Partida Rol por web

Game Over 1.2

Sala nueve - Caverna [Fondo]

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04/06/2025, 09:00
Perla

La suave risa de Perla llena durante un instante el ambiente y niega, o quizás se acurruca, suspirando justo después.
-La próxima vez, tu curas con lágrimas y yo controlo las sombras -Bromea, mirandote de forma traviesa, aunque sin mover la cola ni un milímetro. Se incorpora lo justo para darte un beso en los labios antes de apoyarse en tu hombro, cerrando los ojos.
-¿Tienes que irte ya o puedes quedarte hasta que me duerma? -Pregunta en voz baja.

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04/06/2025, 11:48
Burnell

Burnell esbozó una sonrisa —rara, pequeña, pero genuina— que le suavizó el rostro, como si por un momento el peso de su historia se deshiciera en el agua.

—Trato justo —susurró, apenas tras el beso—. Aunque dudo que mis lágrimas sirvan para algo más que embarrar la piedra.

Lo dijo con ese tono seco suyo, que sin embargo traía calor escondido entre las grietas. En realidad, no deseaba cargarla con aquellas sombras, aquella tarea insidiosa.

Le devolvió el beso con suavidad. Luego la dejó apoyarse sin decir nada más, permitiendo que su respiración se acompasara con la de ella.

—Claro que me quedo.

Mientras lo decía, su mano subió despacio hasta acariciarle la cabeza, enredándose en sus cabellos con la misma ternura con la que uno cuida un recuerdo preciado.

Y allí se quedó, en silencio, como una sombra que cuida.

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05/06/2025, 17:15
Perla

Lentamente, la respiración de Perla se regula y su cuerpo se relaja, aunque hace un gesto de dolor al mover la cola de forma inconsciente, abriendo los ojos un instante y suspirando al verte ahí. Cuando consigue dormirse, los bordes de sus heridas se iluminan como fuego ardiente y, aunque es un proceso realmente lento, apenas veinte minutos después puedes decir que se está curando sin problemas.

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08/06/2025, 23:23
Burnell

Burnell sintió cómo el cuerpo de Perla se rendía al sueño, su respiración volviéndose profunda y tranquila. Entre los pliegues de la quietud, notó un cambio sutil: las heridas de su cola comenzaban a brillar.

No dijo nada. Solo observó.

La luz cicatrizaba con calma. No era magia conocida, ni suya, ni de las Moiras. Tal vez algo más antiguo.

Acarició por última vez sus cabellos, apartando un mechón húmedo de su rostro dormido. Luego se inclinó, dejando un beso en su frente, silencioso como un juramento.

—Sana. A tu tiempo.

Se incorporó sin hacer ruido, sus pasos en el agua tan silenciosos como un pensamiento que no quiere ser recordado. Y cuando miró una última vez hacia ella, la vio envuelta en esa luz suave, como si el lago mismo la estuviera protegiendo en su lugar.

Entonces Burnell se giró y partió. Tenía otras sombras que enfrentar, y aunque su corazón quisiera quedarse, su deber lo reclamaba más allá del umbral de aquel santuario.