La negación. La nostalgia.
Y la envidia.
—¿Qué vi en alguien como tu primo? —repitió la pregunta de Cristóbal con una voz pausada, sin elevar el tono—. Vi a alguien que no necesitaba destruir a otros para sentirse importante. A alguien roto… pero que nunca se quebró. Vi a alguien que, con todo en contra, eligió ser bueno. No perfecto. Bueno.
Se incorporó un poco en la cama, aún débil, pero con los ojos firmes. Lo miró sin temor, como si supiera exactamente dónde golpear, pero eligiendo no hacerlo.
—No todos se disfrazan de indiferentes para ocultar que no se sienten merecedores de nada. Ni siquiera de un deseo. Tú sí. Lo que pediste hoy no fue un capricho. Fue una excusa para no enfrentarte a ti mismo. Te asusta que alguien te regale algo sin condiciones, ¿verdad?
Tomó aire, lenta. Dolía hablar demasiado, pero dolía más callar.
—Red te quiso, aunque lo niegues. Te admiró. Te buscó, incluso cuando tú hacías todo por demostrar que no te importaba. Y tú… tú preferiste burlarte de él antes que aceptar que lo necesitabas cerca.
Lanzó una mirada leve a la puerta por donde se había marchado hace un rato. Como si aún pudiera sentir el eco de su voz, su promesa entre los hilos, su calidez indeseada.
—Tal vez por eso me enamoré de él. Porque, aunque a veces no sepa qué decir, siempre elige quedarse. Aunque esté hecho pedazos, siempre está dispuesto a unir los de otros. Aunque el mundo lo haya tratado como un bicho raro, como un “lunático”, él jamás dejó de brillar.
Volvió la vista a Cristóbal. Su rostro ya no era de confrontación, sino de una calma hiriente.
—Y tú… tú eres como Hugo, ¿sabes? Estás tan obsesionado con no parecer débil, que acabas traicionando todo lo que alguna vez quisiste. Aunque, claro, tú al menos tienes estilo.
Sonrió con ironía. No buscaba consolarlo, ni destruirlo. Solo… poner las piezas donde iban.
—Si vas a quedarte vigilándome, hazlo en silencio. O tráeme ese cuento. Aunque no sea de amor. Ya he tenido suficiente de eso por hoy.
Cerró los ojos. No por desprecio, sino por paz. Sabía que, aunque él no lo admitiría, esa conversación se le quedaría pegada como los hilos rojos en sus recuerdos. Y quizá, solo quizá… algo en él empezaba a cambiar.
Durante toda la intervención de Lyria Cristóbal trató de conservar el aplomo y el estoicismo bajo el cual solía esconderse. Las palabras de Lyria, como flechas, lograron darle justo donde ella calculó. El, que presumía ser el más controlado y centrado de los cuatro primos, sintió como sus murallas se tambalearon ante cada verdad que aquella chica de mechas verdes, de las cuales tuvo que admitir iban de maravilla con su estilo, le dijo tranquila, aunque débil, y sin inmutarse. En lugar de molestarse por los comentarios que el hacía, ella le respondió sin perder los papeles y en ocasiones hasta con ironía. Y lo peor era que tenía razón en todo.
Claro que ni de broma podría decir que Ricardo era perfecto, cosa que lo tranquiliza, pero admitía que buena persona y empático lo era de sobra. Cristóbal no podía contradecir la afirmación de que su primo de cabello rojo, a pesar de estar roto en pedazos, tenía el ímpetu de ayudar a otras personas igual o más rotas que el sin esperar nada a cambio.
¡Que error tan grande cometió Cristóbal al preguntarle a Lyria el porqué de su amor hacia Red! Con solo preguntar eso ella no solo le contestó sino que de paso le dio una buena arrastrada. Con un temple de fiera contenida le dio un zarpazo que no pudo evitar. Si, le aterra recibir algo de otra persona sin condiciones. Se siente con la obligación moral de retribuírselo de la mejor manera. Si hubiera aceptado el deseo que Red le cedió, habría caído rendido a sus pies y solo de imaginarse esa escena se sintió devastado.
Conservando la calma, aunque su lenguaje corporal dijera otra cosa, se incorporó de la silla, guardó el libro y dijo secamente:
-Casi amanece. Igual la misión ya se cumplió… y tengo que ir a la uni en un par de horas.
Y si… Ricardo ha sido muy buen amigo. Recordó la ocasión en la que quiso contactar a sus padres biológicos después de hacer pesquisas para encontrarlos y cuando por fin logró comunicarse con ellos lo dejaron plantado en el restaurant donde los había citado. En esa ocasión Ricardo, con su típica verborrea, le brindó muy buenas palabras de consuelo y, a partir de entonces, se hicieron inseparables. Como olvidar las palabras de Red: “No vinieron, pero eso sí, bien que se quedaron con el dinero que…”
Lyria pudo mirar como Cristóbal levantó su rostro, el cual se vio iluminado por una revelación “no eran ellos, solo era un o unos estafadores”.
-Te doy la razón –le dijo Cristóbal vencido a Lyria- Tal vez necesito a Ric… Red más de lo que yo quisiera –y soltó un contenido- gracias.
Salió de la habitación dando mil vueltas a las cosas. Terminó leyendo ese cuento de amor que le había ofrecido a Lyria para distraerse.
Don Red en El martillo que golpea dos veces
Enrique lee la nota de su abuelo:
El sol, creado gracias a la magia del doctor Beta, se encontró en paradero desconocido durante unos años. Hasta hace poco fue redescubierto. Se encuentra en posesión de unos chiflados gemelos en el criadero de abejas "El martillo que golpea dos veces".
El camino hacia la nueva misión es silencioso. Duvan maneja el auto sin ningún atisbo de querer iniciar una conversación. Permanezco en el asiento del copiloto mirando por el retrovisor mientras mi primo va sumido es sus pensamientos. Debo confesar que es el que más me preocupa de los tres. Ya hizo una locura en el pasado y quién sabe si en algún punto vuelva a intentarlo. Nunca lo olvidaré colgando del techo del granero gris después de verse sobrepasado por escándalo que se produjo al descubrirse la relación entre él y su mentor (y más en esta ciudad tan tradicionalista, por lo menos ambos eran personas mayores de edad), sin duda una de las cosas más horribles que he visto en mi vida. Sin embargo, a pesar de su porte melancólico, es igual de peligroso que los otros. Llegamos al fin a nuestro destino y Duvan dice casi en automático:
-Procura salir lo antes posible. Entre más pronto nos vayamos mejor –se lleva una mano al estómago- ¡Maldita acidez!
Ante mi hay una construcción que parece ser una granja con establos, cobertizos, granero y otras estructuras más. Camino de forma lenta y cuidadosa buscando como colarme al interior hasta encontrar una puerta abierta de par en par. Entro en lo que parece ser una cabaña de madera que resulta ser un criadero de abejas: Panales, miel, dulce por todas partes combinando a la perfección con mi traje y bandana amarillos. ¿Dónde estará escondido ese sol?
Cruzo todo el criadero, escuchando uno que otro zumbido de sus habitantes, llegando a una puerta semiabierta detrás de la cual me oculto al percibir unas voces que oigo con atención. Del otro lado de la puerta alcanzo a apreciar que hay una especie de laboratorio con frascos espumeantes de todos los colores, tubos de ensayo, probetas y un sinfín de artículos repletos de fórmulas y compuestos químicos. Cuenta con cuatro puertas, una donde estoy yo, otra enfrente a la mía hasta el fondo y otras dos a los lados que más que entradas o salidas parecen ser estancias aparte. Dos hermanos gemelos, en sus treinta años aproximadamente, vestidos con batas blancas y lentes de armazón negro están en plena conversación:
-Bzzz, zzz la tierra hablando a Pipo –le dice un gemelo al otro, que se encuentra distraído con unas bitácoras, imitando la onomatopeya del zumbido de una abeja-
-Buzz bzz –Contesta el gemelo Pipo imitando también el zumbido- No encuentro la lista de los activos que utilizamos ayer. Pepe ¿Crees que alguien se la llevó?
-¿Cómo crees que alguien se va a colar en nuestra fortaleza? –No puedo evitar sonreír ante aquella pregunta que era más bien una afirmación- porque… no olvidaste activar los sensores ¿No? Por favor Pipo ¡Dime que no!
-¿Cómo te fue en el museo de ciencias con los niños? –Pregunta abruptamente Pipo- veo que quieren seguir nuestros pasos Pepe.
-Dopamina en estado puro. Los niños quedaron fascinados. Y hablando de ellos, sabes, quieren ver a su tío, el de los tubos de ensayo. ¿Por qué no vas a cenar a la casa? y aprovechas para llevar a la chica de la que me hablaste, esa que trae tu dopamina a tope.
Un tanto nervioso Pipo dice- Oh si, será en otra oca…. ¡OH!, ya lo recuerdo. Dejé las notas en la otra sala. Voy por ellas y de paso voy a probar algunas reacciones –se va casi despavorido-
En eso aprovecho para entrar al laboratorio y buscar por todos lados aquella reliquia. Entre notas, instrumentales, miel, mesas… y ocultándome de la vista del gemelo Pepe recorro aquel lugar. Por suerte cuento con una rapidez que me ayuda a pasar desapercibido. Unas extrañas abejas (como pequeños nanorobots), percatándose de mi presencia, empezaron a pisarme los talones. Un leve estruendo se escucha desde la estancia en la que entró Pipo, el cual vuelve diciendo:
-No olvides etiquetar correctamente los compuestos porque… -se interrumpe y grita expresivo- ¡Las niñas!, han detectado algo. ¡Mira Pepe detrás de esa mesa!
Pepe grita exaltado:
-¡Lo ves! No activaste los sensores. Ahora tenemos la intromisión de un espécimen no catalogado. Quien quiera que seas ¡sal de ahí!
No me queda más remedio que salir, total, no encuentro la reliquia por ningún lado y estos tipos, a pesar de lo excéntricos, no se ven tan peligrosos como la bruja de los hilos rojos.
-¡Por Mendeléyev! ¿Qué es esto? –Dice Pepe al verme salir- ¡Que cabello! ¿Será radioactivo?
-¡No!, disculpen… -Me detengo porque ¿Qué iba a decir? Algo así como “Señores ¿Podrían dejarme robar su reliquia?” “¿Me pueden prestar ese sol?" “Mi tío vampiro quiere su reliquia. Me la pueden prestar. Luego se las regreso”. No, no hay forma de encontrar una colaboración y, la verdad, me da pena molestar a este par que solo quiere divertirse con sus abejas y sus experimentos locos.
-¡Vamos chico de cabellos de llamaradas electromagnéticas ionizantes! Explícate -me exige Pipo-
-Yo… emmm… me interesaron sus abejas y…
-Jajaja ¿Oyes lo que dice este espécimen Pipo? Cree que nos chupamos el dedo… habrá que proceder. –Cambia su tono por uno más serio- te vamos a dar la oportunidad de salir de nuestro recinto sin mayores aspavientos. Ve por donde viniste y si no…- ambos me miran fijamente mientras Pepe sostiene un enorme martillo entre sus manos- conocerás la ira del martillo que golpea dos veces…
Sin perder más mi tiempo utilizo la misma habilidad de control de sombras que use donde la bruja de hilos rojos. Hago que su misma sombra les arrebate aquel martillo de las manos a lo que reaccionan un tanto sorprendidos.
-Por fin logro catalogarlo Pepe. No es más que uno de esos hematófagos nocturnos colmillos afilados. No sabía que les atraía la miel pero no le será tan fácil hacerse de ella. Las niñas podrían ayudarnos pero están dormidas y no hay que interrumpir su sueño, así que...–Voltea hacia la derecha y mira la puerta que está en esa dirección -¡Es hora de llamar a la estrella! ¡Olympia!
En cuanto Pipo grita el nombre de la ¿Estrella? se abre la puerta y aparece ante mí la imagen de una mujer joven, de tez tan blanca que parece hecha de porcelana, rasgos muy delicados pero vestida con un atuendo… peculiar. Su vestuario es una mezcla de un estilo decimonónico con detalles más propios de un vestido de niña. A su cabeza la adorna una enorme corona que me deja asombrado.
Podrá ser hermosa pero todo en ella es mecánico, como si estuviera lobotomizada, sus parpadeos, su forma de caminar e incluso de mirar hacia el vacío. –Olympia ya sabes que hacer ¡Canta para papá! Y para tu tío- dijo Pipo a lo que Pepe respondió –lo dijiste al revés- Olympia se limita a decir, sin mirar a nadie en específico –Si-si- .Con una dulce voz de soprano de coloratura comienza a cantar, algo entrecortada, un aria de ópera:
-Las-aves-en-la enra-mada…en-los-cielos-el-astro-diurno –los gemelos se acercan a ella dándole el martillo y una enorme y delgada vara de acero, tal vez de alguna lámpara rota, aunque antes de que puedan darle los artefactos, Olympia mueve sus manos mecánicamente y los golpea en el abdomen haciendo que se contorsionen del dolor sí que pega fuerte la muchacha- todo-habla-a-la-joven… todo-habla-a-la-joven- de- amo oh oh oh oh oh oh oh oh or –No sé realmente que hacer. No me da ni una pizca de buena espina pero la muchacha se ha limitado a cantar y no lo hace tan mal, aparte su francés es perfecto -¡Ah!-todo-habla-de-amor…¡Ah!-esta- es-la canción-gentil… la-canción-de-Olympia ah ah ah ah ah –Una vez empieza este pasaje, con sus agudos y notas altas, apunta el martillo y la vara en mi dirección rodando la cabeza de forma extraña ¡está poseída!. Me persigue, torpe pero segura, e intenta golpearme con el martillo o clavarme aquella barra de metal.
–Lo siento, tendré que capturarla- pero… no sé qué extraño encantamiento tiene la mujer, algo en sus notas, que no puedo concentrarme y las sombras no se dejan manipular. Comienzo incluso a marearme. Desesperado llevo mis manos a la cabeza y grito: -¡Para! ¡Para ya!- ese último ¡ya! lo grito de una forma tan violeta y gutural que Olimpia parece tambalearse, lo que no pasa desapercibido para mí. Claro parece perder la concentración al haber un elemento tan disonante haciendo ruido de fondo a su hermosa aria. Grito una y otra vez desesperado y consciente de que me quedaría sin garganta después de eso (o a estas alturas no sé si me pueda regenerar o algo así). De pronto la voz de Olympia se escucha como una caja musical al apagarse y la mitad de su cuerpo cae hacia enfrente quedando imposiblemente colgada. La observo con precaución y al mirar su espalda confirmo las sospechas que tuve desde el inicio y más cuando recuerdo la opera a la que pertenecía el aria (Los cuentos de Hoffman de Jacques Offenbach). En su espalda hay un mecanismo de cuerda que los gemelos locos se apresuran a dar vuelta haciendo que la muñeca mecánica, porque eso era, se incorpore no sin darles un golpe en la cara al levantar los brazos.
-todo-eso-resuena-y-suspira… alrededor-de-su-emocionado-corazón… que-se-estremece-de-amor..¡ah!-se-estremece-de-amor- de amo oh oh oh oh oh –apenas me iba recuperando y Olympia ya me embiste de nuevo al tiempo que canta que la chica de la canción se estremece de amor. Corro rápido pero ella no se queda atrás. Intento gritar, sin embargo esta vez viene más recargada tal vez deba interrumpir su canto cantando yo mismo. Cosa imposible porque al perseguirme por el laboratorio, tirando casi todo lo que encuentra a su paso, no puedo quedarme quieto y cantar. Dichosa ella que puede correr, intentar matarme y cantar un aria de ópera de mucha dificultad al mismo tiempo.
Cuando salto al otro lado de una de las mesas, me atrapa. Veo su mirada fija, metálica e inexpresiva mirándome a los ojos. Golpea mi brazo con el martillo y caigo al piso entre dolores insoportables. Con paso veloz intenta clavar su vara en mi pecho a lo que interpongo mi mano. Lo único que alcanzo a ver es un hilo rojo de sangre y mi dedo meñique volando por los aires tras lo cual vuelve al ataque. En esta segunda embestida siento la angustia de ver la palma de mi mano atravesada por aquella vara metálica. Aguantando el dolor, conservo la calma mirando como aquella muñeca no se rinde queriendo golpearme con ese martillo. Lucho con ella martillo contra vara acercándome unos pasos. Lo único bueno que tiene es su enorme corona la cual, alcanzo a mirar, en su interior guarda una fuente de luz que la ilumina ¡La reliquia!
Aprovecha mi distracción aventándome al piso, sin embargo, golpeo con fuerza su brazo mecánico con la vara que aún atraviesa mi mano y logro alejar el martillo de su alcance. Gracias a mi último movimiento, tomo fuerzas de flaqueza y me dejo llevar interpretando lo más gutural que pude –Como la mano que quiere licitar la primavera va a comenzar, las palabras no pueden entender la voz que no sabe cantar ah ah ah ah ah No necesito esa ternura no necesito esa amistad, me gustaría que te quedaras, no necesito amar- y añado para mí no necesito tanta ternura. Al cantar lo contrario a la dulce canción de Olympia y en un tono opuesto, la muñeca se tambalea y, como la primera vez, se escucha el ruido de caja musical al apagarse seguido por el cese de movimientos de Olympia . Los hermanos corren a accionar el mecanismo, cosa que no permito, atrapándolos ¡Otra vez! con mis sombras.
Cuando todo parece ir a mi favor, y por si todo lo sucedido no fuera bastante, las abejas comenzaron a ser atraídas por las que me descubrieron al inicio (los nanobots). Al parecer fue el último recurso que utilizaron porque, como los gemelos mencionaron antes, era tarde y las “niñas” tenían que dormir por lo que habían echado mano de Olympia en primera instancia. Los zumbidos empezaron a ser cada vez más abundantes al igual que uno que otro pinchazo que siento. una parvada de abejas está dispuesta a atacarme y, antes de que todo fuera a peor ¡ahora o nunca!, controlo las sombras hasta formar una mano que arranca la reliquia de la corona y, sin perder más tiempo, hago que la mano salga por una de las ventanas rompiendo el vidrio a su paso exponiendo la reliquia a la oscuridad y a la luna ya que como sucedió con la reliquia anterior, la luna, esta debía ser expuesta a su contrario para neutralizarla y tomarla en posesión. La reliquia lanza unos cuantos rayos que impactan en el interior del laboratorio ahuyentando a las abejas. Los hermanos quedan cegados y se les cae el martillo golpeando una vez a Pepe y la otra a Pipo. Suelto a los científicos chiflados que caen, un poco machacados, al suelo.
-¡Duvan! Ya la tengo- Duvan entra al laboratorio llevando el brazalete y, nada más entrar, se queda de piedra. El gemelo Pipo lo mira sorprendido pronunciando- Duvan…- a lo que el aludido no hace más que pronunciar un melancólico ¡Mi! seguido de la revelación. Se lleva una mano al estómago, la acidez de seguro
-Pipo… mentor- Pepe y yo intercambiamos una mirada de confusión al no comprender lo que ocurre. Mi mente recapitula: un científico, experimentos, graneros, esas miradas de amor y tristeza que se lanzan Duvan y Pipo, ese nerviosismo ¡No me digan que es su… mentor!. Yo sabía los detalles y la historia pero no conocía personalmente al mentor de Duvan. Al parecer Pepe también comprende porque pregunta por lo bajo, con sorpresa e incredulidad –los rumores de ese granero ¿Eran ciertos?- un tanto incómodo le digo a Duvan- Tal vez quieran estar solos para aclarar…-sin embargo Duvan endurece su gesto, camina como si no hubiera ocurrido nada y con paso firme se planta frente a mi sin fijarse en el piso. No le importa si pisa la mano, algún otro miembro o camina encima de ambos gemelos sin piedad alguna. –¡La reliquia, entrégamela!- dice mirándome a los ojos. Le entrego la reliquia y, tras arrebatármela, la coloca en el brazalete que desaparece tal como ocurrió en la casa de la bruja. -¡Ya vamos Ricardo!-
Me disculpo con los científicos locos explicándoles que no quería provocar todo ese desorden y, que si puedo, les devolveré la reliquia. Ellos (más bien Pepe porque Pipo permanece en silencio), después de ciertas objeciones, finalmente aceptan mis disculpas, ya que me encontraron como un espécimen digno de estudio, y me ofrecen algo de la miel curativa (más bien Pipo, tal vez cambia de parecer conmigo al venir acompañado por Duvan) de la que producen. Tomo un frasco, a lo mejor es lo que Lyria necesita para ponerse bien. –Esa miel te regenera por completo, nosotros llevamos usándola por más de cuarenta años- dijo Pipo a lo que Duvan voltea con los ojos como platos, la boca abierta y la acidez haciendo lo suyo –es broma- ríe Pepe y añade un tanto incómodo a Pipo- No me lo creo. Tu y ese lunático con ojos de mártir y cabello de telenovela.- Duvan se da la vuelta y sale rápidamente.-Cuando sucedió todo ese escándalo no me lo tomé en serio. pensé que eran habladurías de personas ociosas. Pipo solo atina a decir –Fue mi culpa, como siempre, aquella vez olvidé activar los sensores. Y al enterarme de lo que hizo o tuve el valor de volverlo a contactar- Pepe, al que le gana mas lo tradicionalista que lo científico dice- creo que la invitación a que vayas a cenar con mi familia queda pospuesta de forma indefinida.
Todo sale bien… pero no me quiero ir a un por… la corona… me gusta y…¡quiero esa corona!. Duvan me grita desde afuera mientras que los gemelos empiezan a ordenar su laboratorio. Aún con un dolor infernal en la mano, miro como proceden a llevarse a Olympia pero mi vista se centra en la corona.
En el hospital
A la noche siguiente le cuento a Lyria mi aventura mientras le ofrezco un emparedado con la miel que Pepe y Pipo nos obsequiaron tan amables. Yo mismo me unto un poco en la mano aunque no se si en seres como yo logre algún efecto ¡Mu! ahora lo veo, de seguro por eso me la dieron, total según ellos son un objeto digno de estudio. Portando la corona de Olympia en mí cabeza le comento Lyria todo lo sucedido: mi entrada al laboratorio, los gemelos científicos locos, el martillo que golpea dos veces, la muñeca Olympia, el encuentro entre Duvan y Pipo, las abejas, la miel... y le pregunto impaciente:
-¿Cómo te sientes ma petite? Esperemos que esa miel funcione y pronto estés como nueva –miro mi mano perforada y sin el dedo meñique- no te preocupes, tanto los gemelos locos como mi tío me dijeron que se regeneraría el daño. Hubiera preferido que no vieras esto –
Tras el encuentro con los hermanos, Olympia y las abejas, me siento realmente renovado al estar al lado de mi Lyria. Lo que más temí en ese criadero fue no volver a verla o que ella me viera hecho pedazos. Me fundo en un abrazo prolongado sujetándola con cuidado, como si fuera la reliquia más valiosa de todas, y al separarnos, aclaro mi voz y grito en mi tono cantarino:
-¡Jaaaaimeeee! – Tras unos minutos Jaime entra portando unas antenas de abeja en su cabeza y un cojín rojo en sus manos. Me quito la corona y la coloco sobre el cojín- sabes, antes de irme del laboratorio le dije a los gemelos “señores, yo estoy bien, pero mi abeja reina no. Le hace falta su corona y en vista de que su Olympia estará fuera de servicio una muy muy muy larga temporada quien mejor que ma petite para custodiar la corona y el báculo” Así que Lyria –Jaime se inclina con el cojín del cual tomo la corona- ya eres la reina absoluta – le coloco la corona sobre la cabeza- te ves hermosa y te queda a la medida. No como a mí.- Jaime sale de la habitación y justo cuando beso a mi Lyria Duvan hace acto de aparición separándonos bruscamente. Le quita a Lyria la corona.
-¡Mi! Tienes una última misión. Acuérdate que hoy se define todo. –dice con voz algo apagada.
Ruedo los ojos y le digo –¿Y si no quiero. Y si me quiero quedar con Lyria hasta que yo quiera y olvidarme de mi tío y sus intrigas de una vez?. No se que esperan mis otros y tu pero no necesitan ninguna reliquia para sentirse mejor. Por lo menos tu, si quieres sanar, ya sabes a donde y con quien ir.
Ignorando mi comentario me replica:
-No lo sé. Tal vez cuando mi tío le pida ayuda a tu mamá, a Jacques o a Enrique para convencerte. Creo que invitará a este último al hospital.
-¡No! Enriquito es inocente.
-Tal vez mi tío ya no te necesite y vaya el mismo…
Me levanto y miro a Lyria con preocupación. No quiero seguir este juego pero no puedo permitir que tomen a Enriquito como rehén por mi culpa o a alguien de mi familia. Le arrebato la corona a Duvan y se la doy a Lyria:
-Pase lo que pase. Esto termina hoy ma petite-. Con rabia aviento el báculo, que no era otro que el martillo que golpea dos veces, al suelo golpeando una vez y justo después cae fuera de la habitación.
-Regresaré como lo he hecho, lo prometo, y traeré a Enrique conmigo –busco el martillo por todas direcciones hasta que escucho la voz de Jaime que yace en el piso “Don Red” y enojado le digo- ¡Jaaaimeeee! No juegues con eso.
El melancólico liberado
Duvan “vigiló” a Lyria de forma silenciosa y conteniéndose lo mejor que podía. se Concentró en la redacción de un reporte de laboratorio que entregaría al otro día en la uni, Lyria únicamente escuchó el sonido de las teclas de la laptop de Duvan. De vez en cuando densas lágrimas se veían recorrer sus mejillas a lo que rápidamente se las quita. No podía mostrar esa imagen ante sus “oponentes”. Levantó la mirada de su laptop y abrió la boca solo para decirle a Lyria- Aunque sea en cachitos pero lo tendrás de vuelta. No me preocuparía tanto si fuera tu-.
Entre más herido más fiero aparenta ser, y, aunque concentrado en su reporte, por dentro no deja de repetir “yo era hegemónico, yo era hegemónico….”recordando la imagen que tenía antes del incidente al mismo tiempo que rememoraba las ganas que sintió de abrazar a Pipo en la noche anterior pero... la hegemonía era prioridad. Después de tomar algo para la acidez y ya no pudiendo más deja de teclear y le dice Lyria:
-¡Mi! Me encantaría saber ¿Qué le viste a mi primo? ¿Cómo te fuiste a enamorar de alguien tan desinhibido, desbordado y tan poco reprimido como Ricardo?
Esta interpretación de Olympia es muy buena:
Lyria escuchó en completo silencio el último comentario de Duvan. Ni se inmutó cuando él mencionó a su primo con esas palabras teñidas de incomprensión. Sus manos, aún débiles, estaban cruzadas sobre su regazo. Pero sus ojos, verdes como un campo en tormenta, lo observaron largo y tendido.
A pesar del tono melancólico del chico y del fondo de sus palabras, ella ya no estaba dispuesta a mendigar respeto por Red ante nadie. Ricardo no necesitaba defensa; brillaba, incluso roto, con una intensidad que ningún primo podía apagar.
Respiró hondo. Su voz fue suave, no por debilidad, sino por certeza.
—¿Cómo me enamoré de alguien tan poco reprimido, como tú dices?
Una sonrisa breve, casi invisible, se dibujó en sus labios.
—Porque es el único que no se esconde. Porque cuando su mundo se desmorona, él sigue ofreciendo un lugar a quien lo necesita, sin esperar nada. Porque se atreve a sentir, a llorar, a cuidar… mientras ustedes se encierran detrás de palabras rebuscadas, sarcasmos, y esa maldita coraza de “control” que no engaña a nadie.
Miró al frente, sin temblor en la voz, aunque cada palabra suya era como una daga que se clavaba lentamente entre los huecos de la armadura emocional de Duvan.
—Red no finge. No interpreta papeles para encajar. Si le dueles, te lo dice. Si te quiere, te lo demuestra. Y si lo rompes… se recompone, no para vengarse, sino para seguir sosteniendo a los que ama. A ustedes. A mí. A ti, incluso cuando no lo merezcas.
Guardó silencio unos segundos, su mirada se volvió más seria.
—¿Y sabes qué es lo que más miedo les da a ustedes de Ricardo?
Hizo una pausa.
—Que no lo pueden controlar. Que no pueden convertirlo en uno más del rebaño. Que él, incluso con todo en su contra, aún se atreve a vivir con verdad. Y ustedes… bueno, ustedes solo sobreviven.
Bajó un poco la mirada, no por rendición, sino por el cansancio que le provocaba tener que seguir explicándolo.
—No tienes que entenderlo, Duvan. Y tampoco te voy a pedir que lo aceptes. Pero si de verdad te importa que regrese, entonces empieza por dejar de cuestionar por qué alguien como yo lo ama. Porque ni tú ni tus primos tienen la más mínima idea de lo que es amar a alguien sin pretender modificarlo. Sin ponerle condiciones.
Alzó la vista, de nuevo, con esa expresión que a veces recordaba al filo de una espada: frágil, pero implacable.
—Red me vio cuando yo ni siquiera podía verme. Y me dio un lugar, no como adorno, no como rescatada, sino como igual. Y esa es una corona que ninguno de ustedes podría darme, aunque se la robaran a la mismísima Olympia.
Se incorporó un poco, con un gesto cansado, pero digno.
—Así que no me preguntes qué le vi. Pregúntate por qué ustedes, con todo su poder, privilegios y armaduras de sarcasmo… no logran que nadie los mire con amor real.
Entonces sonrió, pero esta vez no hubo amargura en su expresión. Solo compasión. Y una paz extraña.
—Y no. No necesito a tu primo para estar completa. Pero vaya que lo prefiero a ustedes.
Se recostó otra vez, cerrando los ojos un momento, como si esa última frase hubiera sido el cierre de un ciclo.
—Avísame cuando vuelva. Yo sí lo estoy esperando. Ustedes aún lo están esquivando.
Si Hugo y Cristóbal cometieron un error fatal al cuestionar a Lyria sobre su amor por Red, a Duvan no le fue mejor. La coraza de Duvan quedó hecha añicos (y eso que no era necesario mucho para desmoronarla). El pobre chico sintió el peso de las verdades de Lyria, serenas pero implacables. Si, Ricardo no se esconde, se atreve a hacer cosas inimaginables para los otros tres primos y aunque no es perfecto, simple y llanamente no lo necesita. Pero él y sus otros dos primos ansían la perfección como niños esperando su helado durante el domingo de misa, lo cual, para su desgracia, están a años luz de alcanzar.
Red los quiere y cuida ¿Por qué Lyria se lo tuvo que recordar? Otra gran verdad… en ese instante, aunque reacio, Duvan tuvo que hacer frente a la realidad y a una certeza en especial: su primo de cabello rojo ha hecho más cosas por el que Hugo, Cristóbal e incluso su tío. No era que no lo supiera, únicamente no podía aceptar deberle su vida a alguien más roto (en ese entonces) que él y desequilibrado para rematar.
Cada frase de Lyria le caló. Pensó que no podría dejar de retener una cuando llegó otra aún más fuerte y luego otra y otra: “la coraza de “control” que no engaña a nadie”, ni entre ellos mismos; “No interpreta papeles para encajar”, cosa que Duvan lleva haciendo toda su vida; “Red sostiene a todos los que ama incluso a ti aunque no lo merezcas”, y no lo merecía ya que en lugar de apreciar lo que hizo por él se unió a los otros dos para fastidiarlo; “ustedes solo sobreviven”, nada que objetar, “No logran que nadie los mire con amor real” “Lo prefiero a ustedes” “ustedes lo están esquivando”.
Cerró los ojos. Recordó como después del escándalo que vivió con Pipo se vio tan abrumado que decidió terminar con todo en el mismo sitio donde vivió su romance pero Ricardo…, preocupado, llegó justo a tiempo. Cuando estuvo hospitalizado pocas personas fueron a visitarlo entre ellas Red. La única persona que lo ayudó a recuperar la confianza de volver a la uni y enfrentar al mundo fue… si, Ricardo. Rendido ante la evidencia, con lágrimas en los ojos y voz entrecortada dijo:
-¡Mi! – Aspiró aire- Ricardo es mi salvador y le debo más que la vida. He vivido un debate mental desde hace días y la conclusión es aplastante. Tus palabras me lo terminaron por confirmar: soy el más débil de los cuatro. Red, después de no sé qué sucesos que vivió en este año, nos superó a los tres. –Tomó aire y tras una pausa terminó diciendo- No sé si lo que haré es una locura pero… aunque sea por una vez quiero hacer algo verdadero. A lo mejor me privo de las grandes promesas que mi tío tiene para mi… -cerró los ojos un momento- el ver a Pipo hoy y también escucharte decir mis verdades y las de mis primos me hicieron llegar a una decisión. –miró a Lyria un segundo y dijo al final- Ri.. Red y tu cuentan conmigo para lo que venga – rebasado por la emoción se levantó de su asiento pensando en lo mal que se ha portado con Red y Lyria. El frasco de pastillas para la acidez rodó por el piso y cayó de rodillas a un lado de la cama, llorando sin consuelo y soltando todo lo que tenía guardado desde hace tiempo- ¿Podrán perdonarme?
En eso Duvan levantó la mirada y sus ojos desprendieron un intenso destello blanco y, como si estuviera bajo el efecto de hipnosis, pronunció –Cuatro hojas tiene el trébol, cada una con una resonancia distinta pero una misma en esencia. Nuestra voluntad ahora es tuya.- El tiempo en la habitación pareció detenerse, sin movimiento, sin ruidos, todo congelado. Frente a la cama apareció un fulgor de luz cálido que fue tomando la forma de una persona o más bien de una mujer alada. Un hada.
-Holi- saludó aquella aparición- ¡ach! –Pronunció con cierto fastidio y engreimiento- ¿Qué nunca has visto a un hada o qué? –observó haciendo muecas la habitación y con una mano en el pecho dijo- ¡Cómo me chocan estos lugares!
En el granero gris
-Bzzz, zzz. La escena del crimen –dijo sin ningún tipo de sensibilidad Pepe. Pipo calló y respiro agitado. -Espero que hayas escarmentado ¿No viste como ni siquiera le importas a ese chico, el tal Duvan? Camino encima de nosotros, hasta yo salí perdiendo –Llevó una mano al hombro de Pipo- Olvídalo, es lo mejor. Mi intuición científica no me engañó. El chico no es bueno, siempre lo supe. No por nada- dijo con deteniéndose antes de lo que iba a decir-provoqué el escándalo. No fuiste tú quien olvidó asegurar la entrada. Fui yo quien la abrió.
Pipo se giró de forma rápida- Buzz, bzz ¿qué hiciste qué?- Pepe le respondió- era la única forma de hacerte volver al buen camino. Igual me aseguré que tú no te vieras embarrado por el escándalo- Pipo con lágrimas en los ojos dice -¿cómo fuiste capaz?- Y tomó una resolución: contactaría a Duvan de inmediato. Salió sin ver a Pepe a lo cual este fue tras el- ¿qué vas a hacer? Ni se te ocurra… ¡Olympia detenlo! –Pipo le pregunta a Olympia-¿Debo de hablar de cosas de amor, como tu canción, verdad? -Olympia se limitó a decir –Si-si- seguido de su canción –Todo-habla-a-la-joven-de-amor-oh oh oh- Pepe siguió tras su rastro –Pipo ¡No! Bzzz, zzz
En el ¿Granero rojo?
Desde que habló con Lyria Cristóbal no pudo hacer más que darle la vuelta a todo ¿Por qué esa actitud tan desbordada que Hugo, Duvan y el tenían hacia Red? Si ellos lo quieren de verdad y él les corresponde ¿Por qué lo tratan tan mal? Era verdad que gran parte de todo eso era por su tío, sus promesas y demás cosas con las que Ricardo no estaba de acuerdo ¿Por qué su tío eligió al tembloroso y en apariencia frágil Red en vez de cualquiera de ellos tres? Sin embargo no podía decir nada. Red estaba dando muy buenos resultados.
En su caso ¿Sería cierto recelo o envidia el motivo de tratar así a su primo? Su padre tenía muy buena relación con él, su tío lo eligió antes que a él, es el núcleo que sostiene a los cuatro o la unión entre ellos, tiene a Perla Farías y a Lyria Avelaine interesadas. ¡Oh Perla! Caminó pensando esta y otras cuestiones cuando se cruzó con la mismísima Perla.
-¡Perla! Te has perdido estos días –recordó que ella comenzó a hablarle porque tenía un interés… en su padre. Claro, en su padre, en quien más, ni modo que en él.
-¿Y Ricardo? Casi no lo veo- Por su parte Perla recordó la primera vez que vio bajar a Ricardo de su auto y ella, sonriendo maliciosamente, decidió conquistarlo. Sin saber cómo acercarse a él, lo primero que se le ocurrió fue sacar un yeso y vendas del maletero de su propio vehículo, acercarse a Ricardo y decirle “disculpa, me puedes ayudar con unos libros. Yo no puedo”. Le dijo mostrándole su “brazo lastimado”.
-Ha estado ocupado en sus asuntos. Me parece que hoy termina de…
-Gracias- Perla siguió su camino como si nada.
Cristóbal se sintió abrumado pero continuó con su acostumbrado estoicismo. Caminó hasta el restaurant donde su padre lo esperaba pero en el primer cruce de caminos una visión se hizo presente. Miles de hebras de hilo rojo empezaron a formar la figura de una mujer que no le fue para nada desconocida, ni más ni menos que la bruja de los hilos rojos. Y como no reconocerla con ese vestido tan… 1860. Cristóbal no supo cómo reaccionar ¿Vendría a vengarse? ¿Qué podría hacer el, sin ningún tipo de poder, ante ella?
-Disculpe- dijo manteniéndose sereno- creo que usted busca a la persona equivocada. Solo fui un espectador y si le molestó mi comentario sobre su atuendo debe comprenderme, no estoy acostumbrado a leer revistas de moda de hace más de cien años. Señora ¿Fidelia?- al mirar con atención a la mujer se dio cuenta de que esta de señora no tenía nada.
-Ella era mi abuela. A poco tan acabada así me veo –sonrió tras decir esto-
-No, claro que no- dijo Cristóbal un tanto embelesado. Era hermosa- ¿Qué se le… te ofrece? –preguntó un poco más confiado viendo el tono liviano de la mujer.
-Tu deseo… hay un problema con él. No se la historia entre tú y el otro chico que me venció. Ese que se vestía raro. ¿Es modelo o algo así?
Cristóbal abrió los ojos con sorpresa. Su semblante tranquilo se vio levemente perturbado ante tan tamaña aseveración -¿Qué? Red ¿Modelo? No, para nada. – Recobrando la serenidad dijo- es mi primo.
-Te sentiste presionado por no querer deberle nada ¿No es cierto? –preguntó aquella joven. En otra ocasión Cristóbal la hubiera mandado a freír espárragos pero lo sucedido esos días y su conversación con Lyria lo tenían más receptivo. –Si- contestó Cristóbal con calma- no me he portado a la altura estos días… ¿Cómo te llamas?
-Magnolia, tu eres ¿Cristóbal?-
-¡Me! Sí, mucho gusto- Magnolia sonrió al escuchar ese ¡Me! Frente a ella tenía a un chico no muy alto, con porte de intocable, con una extraña forma de hablar, atractivo a pesar de todo eso y que repetía una extraña muletilla ¡Era perfecto! Por su parte Cristóbal no fue ajeno al hechizo de aquella bruja de hilos rojos. Podía perdonarle su vestido.
Unos bullies que pasaron por ahí no tardaron en decirle, mientras tocaban algunos de sus hilos –Que buen disfraz, te adelantaste a Halloween- Cristóbal, que en otro tiempo hubiera sido el quien haría tan desafortunado comentario, se rompió ahí mismo. Desde que llegó la bruja se mantuvo de puntillas para verse más alto pero dejó de hacerlo, y más al ver que empezaron a burlarse de él. Le propinó tamaño golpe a uno de los tipos y este a su vez le devolvió el golpe. Por suerte intervino Magnolia y otros transeúntes antes de que aquello fuera a más. Ni Cristóbal pudo explicarse cómo fue que paso a los golpes por una desconocida que… ¿Quería impresionar? Aunque muy a la mala.
-Creo que necesito una copa del más fino vino. Déjame invitarte algo. Por el ¿inconveniente? y seguimos hablando de mi deseo- dijo Cristóbal aún sorprendido ante aquel impulso. ¿Y cómo no hacerlo? Aunque apenas conocía a la mujer esta mostró interés en el por encima de Ricardo. ¡Su primo! ¡Qué mal se portó con el! –Si me dejas reformular mi deseo, este sería que reine la concordia entre nosotros mis primos y yo y que cada uno de nosotros siga el camino que mejor le convenga.- Antes de que magnolia dijera nada, los ojos de Cristóbal centellearon y pronunció con monotonía las siguientes palabras - Cuatro hojas tiene el trébol, cada una con una resonancia distinta pero una misma en esencia. Nuestra voluntad ahora es tuya- La joven bruja, aunque le tomó por sorpresa, no se inmutó. Simplemente pensó -¿En quién habrá recaído su voluntad? Y reformuló su deseo. Yo solo venía a preguntarle las tallas, colores y estilos de lo que pidió la otra vez.
Don Red en “La casa de las hadas”
Enrique leía una nota de su abuelo Kappa: “Las dos reliquias: el sol y la luna, la luna y el sol. Tan valiosas una como otra pero tan incompletas por si solas, ya que les falta algo sobre lo que influir… la tierra. ¿Otra reliquia astronómica más? ¿O no?”
Las otras dos misiones fueron difíciles, frenéticas y muy agotadoras. En cambio esta parecía ser más tranquila, sin embargo era en la que me encontré más perdido. Igual que en las misiones anteriores mi tío me dio indicaciones precisas para encontrar pistas ocultas pero esta vez solo me proveyó de la dirección y poco más. Me sorprendí al percatarme del siguiente destino: la casa de las hadas propiedad del señor Alberto Fraijo mejor conocido como “Kappa”. No pude dejar de preocuparme al pensar en lo que estaba en juego. El señor Kappa no podía verme ni en pintura por lo que no era conveniente presentarme así como así en su casa. Se desprendería un conflicto sí o sí. Mi turbación se incrementó al imaginarme provocando algún daño al abuelo de Enriquito.
Enrique Fraijo, un improbable amigo que hice en mi convalecencia, mi petit prince personal, el nieto del pastor y ahora cazador sobrenatural Kappa, uno de mis perseguidores. Si, Enriquito podrá ser caprichoso, desobediente, un tanto rebelde pero es lo típico de su edad. No negaré que me reí más de una ocasión en la que hacía muecas y rodaba los ojos mientras su abuelo hablaba. El muchachito al que le salvé la vida y que, al contrario de mis primos, me lo agradecía constantemente. Me convertí en una especie de mentor para el chico y figura de ejemplo sin proponérmelo, lo cual no me halagó en absoluto ya que sentí demasiada responsabilidad ante semejante “cargo”. Y la verdad yo nunca he sido ejemplo de nada.
Antes de tomar el camino opté por hacer una parada en casa ante la sorpresa de mi madre y mi hermanito Jacques –Red ¿Ya saliste? –preguntó este último emocionado. Vi a mi madre bajar la escalera con una copa de tinto en la mano vistiendo tan distinguida como siempre. Me preguntó si ya me habían dado el alta o algo así a lo que cansado de ocultar verdades le dije que escapé del hospital un momento. Su rostro mostró cierta turbación y antes de que llegara el regaño le pregunté si sabía que mis tres amigos eran en realidad mis primos, cosa que la dejó atónita y se limitó a responder -veo que has forjado un vínculo muy fuerte con ellos al punto de considerarlos parte de tu familia-. No pregunté más sobre esa cuestión, lo mejor era dejar las cosas así. La señora Celeste vino desde el salón a saludarme -me alegra que mi hijo, tú y los otros muchachos se hayan vuelto tan cercanos. A Cristóbal siempre le faltó tener algún hermano-. La señora Celeste estaba por retirarse y le pregunté por el señor V. -Aún está en la zona de medios, en el restaurante ese que hay ahí, ha trabajado todo el día-. Una vez que la señora se retiró mi madre y yo hablamos de nuestros asuntos hasta que le pregunté otra cosa -Madre ¿Por qué crees que cuando actúo o hablo el mundo me ve como un bicho raro?- a lo que ella me respondió: -Si pronuncias croissant como si fuera un medicamento no lo dudaría y –viéndome más de cerca- ¿Qué es esa ropa? Pareces un boulangier de provincia y no, no es un cumplido. Y esa corbata no va con tu tono de piel. Ya que no logré convencerte de que te convirtieras en modelo por lo menos escucha mis consejos-. La miré con calma acostumbrado a sus desplantes. Ya más serena me respondió -Porque no es común ver a alguien tan emocional y más en esta ciudad donde todo mundo oculta más de lo que dice. Alguien tan transparente como tú les asusta. No te sientas mal por ello porque… encontraste a alguien que te quiere por esa cualidad. La señorita Avelaine.- Sonreí ante las palabras de mi madre la cual me dijo antes de que partiera -Y no olvides planchar las camisas aunque vayas a llorar sobre ellas-.
Marché directo al restaurant-bar Riente donde me indico la señora Celeste que el señor Valentín Freire comía después de un día de ajetreo ¿Quién más que mi nuevo padrino y mentor para guiarme y convencer a su colega, y padre de Enrique, de entrar en la casa del señor Kappa? Aparte mi tío especificó que era necesario para la misión y que no corría ningún peligro ¿Pero cómo explicarle mi cometido? Algo así como “Padrino ¿Podrías ayudarme a entrar a la casa del abuelo Kappa para conseguir una reliquia que un tío vampiro quiere poseer?”. Me acerqué a la mesa en la que lo vi saludando a unos admiradores. Una vez que despidió al mesero después de que este le llevara únicamente una botella de vino y decirle que no quería nada más ya que únicamente iba a restaurantes y cafés para que la gente lo reconociera y admirara, me acerqué a él.
Me recibió de muy buena gana, nos pusimos al corriente de nuestras vidas y le conté lo que tenía planeado. Me miró fijamente y dijo un tanto desdeñoso:
-Me encantaría ayudarte… pero… Benjamín Fraijo (el papá de Enrique) y yo no somos muy cercanos que digamos…
-Pero… son colegas de profe…
Ni terminé la frase cuando el señor V. casi escupe el vino –Yo. Colega de Benjamín Fraijo. Brincos diera-una vez repuesto continúo- llevamos una relación de rivalidad desde la carrera. Somos como Batman y el Joker. Espero que sepas quien es quien. Yo soy de futbol y el de béisbol, yo soy el mayor exponente de la prensa católica y el de la protestante, yo me siento en esta esquina y el en la otra.- dirigí mi mirada al otro lado del establecimiento y ahí fue que vi al señor Benjamín saludando a sus admiradores. Pronto llegó su comida y al probarla llamó al mesero- ¿Qué es esto? Pensé que por ser un restaurant de lujo, y obtener una estrella Michelín más, la comida estaría a la altura. Este suchi es tan humilde ¿Qué no lleva caviar?
-Señor Benjamín- dije al acercarme a el- disculpe si lo molesto pero necesito urgentemente algo de usted- el señor Fraijo me miró sonriendo y me abrazo palmeando mi espalda. –Ricardito ¡Qué gusto verte! ¿En qué puedo ayudarte?- Tal vez no era necesario inmiscuir a mi padrino en esto ya que el agradecimiento que el señor Benjamín tenía conmigo era suficiente para abrirme las puertas de su casa pero… mi tío me dijo que el señor V. era crucial en esto. Hablé con el otro señor B. y al hacerle la petición de visitar su casa en compañía de Valentín se estremeció –¡Valentín Freire en mi casa!- lo miré suplicante diciéndole -¡Por favor! Es algo importante, prometo no abusar de generosidad.- aceptó muy a regañadientes.
Me acerqué a la mesa del señor V. y le dije –Nos vamos a la casa del otro señor B- Don Valentín me miró un tanto indispuesto –¡Yo, entrar a esa cueva!-. En ese miramos hacia afuera y en el cristal alcanzamos a ver la imagen de Perla que al observar a los señores B V. y a mi juntos se mordió el labio. El señor V no tuvo más remedio que decir –está bien, ustedes ganan. Con tal de no ver a esa niña-. Salimos los tres del local y Perla acudió como víbora tras sus presas –Hola ¿Cómo han estado? Un placer deleitarme la pupila con…- sin delicadeza le dije –No llevamos tiempo Perla- y el señor Valentín añadió –estás enferma- y el señor B. remató –y obsesionada- Perla se quedó mirando con expresión de enojo y dureza. No aguantó y perdiendo un segundo los papeles gritó- deberían agradecer que alguien les da algo de atención. Tendrán su dizque prestigio, fama, dinero pero…ya casi nadie los ve. Ya están empezando a decaer-
-Nos vamos en mi auto- dije ya que ambos llegaron caminando desde sus oficinas. Les mostré mi vehículo (el mismo que utilizó para hacer mis viajes en Uber) azul, antiguo con rasgos retrofuturistas y decorado con alebrijes.
Si ambos comunicólogos estaban enfrentados, coincidieron en la cara de asombro que pusieron al ver mi vehículo -¿Ahí? –Preguntó asombrado Benjamín- si mis admiradores me ven montado en eso….- fue interrumpido por el señor Valentín –No te quejes ¿O quieres que lleve mi auto a tu casa? – Benjamín se montó primero que nadie. Valentín me sonrió con incomodidad esperando que nadie lo viera en ese auto. Ambos comunicadores se encogieron lo mejor que pudieron, cerraron sus vidrios y se pusieron sus gafas de sol. Supongo que ambos hubieran preferido ir en sus autos.
Hugo llegó antes de que el vehículo avanzara. Entró intempestivamente al auto y diciendo algo agitado –Me tocó a mí venir en tu última misión Ricardo. Te seguí y no fue difícil porque con este carro es imposible perderte
Durante el trayecto ambos señores me preguntaron el motivo de todo aquel movimiento. No sabía cómo decirles, sin contar de más, así fue que les manifesté, aunque muy por encima el propósito principal. –La desaparición de los Valdemar- ambos me miraron contrariados, creo que no habrían imaginado que un día cualquiera llegara un muchacho con interés en uno de los misterios más sonados y con el estatus de mítico e irresoluto de la ciudad, que no tenía que ver con los afectados y que ni siquiera había nacido (ellos tampoco) en la fecha de sucedido aquello. Continúe- Si por una vez alguien no me toma a loco puede que hoy sepamos la verdad –solté como si diera los buenas días. El señor Benjamín ladeó la cabeza en señal de reprobación y el señor Valentín palmeó mi hombro -¡Ay Ricardito!- dijo sonriendo. No quise polemizar. Centré mi atención en lo que tenía.
Enrique lee una nota de su abuelo: “Mi hogar actual es la conocida antaño como “la casa Valdemar” o “la casa de las hadas”. El lugar donde ocurrió uno de los sucesos más tristemente célebres en la historia de esta ciudad. La vida de Servanda Durán y sus cuatro hijos (que procreó junto al señor Artemio Valdemar finado dos años atrás) cambió para siempre con la llegada del autoproclamado Doctor Antonino “el creador de hadas”. Al parecer Servanda lo conoció un día en la plaza de la ciudad. Antonino se presentó como gurú, faquir, adivino, médico, ese hombre podría hacer cualquier cosa.
Con el tiempo tanto Servanda como su familia le tomaron tanta confianza que incluso le abrieron las puertas de su hogar. Aquel hombre, supuestamente, había curado la enfermedad de la hija menor. Tanta fascinación tenía la familia por ese sujeto que convenció a todos de seguir sus absurdos delirios. Dijo ser el vínculo entre este mundo y otra realidad, la tierra de las hadas. Mandó construir un pequeño parque en el patio central de la propiedad repleto de juegos y estatuas de estos seres feéricos.
Un día los vecinos dejaron de ver al hijo menor, después a la siguiente hija y así sucesivamente. Al preguntarle a la señora Servanda sobre la razón de sus hijos ella solía repetir “ya trascendieron al plano de las hadas”. Las autoridades no tardaron en llegar y arrestaron a la madre y al supuesto iluminado. De los hijos jamás se supo nada. A pesar de las pesquisas (incluso se llegó a escavar en diversas partes, hasta en el parque) nunca se descubrió el menor indicio. Servanda murió en un sanatorio mental creyendo que sus hijos en realidad ascendieron y Artemio, que en un principio fue encerrado en el sanatorio, salió inesperadamente. Volvería a ser recluido hasta el final de sus días. Nunca reveló nada y el misterio sigue”
Enrique sintió los pasos de su abuelo, se incorporó frenéticamente, abrió un túnel de teletransporte y regresó a su habitación. -No recuerdo haber dejado esta carpeta abierta- dijo antes de poner el documento en su sitio y salió de la biblioteca. Una vez que el viejo revolvió sus papeles y se fue a su cuarto Enriquito volvió.
No podía creer estar dentro de la casa de Kappa, el hombre que me la tenía sentenciada, y ante las miradas de superioridad que los señores se lazaron entre sí, preferí tomar la iniciativa y seguir en dirección al parque que, obviamente aún seguía en pie. Kappa podía ser algo siniestro a su modo. Columpios, caballos, hierro viejo, estatuas vívidas de hadas y nomás. ¿Qué se supone que tenía que hacer ahí? ¿Por qué el señor Valentín debía acudir a la cita? –Y bien –rompió el silencio Benjamín- ¿Qué descubriste Ricardito?- Miré hacia todos lados contrariado ¿Qué iba a responder? En realidad no tenía nada. Lo único que mi tío dijo que encontraría no estaba –Señor Benjamín ¿No había una planta aquí en medio?- El señor B. rodó los ojos- ¿Una planta? no me digas que eso es todo…- le interrumpí diciendo- creo que es el turno del señor V. pero v. no b. ¿Qué mencionó Antonino de este lugar?-
Enrique continúa leyendo: “entrevista de Valentín Freire a “antonino”. Fragmento importante”. Señor Antonino ¿Qué sabe del paradero de los jóvenes Valdemar?. Antonino (sigue mostrando una actitud dispersa y hablando en forma mística y metafórica) ellos están ahí, pero no ocultos entre las tierra, aunque nos miran no nos ven, aunque están a la vista de todos son ignorados, tienen orejas pero no escuchan, son nombrados, y aunque tienen boca, no contestan al llamado. Lo único a lo que obedecen es al trébol de cuatro hojas. Cuatro hojas tiene el trébol, cada una con una emoción dominante más no repetida. Cuando las cuatro palabras mágicas del trébol sean escuchadas, el regalo será descubierto”
Inmediatamente supe de qué se trataba todo aquello y no porque sea un genio de los acertijos o algo así. Mi tío me dio una instrucción muy precisa: “lleva audios con las voces tus primos”. Las voces del trébol, entonces, ¿Somos nosotros? ¿Qué tengo que ver yo con todo este misterio? Y mis primos. ¿Por qué mi tío no me dijo directamente a lo que venía? ¿Habrá alguna trampa oculta en este asunto?
Enrique: “Valentín acudió al lecho de muerte de Antonino. En sus últimos momentos lo declaró el heredero del parque de las hadas mas no el controlador del trébol”
-¿Tu el heredero? ¿No querrás quedarte con mi casa ahora? Para empezar ese viejo no era el dueño para heredar nada, así que… - Valentín lo interrumpió- No, lo que quiso decir en su delirio era que yo era una especie de llave para accionar el portal ya que el dueño original dejaría este mundo. Pero lo ven, estoy aquí y nada se acciona. Eran los delirios de un chiflado. Y no, no quiero tu ratonera.- Benjamín se mostró molesto pero en lugar de replicar nos comentó algo que captó su atención- ahora que lo dices, vaya casualidad, no sé si mi padre hizo algún cambio pero noto algo diferente en el parque. Y no es tu…-hizo una breve pausa- presencia. Las estatuas parecen más vividas, como si… ¡las estatuas! ¿Será que los Valdemar están dentro de ellas? … están ahí… nos miran pero no nos ven ¿qué más puede ser?-
Lo que decía el señor B. tenía lógica ¿Qué nunca nadie las había examinado? Aunque al ser un suceso tan antiguo y casi mítico… mis pensamientos fueron interrumpidos por Hugo que desesperado gritó con furia -¡Mo! Esto esta jodidamente enmarañado- si no fuera porque nuestra atención se fijó en las estatuas no nos habríamos dado cuenta que tras decir el ¡Mo! Los ojos de una figura se encendieron. Los señores quedaron petrificados y aprovechando el momento dije -¡Ay mu! Eso sí dio miedo- los ojos de otra estatua se encendieron. Hugo y yo nos miramos e inmediatamente nos pusimos a buscar audios de Duvan y Cristóbal en nuestros teléfonos. Me partió el corazón escuchar a Duvan -¡Mi! Ya no puedo más- y ladee la cabeza en señal de reprobación al escuchar a Cristóbal -¡Me! Esa sombrero es tan de hace tres años!- Los ojos de otras dos estatuas se encendieron y estas mismas se tambalearon hasta desmoronarse. Del interior emergieron unos restos humanos. Creo que no es necesario que diga a quien pertenecían. Aún con el asombro de lo sucedido una planta brotó en medio del jardín. La última reliquia al fin. Con más interrogantes que respuestas me acerqué a la planta. Era un capullo gigante dentro del cual estaba la reliquia. Solo había que abrirlo y….¡No había nada!
Enrique lee: “Si logras ver el fruto de mi sacrificio obtendrás una gran recompensa pero cuidado, si alguien lo fecunda antes, el fruto caminará y hablará y no será necesario activar las llaves para obtenerlo”
El señor B. miró la planta fijamente. No parecía escuchar lo que decíamos. –Si- habló el señor V.- me habló de otro método para obtener esta planta consistente en fecundar la semilla que plantó aquí y que le regaló un hada. ¿Pero cómo la fecundaron? Acaso con fertilizante- Hugo interrumpió –cogiendo- yo, admito que un tanto cursi dije- ¿Con amor?- Reprendí a Hugo y el señor V. no salía de su asombro –Debo estar soñando, los delirios de ese loco no pueden ser realidad. Todo es tan surreal ¿Qué habrá pasado en este jardín con la dichosa reliquia? ¿Tú no viste nada Benjamín?-
El señor B. finalmente explotó –Basta de esta farsa. Ricardito, no sé cómo te prestaste a esto. Mi padre tiene razón al decir que eres peligroso. ¿Cuándo montaron todo esto? ¿Quién los dejó entrar? Todo esto es un truco barato. ¿Por qué no fuiste frontal Valentín? ¿Por qué no me lo preguntaste directamente en vez de montar este circo? –tanto Hugo, el señor V. y yo nos miramos con cierto desconcierto- ¿Celeste te lo dijo no es así? –El señor V. se encendió- ¿Por qué tienes que nombrar a mi esposa en esto? –Benjamín continúo- Claro, tu esposa, a la que nunca pudiste darle un hijo porque el seco eres tú. –Hugo y yo tuvimos que detener a Valentín antes de que le partiera la cara a Benjamín- Ella hubiera sido mucho más feliz conmigo. La conocí antes que tú y éramos muy buenos amigos.. Quizá… -V gritó- Cállate. No te atrevas a meter a mi mujer en esto.- B replicó- tú fuiste el que vino por respuestas, entonces deja que te confirme.
Enrique lee: “después del acto. La semilla fecundada se teletrasportará al interior del capullo”.
-Hace quince años cuando llevaste a Cristóbal a tu casa desde ese hogar de acogida, como sabes, Celeste, no lo aceptó desde el inicio, aunque con el tiempo lo amó como si fuera su hijo. Pero en el ínterin se acercó a mí, fui su confidente y entre nosotros surgió algo más. Como seguro ya lo sabes, fue en este sitio donde cedimos paso al deseo. –El señor Valentín pareció desplomarse ante esa confesión- y había una planta muy parecida a esa esa misma noche ¿te lo acaba de confesar Celeste?
Mi pobre padrino se le fue a golpes a Benjamín y Hugo y yo tuvimos que separar a ambos rivales. Los detuve gracias a las sombras. Ya se me hacía raro que no tener que utilizarlas en una misión. Ambos señores me miraron con sorpresa. Todo iba cada vez a peor, sin embargo, comprendí de pronto la gran verdad. La reliquia…
Enrique lee la nota de su abuelo: “Y un día oímos el llanto de un niño en el parque de las hadas. Lo encontramos sobre el capullo abierto de una enorme planta. Aunque no le compartí a mi hijo nada relacionado con mis descubrimientos. Supe de inmediato que la reliquia era... ¡Mi nieto!”
-Enriquito es…-me interrumpí a lo que Hugo solo me miró con actitud seria. Entramos en una especie de trance- cuatro hojas tiene el trébol…
El hada y Lyria
-¡Felicidades!, eres la nueva controladora del trébol. No es gran cosa pero de algo te va a servir tener a un grupo de personas a las que les cueste resistir tu voluntad. –El hada miró a Lyria un momento- debes tener dudas así que te lo explico. Yo soy la creadora de lo que llaman la reliquia de la tierra. Un premio de consolación para un hombre que adoró mi belleza pero ni de chiste me fijaría en el –se llevó una mano a la boca y río de forma descarada- ¡Jojojo!-
-Le pedí cuatro sacrificios pequeños porque obviamente no se lo iba a poner tan fácil y me dio cuatro grandes –mira a Lyria con atención- ¡Cuidado con lo que le pides a tus admiradores! –Ladeó la cabeza en señal de reprobación y siguió- Esa semilla tenía la facultad de controlar a un grupo de cuatro personas. “Necesita amigos” me dije. Un trébol de cuatro hojas. –Se lleva las manos a la cara- ¡Son lindos! ¿No crees?. Si lograba cuidar y plantar la semilla tendría un instrumento capaz de teletransportarlo al lugar que él quisiera. Claro ¡Cerca de mí no! –Hace una mueca de desagrado-
Hizo una pausa y continúo.-Para no hacerte tan largo el cuento. Que ya empiezo a hablar como ese Red. Utilizó sus… estatuas de sacrificio como llaves para acceder a la reliquia. Sin embargo, al sacrificar a su trébol inicial este quedó sin efecto y vacante. tenía que elegir a otras cuatro personas y asignarles una figura de sus sacrificios. Pasaron años, mi admirador sucumbió, aparte de mis encantos por su edad, y cedió la custodia a otro hombre. El lugar de controlador del sistema lo asumió un ser de las tinieblas. En resumen, el periodista ese se quedó como el custodio y el vampiro tomó el lugar de controlador para lo que buscó a cuatro jóvenes de su sangre y con diferentes emociones dominantes. Los ha manipulado a su gusto pero –rió gustosa por lo que iba a decir- me encanta poner muchas restricciones. Admito ser algo caprichosa. Verás, los cuatro jóvenes no son marionetas sin alma y tienen su propia voluntad solo que el controlador puede darles órdenes que les costará mucho esfuerzo desobedecer. Y aquí viene lo mejor (al menos para mí). El controlador puede intercambiarse a la próxima persona que ellos (por mayoría, aunque uno no esté de acuerdo.) consideren depositaria de su confianza, o sea tu.
-Cristóbal, Duvan, Hugo y Ricardo cambiaron al ser oscuro por ti ¡uY! ¿Qué les diste? Jajajaja. Si, ya sé que no son la gran cosa, solo son la hoguera de las vanidades pero algo es algo. Parece que por lo menos uno no te disgusta tanto –dice sonriendo- es tan divertido ver a un hombre que sufre por amor ¿No? ¡Jajaja! Para mí no son más que cuatro monos. ¡Jajja! Todos tuyos. –sin dar más explicaciones el hada se esfumó.
En la casa de Kappa
Cuando reaccioné miré a los señores V. y B. mirarme fijamente. Les debía muchas explicaciones y ellos aún se querían matar. Discutieron más tiempo mientras que yo solo podía pensar en Enriquito. Traté de calmar los ánimos durante unos diez minutos hasta lograr que por lo menos se calmaran. Hugo no hizo caso a varios llamados que le hice. Me percaté de su ausencia. ¡No, no puede ser!. Sin importarme que Kappa me viera merodeando le pedí al señor Benjamín que me llevara con Enriquito, que era urgente. Aunque al inicio se opuso, me llevó a su habitación y no lo encontramos. Ni ahí ni en toda la casa. ¡Hugo se lo llevó a mi tío de seguro!. Marqué a Lyria, ¡Oh ma petite, ya quiero que todo esto termine, y tener un momento de paz contigo! ¡Por fin! le pedí que colocara el altavoz y grité -¡Jaaaaimeeee!- No tardé en escuchar “Don Red” -¡Jaaaimeee! Si ves a Hugo con un muchachito por el hospital avísame-. Le conté a Lyria todo el drama sucedido mientras que los señores Valentín y Benjamín y yo ya íbamos en camino. Valentín se contactó con Cristóbal. No tardé en escuchar la voz de Jaime confirmando mis sospechas “Don Red” “Don Red”.
-¡Al fin mis planes se concretaran! –río el tío vampiro sosteniendo las reliquias del sol y la luna- en cuanto las tenga esta ciudad, y todo su ganado, será mía.
Solo os aviso que vamos a terminar esta semana la partida, así que la cerraré. Para que no se os quede nada a la mitad.
Por mi, ya está dire. :3
C’est fini, c’est fini la comédie (sobrepílogo)
En que se cuenta el final del tío vampiro
Hugo, que para sorpresa de nadie, tomó a Enrique desprevenido noqueándolo en el acto mientras leía su peculiar origen en la biblioteca de Kappa, llegó al hospital con el chiquillo en brazos. Supo sortear los obstáculos gracias a los poderes de “invisibilidad” que su tío tenía en ese hospital.
Al escuchar a Jaime confirmar la presencia de Hugo y Enrique, Duvan corrió al pasillo y se topó cara a cara con su primo. Ambos discutieron no dejando ceder al otro. Cristóbal, que estaba cerca del hospital, llegó con Magnolia después de que el señor Valentín lo contactara. Ninguna de las partes quería ceder, incluso la bruja de los hilos comenzó a atrapar a Hugo con sus artes, pero dio tiempo a que Red hiciera acto de presencia acompañado de los señores Valentín, Benjamín y Kappa. Jaime ayudó a Lyria a llegar al pasillo.
-Entrégame a mi hijo, ni se te ocurra dañarlo –gritó el señor B. caminando en dirección a Hugo pero fue en ese instante que Ernest, el tío vampiro, hizo acto de presencia ante todos. En su rostro irradió un destello de maldad, amenaza y mucha sangre fría- Al fin las malditas reliquias astronómicas son mías.- dijo sin mostrar demasiada preocupación.
Nota de Kappa (leída por Enrique justo antes del percance con Hugo): “El poder que esas reliquias poseen cuando están juntas es abrumador. Gracias a ellas el usuario puede manipular los días y las noches, es decir, puede hacer que los días de sol de una ciudad sean más largos o que las noches no terminen nunca. Éstas reliquias jamás deben caer en manos de un vampiro porque de ser el caso, podría hacer que la noche no tuviera fin dándole la oportunidad de salir a cualquier hora para realizar sus fechorías o… también podría ocasionar que la luz del sol no le afecte en lo más mínimo.”
Llegó Pipo, seguido por su hermano Pepe y Olympia. Pipo, en el ínterin de la aparición del hada y la llamada de Red, se comunicó con Duvan y este emocionado le dijo que fuera al hospital. Pipo no sabía de la urgencia de la situación. En cuanto vio a Duvan se acercó a él y lo abrazó ante la mirada de sorpresa y bochorno del señor Benjamín, Valentín, Pepe, Kappa y la fulminante de el vampiro, el cual habló finalmente.
-¡Basta de tonterías! Entréguenme al chico de una vez por todos –ante la ira de ese ser, Cristóbal, Duvan y Red gritaron un rotundo- ¡No!- Todos, aún sin saber el contexto se prepararon para lo que sucedería: Magnolia empezó a manifestar sus hilos, los gemelos científicos prepararon a Olympia (Aunque sin la reliquia ya no podía hacer ataques tan contundentes) aparte de poner en marcha algunos nanobots, Kappa preparó sus estacas, el señor Valentín su crucifijo y una pequeña daga, el señor Benjamín otra estaca, Ricardo las sombras, Jaime llegó con el martillo que golpea dos veces y Hugo, Cristóbal y Duvan sus personalidades. Enriquito abrió los ojos.
-¡Idiotas! ¿Creen que me vencerán a mí con todo eso? Ya estoy completamente recuperado –En otra circunstancia los pudo haber dado más pelea pero Kappa que era un profesional en la materia llevó sus sellos y armas que minaron el poder del ser de las sombras, además de los artículos religiosos de Valentín y Benjamín. Volteó a ver a sus sobrinos- ¿Y ustedes? Se supone que al que deben obedecer es a mí. Yo soy el controlador…
El señor Valentín lo miró con detenimiento y gritó -¿Usted es? ¡El mago Antonino!, pero, si usted murió. Me cedió a mí los derechos del parque ese…
-Porque yo le cerré el camino –dijo Kappa preparando otro sello de contención. Sin embargo, el poder de la criatura era muy alto- él no podía poner un pie en mi casa gracias a los sellos que coloqué.
-Pero yo…- Dijo Red-
-Tú no eres un vampiro completo- le dijo Ernest a Red- aparte de ti mande a otro de mis secuaces hace tiempo para que me trajera el control de ustedes…
-Supongo que el abuelo también te cerró las puertas en la casa de los hilos rojos y en ese laboratorio ¿No es así? –Replicó el pelirrojo-
Kappa indignado volteó a ver a Red -¿Abuelo? Yo no soy tu…
-¡Basta ya de habladurías! Y hagan lo que les digo –Todos los involucrados trataron de atacar al vampiro pero este los retuvo con sus propias sombras -¡Tontos! Ustedes no son rivales para mí. No saben cómo me he arrepentido de elegirlos a ustedes cuatro. Ni juntándolos se hace uno. He seguido sus vidas paso a paso y me he encontrado sin mucho material. Cristóbal, me deberías agradecer que haya matado a tus padres y acercado a Valentín.-Cristóbal cayó de rodillas- Ricardo nunca imaginé que haber metido a tu padre en negocios turbios te convertiría en un pelele, únicamente quería que te acercarás a Valentín. Yo propicié que investigara al grupo de tu padre aunque nunca imaginé que el loco de González perdería la cabeza tan rápido –Red se lleva las manos a la frente atormentado por aquella revelación- Duvan, en ciertas ocasiones traté de deshacerme de ti pero como estabas de mi lado te dejé vivo. No se crean indispensables, si te hubiera matado o si Ricardo no hubiera vuelto del castillo, yo ya tenía a otros suplentes. Por supuesto que yo le informé a Pepe de las cosas que hacía su hermano en el granero ese. Y tu Hugo –le quitó a Enrique de las manos, mientras Duvan era un mar de lágrimas- yo provoqué la ruina de tu familia. Y si, la enfermedad de Enrique para que Ricardo se ganará su confianza y la de Kappa y Benjamín para entrar a su casa. Lo que no imaginé es que la reliquia era el mismo niño este. Nada ha sido producto de la casualidad-
Hugo enfadado trató de golpear a su tío pero este lo detuvo en el acto -¡Jajaja! Nunca fue mi intención darles nada, es más, me avergüenzo de que todos ustedes sean parte de mi familia. –Mirando a Enrique dice- ¡Por fin! la última reliquia. Destruiré esta ciudad, a todos ustedes y volveré a ver a Zephyra en su mundo luminoso de fantasía.
En eso, ante el mutismo de todos, apareció el hada mirando el lugar con repugnancia y el tío la miró, a pesar de su psicopatía, embelesado. Se notó que algo resonó en el alma apagada del vampiro –Ir a mi mundo luminoso ¡Jajaja! Ni en tus sueños más bizarros.- dijo el hada burlona.
-Zephyra ¿Cómo dices eso? Cuando te conocí en el festival de Mabon pensé que te atraía.
El hada miró fijamente a Ernest, su mirada pasó de la incredulidad a la burla y soltó tremenda carcajada -¡Yo, atraída por ti! ¡Jajajajajajajajajajaja! –Se atacó de la risa- yo… inte… ¡Jajajajajajajajaja –el ataque se fue apagando poco a poco mientras se colocó al lado de Lyria –Jajajajajajja ¡aaaa!
Ernest perdió los pocos cabales que le quedaron y procedió a tomar el poder de las reliquias. Siempre tratando de no verse afectado por las palabras del hada a la que no dejó de mirar. Ella, por su parte, se mantuvo en una posición muy neutral. No ayudó ni perjudicó a ningún bando. Se limitó a ver.- yo seduje a tu abuela Fidelia –le dijo a Magnolia- y manipulé al profesor Kolb para que hicieran las reliquias y ahora…- Enrique abrió los ojos y dijo- No sabes lo que te espera –voltea a ver a su abuelo- Leí todas tus notas abuelo, sé que seguiste los pasos de este vampiro desde que te enteraste del peligro que representa para mi ¡No te arrepientas de haber comprado esa casa que ya todo llegará a su fin!. Señor Ernest –se dirigió al vampiro- su plan era una maravilla pero se descarriló al final. Olvidó o desconoce una regla muy importante. Para empezar usted ya no tiene el poder sobre el trébol. Y lo sabe, no por nada gritó lo que piensa de ellos, de cada uno de ellos. No se cómo sucedió pero ninguno, tal vez Hugo (pero ya son tres contra uno), obedecen su voluntad. Mi abuelo ha investigado casos parecidos y todas las posibilidades apuntan a una conclusión –voltea a ver a su abuelo que asiente- la reliquia solo obedece a la hoja de su mayor confianza –su mirada se dirige a Ricardo- Red, haz lo tuyo. Recuerda lo que haces cuando estás triste, ansioso y la vida se te va de las manos. Cuando deseas que las cosas mejoren, tu clave- Ricardo sonrió comprendiendo todo y sus labios se movieron para decir -¡Mu! Haz lo que tengas que hacer.
Claro que hubo un cambio y los cuatro primos voltearon en dirección a Lyria. Ernest la miró con un atisbo de irá al darse cuenta de que fue la chica quien le arrebató el poder. Los ojos de Enrique brillaron e inmediatamente tomó las reliquias. Ernest se vio imposibilitado a quitárselas o a hacer algo contra el. Al manipularlas, la parte del pasillo donde se encontraba Red lucía en penumbra pero en la parte donde el vampiro se halló, por las ventanas, entraron rayos de luz que iluminaron todo. Ernest dió un gritó aterrador y poco a poco se fue desintegrando hasta quedar reducido a polvo. El corazón de Ricardo volvió a latir –Ya no soy…-
En eso llegaron la madre de Red, Jacques, Sor Angelique y la señora Celeste gracias a que recibieron una llamada de Perla urgiéndoles ir al hospital. Valentín y Benjamín miraron a Celeste fijamente. Todo mundo tenía reacciones encontradas ante lo que vieron. El silencio incómodo invadió el ambiente, el cual fue interrumpido por Hugo que recibió una llamada de teléfono.
-Marfil, la hermana de Perla, me pregunta porque se vino al hospital como alma que lleva el diablo- Nadie le dio importancia ante la avalancha de revelaciones.
Afuera, Perla miró la entrada del hospital con indiferencia mientras sostenía un bidón de gasolina y las llamas comenzaron a hacer lo suyo.
En que se cuenta el final de varios de los personajes de esta historia
Semanas después de los acontecimientos en el hospital aún no podíamos asimilarlo. El enfrentamiento, las revelaciones y el final de nuestro tío eran cosas difíciles de procesar. El incendio que provocó Perla, gracias a la acción de todos, no pasó a mayores. Fue increíble ver a todos trabajando juntos: Magnolia utilizando sus hilos, los gemelos sus ingenios, Enriquito teletransportando personas de un punto a otro, incluso Zephyra colaboró.
Dicen que se puede escuchar a Perla en el sanatorio mental gritando -¡Suéltenme! ¿Cómo se atreven a enjaularme? ¿Soy la dueña de la cuidad! ¡Oyeron! ¡La dueña!-
Cristóbal y Magnolia se han retroalimentado mutuamente. Ella le enseñó a confeccionar sus diseños y el a utilizar más hilos que el rojo. Esos dos se han compenetrado tanto que ya hay nuevo romance en cami… que digo ¡Ya hay nuevo romance!
Duvan y Pipo hicieron las pases y trabajan junto a Pepe en el laboratorio. Pepe terminó aceptando a Duvan en el criadero de abejas, claro con una mano calcinada… otras dos no vendrían nada mal. Incluso, Pipo fue, después de muchas largas, a cenar con Pepe y su familia. Llevó a Duvan consigo y los niños se alegraron porque por fin podrían hablar con alguien menor de treinta. Olympia aprendió una nueva canción, también de amor.
Hugo, que se alejó por un tiempo, paulatinamente volvió con nosotros. Por consejo de Lyria trató de sentir algo diferente a la ira y descubrió el amor, que antes solo era cortejo, al lado de Marfil. Todo se ve muy bien pero ¡Que cuñada se echó encima!. Además parece que le encontró el gusto al trabajo de transporte que tanto me criticó. A veces lo oigo maldiciendo a otros automovilistas en su tráiler. Pero a él le encanta.
El señor V., el señor B. y la señora Celeste, ese triángulo amoroso y rivalidad, tanto personal como profesional, ¿Qué puedo decir? Valentín poco a poco ha ido perdonando a la señora, sabe que lo ama y el está consciente que lo de B. fue un error del momento. A Benjamín también lo comprende y no le guarda rencor alguno ¿Y cómo hacerlo? Después de salvarles la vida a él y a su esposa justo cuando un bloque del techo de un hospital incendiado estaba por caerles encima... Va mejorando, en un tiempo más se podrá adaptar a esa silla de ruedas. A Cristóbal le dijeron, Celeste y Valentín, que era la mayor bendición que les había llegado aunque criticara sus gustos estéticos.
Enriquito cuida a su papá, se acercó a su madre que lo recibió gustosa y juega videojuegos con nosotros todos los fines de semana. Me ayuda a teletrasportarme cuando se me hace tarde para ir a un compromiso. Es un buen niño aunque le haga muecas por la espalda a su abuelo.
Zephyra nos visita de vez en cuando y gracias a la última regla del trébol recuperamos nuestra autonomía: el trébol dejará de serlo si todos los integrantes están de acuerdo. Creo que era la última liberación que necesitábamos.
El abuelo Kappa, al terminar todo aquello, aparte de dejarme decirle abuelo, dejó de considerarme un peligro al ver el aprecio que siento por Enriquito y saber el origen de mi marca.
Le hice realidad el sueño a mi madre de verme como modelo en una pasarela y, aunque me caí dos veces, las cosas no salieron tan mal, supongo.
He vuelto a hacer mis viajes normales en Uber, a cantar en el coro al lado de la nueva directora Sor Angelique, a jugar con mi hermanito Jacques y…. con ma petite a mi lado. Mi Lyria ¡Oh si! Por fin encontré la paz al lado de alguien que me quiere como soy o a pesar de como soy. Y ¡estoy curado! Cuando mi tío hizo lo que hizo mis órganos se renovaron y no necesito ningún trasplante para seguir viviendo. Solo el amor de ella…
Ahora Lyria está junto a mí y todos los chicos jugando videojuegos mientras reímos y bromeamos un rato. No sé si nos llevemos pesado. Jaime, que sigue como enfermero en el hospital, se unió a nosotros en nuestros juntadas de fin de semana.
-Jaaaimeeee! Tráenos más refrigerios- le llamó
-Ni creas que te volveré a llamar “Don Red”-
-Es broma Jaime- No sé cuántas veces me he disculpado con él por lo pesado que fui-era parte de un hechizo. No lo podía evitar.
Mi Lyria, ma petite. Gracias a ella y sus palabras pudimos salir de todo ese embrollo. Finalmente pude llevarla a la bahía a admirar el vuelo de las aves. Lloré como un niño la primera vez que lo hice. Éramos libres, con la brisa sobre nuestra cara, las aves volando a través del cielo y llevándose todo lo malo, dejando la libertad, la vida... y el amor. Me embriagué al ver sus mechas verdes que brillaron con los rayos del atardecer y se movieron con el viento, una visión extraordinaria. Valió la pena confiar y esperar.
Épsilon, investigador
-Gracias por darme la oportunidad Kappa, prometo no defraudarlo- saludé a mi nuevo colega y le dije a Enriquito- ¿Y bien?
-Lo vas a lograr -contestó Kappa- mira, centrate, no te estreses, tu trabajo solo es de investigación -Enriquito rodó los ojos tras escuchar a su abuelo y lo imitó detrás-
-Si, mi fuerte creo que es la investigación, sabe, poseo una imaginación de altos vuelos y... creo que puede ayudar en algunos casos.
-Si, el trabajo rudo se lo dejaremos a otros como yo- y Enriquito dijo emocionado-¿O yo?.
-Pero siempre contaran con mi ayuda. Épsilon. Investigador a su servicio. ¡Mu! ¿Te gusta Lyria?
Si, una delicia de partida