Los peldaños de la escalera se alejan a gran velocidad de ti al lanzarte por el hueco de un abismo sin final.
Miras arriba y a lo lejos ves la luz que rodeaba el pequeño rellano.
Miras abajo... y no ves nada.
La oscuridad lo llena todo, no hay donde agarrarse, no hay donde parar.
No vas a morir de hambre o sed, ni de sueño o enfermedad. Solo vas a seguir cayendo y cayendo hasta que te llegue la hora o alguien se apiade de ti.
Logro desbloqueado XD Nadie se había tirado aquí
Edit: Añado a los fantasmas para que puedan leer
La sensación de la gravedad tirando de él se intensificaba con cada segundo que pasaba. La velocidad aumentaba vertiginosamente, y el viento silbaba a su alrededor, creando un zumbido ensordecedor. Erik intentó cerrar los ojos y calmarse, pero la sensación de caer se apoderó de él sin remedio, generando un dolor punzante en su estómago y unos temblores incontrolables.
El miedo lo invadió, un miedo primigenio que lo paralizaba. Se arrepintió de haber saltado, de haber tomado aquella decisión impulsiva. Echó de menos su hogar, la calidez de su hogar, la seguridad de su vida anterior y deseó poder retroceder en el tiempo, para volver al sitio donde una vez fue feliz.
¿Qué he hecho? - se preguntó Erik, con la voz ahogada por el viento. - ¿Por qué salté? ¿Por qué no esperé? - La oscuridad lo envolvía, una oscuridad impenetrable que lo consumía por completo. No sabía cuánto tiempo llevaba cayendo, ni cuánto tiempo le quedaba antes de llegar al fondo, si es que había un fondo. La incertidumbre lo aterrorizaba, la falta de control lo desesperaba.
Desde que llegué aquí, todo ha sido una trampa. - pensó Erik, con amargura. - Cada decisión, cada paso, cada palabra... todo un engaño del Anfitrión. ¿Sería este agujero una trampa pensada especialmente para mí? Solo alguien que esté mal de la cabeza se lanzaría. Pero la verdad, siempre he tomado decisiones que creía que beneficiarían a los demás, aunque luego me reportaran pérdidas.
Un latiguillo final resonó en su mente, una aceptación resignada de su destino. - Supongo que este es mi final. - con unas lágrimas brotando de sus ojos, abrazándose a sí mismo. - Un final apropiado para un peón más en el juego del Anfitrión.
Pese a que no hay nada alrededor, Erik escucha una risa tras varias horas cayendo. Parece que no viene de ningún sitio pero al buscar, localiza la fuente en su reloj. La risa es la misma que escuchó en la sala inicial... pero ligeramente menos metálica, menos filtrada.
-Vaya -Dice, sorprendida la voz del Anfitrión -Número 4... ¿Erik? -Otra risa aunque con un suspiro esta vez -¿Qué hago yo contigo ahora? -El tono de diversión de su voz no oculta del todo la sorpresa que se escucha en ella. Otro suspiro -Átropos, sácalo de ahí -Murmura sin molestarse en bajar la voz, pero no se escucha respuesta, solo un suspiro más profundo.
-Cierto, las reglas... -Otro suspiro -4, vas a quedarte ahí toda la noche, vas a caer y caer y caer hasta que tu mente sienta que nunca existió y entonces, solo entonces, decidiré qué hago contigo -De nuevo, el tono jovial y divertido se deja entrever en la voz del Anfitrión -¡Diviértete! -La comunicación se corta instantes después.
JAJAJA Me encanta el logro
La oscuridad lo envolvía por completo, una negrura impenetrable que lo consumía. No sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados, ya que no había diferencia alguna. La sensación de caer se intensificaba, la gravedad tirando de su cuerpo con una fuerza implacable. El dolor en su estómago era constante, punzante, como si un puño de hierro lo apretara sin cesar. La presión aumentaba, amenazando con aplastarlo.
Su mente divagaba, saltando de un recuerdo a otro, sin orden ni concierto. Rememoró los momentos más felices de su vida, las risas con sus amigos, los abrazos de su familia, la sensación de libertad al explorar nuevos lugares. También revivió los recuerdos más tristes, la pérdida de seres queridos, los errores del pasado, las oportunidades perdidas.
Se arrepintió de las pocas cosas malas que había hecho, consciente de que, en general, había intentado ser una buena persona. Pero se arrepentía mucho más de las cosas que no había hecho o dicho, de las palabras que se habían quedado atascadas en su garganta, de los sueños que no había perseguido. Ahora, en la oscuridad del abismo, se daba cuenta de que nunca tendría la oportunidad de enmendarlas.
La locura comenzó a apoderarse de él, como una niebla espesa que nublaba su juicio. La realidad se distorsionaba, los límites entre la cordura y la demencia se difuminaban, sentía que se desvanecía, que se convertía en una sombra, un eco de lo que había sido.
El malestar físico se intensificaba, el dolor en su estómago se volvía insoportable. Quería vomitar, pero el miedo a ahogarse en su propio vómito lo paralizaba. La presión de la gravedad lo aplastaba, sentía que sus huesos se quebraban, que sus órganos se desgarraban. Por primera vez en mucho, mucho, mucho tiempo, la muerte le pareció una salida bienvenida.
Las risas provenientes del reloj lo sobresaltaron, pero no tuvo fuerzas para reaccionar. La voz del Anfitrión, burlona y juguetona, resonó en la oscuridad, anunciando su condena. Erik no pudo responder, no tuvo la energía para hacerlo, solo pudo escuchar, impotente, mientras el Anfitrión se burlaba de su destino.
No podía dormir. El mareo era incesante y aunque todo estaba oscuro, notaba cómo todo le daba vueltas. Era una experiencia muy similar a cuando tenía una fiebre altísima. La sensación de caer no cesaba, la gravedad lo arrastraba hacia un destino desconocido. Su estómago se retorcía, el dolor punzante lo mantenía en un estado de alerta constante.
Su mente divagaba, atrapada en un bucle de pensamientos sin sentido. ¿Por qué había saltado? ¿Por qué se había lanzado al abismo sin pensarlo dos veces? La respuesta era simple y a la vez, desgarradora. No tenía nada que perder, quería ayudar a los demás, aunque eso le costara la vida, su bien más preciado, pero también sabía que nadie lo esperaba en casa. Tenía amigos, sí, pero ninguna conexión real, profunda, que le hiciera sonreír con solo pensarla.
La soledad lo invadió, un sentimiento frío y punzante que le calaba hasta los huesos. Se sintió como una hoja arrastrada por el viento, sin rumbo, sin raíces. La oscuridad del abismo reflejaba la oscuridad de su alma, un vacío que lo consumía por completo.
La locura se apoderó de él, susurrándole mentiras, distorsionando la realidad. Los recuerdos se mezclaban con las pesadillas, los rostros de sus amigos se convertían en máscaras grotescas. La frontera entre la cordura y la demencia se desvanecía y Erik se sentía como un náufrago perdido en un mar de confusión.
El malestar físico se intensificó, el dolor en su estómago se volvió insoportable. La presión de la gravedad lo aplastaba, sintiendo cómo sus huesos se resquebrajaban. La idea de la muerte, antes temida, ahora le parecía una liberación, ya que anhelaba el fin del sufrimiento, el descanso eterno.
El tiempo se había detenido, o quizás nunca había existido. Erik se sentía atrapado en un limbo, un purgatorio personal donde la única constante era la caída. - Me siento muy solo. - susurró Erik, con la voz ahogada por el viento. La soledad lo consumía, lo devoraba desde dentro. Era un sentimiento más profundo que el miedo, más intenso que el dolor, era la esencia misma de su existencia en aquel momento.
La voz vuelve a salir del reloj cuando a Erik ya se le había olvidado la existencia de este, de otras voces y de las personas que estaban con él.
-No tienes porqué, cuatro -Dice alegremente el Anfitrión -, toda esa oscuridad que te rodea es la corrupción que forma a mis jinetes -Como si respondiera a él, la oscuridad cambia, en mitad de su negrura, otro poco más negro baila enredandose con el negro menos negro... del negro completo. Quizás solo es la mente del chico sucumbiendo -Estás rodeado de mentes que fallaron en el juego y quedaron aquí estancadas, rodeado de vidas perdidas, rodeado de otras personas que nunca llegaron a salir... ¿Qué darías para que te saque de ahí? ¿Me darías tu alma? -Pregunta antes de reírse, aunque su voz desaparece muy despacio, como si se quedase a metros de distancia.
La voz del Anfitrión resonó en la oscuridad, interrumpiendo el torbellino de pensamientos de Erik. - ¿Ser uno de tus espías? - le preguntó Erik, con un atisbo de curiosidad. La idea de escapar de aquel abismo, de tener un propósito, de sobrevivir... era tentadora.
Se debatió consigo mismo, sopesando los pros y los contras. Aceptar la oferta del Anfitrión podría ser una buena opción. Podría obtener información valiosa, influir en el juego, escapar de aquella tortura constante y a lo mejor incluso salir con vida. Pero ¿a qué precio? ¿Podría vivir con la conciencia de traicionar sus valores, de convertirse en un peón del Anfitrión?
La oscuridad lo rodeaba, una negrura que parecía reflejar la oscuridad de su alma. La voz del Anfitrión lo tentaba, susurrándole promesas de poder y supervivencia. Pero en el fondo, Erik sabía que no podía aceptar. - Ahora quiero morir - cometó, con una voz ahogada por la oscuridad - pero si traicionara mis valores, no podría vivir conmigo mismo.
La soledad lo invadió, un sentimiento frío y punzante que le calaba hasta los huesos. Pero en medio de la oscuridad, una chispa de determinación se encendió en su interior. - Gracias por la oferta, Anfitrión. - dijo Erik, con una voz débil pero firme, - pero prefiero morir siendo yo mismo que vivir odiándome.
La voz del Anfitrión se desvaneció lentamente, dejando a Erik solo en la oscuridad. Pero en su soledad, Erik encontró una fuerza que no sabía que tenía. Prefirió la oscuridad, la soledad y la muerte a vivir traicionándose a sí mismo.
La voz animada del Anfitrión admite que su oferta es esa, pasarlo a su bando y que mate a sus compañeros. Oferta que Erik rechaza y le lleva a un largo silencio nuevamente. Tras... horas... al menos un par aunque el tiempo ya no tiene sentido, la voz del Anfitrión vuelve a sonar.
-¿Morir has dicho? -Pregunta, divertido y se escucha un chasquido. En la distancia, hacia abajo... o hacia arriba, no está claro ya, Erik ve abrirse una compuerta que tapa una enorme base cubierta de restos de metales de construcción. No están afilados, ni siquiera están apuntando en su dirección, pero a la velocidad que cae, el golpe no será mortal, acabará atravesado por todas esas piezas hasta desangrarse lentamente.
-Grita si cambias de idea -Dice alegremente y, en lugar de desaparecer la voz, silba alegremente una canción en otro idioma que no se entiende.
La visión de la base cubierta de restos metálicos no lo asustó. Sabía que el golpe no sería mortal, que solo prolongaría su sufrimiento. Se imaginó atravesado por aquellas piezas, desangrándose lentamente en la oscuridad.
Erik no sintió miedo, ni siquiera desesperación. Solo una profunda resignación. La oferta del Anfitrión, la posibilidad de unirse a su bando, había sido una tentación efímera. Ahora, frente a la perspectiva de una muerte lenta y dolorosa, reafirmó su decisión.
Prefiero esto. - pensó Erik, con una voz ahogada por la oscuridad. - A ser un títere del Anfitrión.
Cerró los ojos, preparándose para el impacto. La melodía del Anfitrión resonaba en sus oídos, una burla cruel en medio de la oscuridad. Pero en su interior, Erik sentía una extraña paz, una felicidad efímera pero intensa. La caída llegaba a su fin y con ella, su sufrimiento que parecía eterno.
Pese a que los metales se acercaron a Erik, este los atravesó como si nunca hubieran existido y, al mirar, no había ni rastro de ellos. Claramente, estaban jugando con sus sentidos. No hubo más comentarios del Anfitrión más allá de otro suspiro antes de que la comunicación se interrumpiera.