La puerta del sótano deja claro que va a ser inquietante la experiencia cuando la pequeña luz que alumbra la bajada de las escaleras al mismo parpadea tenuemente, dándole a la ya inquietante habitación un extra de incomodidad que el pequeño grupo debe lidiar por su propio bien.
Las paredes de cemento mal alisado bajan junto a una escalera de obra hasta un no muy profundo sótano por un largo pasillo que dobla a la izquierda, dejando ver algo cálido al final. Al girar la esquina, la luz del fuego de una caldera de carbón ilumina ligeramente la sala, pero no lo suficiente para los ojos humanos.
Mientras, en la habitación, parece haber empezado una pelea o algo, dados los sonidos de cosas golpeándose que resuenan en las paredes del salón y el techo del sótano.
Estoy intentando crear una imagen con IA para daros algo visual pero no le da la gana darme algo bueno. Seguiré intentándolo
Al ver que no era el único en bajar, Bastian dirigió una mirada a la chica. Ella era un poco como él: apartada, callada. Quizá debería haber seguido así, pero terminó asintiendo, casi de forma imperceptible.
Soy bueno con las trampas. Si estoy alerta, no te harán nada.
Le prometió con una voz serena, lo justo para infundir cierta confianza sin parecer demasiado dispuesto a hablar. No tenía sentido entrar en detalles; las palabras justas bastaban. Tanteando las paredes con cautela, como quien mide el terreno antes de avanzar, se acercó a la caldera. La abrió despacio, entrecerrando los ojos para examinar su contenido, mientras evaluaba si habría algo útil para echar o algún palo que pudiera servir como antorcha.
El sótano era un mal lugar. Cobijo para asesinos en serie, ideales para encadenar a alguien u ocultar un cadáver. El único motivo por el que había decidido bajar allí era porque nadie más había elegido ese camino. Dio un pequeño salto y reprimió un grito cuando escuchó una voz. Se giró para mirar a Bastian. Cuando logró calmar el caballo desbocado en el que se había convertido su corazón se hizo a un lado, dudando entre su debía seguir adelante o volver al salón.
Recordó a la criatura de la nieve. No sentía ninguna gana de quedarse a solas con ella.
Bastian trató de infundir algo de confianza. Pero ella no iba a confiar en nadie. La habían degollado por la espalda, mientras dormía. ¿Era Bastian de fiar? Se quedó unos segundos mirándole fijamente.
—Ve tu delante —dijo, no porque se fiase de su faceta de trampero, sino porque no se atrevía a darle la espalda.
Descubrieron la estufa. Bastian se acercó y ella hizo lo mismo. Miraría dentro, pero no tocaría nada. Allí las cosas no eran lo que parecían. Todo podía tener un significado diferente al esperado.
Escuchó los ruidos. Provenían de arriba. Una pelea. Aunque no quería buscar el apoyo de nadie el relámpago de miedo que sintió le hizo romper la barrera que la tenía bloqueada.
—Se ha colado…el monstruo ha entrado.
Y ellos se habían metido en un callejón sin salida.
En el interior de la caldera, el calor se acumula e ilumina como fuego pero no hay dentro ninguna fuente para esta excesivamente cálida sensación. En el centro, las cenizas de algo quemado hace tiempo reposan todavía humeantes. Una criatura desgarbada, con brazos y piernas largos, cuya piel está pegada a los huesos y dientes afilados como los de una sierra.
Arriba, el ruido de la pelea pasa hacia el salón y se dirige a la otra habitación, la cocina. Desde allí llegan gritos pero más que una pelea o lucha parecen gritos de discusión, aunque solo se alcanza a oir el tono y no quienes son los enfrentados.
Bastian observó la caldera con una mezcla de desconfianza y lógica. El calor que emanaba parecía innecesario, y la criatura en su interior no era algo que pensara en enfrentarse. Sus ojos se fijaron en la humeante pila de cenizas, y con una agudeza de quien no pierde de vista un peligro inminente, buscó un fuelle cercano, moviéndose con rapidez.
Sopló las cenizas, intentando aumentar la visibilidad, aunque el calor incómodo que se desprendía no dejaba de intrigarle. La criatura, desgarbada y retorcida, parecía más una pesadilla que una realidad tangible, pero sabía que no podía permitirse la debilidad. No iba a meter a nadie allí dentro; esa decisión había sido clara antes de que el monstruo se hiciera evidente.
Los ruidos de arriba se filtraban hasta ellos. Su mente se centró en los gritos de la discusión. No parecía haber una pelea real, pero el tono tenso y lleno de hostilidad era suficiente para sembrar dudas sobre en quién podían confiar en ese lugar.
Su mirada volvió a la criatura. Era un riesgo, pero si esa cosa seguía ahí, no podían permitirse el lujo de ignorarla.
- Esto no es bueno.
Murmuró para sí mismo, sin apartar la vista de la caldera. La barrera que mantenía a raya su ansiedad se disolvió por un momento, pero rápidamente la reconstruyó. En ese lugar, todo podía ser una trampa, y los detalles eran lo único que podía ofrecerle un respiro. No podía dejar que la tensión lo superara.
Les faltaba luz para seguir explorando.
El cuerpo de la criatura, que sirvió como combustible para la caldera, se enciende como una brasa cuando el fuelle sopla aire fresco en su dirección. La habitación se ilumina y deja ver que las paredes del sótano están completamente cubiertos de papeles con información. La historia completa de los wendigos cubre las paredes y muestra como se crean, como proliferan y cómo matan.
Lian y Bastian miran alrededor asombrados y los ojos de ambos encuentran, en la pared más cercana a la caldera, el método para acabar con ellos: Fuego. Además del fuego, hay un apunte a pie de página:
Habitación: Suelo.
Cocina: Dentro de las figuras.
No hay más información al respecto y es la única nota escrita de diferente forma. El olor de la carne quemándose llena lentamente la habitación, haciendo ya imposible seguir ahí dentro, siendo casi posible saborearlo.
Volveis forzadamente al salón.
Las paredes de cemento mal alisado bajan junto a una escalera de obra hasta un no muy profundo sótano por un largo pasillo que dobla a la izquierda, dejando ver algo cálido al final. Al girar la esquina, la luz del fuego de una caldera con la puerta abierta, de la que sale el potente y vomitivo olor a carne quemada... o quemádose.
No hay apenas luz, más allá de la que sale de unas casi muertas brasas en la caldera.
¿Pero qué cojones....?
Paco se acercó muy lentamente a la caldera, con la respiración acelerada y conteniendo la respiración. El olor era nauseabundo...
¿Qué diablos se estaba quemando ahí dentro...?.
Oía a sus compañeros en la lejanía y todo su ser pedía a gritos volver con ellos y no sentir este miedo que estaba oprimiendo su corazón...
Con los nunchakus en la mano, preparado para cualquier ataque de cualquier enemigo, Paco se acercó lo máximo posible y echó un vistazo en las ascuas....
Dire, sácame de la escena del salón porque estoy leyendo todo. Supongo que será por un descuido, pero por si acaso te aviso....jejeje...
En el interior de la caldera, el calor se acumula e ilumina como fuego pero no hay dentro ninguna fuente para esta excesivamente cálida sensación. En el centro, las ascuas restantes de algo quemado hace tiempo reposan todavía ligeramente encendidas. Una criatura desgarbada, con brazos y piernas largos, cuya piel está pegada a los huesos y dientes afilados como los de una sierra. A un lado de la caldera se encuentra un fuelle, puesto de cualquier forma.
Uy, habia quitado a otro jugador xD