Con Ink todavía agarrada a las fauces una puerta de madera aparece delante vuestro. Es igual que todas, pero dos nombres cambian, pasando de uno a otro cada pocos segundos.
'FRANCESCA MOZZI DONATI'
'DANILO T.'
Parece haber algún tipo de problema, la puerta hace un chasquido y, tal como ha aparecido, se esfuma en el aire.
La criatura sube una lengua viscosa de entrañas por el brazo de Ink y la mira a los ojos, tirando de su brazo.
Es de noche, pero la criatura no ha desaparecido, aunque sí las escaleras de escape.
La puerta aparece.
—¡Chicos, huid! —grito con el aroma de la criatura pegado a mi nariz. No quiero ni mirarla, solo el hecho de sentir sus patas en mi cuerpo hace que me muera del asco. Y sí, no pido que me ayuden porque la salida está ahí, la tienen al alcance de sus dedos.— ¡Corred!
Miro a Erik y de repente ya no siento rencor hacia él, ni odio, ningún sentimiento horrible como el que sentía antes.
—¡Llévatelos! —Le pido casi rogando que lo haga.
Dos nombres se alternan en la puerta, primero el de Fran y luego el de Danilo. Igual que ha aparecido, la puerta desaparece.
—¡Noooo! —Forcejeo contra el bicho.
Motivo: Zafarme
Tirada: 1d20
Resultado: 3 [3]
Mira, me bajo de la vida ya con los resultados de mis tiradas...
El monstruo no parece afectado por la presencia ni desaparición de la puerta, solo por el grito de Ink. Aferra más fuerte sus fauces, alrededor de su piel y se oye un chasquido fuerte en el brazo de la chica.
Tirada oculta
Motivo: Bicho
Tirada: 1d20
Resultado: 3 [3]
Prueba de nuevo, Ink, si no te liberas, te arrancará el brazo.
Al igual que con la puerta que apareció y desapareció, el odio contra Erik volvió a reafirmarse de nuevo.
—¡Te dije que los sacases, imbécil! —grito pataleando.
Motivo: ¿Me despido de mi brazo izquierdo?
Tirada: 1d20
Resultado: 1 [1]
JAJAJAJAJAJAJAJA
Adiós con el corazón, que con el brazo no puedo.
Ephi se despierta mareada y intenta ver la luz en aquel caos. Ve que Ink está en peligro y a pesar de que lis grita que corran ¿Hacia donde? intenta ayudarla intentando separar las fauces que la separan.
Motivo: Soltar a Ink
Tirada: 1d20
Resultado: 3 [3]
Me bajo de la vida ya con esta tirada xD
La criatura se aleja ligeramente de Ink llevándose su brazo con ella, en las fauces, que se tragan el regalo. Tras eso, se coloca bajo la escalera, se hace un ovillo y... ¿se duerme?
¡Un tres tenía el enemigo! XD Estás maldita
Muchas cosas estaban ocurriendo Pero solo pude tener un flashback de los Rosales, ahí donde Ink dejo la gran parte de su ropa dejando rastro como Hansel y Gretel se tratara - Red carga a Kiran - digo con tono bajo para no molestar a la criatura - Erik ayudame - me quito la camisa y la comienzo a usar para cubrir la herida de Ink - Si mueres por desangrando te diré que eso sería algo patético - Suelto esas palabras sabiendo que no confiaba en mi Pero ya les había dicho que si no saltabamos en el vacío íbamos a darlo todo para terminar el juego
Motivo: Hemorragia
Tirada: 1d20
Resultado: 17 [17]
La resurrección de Kirian fue un motivo de alegría, pero cuando vio como el monstruo se llevó el brazo de Ink, Erik sintió una punzada de satisfacción. - Por fin se hace justicia. - murmuró Erik, con una sonrisa maliciosa. - Tu sufrimiento acaba de comenzar, arpía.
Cuando Danilo pidió ayuda para atender la herida de Ink, Erik se acercó con cautela. - Ya era hora de que te tocara sufrir. - dijo Erik, con una mirada fría. - Disfruta disfruta del dolor, sabandija, es justo lo que te mereces. - A pesar de su odio, Erik ayudó a Danilo a cubrir la herida de Ink, aunque lo hizo con desdén y sin ninguna muestra de compasión.
Erik se frotó los ojos, sintiendo el cansancio y el sueño acumulado tras la caída. - ¿Y ahora qué? - preguntó Erik, mirando de un lado a otro. - Deberíamos salir de aquí antes de que se despierte la criatura.
Las ideas por asimilar se habían ido acumulando en la mente de Ink como los documentos en la lista de impresión hasta saturarla por completo. El suicidio de Érik. La muerte de Kiran. La resurrección de Érik. El monstruo cienpiés-araña comiéndose el brazo de Ink delante de su propia cara mientras Kiran, también resucitaba. Érik disfrutando de ver a Ink sin un brazo. Todas aquellas ideas se conjugaron en la mente de Ephi que pensó ¿Incoherentemente? que allí el más inteligente había sido Red, por venir loco de casa. Loco de casa. La idea le pareció muy graciosa y más real que la sangre del brazo de Ink que le empapaba la cara y se le metía por la boca, y empezó a reír.
De casa, ya ha venido loco de casa. Y se reía tanto que casi se ahogaba, le salían las lágrimas, mientras se preguntaba cómo podía llorar aún, y si meaban por los ojos. Le pareció una idea muy graciosa también y siguió riendo, ajena y totalmente alienada del resto.
Tomo una inspiración entrecortada, abrupta, dolorosa.
Voces.
Gritos, más bien.
Y un sonido que soy incapaz de identificar, algo parecido a un gruñido con irracionales chasquidos insectoides.
No tengo ni idea de que ha pasado, de que está pasando, pero el silencio del que vengo era mucho, mucho más agradable. Era un silencio libre de responsabilidades, del peso de agotadoras decisiones, del dolor que aún me atenaza el hombro vendado, de la extraña tensión que recorre todo mi cuerpo, de la rigidez que agarrota mi cuello como si llevara semanas durmiendo en una mala postura.
No quiero volver.
Maldita sea, no quiero volver.
¿Quiero?
¿Para qué? ¿Para que vuelva a pasarme lo mismo? ¿Volver a pasar por ello? ¿Qué sentido tiene?
¿Qué me ha pasado?
Oigo gritar a Ink, y abro los ojos. Jadeo, miro a mi alrededor. Por algún motivo, levanto las manos frente a mi cara y las observo, como si me sorprendiera verlas allí. Hay recuerdos extraños e incoherentes en mi cabeza, brumosos, que se disipan rápidamente, se escurren inalcanzables entre mis dedos cuanto más intento atraparlos, como peces en una pecera de jabón. Me incorporo con dificultad hasta quedar sentado, temblando, sin dejar de mirarme las manos con los ojos desorbitados.
-Por qué. Nonononono. Por qué. No quiero. Otra vez no. No quiero seguir. Estoy cansado. Estoy cansado. Estoy... -veo una lágrima, gruesa y pesada, caer sobre mis palmas, y siento un escalofrío.
La risa de Ephi, desquiciada, suena de fondo. Aprieto los ojos y los dientes, confuso. ¿Qué es lo que no quiero? No lo recuerdo. ¿Por qué estoy llorando? No es momento de llorar. Ink tiene problemas. Ephi necesita ayuda. Tenemos que salir de aquí, tenemos que terminar el macabro juego del anfitrión. Tenemos que...
Miro a mi alrededor con urgencia, ansioso, buscando miradas familiares, preocupado.
Danilo parece más centrado. Eso es bueno.
Diría que la última vez que vi a Ink tenía más brazos. Eso es malo.
Erik está vivo. Eso es bueno.
Ephi está teniendo una especie de crisis nerviosa. Eso es malo.
Estoy vivo. Eso es... ¿bueno?
Me da la impresión de que Erik sigue insultando a Ink, incluso en aquellas circunstancias. Eso es malo.
-¿Red...? -le llamo con un hilo de voz: la pechera de mi camiseta está llena de sangre, y, en un reflejo que no alcanzo a explicar, me llevo inconscientemente las manos al cuello, asustado, pero todo parece en orden-. Estaba... estaba... muerto... ¿Verdad? -eso, o tengo el sueño más profundo que un cesto de gatitos al lado de una estufa, porque aquí tiene pinta de haberse montado la de Dios es Cristo-. ¿Cómo...? ¿Cómo es posible que...? -sacudo a cabeza: diría de que no es momento para preguntarme por qué estoy vivo, porque estoy casi seguro de que una criatura grande y peligrosa se ha escondido bajo la escalera-. Santo cierlo... Ink... -me pongo de pie con dificultad: quiero ir a ayudarla, pero me tambaleo peligrosamente, mareado. Afortunadamente, parece que Danilo se está haciendo cargo con considerable destreza, dada la gravedad de su situación-. Erik... estás... vivo... Creí que... -ya habrá tiempo para que me cuente lo que le ha pasado más adelante (espero): mi mirada se desvía con recelo bajo la escalera, alarmada-. Tenemos que salir de aquí... cuanto antes. ¿...A que sí?
Me dirijo hacia Ephi, esperando poder calmarla, porque me temo que no nos conviene hacer mucho ruido en este momento. Mi honda está en el suelo, y me inclino a recogerla mecánicamente. Estoy a punto de caerme de morros al hacerlo: me siento como si me hubiera pasado un camión por encima.
Miro la honda en mis manos, confundido.
Está llena de sangre.
¿Por qué está llena de sangre?
Giro la cabeza a todos lados, buscando con la mirada.
-¿Dónde...? -trago saliva-. ¿Dónde está Bast?
Cuando coges la honda, una sensación calida, como de hogar, llena tu pecho. Como si hubieras recuperado algo valioso, algo importante.
Mensaje solo para ti (y los fantasmas), irrelevante para la historia pero parte del lore.
Grito. Lo hago como si no hubiese un mañana. Puedo sentir a la perfección cómo mi carne se abre y mi hueso se secciona. Es el dolor más intenso que he sentido y que voy a sentir en mi vida, porque dudo que el dolor de un futuro parto se acerque mínimamente al que provoca que te arranquen un brazo.
El animal se aleja y yo entro en pánico. El dolor es tan fuerte que casi siento cómo mi cerebro desconecta del mundo y se pierde en una disociación extraña en la que estoy anestesiada. Las lágrimas corren por mi cara, mi gesto podría representar perfectamente a la definición de terror en un diccionario fotográfico y en lo único que puedo pensar es en si todo lo que estoy sacrificando, tanto intangible como tangible, vale realmente la pena. ¿Estaré dormida en mi cama? ¿Será todo esto una pesadilla?
Parpadeo varias veces antes de volver a mí a tiempo de ver al monstruo alejarse con mi brazo bajo las escaleras y a Danilo decirme algo a mi lado, pero lo oigo extraño, como si estuviese bajo el agua.
—Arpía tu puta madre —digo a Erik.— ¿Me acaban de arrancar un brazo y encima te alegras? ¡Ojalá no hubieses vuelto, aunque ni la muerte es suficiente dura para pagar lo odioso que eres y el asco que me das! —Le miro con ira, y en ese momento me doy cuenta que el odio que siento por él es incluso más fuerte que el dolor que tengo en mi brazo.
Me aparto de Erik cada vez que intenta ayudar a Danilo y miro a los dos con recelo, a uno porque lo odio y al otro porque pienso que es uno de los espías del Anfitrión junto a... Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho la voz de Kiran. Le busco con la mirada a tiempo de ver cómo me observa horrorizado. ¡Ha vuelto a la vida! ¿Significa eso que los demás también? Mis ojos pasan de uno a otro, pero no encuentro más rostros de aquellos que nos han dejado.
-¡Kiran! -me emociono al ver qué poco a poco va reincorporándose- ¡Très bien mon ami! -exclamo desbordado por la emoción y llorando de la felicidad- ¡Estás de vuelta con nosotros!
Escucho su pregunta y no se que responder. Podría decirle que tiene el sueño bastante pesado, que lo habíamos dejado dormir, pero no, tenía que saber la verdad y ... Tal vez pudiera darnos una pista de lo sucedido durante la noche anterior:
-Si Kiran, por desgracia... -no quería decir esa frase- te nos fuiste... Pero... Tranquilo, por favor. No te alteres que ya estás bien y diríamejor que el resto de nosotros -le digo indicándole con mi mano aquel triste cuadro del que éramos parte.
-Ni te imaginas lo que pasó. -hago una pausa y sigo- Anoche temí quedarme en esta oscuridad y con los jinetes haciendo de las suyas. Le pedí ayuda a Diógenes y este me mostró la entrada a un ducto de ventilación. Al parecer Diógenes podía encontrar escondites durante la noche. Entre al ducto y ahí me oculté -le cuento a Kiran mi aventura dentro del ducto, los juegos de los duendes, las puertas mágicas, la superficie lunar, la recompensa y todos los demás detalles que ya he mencionado antes- Pude salir del escondite hasta el día pero... Mencioné una recompensa ¿No?... Aparte de ocultarme Diógenes me ayudó a encontrar este objeto -le muestro el frasco-gracias a mi ensoñación con los duendes descubrí que con el podía revivir a alguien et ¡Voilà!
Me quedo en silencio unos momentos y sigo: -No podía ni quería dejarte atrás. -Un tanto embargado por la emoción le comento- y es que... era lo mínimo que podía hacer. Repito lo que dije antes de vertir el frasco: tu me has apoyado, has estado pendiente e incluso me has cuidado en estos días. En Lyria encontré el amor pero en ti encontré a un verdadero amigo. Además -me canso de hablar, tomo aire repetidamente y sigo- era la tercera vez que me sucedía algo similar. Primero de niño cuando intenté reanimar al señor Cázares, luego aquí me sucedió lo mismo con mi Lyria y me volvía a pasar contigo y... Ya era hora que ganará una ¿No crees? -una sonrisa melancólica pero triunfante se dibuja en mi rostro. Lo abrazó fuertemente tal como lo hacía con mi osito Diógenes cuando me invadía la desolación, la angustia y la desesperanza durante mis noches de insomnio. Al soltarlo termino diciendo -Gracias por tolerar todas mis excentricidades. Aparte nos va a hacer falta tu guía, consejos y deducciones para salir de esta. Eres más fundamental de lo que crees. -respiro- por eso no dude un minuto en vertir el contenido de este frasco sobre ti en cuanto tuve la oportunidad. Ni a sintonizar Miss Universo he llegado tan pronto -Me quedó frío un instante, se me suben los colores y digo temiendo la respuesta- ¿Lo dije o lo pensé?
En cuanto a Bast -recuerdo lo que pregunto- Tu honda... lo mató. Pensamos que fue algún tipo de justicia post-mortem. Salió de tu ropa moviéndose como algo parecido a una serpiente, y como si fuera una flecha atacó a Bast y el infortunado ahí quedó. Y no, no me lo estoy inventando y tampoco estoy loco como menciona Ephi, recuerda que solo tengo los nervios algo rotos y una imaginación de altos vuelos. -mi cara se pone un poco más seria- ¿Kiran, por qué lo atacó tu honda? ¿Él fue el que te mató?
-Espera... espera... ¿duendes? -y... ¿pociones? ¿Qué pinta la superficie de la luna en todo esto?
Mi confusión no hace sino aumentar, pero me parece entender algo entre las fantasías de Red, un patrón.
-Me alegro de que Diógenes te ocultara. Me da la impresión de que aquí podemos... hacer... cosas... que no podemos hacer en casa. Cosas... raras -como revivir a los muertos, por ejemplo, pienso absurdamente.
Devuelvo el abrazo a Red con fuerza, porque no soy tan necio como para fingir que no lo necesito. Cuando me suelta, sin embargo, mi rostro es triste, avergonzado.
-Mis... ¿deducciones...? -ay, madre; espero que no me haya resucitado por eso, porque voy a ser una enorme decepción-. Mucho me temo... me temo que... no creo ser capaz de hacerlo otra vez. Me da que era algo... de un solo uso -intento disimular mi preocupación por no estar a la altura de las circunstancias, mi pesar por sentirme insuficiente y en absoluto merecedor de las expectativas que Red ha puesto en mí; fuerzo una sonrisa y le palmeo el brazo amistosamente-. Lo has dicho en voz alta -le susurro como si fuera un secreto, aunque no creo que haya conseguido que suene divertido.
La honda en mis manos, pese a ser una asesina, no me llena de rabia y ganas de arrojarla lo más lejos posible de mí como cabría esperar, sino de una cálida sensación de paz. Como si hubiera recuperado una parte de mi propia alma, como si vertiera un bálsamo sobre los tormentos de mi mente. La aprieto en mis manos y la limpio delicadamente con mi camiseta. La piedra blanca brilla de nuevo: limpia, impoluta, inocente.
-Lo he matado... -la voz se me quiebra y me esfuerzo por no llorar; sacudo la cabeza negativamente sin atreverme a levantar la vista, porque no me considero con fuerzas de sostener en este momento la mirada de nadie-. No lo sé, Red: no recuerdo absolutamente nada de lo que pasó por la noche, es como si me hubiera ido a dormir y me hubiera despertado hace un momento con dolor de cuello, el cuerpo escombro y el vago recuerdo de que... algo malo había pasado -algo que me permitía descansar y rendirme de una vez... aprieto los dientes para espantar ese tipo de pensamientos intrusivos inexplicables que todavía pululan alrededor de mi mente-. Simplemente... voté a Bast. Supongo que mi arma se cobró la vida de quien yo sospechaba. Es una pequeña diabla vengativa, ¿eh? -se me escapa un sollozo que intentaba ser una amago de risa, y me tapo la boca con la mano.
Ya no hay vuelta atrás.
Soy un asesino.
Tomo aire profundamente y, mientras vuelvo a guardar la honda en mi bolsillo, soplo para calmarme, como si inflara un globo. Me seco bruscamente las lágrimas con el brazo y me acerco a ver como lleva Danilo el vendaje de Ink.
-¿Consigues parar la hemorragia, Dani Boy? -pregunto, buscando fuerzas para seguir adelante-. Ink, espero que si ganamos tu brazo también vuelva de entre los muertos. Cuando ganemos -me corrijo, mirándola con determinación-. Parece que tienes suficiente energía para seguir poniendo a Erik a parir. Supongo que eso es bueno. Hay que intentar ver la parte positiva de las cosas, eso dice mi padre -la mención a mi padre me hace recordar que Ink ha sacrificado mucho más que un brazo, y trago saliva-. ¿Red, puedes intentar enseñar a Ephi alguna de tus respiraciones, ayudarla a calmarse? -trato de echar una mano sujetando el vendaje, o haciendo presión sobre el muñón sangrante de Ink... ¿podríamos conseguir algo de fuego para cauterizar? Busco con la mirada a mi alrededor. No sería agradable, pero sin duda sería eficaz-. Chicos... ¿Por qué seguimos aquí? ¿No ha habido puerta esta vez? ¿Por qué no avanzamos...? Qué queréis que os diga: acabo de... despertarme; lo que menos ganas tengo es de volver a dormir -no aquí, por favor, otra vez no, tiemblo ligeramente-, y menos con un bicho comebrazos hibernando debajo de la escalera.
Aprieto la mandíbula intentando soportar el dolor que me está quemando hasta las entrañas. Es indescriptible. Cuando salgamos de este juego, porque espero ganar y salir de este infierno, pienso poner un altar a la persona que inventó la anestesia; o al que descubrió las drogas psicodélicas que te hacen olvidarte hasta de quién eres para centrarte únicamente en el roce de la brisa en tu piel. La brisa, cómo echo de menos la de mi pueblo a la orilla del mar.
Suelto un gruñido cuando aprietan mi muñón; creo que esta noche voy a dormir bastante poco.
—¿Alguien tiene un cinturón en su pantalón? —pregunto con los ojos centrados intentando pensar en bonitas imágenes, lo que sea para intentar obviar el dolor.— Eso podrá cortar la hemorragia, o suavizarla —añado con dificultad entre respiraciones entrecortadas.
Cuando Kiran menciona a Erik, miro con desprecio a mi compañero rubio de ojos azules. Él ha vuelto del abismo después de no medir las consecuencias de tirarse como un infeliz por el final de las escaleras, y yo intentando ayudar a mis compañeros he perdido un brazo. La suerte no está de mi lado; ni en la vida real en donde tengo que trabajar engañando a pobres infelices para poder comer y comprar una bombona de butano que caliente los cubos de agua con los que nos bañamos mi madre y yo, ni aquí en donde quiera o no me veo en la necesidad de sacrificar, tanto lo tangible como lo intangible.
—No ha habido sacrificio o, por lo menos, el Anfitrión no ha admitido mi brazo a cambio de la vida que se cobra la puerta para dejarnos salir —contesto a Kiran.— Nadie ha conseguido los votos suficientes.
Respiro hondo. Si no muero desangrada, moriré de una infección.
—Me quedaré despierta durante la primera y la segunda guardia. Sé que no puedo hacer mucho esta noche, pero dudo que pueda conciliar el sueño con lo que duele. Y tú...—Miro a Erik con furia.— No te quiero cerca de mí esta noche, ni se te ocurra acercarte. Huelo tu peste a kilómetros y me vas a dar pesadillas. —Le observo de arriba a abajo con asco.
Ephii,Ephiiii
La voz procede de las escaleras y precede los ruidos de alguien subiendo a trompicones. Tropezando de tan bebido. Ephi no suele cerrar ojo cuando hay partida de cartas con los amigos de su padre. Duerme abrazada a su guadaña justo por lo que podría pasar. La puerta se abre de par en par y entra una bola de sebo grasienta y tan borracho que prácticamente no se tiene en pie.
Tu jadre ha tenido una mala noche,hip, con las jutas cartas,buhrg, me debe jineroy me ha dejado jobrarmelo fontigo puta
Ephi se pone de pié delante de él y lo amenaza con la guadaña y mirada amenazante.
Jajakjajakjakecoñio jienzas hacer con eso perra. O dejas demirarme asín o
Sin dejarle acabar de hablar Ephi lanza un brutal golpe que le alcanza en la cara. Puf! Hace el cojín de Ephi al golpear la cara de aquel desgraciado, que empieza a reir al recibirlo. Un momento, esto no sucedió así
¿Esto que es, una fiejta je pijamas? Dice riendo mientras se va quitando los pantalones, intentando no caer debrucesMe ha dicho Joseph que ayer tuviste la regla, ají que esta vez tendré e aconformarme con tu culo ¡No querria ajcabar jiendo fasmilia de eje bastardo!! Jajkakjaja No, no, nada de “esta vez”, no hubo veces anteriores, ni esto sucedió, siempre me los quité de encima, con mi guadaña, siempre lo hice, siempre…
Mientrastanto, en aquel rellano de aquella escalera de pesadilla, Ephi había lanzado un golpe de guadaña al aire, que bien podría haber partido a alguno de vosotros por la mitad. La guadaña se le había escapado de las manos y tras rebotar peligrosamente en varios escalones y la pared había caído en el suelo. Aún así ella seguía lanzando manotazos al aire Apartate de mi, apartate de mi. No, esto no tenía que ser así. Esto no, dejame!, esto no sucedio. ¡Papá dile que pare, me hace daño!!
Y siguió interpelando a su padre mientras golpeaba al aire, hasta quedar en silencio quieta y exhausta, con la mirada perdida y alguna lágrima solitaria cayéndole por la mejilla.
Parece que al final sus monstruos la habían atrapado, y poco tenían que ver con el Raptor.
Me apresuro a quitarme el cinturón: espero que no se me caigan los pantalones en medio de una pelea contra alguno de los monstruos que alberga este sitio. Por lo menos, morir con algo de dignidad, y tal.
-Lo ideal sería cauterizar el muñón. Como en Misery -digo absurdamente-. Perdona, Ink, me temo que esto va a doler... -rodeo lo que queda de su brazo con el cinturón entre 5 y 10 cm por encima del corte y aprieto-. Lo siento, lo siento, lo siento... -doy varias vueltas para sujetarlo bien, pasando la hebilla por el primer agujero para asegurar que no se afloje. Menos mal que estoy flacucho, y el primer agujero aparece pronto tras una de las vueltas-... Ya está. Espero que funcione. Ojalá tuviéramos algo para el dolor.
Me meto las manos en los bolsillos, esperando encontrar un triste paracetamol, pero me topo con las cartas de Duke. Las saco un momento y las miro, pensando si podrían servirme de algo. Si esta noche no consigo dormir, a lo mejor puedo intentar echar las cartas como una pitonisa. Porque con esas no se puede jugar al solitario... ¿No?
-No sé que más podemos hacer, Ink -levanto los ojos al techo, desesperado y bastante cabreado-. Nos podías dar algo para desinfectar, o un analgésico al menos, ¿no? Si te interesa que durmamos como niños buenos para... -para que tus secuaces nos puedan despachar a gusto, cabrón.
Me muerdo la lengua. No suele dar buenos resultados interpelar de ese modo al Anfitrión.
Me da la impresión de que las respiraciones de Red no van a ser suficientes para calmar los que sea que le pasa a Ephi. Me acerco a ella: ha dejado de reír, pero ahora está agitando peligrosamente la guadaña en el aire.
-Ey, ey, ey. Tranquila Ephi. No hay nadie ahí. No hay nadie -extiendo las manos hacia ella con las palmas hacia abajo, intentando tranquilizarla, pero no estoy seguro de que me esté oyendo siquiera: la guadaña sale volando, y me aparto de forma refleja con un respingo para que no me lleve por delante-. Joder -resoplo del susto mientras Ephi continúa dando manotazos a un fantasma, y sus súplicas me ponen los pelos de punta.
No me atrevo a tocarla por si eso incrementa sus... alucinaciones. Cuando cae, exhausta y casi catatónica, me arrodillo a su lado. No sé que hacer. No sé cómo ayudarla, no sé cómo lidiar con un brazo amputado, no sé cómo salir de aquí, no sé nada. Odio sentirme tan impotente, tan frustrado.
Saco la piedra blanca y redonda de mi honda y se la pongo en la mano.
-Mira, Ephi. Es una piedra. ¿A qué es muy suave? Es tan lisa que parece pulida, ¿verdad? Casi como si fuera de cristal templado. ¿Puedes sentirlo? Su tacto es suave, pero mate. Está un poco fría. ¿Sientes como tu mano la calienta? -solo se me ocurre intentar que centre sus sentidos en otra cosa, en algo sencillo, simple, fácil... y, sobre todo, real-. Tiene el tamaño justo para tu palma. Si pasas los dedos sobre ella, se deslizan. ¿Lo notas? ¿Puedes intentar describirlo? Descríbelo, aunque sea en tu cabeza.
Tras aguardar unos instantes me siento frente a ella. Estoy cansado. Hay que ver lo que cansa eso de morirse.
-Supongo que haré la segunda guardia, como... -como anoche, cuando me mataron; aprieto los labios y me tenso para disimular un temblor-... como siempre. Pero puedo quedarme también el primer turno contigo, Ink. Por si necesitas algo, o por si la hemorragia se desmadra... -niego con la cabeza, preocupado-... No deberías quedarte sola en ese estado.
Vuelvo a mirar a Ephi, intentando discernir si mi piedra y mis palabras le han servido para algo.
Sentado frente a ella, con las piernas recogidas como un indio, cierro por un momento los ojos, pensando en lo mucho que me recuerda a mi hermana, pensando en si su mente logrará volver del oscuro sitio en el que se ha perdido, pensando en como pasará la noche, pensando...
...Pensando si lo hará intentando acabar con alguno de nosotros.
Aprieto aún más fuerte los ojos, torturado por planteármelo siquiera.
Tengo sospechas, y, sin embargo...
...Sin embargo, miro su dulce rostro infantil desfigurado por la angustia y simplemente no lo puedo creer. Además, ¿quién soy para juzgar? He matado a Bast. Infiltrados o no, ahora la mayoría somos asesinos.
No puedo parar de darle vueltas a eso. Y, mientras lo hago, he empezado a barajar sin darme cuenta las cartas de Duke.
Soy un asesino, pero... ¿acerté?
Vamos, Duke. Dime algo. Échame un cable.
¿Acerté?
La carta del mundo. Era una carta buena. Evidentemente no se refería a Duke. Nadie consultaría por sí mismo, por sus propias intenciones. Entonces... Representaba a... Significa que esa vez... ¿no acertamos? ¿No lo hicimos?
Dejo de barajar y saco una carta, que coloco bocabajo frente a mí.
La miro de hito en hito. Es un juego estúpido. Como una de esas viejas bolas de billar negras que en teoría respondían la verdad. Y, sin embargo... Sin embargo, no me atrevo a darle la vuelta. Porque en este sitio, los objetos tienen alma. Son más de lo que aparentan. Mi honda es más de lo que aparenta. Diógenes protege a Red.
Creo que es muy probable que yo también me esté volviendo loco.
El ambiente en la plataforma era un hervidero de emociones. La tensión se palpaba en el aire, densa y pesada, alimentada por la reciente batalla y las acusaciones que volaban de un lado a otro. La cordura de algunos pendía de un hilo, amenazando con romperse en cualquier momento.
Erik observaba la escena con cansancio, sintiendo cómo el agotamiento acumulado durante la caída y la posterior lucha lo arrastraba hacia el abismo del sueño. Sus párpados pesaban, sus músculos dolían y su mente se nublaba. No tenía fuerzas para participar en las discusiones, ni para mantenerse en pie por mucho más tiempo.
Con un suspiro, Erik se dejó caer en un escalón, buscando una posición cómoda. Cerró los ojos, intentando bloquear el caos que lo rodeaba. Sabía que la criatura podía despertar en cualquier momento, que el peligro acechaba en la oscuridad. Pero el sueño era más fuerte, una necesidad imperiosa que lo arrastraba hacia la inconsciencia.
No puedo más. Lo siento, no haré guardia. - murmuró Erik, con la voz apenas audible. - Necesito descansar.
Y así, en medio del caos y el peligro, Erik se entregó al sueño, buscando refugio en la oscuridad de su mente.
Ephi ahora dirigía su mirada perdida hacia la piedra. Le daba vueltas y la movía con la mano. Sus ojos miraban hacia el pequeño objeto, o algo que hubiese detrás de él. Tal vez buscaba en su interior algunas respuestas. O quizás intentaba deshacerse de aquellas verdades que habían vuelto a ella, contra ella, como un boomerang de desolación. Quizás intentaba guardarlas en aquella piedra para desacerse de ellas y estaba pensando la manera de hacerlo. O quizás pensara en llevársela a la boca para intentar tragársela y acabar con todo. O puede que simplemente Ephi ya no estuviese allí.
Su mente ahora era un cienagal asolado por el tsunami de recuerdos de abusos continuados durante años y años. Su psique se había quebrado tanto que se había vuelto inaccesible incluso para mi.
-No, está bien -digo preocupado por haber desestabilizado a Kiran- si ya no vuelves a hacer una gran deducción no pasa nada- veo como la muerte de Bast lo perturba sobremanera y decido no decir nada. Ya resentía mis quijadas de tanto hablar, aparte consideré que no era lo más indicado en ese momento.
De pronto vino la crisis de Ephi, recordé los desvaríos de Danilo, el pleito repentino entre Ink y Erik, la transformación de la introvertida Lian, el extraño mutismo de Fran, las dudas y preocupaciones de Kiran y, no sé, ver a todos en mayor o menor medida hablando mi idioma era desesperanzador a la vez que alucinante.
Luego estaba la noche, esa maldita oscuridad de nuevo, los jinetes acechando y un monstruo espeluznante. Eran demasiadas cosas, más todo lo que había pasado ya, fue un cóctel explosivo provocando que mis nervios algo rotos hicieran corto circuito y corrí desesperado, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón que casi se salía de mi pecho, hasta una de las esquinas, cerca del abismo. -¿Qué más quieres de nosotros? - pronuncié enmedio de mi crisis. Acto seguido, me quité todas las pulseras de mi brazo dejando ver lo que me ayudaban a disimular.
Una serie de cicatrices de pequeños cortes salió a la luz. De entre las pulseras tomé una que, disfrazada entre las cuencas, tenía un pequeño adorno de vidrio verde, ni más ni menos que un fragmento de la falsa esmeralda de mi mal. Me hice dos pequeños cortes de forma rápida y furiosa -Oh, que más quieres- y me fijo en la sangre que corre por mi brazo mientras digo -líquido viscoso...
Hago una de mis respiraciones decidiendo acostarme y, aunque no dormido, permanecí con los ojos semiabiertos..