Erik está dentro de su tumba como si buscara realmente el descanso de la muerte para el dolor de sus quemaduras y de su espíritu, y Ephi regresa a la suya: puede que hubiera perdido buena parte de su memoria, pero no su perspicacia para llegar a conclusiones rápidas, por más inusuales que resultaran.
Me da un mal rollo terrible meterme en ese agujero, pero es lo que toca.
Sin embargo, antes de hacerlo, levanto la cabeza, alerta cual liebre en temporada.
Pisadas.
Una silueta avanzando entre la niebla.
Oh, no.
¿Nos ha encontrado de nuevo? ¿No habían llegado a un (terrible) acuerdo? O es... ¿otra cosa? ¿No hay ni un instante de respiro? Si vamos a abandonar por fin este lugar, me hubiera gustado despedirme de Duke en condiciones, darle algunas palabras más de aliento a Erik, volver a abrazar a Ephi, y en cuanto a Ink...
El felino de sombras la empuja al agujero que se abre en la tierra bajo mi lápida justo después de que Átropos lance sin muchos miramientos a Duke en la tumba abierta de Erik .
Eso me hace reaccionar: apoyo una mano en el suelo para saltar dentro con ella con la intención de sentarme a su lado, pero resbalo y caigo torpemente sobre ella. En lugar de apartarme inmediatamente, la miro y formó en silencio las palabras "¿estás bien?", para después llevarme un dedo a los labios sugiriendo silencio y señalar hacia arriba, dando a entender que hay algo, algo malo.
Sin estar del todo seguro de querer saber lo que es, aún con mis brazos a ambos lados de la cabeza de Ink, cais esperando que mi cuerpo la oculte y la proteja de alguna forma, levanto la mirada al borde que recorta la tumba, tenso y en absoluto silencio.
Espero que Burnell y Átropos puedan lidiar con lo que sea que se avecina.
Espero que puedan mandarnos a casa.
No sé por qué no se me ve la imagen que has puesto, jefa... xP
La figura, todavía rodeada por la bruma nebulosa del cementerio, camina entre las tumbas con calma, manteniendo los ojos cerrados y en silencio. Tan solo se escucha el sonido de sus pisadas y el de Átropos mientras este retrocede, alejandose del camino de la criatura, que no parece tener ningún interés en él. Se queda quiero durante un instante frente a una flor amarilla que ha salido entre dos lápidas. Con la misma calma con la que camina, sus manos suben a su pecho y abre sus costillas por la mitad, como dos puertas en un armario, y una densa niebla de color negro, que gotea como si fuera petróleo vaporoso, cae sobre la flor, que se disuelve en el lodo negro, tornándolo amarillo y verde durante un instante. Después, el color negro se apodera de nuevo de la sustancia y regresa, tal como ha salido, al interior del pecho de la criatura.
No queda rastro de la gota de niebla ni tampoco de flor... ¿Qué flor? Cuando lo pensais un instante, y aunque recordais que había algo ahí, no sois capaces de decir qué era. ¿Un objeto? ¿Un animal? Había algo frente a él pero... ¿siempre habéis sido cinco? ¿Erais seis y lo habéis olvidado?
Con su caminar calmado, la criatura recorre el cementerio, siguiendo un camino que no comprendeis, con un movimiento errante y pausado, borrando aquí y allá objetos, seres o personas que no lográis recordar una vez la niebla torna a su interior... y una vez limpio por completo, la criatura regresa por donde ha venido y la niebla densa se levanta.
El aire del cementerio se volvió denso, la niebla espesándose alrededor de Erik mientras se inclinaba sobre su propia tumba abierta, ese agujero en la tierra que clamaba por su descanso. La advertencia de Burnell, la promesa de ser borrado, disuelto, sin dejar rastro, un destino más aterrador que cualquier muerte.
Escuchó a Ephi, con su renovada vitalidad, acercarse a su tumba, una extraña mezcla de asombro le invadió. "Vamos allá", la frase de Ephi, llena de una energía casi infantil, contrastaba brutalmente con la creciente sensación de pavor que atenazaba a Erik.
Entonces, el sonido. Un eco distante de pisadas, lento, calmado, que se acercaba a través de la niebla. Erik sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del cementerio. El murmullo de Kiran lo confirmó. La criatura, el Guardián. Aquella "idea" que venía a borrar.
Escuchó a Átropos retroceder, el Djinn, tan poderoso, ahora cediendo el paso. Vio a Átropos empujar a Duke sin miramientos a su propia tumba, la de Erik, un acto brusco pero necesario. La vida dependía de sumergirse en esos agujeros fríos y abiertos.
Erik, aunque su cuerpo protestaba con cada movimiento, no dudó esta vez. El pánico se cernía, pero la voluntad de sobrevivir, de no ser borrado, era más fuerte, por lo que se quedó completamente inmóvil. La tierra fría contra su piel quemada era un contraste brutal, pero la seguridad relativa de ese hueco era un bálsamo.
Levantó la vista, tan solo el borde de la tumba visible, el resto del mundo oscurecido por el misterio del interior de su propio sepulcro. La figura emergió de la bruma, los ojos cerrados, silenciosa, errante. La vio detenerse frente a una flor amarilla. El pecho de la criatura se abrió como un armario, revelando un vacío del que brotó una densa niebla negra, goteando como petróleo. Consumió la flor haciendo que el negro lo engullera todo. La flor desapareció y con ella, el recuerdo.
Erik sintió un escalofrío de terror puro. No era solo la vista, sino la sensación de vacío en su propia mente. Había una flor. Recordaba que había algo, pero ¿qué? ¿Un objeto? ¿Un animal? Y lo más aterrador ¿siempre habían sido cinco? El pensamiento fugaz de que eran seis, de que alguien había desaparecido, había sido borrado de la existencia y de su memoria, lo dejó sin aliento. ¿Cuánta gente habían sido realmente? Se preguntaba constantemente.
Observó cómo la criatura continuaba su camino errante. Era el olvido encarnado. Erik sintió un miedo nunca antes conocido por él, no era solo el miedo a morir, sino a nunca haber existido, a que nadie lo recordara, ni siquiera sus amigos. Cuando la criatura regresó y la niebla se levantó, Erik permaneció inmóvil en su tumba, el corazón latiéndole desbocado. Habían sobrevivido a la visita, pero ¿eso era realmente cierto? El miedo a no saberlo nunca con certeza, profundizó duramente en su cabeza.
La criatura se desvaneció entre la niebla como un recuerdo demasiado pesado para permanecer. El eco de su hambre todavía vibraba en el aire.
Burnell lo observó alejarse desde la sombra de las lápidas, sin moverse. Solo cuando todo quedó en calma, suspiró. Un sonido leve, gastado, casi íntimo.
—Siempre me he preguntado... si eso es el origen del Castillo... —murmuró, más para sí que para los presentes— O si es solo una consecuencia. Una de tantas.
Se incorporó lentamente. Su figura parecía más alta en aquel silencio. Más antigua. Se acercó despacio al punto exacto donde el Guardián había pasado, donde se había perdido algo que ya no podía ser devuelto.
Allí se detuvo. Cerró los ojos.
Durante un instante, el mundo pareció quedarse suspendido en un pulso que no pertenecía al tiempo. Y entonces, con una calma que rozaba lo sagrado, su voz resonó.
—Gracias por tu sacrificio.
Algo tan simple como una flor abierta al abismo. Tan poderoso como todo lo que vive sabiendo que puede morir.
Tocó el aire con los dedos, y donde antes hubo horror, apareció la marca. El portal. Abrió los ojos. Y esta vez, su voz adoptó ese tono reverencial, teatral y antiguo que usaba solo en los umbrales que marcaban algo más que un paso.
—Bienvenidos... a mis aposentos.
Y en ese momento, el Castillo volvió a girar.
Hay algo que se me olvida. Es una sensación que siempre me ha molestado. Algunos dicen que pasa porque te abducen los extraterrestres y, al volver a dejarte en el mismo sitio, te cuesta retomar lo que estabas haciendo donde lo estabas haciendo.
A ver, se que he sido abducido, aunque no sea por extraterrestres. Eso sí lo recuerdo. Y que aquella asitueta siniestra era peligrosa, muy peligrosa. Entonces, ¿qué es lo que...?
Vuelvo a mirar a Ink, que sigue debajo de mí, y me pongo rojo como un tomate.
-Creo que ya se ha ido -digo, y me aparto torpemente.
Me pongo de pie para tener más rango de visión fuera de la tumba (mi tumba), busco a Erik y Duke con la mirada y veo a Burnell detenerse frente al lugar donde ha tenido lugar un... ¿sacrificio? Es cierto. ¿O no? Ahí había algo. Pero no recuerdo que.
Pestañeo para intentar enfocar la puerta distorsionada que aparece de la nada.
Estoy a punto de preguntar a que se refiere con eso de "sus aposentos", pero estoy un poco mareado.
Ephi no puede explicar qué ha visto y mucho menos qué ha visto. Se pregunta si quizás su amnesia tiene que ver con aquel ser, pero luego lo descarta. Aunque no recordaba haberle visto hacer nada peligroso estaba segura que, si se hubiese topado con él, hubiera sufrido mucho más que amnesia.