Partida Rol por web

La ventisca te recibe con su habitual mordisco de hielo. El ruido del viento acalla las risas que retumban en tu cabeza, y pronto no oyes más que tu respiración.

Drunfo salió precipitadamente al exterior y empezó a patear la nieve mientra mascullaba insultos.

-¡Joder, joder, joder! ¿Por que siempre a mi? ¡Joder!

La nieve brillaba al salir despedida y fragmentarse en el aire. Cada golpe en la superficie dejaba tras de si un surco grande como el pié del gigante, hasta que finalmente se derrumbó sobre sus rodillas.

-¿Por que me han tenido que suceder estas mierdas siempre a mi?

Tu grito retumba contra la ventisca, como un desafío al mismísimo corazón del invierno. Inmediatamente, el viento parece dejar de soplar, y el millar de copos de nieve y hielo que te rodean quedan suspendidos en el aire, atrapados en un instante eterno. Por un instante, tu desdicha se convierte en el epicentro de aquel pequeño mundo de lágrimas congeladas, sueños quebrados y vidas apagadas en el que se ha convertido Sultünge. Por un instante, los dioses clavan su mirada en ti, de reojo, intrigados por aquella explosión de rabia que engulle todo a su paso.

"¿Por qué a mí?". Una pregunta que lleva enquistada en tu cabeza desde que tienes uso de razón, una compañera que siempre ha susurrado en tu oído, en tus momentos de desesperación, en las horas más oscuras, cuando todo parecía perdido. No hay justicia en el mundo: No existe tal cosa, y el que algunas personas quieran convencerse a sí mismas de lo contrario no refleja sino el más profundo autoengaño. ¿Cómo podría existir un concepto tan abstracto, tan irreal, tan imposible? ¿Cómo podría nadie atreverse a afirmarlo, después de haber vivido en tu piel?

Hubo un tiempo en el que intentaste convencerte a ti mismo de que todo tenía un sentido, que todas aquellas penalidades llevarían a algo. La esperanza late en lo más profundo del alma, y palpita en contra del pesimismo y la desesperación, intentando asegurar que, quizás, solo quizás, una vez acabe la noche oscura habrá un nuevo amanecer, un nuevo camino. Que toda esa miseria habrá valido para algo. Que no será en vano. Y, sin embargo, cada nuevo golpe, cada nueva decepción, hace que esa idea se vaya haciendo cada vez más borrosa y lejana. E incluso el alma más pura acabará tornándose gris, al final.

¿Cómo podría tolerar alguien aquella maldición? Las miradas de desconfianza, los dedos apuntándote, los comentarios hirientes. "Monstruo", te llamaban. "Maldito". Pero... ¿Es que acaso existía alguna diferencia entre tú y los otros niños? ¿Es que acaso no reías, jugabas, llorabas, soñabas como los otros? ¿Es que acaso no eras otro chiquillo asustado más, condenado a cargar con un peso que nunca mereció llevar a su espalda? Luego, las tragedias, una tras otra. Los ojos de tu madre, apagándose lentamente mientras su alma sangraba hacia la tierra. La ejecución, la muerte de tu hermano. La traición de tu padre, la horrible verdad. ¿Cómo no enloquecer, cómo no abandonarse a la oscuridad? ¿Cómo no convertirse en el monstruo que el mundo siempre quiso hacer de ti?

El mundo se cansa de contener el aliento, y el viento empieza a soplar de nuevo. Pero no sientes el frío: No ahora.

Hay cosas que hieren más.

Despues de tantas penurias, después de tanto dolor, todo sigue igual. Pero Drunfo, Drunfo ya está acostumbrado. Solo le queda seguir adelante.

El gigante se incorpora, dispuesto a darse la vuelta y volver al interior del gran salón, pero justo antes de volverse una loca idea le surca la cabeza.

¿Acaso recuerda por donde dijeron que se encuentra esa caravana en ruinas?

Tus ojos vagan, de forma inconsciente, hacia el bosque, quizás esperando entrever los tablones y radios de madera entre los árboles, por muy improbable que sea esa posibilidad.

Es entonces cuando lo ves.

Allí, en la linde del pueblo, camuflada entre los árboles. Acechando. Y sus ojos...

Ya has visto antes esos ojos.

Sin apartar la mirada de aquellos ojos Drunfo gritó en dirección al gran salón.

-¡Ashe! ¡Saga!

Y permaneció allí quieto, inmovil, devolviendo la mirada, esperando una respuesta.

Al no recibir respuesta alguna el corazón volvió a latir fuertemente. Bum, Bum. Notando la presión sanguínea en la sien y el cuello.

 Drunfo comenzó a andar hacia los ojos, muy consciente de que llevaba el mandoble de su hermano en la espalda, pero sin desenvainarlo.

La criatura se incorpora, a medias, y su tamaño te impresiona. Incluso encorvado, tiene tu misma altura... Y, por el aspecto de sus músculos, una fuerza o bien similar o bien superior a la tuya. Y el frío... Cada paso que das hacia ella, más evidente. Un mordisco helado que traspasa tu piel, tus músculos y tus huesos, un frío que congela tu propia esencia. Un frío que no debería existir, profano, prohibido, sacrílego. Su silueta se delinea entre la ventisca, y pronto sus terribles facciones se perfilan ante ti.

Gruñe. Sus ojos, fijos en ti, desprenden un brillo fantasmagórico. Te miran con ansia, con deseo... El deseo del cazador que observa a su presa.

Pero no se mueve. No se acerca a ti, a pesar de que apenas en un par de segundos podría estar a tu altura...

-No retrocedas. Mírala a los ojos, fijamente.

El tono de la voz ha cambiado. Más serio que antes, más imperativo. Y notas también una nota de... ¿Sorpresa?

Quizás fuera el frío gélido que no dejaba pensar, la mezcla de terror y excitación, la forma humana de aquella criatura, quizás fuera esa extraña voz de la cabeza o las locas ideas que ultimamente se le ocurrian, pero lo cierto es que en aquel momento Drunfo tenia bastante claro que aquella cosa podía hablar.

-Que quieres.

Consiguió articular sin retirarle la mirada y lo cierto es que aquello no fue una pregunta, sino más bien sonó como una orden.

La criatura gruñe de nuevo, esta vez de forma más grave. La amenaza implícita se une a la explícita cuando da un paso adelante, enseñando sus retorcidos y afilados colmillos.

El repentino movimiento de la criatura hace que Drunfo se coloque en una posición más inclinada, llevandose una mano al pomo del mandoble pero sin desenvainarlo.

-Muy bien, y ahora qué, genio. - dijo a la voz de su cabeza, la situación no le permitia darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.

-Ahora vuelves a avanzar hacia ella. Y no apartes la mirada. Es una criatura inferior, un siervo. Tú estás hecho de otra pasta, chico.

El corazón le latía fuertemente al gigante, la presión en la cabeza empezaba a doler. ¿Por que demonios estaba haciendo caso a aquella voz? Se supone que era un enemigo, ¿Por que me ayuda?, ¿O acaso es una trampa? De cualquier modo las opciones ahora eran pocas y de seguro andar hacia la bestia no lo había hecho nadie del grupo.

-Está bien.

Drunfo dio otro paso al frente, sin apartar la mirada de aquellos blancos ojos. El recuerdo de su padre le embriagó, el frío comenzaba a ser insoportable.

¿Que estoy haciendo? 

El breve instante de duda de la criatura hace que Drunfo se percate de la situación. Está delante de la bestia que ha aniquilado a tanta gente, con las manos desnudas, ¿Acaso eso es propio de un guerrero? ¿Acaso su padre o su hermano harían semejante locura?, Sin darse cuenta está metido en una pelea de territorio por que, en efecto, en eso está, está marcando territorio, como un animal, como una... como una bestia.

La criatura vuelve a imponerse tras el breve instante, Drunfo, instintivamente desecha todo rastro de racionalidad y vuelve a dar otro paso adelante, está vez de forma enérgica, soltando un gruñido a la vez que la nieve sale despedida en el aire, aprovechando ese halo de inseguridad que el engendro ha dejado tras de si.

La criatura parece reaccionar ante tu breve momento de duda, y recupera el terreno perdido con un par de pasos hacia delante.

-¡Suficiente! No reconocerá a un portador dubitativo. ¡Impón tu voluntad!

La criatura contrae sus músculos, dispuesta a saltar sobre ti...

Y entonces unas voces llegan desde la distancia. Desde donde estás no se ve la sala común, pero parece que un grupo de personas está reuniéndose frente a ella...

La criatura alza la mirada y gruñe de nuevo. Luego desaparece entre los árboles.

Aunque la criatura ya está lejos, el corazón le sigue latiendo fuertemente a Drunfo.

¿¡Que demonios?!

Despues de recomponerse unos segundos se gira hacia la dirección de las voces. Pero antes de ir hacia allí una duda le asalta.

-¿Tu y yo? ¿Portador? ¿Que demonios es todo esto?  - dijo en voz alta al ya constante murmullo de su cabeza.

-Bah, qué más da, ya la has cagado. ¿Además, no se suponía que "No ibas a volver a hablarme jamás"?