Partida Rol por web

Kiran, en un intento de ayudar y sin encontrar nada de fuego para lanzar, prueba con su honda, cuyo proyectil rebota, haciendo nada más que cabrear al wendigo, que rompe la puerta y lanza un zarpazo a la persona más cercana.

Josephina a pesar de que ve que las armas no le hacen nada sigue peleando con esa cosa durante el tiempo suficiente para que los demás puedan huir, lo que le hace ganarse un zarpazo. Luego arranca a correr hacia el sótano. Ella tiene bastante claro que el tema de los olores y el wendigo estan conectados, y el origen parece ser el sótano. Con suerte podrá encerrarse y buscar algo con lo que herir al wendigo.

-Aaaahhh- grito asustado al ver cómo a la bestia parece no hacerle daño nada, misma que no me dio ninguna opinión de la masa y todavía se quedó con mi cuchara. Paco y Ephi corren hacia el sótano y Kiran le lanza un proyectil que parece enojar aún más al wendigo que se acerca peligrosamente.

-¡No, vete! ¡Mu! ¡No te me acerques! -sostengo a Diógenes mientras me llevo las manos a los bolsillos buscando algo con que aventarle. Le tiro un pequeño especiero de azúcar y lo baño con la sal de otro. Sin saber que más tirarle, vuelvo a la cocina a buscar más cosas y a ver si no se me está quemando el pay de manzana que estaba horneando minutos antes.

Regresó del sótano solo para ver lo que allí sucedía. El monstruo estaba allí. Pero ahora sabía su secreto. Tuvo unos momentos para preguntarse quienes habían sido los otros que se habían enfrentado al wendigo antes que ellos. Y cuánto tiempo habían pasado encerrados en la cabaña. Algunos querían volver al sótano, pero allí no podían refugiarse.

—Es una ratonera —les dijo, por si tenían alguna esperanza de poder escapar.

Algunos estaban asustados, algunos estaban peleando. Sintió como el miedo pasaba a través de ella, inocuo. Tenía la fórmula, al solución al problema.

—¡El fuego! ¡El fuego puede matarlo!

Y sintió cierto consuelo al pensar en la llama. ¿No había sido el fénix el que la había dado una segunda oportunidad? Allí tenían una chimenea. Algo podrían hacer. Buscó una silla, algo que fuese fácil romper. La cogió y la tiró contra el suelo. Buscaba alguna madera que pudiera quemar. Un arma improvisada que pudiera arder. Y que le permitiera atacar a la criatura desde la distancia.

—Abajo hay una caldera con una de esas cosas dentro. Muerta y bien muerta —su rostro, angelical e inocente, se afiló como un cuchillo de caza —. Y esa no va a ser menos.

Si no podía romper una silla, buscaría cualquier otra cosa que pudiera usar. Quizás Ephi pudiera enrollar algunas cortinas alrededor de la cuchilla de su guadaña y prenderlas fuego. Tenían que encender el lugar.

—Hay unas figuritas en la cocina que tienen algo dentro. Puede que sea importante —era una locura mirarlo ahora, pero quizás alguno estuviera demasiado asustado como para quedarse ahí —. Y también hay algo en el suelo de la habitación.

Ya les explicaría más adelante como lo sabía, ahora les tocaba confiar.

Hablaba con calma. No gritaba. Ya había muerto una vez. Ya había estado allí, al Otro Lado del Silencio. No quería volver a repetir la experiencia. Pero ya no tengo miedo.

Bastian emergió del sótano tosiendo, el aire frío golpeándolo tras el sofocante calor de la caldera. Apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando la escena ante él se desplegó con violencia: el Wendigo, los ataques, su resistencia inhumana… y Ephi deslizándose como un relámpago, con un zarpazo que lo marcaba.

Parpadeó, frotándose los ojos un instante.

Abajo hay un cadáver en la caldera -dijo, con la misma firmeza con la que se aseguraba de que su presa estuviera bien muerta tras una cacería-. Podría haber sido un Wendigo.

Desvió la mirada hacia el suelo, pensativo. Si uno había terminado allí, tal vez la caldera no solo servía para calentar.

Quizá meterlo dentro acabe con este también...

No era una idea descabellada. Lian lo había dicho: el fuego. No tenía sentido preguntarse si el contacto visual provocaría a la criatura, porque si era un depredador, ellos ya eran su presa.

Movió la mandíbula, tenso. Les faltaban materiales, algo para prender y dirigir las llamas. La casa podía ser su mejor arma… o su peor trampa.

Ephi frenó su retirada hacia el sótano al escuchar a Lian. Si lo que decía era cierto había una oportunidad ¡Red usa tu tridente para mantenerlo a raya!! Mierda ya se ha ido Así que le tocaba a ella ganar tiempo, la adrenalina le impedía notar parte del dolor del zarpazo, pero no creía que pudiese permitirse otro. ¡Los de la cocina, intentad hacer un molotov!!, ¡Los del salon, intentad aprovechar el fuego de la chimenea como sea!! Y quien no sepa que hacer, ¡Que luche!!

-¡Mu! -vuelvo sobre mis pasos al ver a Lian y Bast- ¡Lian! ¡Bastian! Que bueno que están bien. Ha sido un día de locos, bueno no ha habido un día normal desde que estamos aquí. -bajo la mirada y un tanto nervioso digo en un leve tartamudeo- ​​​​​​se que no es el momento pero todo este tiempo estuve horneando tartas y galletas en la cocina. No vayan a pensar que estoy mal de la cabeza, es solo que, por una vez, quería hacer algo normal  y sentirme normal en este sitio. -rebasado por la emoción me detengo y ahogo un sollozo. Al estar ocupado todo el rato en la cocina, deje de pensar tanto, mi mayor preocupación era haber echado suficientes huevos a la mezcla y no el tren de pensamientos obsesivos. Me dio esperanza, tal vez mi vida afuera podría mejorar, claro... de salir de esta- perdón, lo siento chicos, prometí controlarme. 

Me detengo unos instantes observando a la bestia que ya se disponía a terminar de derribar la puerta y cayendo en cuenta de lo que todos mencionan digo:

-¡Fuego! ¡Dijeron fuego! -vuelvo a la cocina y traigo de ahí  galletas navideñas recién salidas del horno, las cuales desprenden un aroma exquisito. Tomo algunas y las voy ensartando en mi tridente cuidando que no se desmoronen, colocando también masa para unirlas mejor. Les echo aceite encima y enciendo un cerillo. -¡Miren!, ¡Renos! ¡Árboles navideños! Me hubiera encantado que las probaran!

Veo al monstruo con algo de miedo y, aunque me tiemblan las piernas y las manos, me aferro a mi Diógenes con fuerza y corro en dirección al wendigo antes de que las galletas terminen por consumirse. Extrañamente el tridente permanece intacto al contacto de las llamas.

-Estás galletas si te darán un buen mordisco.

La puerta no parece que vaya a aguantar los golpes de la criatura, que no se ve afectado por los golpes del grupo, en especial no por las galletas ahora carbonizadas de Red que dejan en el aire un olor a caramelo quemado que se mezcla con el que proviene del sótano, haciendolo aún más nauseabundo. La silla que Ephi intenta romper solo hace un quejido al ser golpeada contra el suelo, sin embargo no llega ni a quebrarse.

Tal vez la solución no esté en el salón...

Mientras, en la puerta, el Wendigo pelea contra la puerta para pasar la parte inferior de su cuerpo, lanzando su garra para atacar al más cercano, alcanzando a Red en el brazo cuando se acerca con su antorcha poco funcional. El garrazo desgarra la ropa y algo de piel del chico, goteando sangre en la madera del suelo y haciendolo retroceder.

No hay nada en el suelo del salón, por más que miras, ni marcas, runas, tablas sueltas ni nada identificativo.

Quizás... ¿no era en el salón?

Un destello de iluminación cruzó la mente de Bastian, algo que encajaba, algo que no había considerado antes. Su mente se aceleró, y sin pensarlo demasiado, dio un paso hacia atrás antes de lanzarse hacia la habitación.

Quizá haya algo ahí también...

Murmuró, más para sí mismo que para los demás.

Sabía que los depredadores no eran simples bestias, que había algo más, algo detrás de todo esto. Si la caldera tenía su secreto, tal vez la habitación ocultaba pistas igualmente cruciales. No podía quedarse de brazos cruzados, no cuando algo en su interior le decía que no debía esperar más.

Corrió, los pasos resonando contra el suelo, decidido a encontrar lo que necesitaba, antes de que todo se desmoronara.

Bastian sale corriendo a la habitación, él solo, buscando... ¿algo?

Lian vio como toda defensa era inútil y como la propia cabaña parecía pelear contra ellos para que no lograran encender una sola llama. Necesitaban fuego. Bastian salió corriendo. Eso hizo que se iluminase la bombilla de una idea.

—¡Yo voy a la cocina!

Buscaría las figuritas de la nota. Dentro de ellas.

-¡Aaaaahhhh! -me llevo la mano al brazo- ¡Duele! ¡Mis galletas! ¡Que desperdicio!- intento contenerme pero el dolor es enorme. Me quitó la ridícula camisa naranja del outfit del señor V, quedando solo con la camisa blanca de abajo, y con un trozo de ella amarró una venda improvisada en mi brazo.

Bastian sale corriendo a la recámara y Lian va a la cocina. Recuerdo que aún deje tartas y galletas horneando y entro después de Lian a la cocina intentando no quejarme por el dolor.

Lian y Red pasan corriendo a la cocina, donde se alcanzan a oir ruidos de algo rompiéndose

La puerta de la cocina, donde Bastian ha entrado segundos antes escopeta en mano se abre y sale Lian, con la escopeta en sus propias manos, acercándose a la puerta de la cabaña, directa a la criatura, que prácticamente ha entrado completamente y la encara sin ningún tipo de miedo.

Llego desde la cocina sin saber muy bien a lo que me voy a enfrentar cuando observo que el Wendigo está casi dentro de la cabaña. Trago con dificultad, bastante asustada. Miro al resto de mis compañeros y cómo parece que han estado atacando e intentando defender el fuerte.

—Tú puedes, Lian —digo, colocándome junto a ella para que se sienta protegida. Si ella no puede darle el golpe de gracia me lanzaré de nuevo a por él para darle con mi navaja e intentar asestarle una puñalada en el ojo. No sé si serviría, pero al menos tendría más dificultad para encontrarnos si finalmente entra. A Erik no, porque huele igual de mal que él.

Ephi cogió los cojines del sofá, los prendió con fuego y se los empezó a lanzar a la maldita bestia.