Partida Rol por web

Te alejas del resto. Sus voces, y el ruido de la sala común, quedan pronto tapados por la ventisca. Cuando llegas a donde debería estar Yngrid, sin embargo, descubres que allí ya no hay nadie. No es que hayas tardado una barbaridad, pero la cazadora no parece distinguirse por su paciencia, y habrá decidido cambiar de opinión...

-¿Buscas a Yngrid?

Te giras para ver a una cara conocida.

-Me ha pedido que te dijera que iba para su casa. Que te esperaría un rato allí, que no quería estar "perdiendo el tiempo en medio de la ventisca".

Te dirige una sonrisa divertida.

-¿Te has hecho amiga de Yngrid la loca?

Bedelia sonrió. Era curioso cómo, pasara lo que pasase, siempre se encontraba a Dag. O más bien Dag siempre la encontraba a ella.

-Algo así. Me cae bien-Contestó-Tengo que ir a verla, porque deduzco que no me esperará demasiado, pero no me he olvidado de la promesa que te he hecho.

Alborotó el pelo del muchacho cuando pasó a su lado.

-Luego hablamos. ¡Y no entres en el bosque! No te acerques ni a su linde, es muy importante, ¿vale?

Parece que va a intentar replicarte de nuevo, pero al final Dag asiente, reticente.

-Los adultos dicen que es peligrosa. Pero a mí siempre me trata bien. No le molestaría que fuera con vosotras.

Anticipándose a tu negativa, te sonríe y te enseña el anillo, que saca de uno de sus bolsillos.

-No me voy a poner pesado. Tenemos un trato. Pero al menos cuéntame lo que habéis hecho luego, ¿Vale?

Bedelia miró con nostalgia y una sonrisa apagada el anillo, pero no hizo ademán de cogerlo o acercarse a él.

-Si a Yngrid le parece bien te lo contaré, y además lo que he hecho yo en el bosque, aunque no ha salido como tenía pensado-Dijo, mientras empezaba a andar levantando poco a poco la voz para que le escuchase.

Unos veinticinco minutos más tarde llegas a casa de Yngrid, sin ningún incidente en el camino aparte de la omnipresente ventisca y algún que otro parón para apartar nieve o ramas del casi inexistente sendero. La encuentras dentro de la cabaña, trenzando unas cuerdas en extraños patrones.

-Pasa. Creía que no venías.

Bedelia se limpió la nieve que la cubría antes de entrar a la casa para evitar mancharla. Una vez allí, con el reconfortante crepitar de la chimenea, no pudo aguantar más y empezó a ponerse algo seco.

-Perdona-masculló, esforzándose por que los dientes no le castañearan-pero no se muy bien por qué Ashe ha decidido interrogarme sobre el bosque. He venido lo más rápido que he podido.

-Porque le resulta insoportable que algo ocurra sin que ella meta la nariz en medio, por eso. 

Yngrid te deja un abrigo de repuesto que, sorprendentemente, tiene el tamaño adecuado para ti. Aunque tiene la decencia de girarse mientras te desnudas, en cierto momento crees observar como te mira de reojo. Cuando terminas, está frente a la chimenea, contemplando las llamas en silencio. Parece pensativa.

De haber mirado en el momento oportuno, Yngrid habría encontrado una flor de loto tatuada en la espalda de Bedelia.

-Gracias-Respondió colocándose el abrigo mientras cerraba los ojos, y su agradecimiento se mezcló con un suspiro de placer al sentir cómo el calor empezaba a inundarla.

Cuando terminó, se acercó con ella hasta el fuego y dejó que el silencio se asentase unos segundos antes de hablar.

-¿Hay algo que te preocupe?

Yngrid suelta una carcajada.

-Sí, bueno, me han dicho que hay una bestia suelta por el bosque, comiéndose a la gente.

La sureña acompaña su carcajada, sin ironía.

-​Tienes razón. Sonaba menos estúpida en mi cabeza.

Yngrid no puede evitar esbozar una media sonrisa, que desaparece rápidamente una vez vuelve a clavar la mirada en el fuego. Permanece callada unos segundos más antes de volver a hablar.

-En realidad, hay algo... -te mira, y por un instante crees que lo va a dejar ahí- Sé que ya lo has hecho antes, pero... ¿Podrías volverme a describir como encontraste el cadáver de Viggo?

La sonrisa de Bedelia también pereció.

-Claro.

Y comenzó a relatar lo que había visto antes, durante y después de encontrar el cadáver, sin omitir ningún detalle. Cuando terminó estuvo tentada de preguntar algo, pero decidió que sería mejor no presionar a Yngrid.

Yngrid escucha la descripción con atención. Cuando terminas, sigue mirando la chimenea, con el ceño fruncido.

-Vale. Gracias.

Se gira y camina en dirección a la puerta.

-Bueno, ¿Qué? ¿Lista para salir ahí fuera otra vez?

No pidió ninguna explicación. En lugar de ello se limitó a suspirar lenta y profundamente, concienciándose de que el frío volvería a lamer su piel. Cuando habló lo hizo con aplomo.

-Estoy lista.

Avanzáis durante unos diez minutos, en silencio, a través de la ventisca, antes de que Yngrid se detenga en un punto cualquiera.

-Ya hemos llegado.

Un pequeño claro, de no más de unos ocho metros de diámetro en su parte más ancha, rodeado por árboles y arbustos. Como tantos otros en el bosque.

Bedelia observó el claro con gesto solemne. Había belleza en él, y antes de volver a posar la mirada en los ojos de Yngrid, la bajó hasta el centro del frío círculo de tierra. Al hablar lo hizo con una suavidad que no había empleado hasta el momento.

-¿Es aquí donde descansa?

Yngrid te devuelve una mirada confusa.

-... ¿Qué? ¿De qué hablas?

Bedelia se giró bruscamente hacia Yngrid y la confusión quedó patente en su rostro mientras sus mejillas adquirían cierto rubor que nada tenía que ver con el frío.

-¿¡Hm!? Yo...bueno, da igual-Carraspeó-Es un sitio muy bonito, pero no entiendo qué...

-Anda, echa un vistazo. ¿No ves nada que te llame la atención?

Das un repaso a la zona con la mirada... Y no ves nada más que vegetación, piedras y nieve. Ante tu negativa, Yngrid esboza una sonrisa triunfal.

-Eso es buena señal. Mira, ven. Pisa por donde yo lo haga.

Avanzáis un par de metros hasta un árbol en el perímetro del claro. Yngrid aparta una de las ramas con cuidado...

Entonces lo ves. Cuerdas, tensas, atadas con distintos pesos, que se pierden entre la vegetación, formando una intricada red.

Bedelia soltó un grito a caballo entre la sorpresa y la emoción. Miró a Yngrid con una sonrisa radiante.

-¡Pero esto está genial! Casi no se ve, y cuando esa cosa tiene hambre no le importa nada más.

Volvió a fijarse en las cuerdas, tensas, como un cubil de serpientes que no toleran ninguna intrusión.

-Aunque...mientras me perseguía destrozó varias ramas gruesas de un solo manotazo. Parece fuerte. ¿Crees que podrá retenerla hasta que acabemos con ella?