La rápida mano de Láquesis atrapa a Ink del pelo sin darle ni tiempo a pensar, levantándola del suelo hasta la altura de sus ojos sin el más mínimo signo de esfuerzo.
-No la hay, deja al chico que elija y calla esa maldita boca antes de que funda tus huesos mientras siguen dentro de tu cuerpo -Con un gesto, lanza a la chica lo suficiente para que caiga frente a Ephi, en la roca a sus pies -Ese era tu juego favorito, ¿eh? Al principio gritabas tanto... seguro que cualquiera de ellos sería tan buen entretenimiento como tu -Murmura, girando la mirada a Erik, volviendo a extender la mano frente a él, esperando su arma.
El ardor en las quemaduras de Erik era un recordatorio constante de la futilidad de sus fuerzas frente a Láquesis, pero la lucidez y el coraje de Ephi habían encendido una chispa de esperanza, aunque fuera a costa de un sacrificio. Cuando Láquesis, con esa sonrisa repulsiva, le dio la "oportunidad" de ofrecer su alma y luego la mirada de asco al ver la armadura, el corazón de Erik se apretó.
El grito desesperado de Ink, su "No, Erik, no lo hagas", lo atravesó. Él entendía su miedo, su lógica, pero no había otra opción. El plan de Ephi era una locura y ahora Láquesis había rechazado todo lo que no fuera un alma virgen, un espíritu indomable, algo que solo él podía ofrecer. Vio cómo la Moira atrapaba a Ink con una facilidad brutal, cómo la lanzaba con desdén. La crueldad, el regodeo de Láquesis al recordar el terror de sus víctimas, era una afrenta directa a todo lo que Erik representaba.
El miedo, una sombra fría y persistente, comenzó a crecer en su interior. No era el miedo a la muerte, sino el miedo a lo desconocido, a la posibilidad de que su voluntad, su esencia, fuera corrompida y usada como un juguete. Pero la determinación, forjada en el calor de la batalla y el sufrimiento de sus amigos, era más fuerte.
Con un esfuerzo que le costó cada pizca de fuerza restante, Erik se quitó la armadura. El metal, caliente por el fuego, se deslizó sobre su piel quemada con un siseo casi imperceptible. Era pesada, una extensión de su propio cuerpo, un escudo que lo había protegido incontables veces. Su "arma", el símbolo de su resistencia. Con una mezcla de resignación y un último aliento de desafío, extendió la mano que sostenía la armadura hacia Láquesis.
Aquí la tienes. - dijo Erik, su voz ahora tensa por el esfuerzo y la emoción contenida, pero con un matiz de desafío inquebrantable. Sus ojos, fijos en el ojo restante de la Moira, no flaquearon. La expresión en su rostro era una mezcla de determinación férrea y una ansiedad incipiente, un miedo latente que luchaba por no manifestarse. Luego, con el aliento contenido y un temblor casi imperceptible recorriendo su mano, extendió la otra palma hacia Láquesis. No había vuelta atrás. Con cada fibra de su ser, con la voluntad de proteger a sus amigos, pero también con una ola de pánico que amenazaba con abrumarlo, Erik ofreció su mano a la Moira.
Motivo: Tiradón
Tirada: 1d20
Resultado: 14 [14]
Cuando te quitas la armadura, ves por el rabillo del ojo como Láquesis sonrie más de lo necesario para un intercambio de armas, como si hubiera algo más debajo de la superficie que simplemente entregarle un objeto elegido al azar de un stand de armas aleatorias.
A su espalda, la mirada cansada de Átropos busca la tuya, negando antes de que llegues a darle el arma. Abre la boca para decir algo pero Láquesis se mueve para impedirte ver lo que es.
-Buen chico -Murmura, con tono condescendiente.
Una sola oportunidad de decidir si le das la armadura o no.
Erik observó cómo la sonrisa de Láquesis se ampliaba de una manera inquietante, una mueca que sugería un engaño mucho más profundo que un simple intercambio. En el rabillo del ojo, captó la mirada cansada de Átropos, una negación silenciosa que gritaba advertencia. El Djin abrió la boca, pero Láquesis se interpuso, bloqueando el mensaje.
El tono condescendiente de Láquesis al murmurar "Buen chico" confirmó las sospechas de Erik y entendió que algo no andaba bien. La oferta de su alma, su espíritu, era lo que realmente valía, no un simple objeto.
Con una decisión repentina, Erik lanzó la armadura al agua. El chapoteo resonó en la cueva, un sonido de desafío. - Mi oferta es sobre mí y mi espíritu, no mi armadura. - declaró Erik con firmeza, su voz resonando con una renovada determinación. - Además, sería extraño empezar un nuevo juego ya con un objeto equipado, ¿no crees? Lo justo es empezar de cero, como hicimos al principio de este.
Su mirada se clavó en Láquesis, una mezcla de astucia y desafío. La armadura se hundió en las profundidades, llevándose consigo cualquier vestigio de su antigua protección, dejando a Erik expuesto, pero con su voluntad más fuerte que nunca.
La risa de Láquesis llena por completo la cueva cuando ve a Erik lleno de orgullo mirándolo altivamente y el suspiro de Átropos lo respalda detrás de él.
-Oh, no, ha tirado su arma al lago -Dice con tono de burla, agarrando al chico del cuello, apretando hasta impedirle respirar -Veo que el ladrón no os ha dicho que esas armas son parte de vuestra esencia, acabas de tirar tu alma al fondo del lago
Burnell observaba en silencio. Cada desafío lanzado contra la moira, cada intento de resistirle, de plantarle cara… Lo contemplaba como se mira una danza repetida a lo largo de siglos. Y aun así, seguía preguntándose cómo aquellos jugadores seguían en pie, cómo era posible que no se hubiesen consumido ya.
Finalmente, habló. Con voz grave, sin necesidad de elevarla, como si cada sílaba contuviera el peso de una verdad irrevocable:
—En el circo. La sombra que guarda la entrada al laberinto de espejos. En unos minutos dejará de estar ahí. Así que corre.
Ni una inflexión de duda. Ni una chispa de compasión. Sus ojos permanecían fijos, sin parpadear, como si con la mirada pudiera sentenciar lo que vendría después. Agradecía, con un dejo interior que no asomó al rostro, que la armadura hubiese caído al fondo del lago. De estar aún entre ellos, la situación sería infinitamente peor.
Desvió la mirada, apenas un gesto. Erik, Duke, Ink, Ephi, Kiran. Un vistazo bastó. Una advertencia callada. El tipo de orden que no se grita, pero que vibra en el aire con la contundencia de un portón sellado:
Moveos… y esto se acaba.
Incluso sin soltar a Erik, la moira se gira inmediatamente a Burnell cuando este intercede, dándole la localización de Cassandra. La sonrisa de un maníaco aparece en el rostro de Láquesis, que tira a Erik a un lado como un trapo usado, perdiendo completamente el interés en él, como si este nunca hubiera existido.
-Así mejor -Su mirada no vuelve a pasar por ningún humano, solo va de Burnell a su hermano mientras se da la vuelta y sale por la puerta, fundiendo el material que la conforma, que deja un olor a madera y carne quemada en el aire, tan denso como humo, y desaparece en el pasillo. Lentamente, el destrozo vuelve a restaurarse, pero la puerta se abre nada más aparecer.
Tu visión se estaba volviendo borrosa mientras intentabas desesperadamente tomar aire o soltar la mano de la moira de tu cuello, que parecía hecha de piedra pura contra tus dedos. Unas pequeñas estrellas empezaban a verse mientras te ahogabas pero el torrente de aire entra de golpe en tus pulmones al golpearte con el suelo cuando Burnell logra que Láquesis te suelte.
No necesitas mirartelo para saber que ese gesto va a dejar marcas en tu cuello por una larga temporada.
Solo por concienciarte, si Burnell no hubiera interrumpido, Erik habría muerto o quedado atrapado en el castillo.
La moira eléctrica se mantiene quieta, alejada del grupo, mirandoos con frialdad y totalmente serio. Tan solo se acerca cuando la puerta se regenera por completo y, posiblemente, siente que su hermano está lejos. Va directo a Erik y lo agarra de la camiseta, levantándolo del suelo como si no pesase, sin un ápice de delicadeza.
-Humanos estúpidos -Gruñe entre dientes -, nos habeis hecho sacrificar un alma que estaba sanando por vuestra soberbia y superioridad -Se queja, mirando a Erik a los ojos -, todo lo que haga con Cassandra es culpa vuestra -Sus ojos no buscan algo y parece que lo poco que había encontrado por lo que luchar ha desaparecido.
-Sois egoistas, destructores, no mereceis esta oportunidad de escapar, mereceis quedaros encerrados en los confines del castillo hasta que vuestra esencia desaparezca -Suelta bruscamente al chico y se gira a Ephi -Y tu... te mereces todo lo que mi hermano te ha hecho y todo lo que no te ha hecho por que te sacamos de allí. Eres como él y eso no se va a curar por sacarte de aquí -Su mirada pasea por el grupo con asco y se gira a Burnell.
-Han ganado pero estos dos no merecen salir -Repite, por si no ha quedado claro. Del lago, con un gesto de asco, una sirena saca la armadura de Erik y sisea al grupo de formas hostil antes de volver a meterse al agua.
El calor aún es insoportable, como si el aire mismo estuviera ardiendo. El sudor perla mi frente mientras observo la escena con una mezcla de terror y determinación, aferrándome a las tekko-kagi. Ink intenta negociar con Láquesis, ofreciendo su colgante, pero la Moira lo aplasta con desdén, como si fuera un juguete insignificante. La situación se está descontrolando rápidamente. Nos estamos quedando sin opciones, y eso es chungo, colega. Se que en una batalla de tú a tú no tenemos nada que hacer contra Láquesis.
Erik, con quemaduras visibles y dolorosas, se ofrece a cambio de Ephi. Su valentía es admirable, pero también desesperada. La risa de Láquesis resuena en la cueva cuando Erik deja caer su armadura al agua, y la Moira lo levanta como un muñeco. Tras largos segundos de una tensión insoportable en los que estoy a punto de lanzarme con las garras contra la Moira para liberar a mi compañero, Burnell interviene al fin. Interviene con una calma que solo puede nacer de la reflexión y del sacrificio: Cassandra, el circo. Le está ofreciendo otra alma por Ephi, por nosotros. Sus palabras son claras y concisas, sin espacio para la duda. Son también un mensaje para nosotros, para que nos preparemos para la que quizás sea nuestra última oportunidad de salir del Castillo.
Láquesis, distraído por la información de Burnell, deja caer a Erik como si fuera un trapo usado. La Moira se gira y sale por la puerta, fundiendo el material que la conforma, dejando un olor a madera y carne quemada en el aire que hace que se me revuelva el estómago. La puerta se regenera lentamente, pero la amenaza de Láquesis, su sombra de humo y fuego sigue presente. Pero por un breve instante, me permito respirar al notar como la temperatura desciende de nuevo.
Átropos, la moira eléctrica, se acerca a Erik y lo levantó del suelo con brusquedad. No ha movido un dedo mientras nuestra vida pendía de un hilo pero ahora nos echa en cara el que Burnell haya tenido que sacrificar a otra alma por nuestra libertad (libertad que ya nos habíamos ganado). Sus palabras son duras, pero había una verdad en ellas que no podía ignorar. Hemos desafiado a las Moiras, y aunque hemos ganado, el precio ha sido alto. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que Burnell, el Anfitrión, no es más que otra víctima más de ese sistema corrupto y monstruoso que es el Castillo, a merced de las Moiras.
—Será mejor que salgamos de aquí mientras aún nos queda tiempo. —Miro a Burnell. —Gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Ojalá pudiéramos hacer algo más por ayudarte en tu lucha.
Del lago, una sirena sacó la armadura de Erik y la lanzó con asco antes de volver a sumergirse.
La situación era tensa, pero sabíamos que teníamos que movernos. Burnell nos había dado una oportunidad, y no podíamos desperdiciarla. Con un último vistazo a mis compañeros, supe que teníamos que salir de allí, rápido y sin mirar atrás. Pero, ¿dónde estaba la salida?
Espero que el agua alivie las quemaduras de Erik, que nos salve a todos del infierno que desata Láquesis, pero el calor es tal que creo que puede llegar a hacer hervir el lago, y nos vamos a cocer vivos. El alivio cuando la temperatura se estabiliza un poco es abrumador.
Asisto con estupor a todos los sacrificios de mis compañeros. Todos ellos inútiles, dicho sea de paso. Láquesis no se puede matar, no se puede satisfacer. La propuesta de Ephi era sumamente inteligente. Pero no estoy seguro de que Láquesis la haya escuchado siquiera. Hace oídos sordos a cualquier cosa que no sea lo que le interesa. Y pocas cosas le interesan. Cuando llegas a ciertos niveles de poder, la vida debe volverse bastante aburrida.
No llego a decirle a Erik que no lo haga, que no se ofrezca a sí mismo, que es claramente una trampa. Ink se me adelanta. "Una forma en la que nadie tenga que quedarse para ser su juguete", dice. Olvida que...
-...Ink, hay miles de almas atrapadas aquí, por lo que nos han dicho Burnell y Átropos. Miles de juguetes. Y pocos van saliendo, con cuentagotas -le susurro, dejándome llevar por cierta fatalidad realista-. No creo que exista ninguna forma de que...
Ink desaparece agarrada súbitamente por una mano tan rápida que casi podría decirse invisible. Láquesis la levanta ante sus ojos por el cuello y corro hacía ella, pero cuando llego Láquesis la ha lanzado de vuelta como un utensilio desechable. Permanezco un momento frente a él... frente a eso... es más que inhumano, es antinatural... mirándolo con una mezcla de evidente terror y cierto desprecio. Vuelvo rápidamente hacia Erik e Ink, intentando asegurarme de que ella se encuentra bien. Le miro la cabeza buscando algún rasteo de sangre, por si se hubiera golpeado.
-Ink, Ink, por favor, dime qué estás bien -pregunto, pasando mis manos por sus brazos, por su cuerpo cabelludo, por su espalda, sin encontrar, afortunadamente, ninguna lesión grave a simple vista: grave nivel que le falte un brazo, o algo así. Otra vez.
Quiero empujar a Erik dentro del agua para que no pueda entregar su armadura, pero no lo hago. Quiero advertirle de que todo lo que dice Láquesis son solo engaños, que nunca dará nada a cambio de nada, solo tomará lo que le interesa y punto, sin rendir cuentas a nadie. Pero no me salen las palabras.
Afortunadamente, parece darse cuenta de algo por sí mismo y arroja la armadura al fondo del lago.
Espera, ¿que? ¡No! No debería hacer eso.
Nuestras armas son parte de nosotros. Está bien que Láquesis no la tenga, pero tampoco debería estar hundiéndose en las oscuras aguas. Ya estoy dispuesto a zambullirme para bucear e intentar recuperarla, cuando una sirena aparece y nos la devuelve como quién saca la basura.
No sé quién es esa tan Casandra, y se me revuelven las tripas al pensar en lo que podemos haberle hecho. Me siento terriblemente culpable mucho antes de escuchar las palabras del Djin, porque, maldita sea, estoy completamente de acuerdo con él.
-Tienes toda la razón. No merecemos salir. Ninguno de nosotros. No después de haber sacrificado a alguien para salvar nuestros infelices traseros -le digo con absoluta sinceridad-. Que haya miles de almas atrapadas aquí no nos da derecho a hacer aún más la puñeta a una de ellas. Aún así... -aprieto los labios-... ¿tenéis algo para curar las quemaduras de Erik? -miro a Burnell, suplicante-. ¿Como hicisteis con el brazo de Ink?
Sea cual sea la respuesta, permanezco cerca de Eric y de Ink, para ofrecer mi apoyo al herido al caminar (si es que hay alguna salida de este lugar sin la ayuda de las sineras y podemos atravesar la puerta que Láquesis destruyó y que se regenera poco a poco) y asegurarme de que Ink realmente se encuentra bien.
Hago un gesto a Duke y a Ephi para que se acerquen.
De algún modo, sentirnos reagrupados alivia mi alma triste y cansada.
Viendo el rostro asustado de Kiran, que parece ser, junto a Duke, el único que no ha enfrentado el poder del fuego, Átropos suspira, claramente aplacado, y parece algo más suavizado que momentos antes. Al menos, con el chico.
-No, habeis aceptado seguir y solo ganais saliendo del castillo -Explica a Kiran -Las quemaduras empeorarán con el contacto, es mejor que las dejes al descubierto -Le advierte al chico, mirando al herido sin el mínimo ápice de sentirse mal por él, lo cual desaparece al volver a mirar a Kiran.
-No os señalaba a todos, ellos son los que se han burlado de Láquesis por que los humanos pensais que sois lo más poderoso que hay y, aunque habéis visto que no es asi, seguís pensando que podeis ganar -Su mirada pasa a Ephi y Erik, a quienes no tiene ningún aprecio ni se molesta en disimularlo -Os he dicho varias veces que mi hermano era muy peligroso y tú, más que nadie, deberías ser consciente de ello -Dice, mirando a Ephi de forma fija -, pero tanto tiempo con él te ha convertido en él, te hace creer que puedes vencer todo cuando no eras suficiente ni para andar por ti misma, tienes suerte de que tus amigos te han protegido y nosotros teníamos suficiente para ofrecerle, o habría comenzado su ciclo de tortura con este mientras tu mirabas en lugar de sufrirlo -Le avisa, señalando con la cabeza a Erik.
-Si por mi fuera, os lanzaría al vacío de la escalera hasta que no recordaseis ni vuestro nombre -Amenaza a ambos -, pero por suerte para vosotros, el Anfitrión de ahora no se parece ni un ápice a mi padre -Esperando que el mensaje haya quedado claro, se acerca a la puerta y la abre, empujandola con apenas fuerza.
-Moveos antes de que cambie de idea.
Mientras Átropos espera a que todos los humanos crucen la puerta, la mirada de la moira se cruza con la de Burnell. Átropos mira a los humanos y después a él, haciendole un gesto hacia el lago para que vaya a ver cómo están las sirenas.
El agarre de Láquesis sobre su cuello fue un torniquete de fuego, cada segundo una eternidad de asfixia. Erik luchaba, su visión se nublaba, estrellas danzaban en el borde de su conciencia. Escuchó la burla de Láquesis, la revelación de que su armadura, su esencia, su alma, acababa de ser arrojada al abismo. Un eco de desesperación resonó en su mente, pero no hubo tiempo para la comprensión total, pues se estaba desmayando.
La voz grave de Burnell, cargada de una verdad irrevocable, resonó en la cueva. Erik fue arrojado al suelo como un trapo inútil, el aire entrando a torrentes en sus pulmones, quemándole la garganta con cada bocanada. El dolor en su cuello era una promesa de marcas permanentes, pero la liberación de Láquesis de su persona era un alivio brutal.
Su mirada se encontró con la de Átropos, fría, dura, sin un atisbo de compasión. El Djinn se acercó, lo levantó del suelo con una brusquedad que le hizo gruñir del dolor, pues la moira lo hizo ignorando sus quemaduras, sus heridas, todo. Las palabras de Átropos, un torrente de reproches helados, golpearon a Erik con la fuerza de un vendaval. Cada palabra, un latigazo. La furia de Láquesis se había desvanecido, pero la ira y el desprecio de Átropos eran casi tan punzantes.
Átropos no los veía como vencedores, sino como egoístas destructores, merecedores de un encierro eterno. La acusación de que Ephi, de que él mismo, se habían vuelto como Láquesis por la exposición al mal, era una herida más profunda que cualquier quemadura. El desdén en los ojos de Átropos era inconfundible.
Cuando Átropos lo soltó bruscamente, Erik cayó de nuevo al suelo, sus músculos temblaban, su cuerpo clamaba por descanso. Vio a la sirena sacar su armadura del agua, un gesto de asco que confirmaba el desprecio de las criaturas del lago. La puerta, que Láquesis había fundido y que ahora se regeneraba, era su única vía de escape.
Kiran se acercó, su rostro lleno de una angustia genuina, ofreciendo ayuda. Erik lo sintió cerca, la preocupación de su amigo un leve consuelo en medio del tormento. Duke se acercó también, sus palabras de agradecimiento a Burnell sonaron casi huecas ante el torrente de odio de Átropos.
Erik se incorporó con dificultad, apoyándose en Kiran, incapaz de hablar por la angustia interna que sentía por como había acabado aquello, las palabras de Átropos, la condena, el juicio, resonaban en su cabeza. Tenían que irse y rápido. El costo de su "victoria" era ahora palpable, no solo el daño físico, sino el peso de un alma sacrificada y el desprecio de aquellos que los habían salvado. El camino hacia la salida se abría, pero no era una victoria dulce, sino una huida teñida de amargura y culpa.
Pero tanto tiempo con él te ha convertido en él
Cuando Ephi escucha eso empieza a reir, no es la risa de quien escucha un chiste sinó la risa demencial de quien roza la locura. De la misma manera que una mente se quebraría al ver un nuevo color y no poder procesar una imposibilidad aquella frase imposible la golpea y, su cuerpo, responde a aquella locura. Su risa es apenas audible al principio y va creciendo mientras la Moira habla. Intenta aplacara y callarse pero cada nueva frase hace que le hierva más y más la sangre. Cuando dice que Erik se ha de quedar allí por un acto de bondad y valentía que, aquel monstruo, intenta pintar de egoista y destructivo, la bomba temporal que lleva dentro suyo explota en dirección a Átropos. Pero CÁLLATE, y sobretodo ACLÁRATE!! Que COÑO quieres!!?? Hemos hecho lo que tu no te atreves a hacer. ¿Dices que soy igual a Laquesis? Como puede ser que tras siglos rodeados de humanos no nos entiendas ni un mínimo ¿Destructivos? ¿Que soy como tu hermano? ¿Acaso él tiene idea de lo que es el perdón o sacrificarse por alguien que no sea él? Si Érik o cualquiera de los que estamos aquí tuvieramos tu poder… Dios cuanto cambiarían las cosas. Dices que pienso que puedo ganar a Laquesis, y eso es una estupidez. Pero por que vaya a perder no voy a dejar de luchar, ni ahora ni nunca.Y si me vuelve a quebrar y dentro de mil años vuelvo a tener una oportunidad lo volveré a hacer. Porqué siempre habrá algo dentro de mi que me levantará, por hundida que esté, y mucho más ahora que somos dos. ¿Te molesta lo que digo? Mátame pues. MÁTAME. Lo que sea antes de seguir escuchando tus estupideces. Eres peor que Láquesis. Él atiende a su naturaleza y no intenta fingir lo que no es. Y Burnell…. Seguramente si aquel primer anfitrión no hubiese malgastado poder creándote Burnell podría haber plantado cara a Láquesis. No sé porqué malgastar tanto poder creando un COBARDE. Que si es mi hermano que si es mi hermano…. Por Dios, esto no va de familia va de hacer lo que hay que hacer. Si tuviese a mi padre delante lo ahogaría en el puto agua porque era un monstruo. Y moriría por cada uno de los que están aquí como si fueran mis hermanos y mi hermana aunque no comparatamos ni una guta de sagre. Pero no, te escudas detrás ¿De qué? ¿De un alma que está sanando? Claro,de ser un juguete de Laquesis COMO YO. De algo que has permitido TU. Y ahora tenemos que pagar NOSOTROS. Erik no ha hecho nada para que no le permitas salir, salvo ser humano, pero ni con un plano delante encontrarías tu humanidad porqué no la tienes. Observas las tasas de éxito y como te indican que no puedes ganar a tu hermano, no lo intentas. Porque pelear con él no es decir cómo es de peligroso o mostrarte reticente a sus juegos: pelear con él es poner tu vida en ello, sin miedo a perder ni a morir. Hasta las últimas putas consecuéncias- Porqué esa es la gran diferencia entre ambos, el fué creado sin miedo y, por tanto, sin límites de crecimiento, y tu, naciste con miedo yte has ido debilitando y debilitando Haznos un favor y DESAPARECE. Dale tu poder a Burnell. Al menos habrá un equilibrio sin tus contradicciones y tu miedo. Una fuerza a favor de las almas y otra en contra.
Luego Ephi permaneció en silencio, esperando el final, la muerte, o un nuevo comienzo de otro ciclo eterno de torturas. No se había acercado a Kiran cuando este se lo había propuesto porque, de alguna manera, sabía que era ponerlos en peligro. Más aún. Aún así sonrió a sos compañeros y les susurró Gracias. Ahora Marchaos.
Le hubiese encantado volver a su tiempo y buscar a los demás al largo de los años y las décadas. Unirlos en el tiempo.Una viejecita de color juntando personas, valientes, alocadas, jovenes y mayores, que se querían,que se perdonaban, y se reencontraban en un bar. Haciendo crecer el grupo de Jugadores al largo de los años. Riendo con una cerveza y contando batallitas: “¿Te acuerdas cuando Bast puso la excusa de dejar pelusa por el suelo?” o “¿Y cuando Érik se tiró al pozo?” o“¿Y cuando…?”
Pero ella no podría salir de allí y además había perdido su guadaña, su alma, en el lago de la ondinas. O más bien, la había ofrendado, de alguna manera, para fundirse con Aisha, así que aquel arma tampoco representaba a las dos. Unidas en el destino aciago de una existencia que jamás les había regalado un solo intante de paz, aguantarían. Aunque tras pensar esto negó con la cabeza, atesoraría los recuerdos con sus compañeros en un lugar recóndito del alma y se abrazaría a Aisha, y Aisha a ella, para soportar todo lo que viniese que, con suerte, sería la muerte, la negrura y la paz.
Sin dejar que Ephi termine de hablar, un relámpago le impacta en el pecho, haciendo que la chica se desplome ipsofacto, bajo la mirada ahora brillante de la moira cuando sus gritos todavía resuenan en el eco de la cueva.
-Deja de hablar de cosas de las que no tienes ni idea, humana -Pide al cuerpo, sea que esté muerto o no, con un tono que deja en claro que no ha sido nada más que un insulto a estas alturas. Tras eso, se gira a mirar al resto.
-Si alguno la toca, lo mataré -Advierte, haciendo un gesto a la puerta -, ella se queda aquí, fuera todos de la sala -Exige, haciendo un gesto hacia la puerta, sin moverse del sitio en el que está. Cuando el resto comienza a moverse, mira a Burnell.
-Luego limpio eso -Le dice, haciendo un gesto al cuerpo de Ephi que sigue tirado en el suelo y se gira de nuevo dispuesto a marcharse si el resto lo hace o a quedarse si necesita sacarlos a la fuerza.
El impacto del relámpago paraliza por completo tu cuerpo, pero sigues siendo capaz de oir lo que sucede.
Tu decides si quieres intentar seguir adelante o que Ephi se quede en el castillo. Cuando decidas, me avisas por tu hilo personal.
Esperaba que no llegasemos a esto pero has conseguido cabrear a Átropos que está hecho para ser vuestro escudo.
Todavía escuchar el latido débil del corazón de Ephi, que solo está paralizada. En cualquier caso, en ella queda la decisión de continuar o acabar ahí su paseo hasta que decidais añadirla a otro juego.
Burnell no dijo nada tras la marcha de Láquesis. Permaneció inmóvil, como una estatua cincelada en ira contenida, con los puños cerrados tan fuerte que los nudillos se le habían tornado blancos. Escuchaba, sí, a unos y otros, como quien contempla el eco lejano de voces que no terminan de importar.
Sólo la mirada de Átropos —inquebrantable y llena de esa antigua comprensión entre condenados— logró que su cuerpo se aflojara un ápice. Los hombros descendieron, la mandíbula cedió su presión, y sus dedos se abrieron despacio. Un suspiro largo se escapó de sus labios, como si contuviera siglos.
Pero antes de que pudiera hablar, Ephi volvió a llenar el aire con palabras. Demasiadas. Tantas, que por un instante consideró sellarle la boca con sombra pura... aunque el relámpago fue más rápido. El cuerpo de la joven cayó con un espasmo a tierra, sacudido por los estertores.
Burnell ladeó apenas la cabeza, como quien contempla un fallo mecánico.
—Le dais demasiada importancia a lo que no la tiene —dijo al fin, su voz como una losa colocada con calma—. Y ninguna a lo que sí importa.
Sus ojos se posaron en Átropos. Hubo un leve asentimiento, casi reverencial.
—No voy a consumir a Átropos. Sin él, yo no estaría aquí. Y vosotros tampoco. En nuestro juego… huimos. Fue un teatro de presas y cazadores. Pagamos caro ese escape. Y aun así… incluso al final, estuvo a punto de vencer.
Luego se giró hacia Kiran. Algo en el muchacho parecía más lúcido que en los demás. Su gesto se suavizó apenas, apenas un matiz en la sombra del ceño.
—No voy a sanaros. Id al vórtice. Esperadme allí. Llegaré pronto. Tengo que… arreglar esto.
Su mirada encontró brevemente a Duke, y un simple asentimiento selló lo que no necesitaba palabras. Con él, eso bastaba.
Pasó junto al cuerpo de Ephi sin detenerse, sin una palabra, sin un gesto. Ni castigo, ni redención. Sólo juicio suspendido.
Y entonces, sin más ceremonia, se encaminó hacia el agua. Como si el lago no fuera un obstáculo, sino un umbral.
Se sumergió en las profundidades sin volver la vista atrás.