Ashe se frota las sienes con los dedos, pensativa.
-¿Cuántas personas están en condiciones de luchar?
Fredrick se apresura a contestar.
-Pues contándonos a nosotros cinco... Mi hijo... Sigbjörn y Godwin... E Yngrid, si accede a unirse a nosotros. Nueve.
Ashe suspira, y mira a Bedelia.
-Ese es "todo el pueblo", sureña. Eskol, Renmo y Thaldein están heridos. El otro forastero que habéis traído está cojo. Los dos hombres de piel oscura no tienen pinta de saber si empuñar un arma por el filo o por el mango, y Hjalmar es demasiado viejo, aunque él quiera convencerse de lo contrario. El resto son todo mujeres y niños que no serían más que un estorbo en el combate, entre los que me incluyo.
Hace una pausa, recalcando lo deprimente que suena aquella lista.
-En cuanto a los Yormef, su ayuda podría ser útil. Pero dudo que Eskol se fíe de ellos.
Fredrick frunce el ceño.
-¿Y eso qué importa? ¡Estamos hablando de nuestra supervivencia, Ashe! Al cuerno con Eskol.
Lamont se gira hacia él bruscamente.
-No olvides que sigue siendo tu jarl, Fredrick. Le corresponde a él decidir.
Fredrick niega con vehemencia.
-Somos hombres libres, decidimos nuestros destino. Tenemos que estar dispuestos a tomar decisiones por nuestra cuenta.
Ashe alza las manos en gesto pacificador.
-Tranquilizaos, por favor. Eskol no es ningún idiota, y es posible que me equivoque. Podría decidir absolverles, dadas las circunstancias.
Fredrick suelta un bufido.
-¿Y cuándo será eso, Ashe? No tenemos tiempo.
Ashe cierra los ojos, cansada.
-Coincido. Mañana por la mañana celebraremos un juicio rápido, sin ceremonias, a primera hora. Esos dos norteños nos valen más vivos que muertos.
Rorar gruñe, escéptico.
-¿De veras, Ashe? ¿Y qué van a hacer, exactamente? Están hechos mierda, todos les habéis visto. Probablemente tú y Hjalmar os manejaríais mejor.
Ashe se cruza de brazos, pensativa.
-Puede. Pero no tienen nada que perder, y nosotros tampoco. Si mueren, al menos servirán como distracción. No podrán negarse a ayudarnos.
Rorar entrecierra los ojos.
-¿Y qué vas a hacer si Eskol decide que hay que ejecutarlos? -Se gira hacia Fredrick, esbozando una media sonrisa-. ¿Qué haréis todos entonces, eh listillo? ¿Encerrarás a Eskol y te sentarás en tu silla? ¿O acaso prefieres que se la quede el rubito? Marja va a empezar a ponerse celosa, creo.
Fredrick da un paso hacia delante, rojo de la ira.
-Cuidado, Rorar. Estás andando sobre un hielo muy fino.
Ashe da un golpe en el suelo con el pie.
-¡Basta, los dos! ¡Sois como niños! Mira, vamos a dejarlo por esta noche, ¿de acuerdo? No va a salir nada bueno de aquí, y creo que dormir un poco nos vendrá a todos bien para aclararnos la mente.
Frigda se remueve, incómoda.
-No podemos seguir aplazándolo todo constantemente, Ashe. Las reservas de comida...
Lamont asiente, sombrío.
-No aguantaremos mucho más así, si no cazamos. Y no podemos cazar con esa cosa ahí fuera. Quizás deberíamos empezar a pensar en medidas... De emergencia.
Ashe se pone tensa, de forma súbita.
-Espero que me equivoque, Lamont. Espero que no estés insinuando alguna salvajada.
Lamont frunce el ceño, contrariado.
-No soy el primero que lo sugiere, Ashe. Escucha, a mí me gusta tan poco como a vosotros. Pero a Viggo no se le llevó esa cosa. Y si ocurrió aquí cerca, quizás llegamos a tiempo para...
Ashe alza una mano, dirigiendo al norteño una mirada fulminante que no deja lugar a réplica.
-Basta. Destierra eso de tu mente, y os sugiero a todos los demás que hagáis lo mismo. Frigda, espero que esto te convenza de que debemos aplazar de nuevo esta conversación. Tenemos que reflexionar sobre lo que vamos a hacer con detenimiento, o cometeremos errores. Y no podemos permitirnos cometer más errores.
Menudo espectáculo de títeres que os he montado en un momento, ¿eh?
Saga contempló la discusión atónita. No podía ser. Aquello se les estaba desmadrando y no había nada que pudiese hacer.
-Ashe. Thaldein encontró la espada de Einar. Debe estar entre sus pertenencias y... -Se descolgó la lanza de Thaldein de su espalda- esta es el arma de Thaldein.
Se las ofreció y después se dirigió hacia la salida.