Entonces es cuando lo oís. Desde allí arriba, a través de la ventisca, llega una voz conocida, medio tapada por el viento, cantando algo en un lenguaje que incluso a Saga le es desconocido.
Ahmel.
El muy bastardo estaba ya a ello. O algo.
-¡No! -bramó Saga, apretando los dientes-. Es Ahmel. ¡Joder! Está haciendo sus cosas...
Miró a Ingur y después a Thorir y a Resmit. No es como si ella pudiera cargar con el goldariano. O como si supiera luchar, igualmente. O como si ellos estuvieran en condiciones de cargar con nadie, tampoco. Necesitaban las espadas. Necesitaban callarle la boca al sureño. Necesitaba que Bedelia entrara en razón.
-Yngrid, te necesito lista para dispararle en una pierna, o algo. Subid, rápido. Y tú, baja del caballo -le dijo a Ingur, extendiendo los brazos como si pudiese con él. Que, en el fondo, lo peor que podía pasar era caer en blando con tanta nieve.
Ingur, que ya estaba a medias, cae sobre la nieve con toda la dignidad de la que es capaz. Yngrid no se lo piensa dos veces, y asiente.
-Voy subiendo.
Mientras lo hace, carga una flecha en su arco.
Ingur mira a Saga, frunciendo el ceño. Al hablar, lo hace con un tono firme, casi ordenando.
-¿Qué haces ahí parada? ¡Ve con ella!
-¡Te quiero arriba! -le gritó de vuelta antes de volverse hacia Yngrid para echar a correr, no sin antes señalar a los otros dos-. ¡Uno de vosotros, ayudadle! ¡El otro conmigo!
Y empezó a dar zancadas por la nieve, desembarazándose de la capa porque ya ni sentía frío ni calor ni nada.
Todo preparado, os colocáis a los dos lados del círculo. Ahmel toma aire.
-Allá vamos.
Acto seguido empieza a pronunciar ensalmos en alguna lengua que desconoces.
Al principio no lo percibes. Como el sonido de un caballo que se acerca desde la distancia, poco a poco va haciéndose más y más claro, hasta que ya no puedes ignorarlo. A tus pies, el círculo empieza a brillar con un extraño brillo purpúreo. Varios de los componentes se agitan, y tras unos segundos uno de ellos, una pequeña bolsa de cuero rellena de alguna sustancia terrosa, empieza a arder súbitamente. Junto a tus pies, una pequeña figurilla de arcilla se derrite sobre la nieve, deshaciéndose en una mancha verdosa.
Luego oyes las voces.
Ahmel no canta solo. Arrastradas por el viento, otros ensalmos se unen a los suyos, y cada vez suenan más alto. Notas que no puedes moverte: atrapada por la energía del ritual, te conviertes en una simple observadora. Tus cabellos empiezan a revolotear, mientras una extraña línea azulada surge de la nada, conectándote con el centro del diagrama, en el que se encuentra Ahmel. Otra surge de Add, de forma simétrica a la tuya.
Funciona.
He intentado buscar alguna canción en árabe que sonara a ritual, y puedes imaginar lo que he encontrado. Pero vamos, te haces una idea.
Un rugido surge de la cueva. Dentro se perciben, como dos faros en medio de la negrura, sus dos ojos. Y sabes que es él. Algo dentro de ti se remueve, pues al mirarle descubres un brillo conocido, un rastro quizás de lo que fue antes de transformarse. No hay lugar a dudas en tu corazón: ese es tu marido. Sin embargo, también hay algo perverso, algo podrido en ellos. Una maldad primigenia que te hace estremecerte. ¿Queda acaso algo de Fredrick en esa bestia?
Una mano aparece en el umbral de la cueva. Blanca, alargada, dotada de inmensas garras...
-¡Sí! -grita Ahmel, en arkes-. ¡Está funcionando! No tengáis miedo... ¡Puedo doblegarla!
Thorir descabalgó con rapidez y se apresuró a seguir a Saga, sin mirar ni siquiera a Ingur ni a Resmit.
Empiezas a notarte cansada. El ritual absorbe tus fuerzas, te drena lentamente.
La criatura surge de la cueva, en toda su gloria. Se acerca a vosotros lentamente, rugiendo. A cuatro patas, como un animal, y a pesar de ello sigue siendo inmensa. Sus fauces abiertas en una mueca asesina, sus ojos fijos en vosotros ansían vuestra carne...
Sin embargo, cuando Ahmel alza una mano y retoma sus ensalmos, se detiene. Un gruñido bajo, grave, amenazador, surge de su garganta, como si percibiera el peligro al que se ve expuesta. Pero no retrocede, ni tampoco avanza. Congelada en el sitio, fija su vista en el tayahar, combatiendo contra él no físicamente, sino en su mente...
Aleh, vamos allá. Tirada de Controlar. Es un bicho de nivel 3, así que dificultad 240.
Ahmel tiene 40 en la habilidad (sí, mucho me temo que así es). Tiene un -50 porque no tiene ni zorra de lo que es la criatura (es más, cree que es un djinn, por lo que no solo lo desconoce sino que cree que es algo distinto) y un +10 por llevar un minuto haciendo el ritual. También se lleva un +10 por vuestra presencia, y un +10 por tu conexión con el bicho, que ya no cabe duda alguna, es Fredrick. Así que en total se queda en 20 la habilidad. Tienes que sacar dos abiertas para que salga.
Suerte :)
Ingur sonríe al ver la rápida reacción de la hedense. Luego se gira hacia Resmit con una mueca burlona.
-Te ha tocado.
El viaje a caballo no fue nada cómodo, no estaba habituado a montar estos animales y mucho menos acompañado de uno de los yormef que más desearía matar.
Al llegar a la ladera alzo la vista, perdiéndose en la cima, fría u oscura. Las marcas de la nieve dejan ver que algo se arrastró, pero de repente, al avanzar, junto a un árbol, como tomando un descanso aparece el cadáver de Drunfo. Pude ver las heridas que le propiné, y las que la propia bestia le hizo. Su tono blaquecino indicaba que estaba congelado y en cierto modo me apiadaba de él, pero ya se interpuso en mi camino un par de veces. Hubiera preferido que muriera el otro yormef, pero como tampoco fue decisión mía, si no de Baklar, no iba a entristecerme. Lo único que lamentaba era no haber luchado coscientemente con él y haber disfrutado de acabar con uno más.
Es una pena... nos vendrías bien ahora.
Una vez nos bajamos del caballo había que estar más atento, mis heridas no estaban curadas y aún dolían, cosa a lo que el traqueteo del caballo no ayudó. Miro de un lado a otro, en busca de un enemigo que nos acechase.
¿Por que dejaría aquí a Drunfo? ¿Tendrían bastante comida? Aunque siendo yormef igual sabe a mierda. Ni los Jijin los quieren.
Es entonces cuando escucho la voz de Ahmel perdida en el viento.
Si ya puede completar el ritual, igual no es tontería dejarle que termine. Nos hemos quedado sin opciones y Saga tampoco parece convencida de poder hacer algo útil ¿no sé si habrá podido terminar de traducir el texto? Cuando le pregunté ni contestó. Con eso posible que o no sepa que hacer o que no esté convencida de que surja. Me jode, pero puede que ese idiota sea nuestra única oportunidad.
No podía dejar que lo interrumpieran, por muy locos que estuvieran por estar allí solos. Ahora mismo era más disparatado realizar nuestro plan, si es que lo teníamos.
Pero al verme solo le devuelvo la mirada a Ingur.
- No tardes mucho.
Sigo a Saga e Yngrid de cerca, no podía dejarlas solas, tenía que actuar y dejar que Ingur subiera por su propio pie. Si intentaban parar a Ahmel debía detenerlas.
Una vez nos bajamos del caballo había que estar más atento, mis heridas no estaban curadas y aún dolían, cosa a lo que el traqueteo del caballo no ayudó. Miro de un lado a otro, en busca de un enemigo que nos acechase. Es entonces cuando escucho la voz de Ahmel perdida en el viento.
Pero al verme solo le devuelvo la mirada a Ingur.
- No tardes mucho.
Sigo a Saga e Yngrid de cerca, no podía dejarlas solas, tenía que actuar y dejar que Ingur subiera por su propio pie.
Ingur se queda pasmado al ver como todos le abandonáis.
-¡Eh!
Pero su figura ya no se distingue en la oscuridad. Corréis hacia vuestro destino.
Os encontráis en el ojo del huracán.
La ladera va a dar a una pequeña explanada horizontal antes de que la ascensión continúe. Allí es donde está la guarida de la bestia, una abertura en la pared rocosa por la que fácilmente podrían entrar dos personas sin apretarse demasiado. Allí está Ahmel, colocado en el centro de una serie de símbolos y diagramas, entonando salmos en una lengua desconocida. Allí están Add y Bedelia, con las manos atadas, en los extremos del círculo central. Allí está Will, detrás de Ahmel, justo en el límite de la fórmula arcana, tumbada sobre el trineo, sin dar señas de vida.
Y allí está la criatura.
Gruñe, pero no se acerca a ellos. Agazapada a cuatro patas, como un animal, mantiene la vista clavada en Ahmel, que sonríe triunfante. A sus pies, los símbolos emiten un extraño brillo púrpura. Varias líneas de luz unen a los otros dos sureños con él, y a él con la bestia. Varias voces, surgidas de la nada, parecen acompañarle en el ritual, que ya ha dado comienzo.
Yngrid alza el arco, dispuesta a dispararle.
Suben Yngrid, Saga, Thorir y Resmit, casi a la vez pero en este orden. Bedelia y Add se dan cuenta, aunque tanto la criatura como Ahmel parecen sumidos en una batalla mental. Lo siguiente va a ocurrir en cuestión de segundos, o incluso centésimas de segundo, así que tenedlo en cuenta para vuestros posts.
Will. Will estaba allí y estaban en pie y el resto venía detrás. Sólo necesitaban al niño. Necesitaban al niño.
-¡Bedelia! ¿Dónde está Dag? -gritó, corriendo hacia ella.
-¡No lo sé!-Dijo entre jadeos-Debería estar por..
No llegó a terminar la frase. Algo estaba saliendo mal.
Motivo: Controlar (¡nosotros podemos!)
Tirada: 1d100
Dificultad: 240+
Resultado: 94(+20)=114 (Fracaso)
Motivo: Controlar (¡nosotros podemos!)
Tirada: 1d100
Dificultad: 240+
Resultado: 45(+114)=159 (Fracaso)
Pues CASI podemos
Jadeando por la subida Thorir observó lo que allí estaba ocurriendo, la bestia acechando a los sureños y Will seguramente muerta, o casi. En su barba comenzó a surgir escarcha fruto de su respiración y del frío, pero en su mirada había una chispa que reflejaba su estado de ánimo, furia e ira, no había ni rastro del pequeño Dag y la cosa no pintaba muy bien.
Sin pensárselo más se apartó la capa en un movimiento fuerte con los brazos y acto seguido desenvainó sus dos espadas, al ponerlas cruzadas una sobre otra a la altura de su rostro soltaron un destello de luz que por unas milésimas de segundo alumbró toda la escena, Kaldtneve con su hoja helada y la flamígera Kalthensyns se unieron en un instante en el que las llamas bailaron con el hielo.
Motivo: Estilo
Tirada: 1d100
Resultado: 30(+20)=50
Su flecha reposa por un instante, acariciando la ladera del arco. La punta señala a Ahmel, el momento es preciso. La cazadora se permite el lujo de esbozar una media sonrisa que nunca llega a completarse. Una sensación la invade: la de la anticipación. Sincronizada con el entorno, es consciente de la trayectoria del viento y la distancia exacta que les separa. La flecha acertará.
Entonces, una mano, un instante antes de que suelte la cuerda. Aparta su brazo de forma violenta, y la flecha se pierde en la ventisca.
Yngrid se gira hacia Resmit, con una expresión salvaje e incrédula en el rostro.
La oportunidad se ha perdido.
(Continúa)