Partida Rol por web

Los primeros rayos de sol entran por las rendijas entre las paredes de la cabaña. Afuera, parece que la ventisca ha decidido amainar, y no se oye más que el lejano aullido del viento. La noche, aquella horrible noche que parecía no tener final, ha dado paso a una nueva mañana, cargada de esperanzas y de nuevas posibilidades.

Y, contra todo pronóstico, estáis vivos.

Unas voces, poco definidas, os sacan de las brumas de vuestra inconsciencia. Al abrir los ojos, os encontráis con un ambiente desconocido.

Es una cabaña, al parecer. Aunque dentro hay espacio suficiente para las cinco personas que estáis allí, la decoración es escasa y el aspecto de los muebles, viejo y descuidado. Un par de pieles se apilan sobre una mesa, y una cama de aspecto incómodo se sitúa junto a la pared, en una esquina. En el centro, una mesa baja con dos sillas descolocadas. Exceptuando algunas estanterías y recipientes, y un pequeño cuarto trasero, la casa no parece tener mayor misterio.

Con vosotros hay tres mujeres. Una de ellas tiene aspecto rudo e imponente, y aunque no es horrenda, la suciedad de su cara y su pelo enmarañado afean sus rasgos hasta hacerla parecer una salvaje. Aun así, no es demasiado corpulenta, por lo que probablemente vuestro aspecto sea mucho más intimidante que el suyo. No la habéis visto antes, ni os suena de nada. Las otras dos mujeres sí que os suenan: Son viajeras que llegaron el día anterior a Sultünge, como vosotros. Una de ellas es la mujer que intercedió por Thorir en el salón de Einar. La otra es la sureña que acompañaba a Drunfo al llegar allí.

También hay dos caballos, uno de ellos perteneciente a Thorir, dentro de la cabaña.  A vosotros parecen haberos tendido en el suelo, en el centro, y no tardáis en descubrir que os han aplicado primeros auxilios.

Llegado a cierto punto, la oscuridad de la noche empieza a desaparecer y afuera se intuye la claridad del alba. Tras un rato, Yngrid parece decidir que ya es hora de ponerse en marcha, y despierta a Saga con toda la delicadeza de la que es capaz, que siendo ella no es mucho. La hedense parece haber tenido una mala noche, y quizás por eso Yngrid se muestra algo menos ruda que de costumbre con ella.

Una mano en el hombro de Saga la arranca de sus ensoñaciones turbulentas.

-Vamos, ya ha clareado. Hay que ponerse en marcha.

No dudáis de que Yngrid intenta ser lo más delicada posible, pero teniendo en cuenta quién es y el hecho de que no parece haber dormido en toda la noche, eso es más bien poco. Bedelia, que había tomado el segundo turno de guardia, ya está despierta.

Drunfo y Thorir parecen haber superado bien la noche, y tienen un aspecto relativamente más estable que antes, aunque su salud sigue prendiendo de un hilo. Sea como sea, al alzar la voz Yngrid los dos parecen removerse, aunque no sabéis si esto se debe a que están despertando o simplemente están teniendo un mal sueño...

A Thorir le daba vueltas la cabeza, le costaba respirar debido al tremendo golpe que tenía en su costado, al intentar incorporarse para ver mejor donde estaba la espalda le crujió y tuvo que volver a tumbarse con un gesto de dolor en su cara. Giró la cabeza y vio a Drunfo, parecía que estaba algo mejor, giró la cabeza al otro lado y vio a Sturm, su caballo, aquel que le había acompañado en los últimos años, entonces Thorir esbozó una sonrisa. 

Tenía la boca seca y le costaba articular palabra, también fruto del dolor, pero se incorporó levemente y dijo -Saga, ¿Dónde estamos?-

Saga, evidentemente afectada por la falta de sueño y las peculiares circunstancias en las que se encontraban, gruñó por lo bajo reticente a abandonar aquel estado de calma. Se giró hasta quedar de costado envuelta en su capa, todavía sin abrir los ojos. Si notó movimiento a su alrededor pareció ignorarlo deliberadamente.

Entonces escuchó su nombre y no le quedó más remedio.

-... a salvo... -musitó tras una pausa eterna-. Por ahora.

Despacio y sin ganas, abrió los ojos levemente acostumbrándose a la escasa claridad de la cabaña. La pintura negra que había usado la noche anterior para resaltar su mirada se había difuminado mezclándose con el ya fuerte color oscuro de sus ojeras, dándole un aspecto ligeramente cadavérico. Miró a Thorir, todavía tumbada de costado y hecha un rebullo.

No añadió nada más. 

Thorir suspiró y asintió levemente, acto seguido volvió a tumbarse con los ojos abiertos, empezó a musitar una oración, dando gracias a los Dioses por haberle ayudado. Acto seguido dijo, en voz baja, pero lo suficientemente alta para que Saga lo escuchara  -Gracias, siempre estaré en deuda contigo- 

La norne permaneció en silencio, quizá perdida en sus propios pensamientos, quizá calibrando sus palabras. Acostumbraba a evaluar a los hombres de un vistazo y con acierto, pues de ello dependía que su estómago estuviese lleno o no. Pero parecía indecisa respecto a algo que decidió guardarse para sí.

Se removió bajo la capa y sacó la mano cerrada en un puño. Al abrirla, Thorir pudo ver el amuleto que había sostenido justo antes de caer.

-Sólo hazme un favor. Tú y él. La próxima vez que estéis delante de Einar, o de cualquiera que tenga vuestra vida en sus manos... dejadme hablar a mí.

Dicho aquello, se incorporó con pesadez y un suave gruñido que acentuaba su evidente descontento con todo aquello.

-Date la vuelta, por favor. El tajo de la espalda es lo que más me preocupa.

Thorir asintió y obedeció. Aunque el dolor era tremendo Thorir intentaba permanecer en todo momento sereno e intentando no reflejar aquel sufrimiento en su rostro. 

Sin añadir más a aquella breve conversación, Saga se incorporó manteniendo un gesto impasivo. Retiró las matas y después le ayudó a levantar la parte superior de su ropa para poder examinar la herida sin problemas. Procuró llevar el mayor cuidado posible, pero era harto difícil en la precaria situación en la que se encontraban. Aun así, la norne procedió con un tacto genuino, casi maternal.

Después de todo, habían sido aquellas manos y aquella cabeza llena de historias las que les habían salvado la vida.

-Deberías pasar el mayor tiempo posible así, bocabajo y con la herida limpia y al aire. La nieve puede ayudar, aunque lo más posible es que te constipes... Si no lo estás ya. Es un corte muy feo -sentenció con un chasquido-. Si no se infecta saldrás de esta. Ten paciencia.

-Estoy algo constipado, pero nada que unos días de descanso no puedan curar, por la herida haré lo que dices, ya he tenido otras como esta y se que llevas razón- calló un momento y miró a Drunfo - ¿Cómo está?- acto seguido miró a los ojos de Saga esperando respuesta. 

Bedelia ahogó un bostezo. Ya llevaba tiempo levantada cuando Yngrid decidió que era hora de ponerse en marcha, así que empezar el día no había sido tan duro para ella. Se frotó los ojos intentando despejarse y anduvo hasta la puerta, abriendo una fina rendija para observar el exterior mientras Saga y Thorir hablaban.

Parecía mentira que el mismo lugar pudiera cambiar tanto bajo la luz del sol. Ya no se le antojaba tan tétrico. Era como si todo el miedo de la noche anterior se hubiera fundido con los primeros rayos, aunque la sureña sabía muy bien que dejarse llevar por ese pensamiento sería peligroso. El día traía consigo una nueva perspectiva, pero no cambiaba los peligros a los que se estaban enfrentando.

Cerró la puerta con suavidad y se acercó hasta el macuto con provisiones que había conseguido la noche anterior. Rebuscó dentro, sacando restos de comida y ofreciéndoselos a los norteños. No era el desayuno más apetitoso del mundo pero les llenaría la tripa.

-Comed un poco. Hay que recuperar fuerzas.

Se sentó en el suelo y empezó a mordisquear su ración sin ganas, esperando la respuesta de Saga sobre el estado de Drunfo.

Las sombras empezaban a disiparse pero la mente del gigante seguía inquieta. El amanecer estaba llegando, él podía verlo, justo desde la grieta de su cabeza, a otro lado vio algo.

-¡GULDRON! - gritó.

Drunfo se despertó de improvisto e intentó incorporarse instintivamente pero el dolor le volvió a nublar la mente y tuvo que recostarse. ¿Donde estaba? No lo recordaba, sentía dolor por todo el cuerpo, el viejo recuerdo del acero contra la carne, pero lo peor era la fuerte presión en la cabeza y el dolor agudo en el oído, el atasco de sus pulmones apenas era nada en comparación.

Intentó mirar al rededor, consiguió distinguir a Bedeleia. Mirandole a los ojos le preguntó casi en un inaudible y ronco suspiro.

-¿Que ha pasado?

Bedelia se sobresaltó ante el despertar tan abrupto de Drunfo y se llevó instintivamente la mano al estoque, antes de entender que no era mas que una mala pesadilla. Miró a los ojos al gigante y se arrodilló a su lado antes de contestar.

-Os atacaron por la espalda a Thorir y a ti-Dijo, tocándole suavemente la frente para comprobar si tenía fiebre-Saga y yo os sacamos de Sultünge y ahora estáis a salvo, pero muy malheridos.

Le sonrió, intentando infundir algo de positivismo, quitando peso a sus últimas palabras.

Drunfo comenzó a recordar, toda aquella bruma había sido producto de su mente. ¿Heridas? Si, claro, todos esos cortes. En un par de días de reposo, tres como mucho estaría recuperado, ya había estado así antes. Pero el dolor de su cabeza, aquello era distinto. Se llevó la mano a la sien, estaba deformada, un surco donde antes el lateral era totalmente plano. Según pasaban los segundos todo comenzaba a encajar de nuevo, pero, algo faltaba, Drunfo comenzó a buscar con la mano inquieto.

-¡Mi espada! ¿Donde está?

Bedelia entrelazó las manos y bajó la mirada, todavía arrodillada.

-Intentamos recuperar todas vuestras pertenencias, pero me temo que no encontramos nada tuyo.

El cuerpo de Drunfo se tensó incorporandose levemente y olvidando el dolor momentaneamente.

-¡¿Que?! Tenemos que volver inmediatamente, tengo que recuperar esa espada ¿Donde estamos?

Un pinchazo le devolvió a la realidad pero en su mirada seguía la misma idea.

-Espera, cálmate.

Bedelia apoyó las manos en los hombros de Drunfo, obligándole a tumbarse otra vez.

-¿Qué es lo último que recuerdas?

Esa mujer tenia la capacidad de apaciguar al gigante, una simple desconocida, de hace dos dias, impensable.

Casi obedeciendo, Drunfo intentó recordar; sombras, oscuridad, un trozo gigante de acero, un lobo, una luz, una grieta...

Una mirada furtiva cruzo la habitación hasta posarse en Thorir.

-Thorir me lanzó la espada a la cabeza.

Bedelia irguió la espalda, confundida. Su mirada se desplazó hasta Thorir para luego volver a Drunfo.

-¿Qué quieres decir?