Partida Rol por web

En cierto momento de la mañana, Resmit acude a ver a las dos cautivas. Se le ha informado de que estas querían hablar con él, así que aprovecha un rato muerto para entrevistarse con ellas en privado. O en relativo privado, ya que el hecho de que estén en la casa del difunto Einar, la cuál se encuentra relativamente transitada, supone que alguien podría oír su conversación por azar, si no bajan el tono... Cosa que, por otro lado, no evitaría oídos más discretos, con objetivos más claros y oscuros.

Saga permanecía arrebujada en su capa en el suelo y cerca de la hoguera, ignorando deliberadamente el continuo ir y venir de la aldea en un intento desesperado de conciliar el sueño. Había sido un día largo y una noche aún peor. Esperaba, casi rezaba por poder arañarle unas pocas horas de tranquilidad.

Bedelia sonrió a Resmit como forma de saludo y le hizo un silencioso gesto con la mano para que se acercara a la mesa. Después, se deslizó hacia Saga y sacudió con delicadeza su hombro hasta que abrió los ojos.

-Resmit está aquí.

Dejó que la norteña se desperezara a solas y volvió con el norteño, disponiendo tres sillas para poder hablar con comodidad.

Habíamos llegado al pueblo y no nos hemos entretenido mucho, la búsqueda de los Yormef por ha sido rápida, pero mientras acompañaba a los prisiones miro de reojo la casa de Einar. Es entonces cuando recuerdo que Bedelia me dijo que quería hablar conmigo, asique froto mis cansados ojos con las manos, no parece suficiente y aun tengo algo de sueño, asique lavo mi cara con un poco de nieve helada antes de entrar en la casa.

Una vez dentro busco a las mujeres entre el movimiento de la gente en el cuarto.

Ahora que lo pienso aún tengo que hablar con Ashe.

Sin embargo las encuentro antes a ellas; sentada en una mesa veo el gesto de Bedelia indicándome que me acerque. Al dar un paso es cuando veo a Saga, cerca del fuego, en lo que seguro es un descando bastante placentero. Arrugo un poco los ojos al verla - Que envidia.

Hola, acabo de volver y como me pedisteis aquí estoy. - sonrío - ¿De que queríais hablar conmigo?

Era una sensación extraña, como una caída al vacío que encogía sus entrañas y empequeñecía su corazón, y no parecía ir a parar nunca. Lo sintió de repente al dejar a Eskol en la penumbra con su dolor, y el suyo propio -uno que ni había tenido tiempo de palpar- empezó a arañar su consciencia en silencio.

Un tirón repentino que debilitó cada paso hasta volver a una realidad con un regusto muy claro de pesadilla.

Para cuando regresó junto al calor del fuego aquella desagradable sensación ya había clavado sus zarpas asentándose en la boca de su estómago y apretando justo debajo de la mandíbula. Hizo un gesto vago seguido de un gruñido, haciéndole saber a Bedelia que estaba cansada, y se envolvió en su capa como habría esperado que la envolvieran los firmes brazos de Will; un gesto cariñoso, protector, que solía mantener las dudas y los miedos a raya y que ahora extrañaba como a una extremidad ausente.

La ridícula pregunta hizo de nuevo su aparición y esta vez no supo cómo contenerla. ¿Y si la hubiese empujado con ella? ¿Les habrían seguido? Sabía que era su decisión, su trabajo, su deber protegerla, pero no era una excusa lo suficientemente buena ni potente como para mantener la culpa a raya.

Había dejado a Will atrás y lo mejor que podía esperar para ella es que estuviese muerta, un pensamiento que le trajo de vuelta una desoladora sensación de abandono. Se encogió sobre sí misma, formando un ovillo junto al fuego que bien podría haber sido por el frío. Pero no era frío lo que sentía. Ya no.

Goldar, Hendell… Eran páramos blancos azuzados por la furia de los Dioses, y no era exactamente el frío ni el invierno ni las bestias lo que más asustaba. Era la absoluta certeza de que no había un sólo alma en aquel lugar a la que le importase tanto como a Will.

Con aquel pensamiento agitando su mente, se rindió al cansancio mordiéndose los labios, buscando en las punzadas de dolor algún tipo de alivio para su pérdida.

No abrió los ojos al instante. Prefería quedarse allí, acurrucada junto al fuego en silencio, pero no parecía que fuese a ocurrir. Con resignación y un suspiro que decía suficiente, se incorporó quedando inmóvil con la mirada fija durante unos segundos.

-Voy -musitó, aunque Bedelia ya se hubiese apartado.

Con el mismo ánimo que parecía gobernar en Sultünge, se levantó y arrastró los pies y la capa hasta el asiento dispuesto, saludando brevemente a Resmit sin siquiera tomarse la molestia de mirar a uno u a otro. Cuando este habló, su mirada se volvió hacia Bedelia cediéndole el mando de aquella conversación.

Bedelia asintió y desenfocó la mirada, meditando la mejor forma de abordar el tema.

-Cuéntanos qué ocurrió anoche, cuando Einar murió.

Miro perplejo a Bedelia, parpadeando varias veces por la sorpresa. Abro la boca como si fuera a decir algo pero la vuelvo a cerrar sin mediar palabra.

Pensaba que querías decirme algo y que por eso me dijiste de hablar. - Me cruzo de brazos mientras la miro serio y en silencio - En cuanto a Einar -  bajo la voz para hablar de este tema - murió cuando fuimos a buscar a los yormef, nos emboscaron en el bosque. - acabo diciendo con resignación -Pero bueno, ya que tengo la oportunidad, os lo preguntaré ¿Por qué ayudasteis a los Yormef si no les conocíais de nada? ¿No considerasteis estúpido ayudar a los enemigos del pueblo donde os hospedáis?

Bedelia miró a Resmit. Estaba relajada, no había seriedad en su cara, pero si mucho cansancio.

-Me temo que no podemos añadir nada más a lo que dijimos en el thing. No mentimos ni ocultamos la verdad, aunque Renmo crea lo contrario. Quería hablar contigo porque hay ciertos asuntos urgentes de los que debemos ocuparnos y por eso saber qué ocurrió anoche es muy importante. Responderemos tus preguntas, pero antes necesitamos...-suspiró-encajar algunas de las piezas de este rompecabezas.

Se frotó los ojos y entrelazó las manos encima de la mesa.

-Dices que os emboscaron en el bosque. ¿Puedes profundizar un poco más en ese tema?

- ¡¿Asuntos urgentes?! No sé que tenéis pensado hacer con ese carácter tan... urgente, pero no creo que podáis ir muy lejos. Tened en cuenta que aún sois "invitadas". Además, yo no os he acusado de mentir, solo os he preguntado porque los ayudasteis.

Bedelia ladeó la cabeza y miró a Resmit con el ceño fruncido. Permaneció así unos segundos, como evaluando.

-¿Por qué crees que les ayudamos?

- Por que en mitad del incendio en vez ayudar, robasteis un caballo y los llevasteis a la casa de Yngrid cuando los encontrasteis heridos cerca del granero... -digo con tono irónico - Es lo que dijisteis esta mañana.

-Eso son actos, no motivos. ¿Qué crees que nos impulsó a actuar así?

Bedelia se mordió imperceptiblemente la lengua. Sentía que, con cada pregunta, con cada desviación del tema principal, el ocaso se acercaba un poco más al pueblo.

El tiempo se había vuelto un enemigo poderoso.

- Y yo que sé, por eso te lo pregunto, pero si quieres seguir divagando y hacerme perder el tiempo yo también tengo cosas que hacer, y al contrario que vosotras no estoy encerrado aquí, por lo que puedo hacerlas. - con tono algo airado - Luego iré a ver a los Yormef si me dejan. Ya que os lleváis tan bien  ¿Queréis que les de algún mensaje? - digo mientras doy un paso hacia atrás para retirarme.

La sureña había tenido suficiente. Habló con un tono gélido nada propio de ella.

-Pensaba que serías algo más consciente del problema al que nos enfrentamos. No sólo nosotras, sino Sultünge. Pensaba que estarías algo más dispuesto a colaborar, pero eres tan obcecado como ellos. No quieres oír nuestra versión, pues te he prometido todas las respuestas que quieras después de unas cuantas preguntas. Tampoco quieres entender nuestro punto de vista, porque no eres capaz ni de imaginarlo.

Bedelia se levantó.

-Has venido aquí porque creías que iba a confesar algo que me incriminase. Has venido a juzgar, dejándote llevar por las formas sin importante el fondo. ¿Quieres creer que ésto es una totalidad? ¿Que somos o buenas o malas? Adelante. Pero cuando la bestia que mató a Einar ataque esta noche el pueblo estaremos indefensos ante ella porque no hemos sido capaces de colaborar.

Saga había cruzado mano sobre mano frente a ella, en la mesa, y en el proceso de aquella discusión absurda había bajado la cabeza hasta apoyarla sobre el dorso, como dispuesta a regresar al sueño. Resopló.

-Basta. -replicó la hedense, incorporándose pero sin llegar a abandonar su asiento. Aquello se les estaba yendo de las manos. Miró a Resmit directamente, probablemente por primera vez en toda la conversación (si es que se le podía llamar tal) y habló en un tono tranquilo pero firme, puntualizando cada una de sus palabras-. Por favor, Resmit. Por favor... Necesitamos saber si sentiste el frío. Si viste los ojos blancos. Si fue la bestia lo que asesinó a Einar y lo devoró... Porque si eso vuelve y no estamos preparados... da igual que nos odies o no. O la razón por la que le hemos salvado la vida a esos imbéciles. Estaremos todos muertos. Por favor...

A cada palabra que soltaba Bedelia me entraban mas ganas de retirarme y dejarle con la frase en la boca. Sin embargo, cuando nombra a la bestia un escalofrío recorre mi espalda recordando escenas de la noche anterior y tiñendo mi imaginación de un velo rojo. Permanezco unos segundos con la mirada perdida antes de volver en mi y quedarme mirando a la extranjera.

Ya he oído vuestra versión, estaba en el thing cuando llegasteis ¿Pero como saben de la bestia?

No sabía si irme o volverme para seguir este encuentro cuando Saga por me mira y habla.

Se nota que esta mujer es del norte...

Yo no os odio, simplemente quería saber por que ayudasteis a esos "idiotas" como bien has dicho. Es solo que tu amiga tiene la lengua más afilada que su espada. - Miro de reojo a Bedelia un instante y vuelvo a Saga. - Decidme ¿Como sabéis de la existencia del monstruo y de lo que se siente frente a él? - esto último lo digo en un tono más bajo para que nadie más pueda oírlo.

-Porque cuando era una niña devoró a mi familia. Y sentí el frío. Y vi sus ojos... -respondió sin vacile alguno, manteniéndole la mirada y la rigidez del rostro-. Sé que está aquí, pero no sé de dónde viene ni por qué. Ya hemos avisado a Thaldein y a Ashe, pero recelan. La única forma de poder salvarnos es que se convenzan de que es real. Y tú has sentido ese frío también... Y estás vivo... como yo.

Bedelia bufó.

-¿Creías que quería hablar contigo para comentar el tiempo? Parecía importante que colaborásemos, puesto que de los que habéis visto a la bestia sólo quedáis dos con vida. Decididamente me equivoqué al evaluar tu aptitud.

Señaló la puerta.

-Quizás no lo hayas notado, pero nadie nos escolta. La gente entra y sale voluntariamente de aquí, y permanecemos en el sitio que nos han indicado por buena voluntad. Porque creemos que tenemos una oportunidad contra eso.

Miró a Resmit con seriedad.

-Saga puede explicarte los pormenores, pero recuerda que, aunque te parezca imposible, en esta situación tu tienes tanta desventaja como nosotras.

-Bedelia. Basta he dicho -cortó Saga volviéndose hacia la sureña con tono firme, algo que no había hecho hasta la fecha-. Nosotros no decidimos nada, es asunto del jarl que nos juzguen. ¿Podemos obviar a los Yormef por un momento, que lo único que están haciendo es liarlo todo, y centrarnos en lo que importa? La Bestia. Resmit, por favor, necesitamos saber cómo ahuyentasteis a la bestia. Lo que sea...