Partida Rol por web

-Yngrid es buena cazadora, por lo poco que sé. Tú conoces mejor a tu gente, así que organiza diferentes partidas y reserva tus mejores guerreros, que no cazadores, para rastrear a la criatura y tal vez discernir su patrón. Bedelia comentaba antes con Ashe que quizá tenga alguna guarida... Ah, y quizá sea conveniente que sepas que creemos que el incendio fue un infortunio. Probablemente el fuego lo alejó, así que no estaría mal hacer una buena hoguera. Pero esto, de nuevo, son meras suposiciones.

Thaldein se levanta, satisfecho.

-Meditaré sobre lo que habéis dicho. Ha sido una conversación... Interesante.

-Gracias por escucharnos -respondió, permitiéndose esbozar una breve sonrisa y haciéndole un gesto bajo la mesa a Bedelia: estaban fuera de peligro-. Sólo me gustaría repetir mi petición; dejadme asistir a Eskol. Creo que puedo aliviar su malestar y, además, Einar vino a mi en busca de consejo justo antes del incendio. Me gustaría compartir con él lo que me dijo.

Thaldein alza una ceja.

-Ashe ya se ha encargado de Eskol, está fuera de peligro. Dejemos que su cuerpo se recupere solo. Aunque supongo en que no hay problema en que hables con él, si quieres decirle algo. Te avisaré tan pronto haya recuperado la consciencia.

-Gracias.

Asintió y miró a Bedelia, cansada pero satisfecha. A pesar de todo, salir con la verdad había resultado lo mejor a pesar de la cantidad de explicaciones que estaban aportando. No tenían razón para temer por su vida, al menos en lo que al thing concernía.

Bedelia sonrió, satisfecha con la rapidez y la eficiencia de Saga. Había conseguido lo peor; ganarse a Thaldein. De Eskol ya se encargaría más tarde y Restmit, con suerte, estaba de camino. Cuanta más información tuvieran sobre la bestia más posibilidades de salir bien parados.

Además estaba Drunfo. No sabía cómo, pero tendría que hablar con él tarde o temprano. Todo lo que pudieran saber sobre su "maldición" (o lo que quiera que le pasase) arrojaría luz y ventaja. La sensación de estar corriendo una carrera contrarreloj era asfixiante y no podían quedarse en la retaguardia.

-Me alegro de que hayas sido tan razonable, Thaldein. Haremos todo lo posible por ayudaros.

La sureña no podía añadir nada más a la conversación, pero una media sonrisa optimista permanecía en su rostro.

Thaldein murmura una despedida y se va, dejandoos solas de nuevo.

Bedelia mantiene su media sonrisa hasta que Thaldein abandona la sala, y sólo cuando no puede contenerse más profiere un gritito de alegría. Mira a Saga con una amplia sonrisa que muestra sus dientes y, sin mediar palabra, levanta la mano con la palma cerrada, invitándola a chocar los cinco.

Saga frunció el ceño, confusa por aquel gesto desconocido.

-¿Qué es eso?

Bedelia agarra la muñeca de Saga y le sube la mano, manipulando los dedos hasta imitar su gesto. Luego, golpea las dos palmas con cierta fuerza, haciéndolas sonar.

-Ésto es chocar los cinco, sirve para muchas cosas, pero la principal es celebrar algo.

-Oh. Y supongo que celebramos que no nos van a ejecutar y podemos dormir... unas 5 o 6 horas más.

Sonrió ampliamente, mostrando incluso los dientes y volvió a chocar la mano con la sureña. Una pequeña victoria después de todo. Una victoria que saborear con gusto, pues no sabían cuántas más habría antes del siguiente revés.

-¡Siii!

Bedelia soltó una risotada refrescante y después comenzó a silbar animada una canción de cuna.

Aquel momento era para las mujeres.

Por alguna razón que escapaba a su comprensión, Saga se sintió contagiada por aquella inusitada emoción y no fue capaz de borrar la sonrisa del todo. Se levantó con calma, estirando los brazos hacia adelante y se apropió de un cuenco que había por la sala para después llenarlo con agua de una tina. Se deshizo de los vendajes de las manos y se lavó con cuidado.

-Gracias por creerme sin reparos. De entre toda esta gente lo que menos esperaba era recibir la gracia de un forastero.

La sureña observó con fascinación cómo las manos de Saga quedaban paulatinamente limpias, mientras el agua del cuenco ennegrecía. A veces, bajo las circunstancias adecuadas, los sucesos cotidianos se volvían extraordinarios a ojos de Bedelia. Encontraba belleza en lo común, en esas cosas que la repetición había relegado al olvido. Cuando la hedense terminó de hablar le miró con ese brillo tan suyo en los ojos.

-Creo que tu, más que nadie, merecías credibilidad. Y creo también que, sin saber luchar, soportas el peso sobre tus hombros con la estoicidad de un guerrero.

Miró a la norne más allá de sus ojos grisáceos, buceando en un lugar más oscuro.

-Estoy segura de que tu abuelo fue un gran hombre.

Saga quedó pendida un instante de los ojos de la sureña, dejando que el momento y esa chispa de complicidad se aunase en una sonrisa cómplice que después se volvió demasiado triste. Devolvió su atención al agua ennegrecida y sus manos.

-Me gustaría pensar eso pero en el fondo sé que no lo fue. Huyó de Goldar... Nunca dijo qué dejó atrás pero alguien que huye no... -Tomó aire permitiéndose unos valiosos segundos para recomponer la frase-. Alguien que huye termina encontrando la verdad de forma mucho menos agradable.

Aprovechó para mojar también los restos de tela que había usado como vendas, retrociéndolas hasta que soltaron todo el agua para después humedecerse el rostro. Fue agradable sentir el frescor del agua, y eso que el día anterior había podido asearse con propiedad.

Bedelia se apoyó con la cadera en la mesa, mirando a Saga de frente.

-Somos mucho más que una buena o mala decisión. Puede que se equivocase al huir de Goldar o puede que no, pero lo que nos define es la concatenación de nuestras ideas y actos, vistos en conjunto.

El fuego arrancaba destellos dorados en los cabellos de las mujeres, lo que sumado al ambiente nuboso de fuera le daba a la escena cierto tono acogedor.

-En el poco tiempo que llevamos juntas te he oído mencionarle varias veces. Parecíais muy unidos.

La mirada de Bedelia animaba a contarle su historia. Una historia que, probablemente, había repetido muchas veces en su cabeza pero que en contadas ocasiones había podido verbalizar. Guardarse todo aquello era infeccioso.

Ladeó la cabeza con una mueca disconforme y la mirada perdida en las lenguas de fuego. La luz acentuaba sus rasgos con un juego de luces y sombras bastante peculiar, resaltando la sobriedad y rigidez de su persona.

-No exactamente... -Se retiró el pelo a un lado para humedecer la nuca y el cuello-. No recuerdo mucho a mi familia, la verdad. Supongo que él está más presente a través de todas sus historias pero no por sí mismo. Han pasado muchos inviernos desde entonces, Bedelia, y el tiempo siempre termina por llevarse la mayoría de los recuerdos, ya sean buenos o malos. Sólo deja un resquicio de la realidad, como una vaga sensación que a veces quiero alcanzar en sueños pero que normalmente termina por desvanecerse al amanecer.

Asintió, entendiendo a qué se refería la mujer.

-¿Puedo preguntar quién te crió después de aquello?

-Ya lo has hecho -puntualizó con una sardónica sonrisa.- Lochgjests. Nómadas de las charcas, una región de Hendell sólo ligeramente más apacible que este tiempo infernal. Después regresé a los bastiones y me acogí a la Iglesia de Abel, donde aprendí mi oficio y Latin. Creo que tenía 15 o así cuando empecé a viajar de nuevo... ¿Y tú? ¿Sigues teniendo familia de donde vienes?

Bedelia aceptó el cambio de tema con una sonrisa contrahecha y bajando la mirada. Había malinterpretado unos cuantos datos y con ello quizás había incomodado a Saga. No podía saberlo, pero prefirió dejarlo correr.

-Mis padres siguen viviendo en Togarini, no se han movido de allí. No llegué a conocer a mis abuelos y tengo un tío del que no se habla demasiado. No debe tener buena relación con mi padre, creo que nunca me han especificado el por qué.

Bedelia frunció el ceño, intentando recordar los pormenores del asunto, pero al final desistió con un gesto hecho para si misma.

-Y luego está Frederick, claro. Que andará por...algún lugar.

Se encogió de hombros.