Partida Rol por web

Había visto cosas peores. Había visto sangres y vísceras, y aquel olor a podredumbre de la piel de hombre sobre la que otro había escrito retazos de su cordura. Había estado en el más allá, y había vuelto. Había presenciado la carnicería de su familia. Miembros descoyuntados, el carmesí como decoración principal de lo que nunca fue su hogar, el crujir de los huesos y el rumor de los muertos. Había enfrentado el rostro oculto de la bestia en sus pesadillas durante décadas.

No le era indiferente; aquellos eran los restos de Jorik, probablemente del hijo de Thaldein. Los restos de los mercaderes, de toda la gente perdida y que jamás sería recuperada. Pero Will estaba afuera, sola, desorientada, y aquel niño era su única salvación. Bedelia había perdido el norte, Add y Ahmel estaban fuera de la ecuación y esto era lo único útil que ella podía hacer. Así que en cuanto sus ojos encontraron el cuerpo del pequeño, corrió hacia él como si nada más existiera.

-¡Dag! Dag, cielo… Dag. Estás a salvo. No te preocupes, estás a salvo...

La criatura se gira hacia Bedelia, sin atacarla. Su postura es la de un cazador que va a saltar sobre su presa, pero las palabras de la sureña parecen haberla desconcertado unos instantes. Por un momento, sus dos siluetas se recortan contra la nieve, inmóviles, atrapadas en ese momento en el tiempo.

Luego Yngrid dispara de nuevo.

La criatura reacciona a tiempo, pero la flecha pasa rozando su espalda, y un gruñido de sorpresa indica que la ha rozado. La criatura se encara hacia la arquera, rugiendo furiosa, pero antes de que pueda moverse es alcanzada por un torrente de rayos, tan brillantes que iluminan toda la explanada. Los tres os tapáis los ojos ante la explosión. Cuando el ataque de Resmit se disipa y podéis mirar de nuevo, descubrís horrorizados que la bestia sigue allí. Erguida, rodeada de electricidad estática y acompañada por súbitas descargas aleatorias de energía que surgen de sus cuernos y brazos, parece alguna clase de dios oscuro que hubiera bajado de los cielos a impartir su castigo.

El ataque le ha herido, pero no lo suficiente para tumbarla. Y ahora está furiosa.

Al principio, Dag no reacciona. Pero tras unos segundos sus ojos se abren apenas un centímetro, y su cabeza se balancea de un lado a otro. Aunque no parece estar herido de gravedad, lo primero que hace al retomar la consciencia es sollozar. Sea lo que sea lo que le ha hecho la criatura, o lo que ha visto, no ha debido de ser agradable. Aunque la horrible cueva, de por sí, podría ser suficiente para justificar dicho estado. Desubicado, no parece reconoceros, y se retuerce sin fuerzas. No os cuesta sujetarle, y mientras le acunáis en vuestros brazos empieza a calmarse, poco a poco.

Antes de que os reconozca, sin embargo, la tenue luz de las antorchas que iluminaba la cueva queda bloqueada por una sombra. Cuando os giráis, veis como una figura se perfila en la entrada de la cueva, observándoos en silencio. Un gruñido antinatural, mientras sus ojos os miran con un extraño brillo azulado.

Estaba bien. Estaba vivo, y Saga no pudo contener un gesto nervioso, entre sonrisa y carcajada y gemido de angustia. Podían salir de aquella. Estaban a un paso de salir de allí.

-Sssh... Ssh... Te vamos a llevar con mamá, no te preocupes. No... 

El cambio de luz llamó su atención, como esos detalles que uno no termina de encajar pero sabe que significan algo. Al girarse, lo vio, y masculló el debido improperio que le tocaba. Eso era a lo que se refería. Pero no, por qué hacerle caso. Era mejor jugar con la magia.

-Thorir... -La hedense no sabía luchar. Quizá sí lo suficiente como para tirar a aquel bastardo abajo. Pero quiso aferrarse a la posibilidad de completar el ritual. - Coge.

En su brazo llevaba a medio enrollar la cuerda con la que había sujetado a Ingur, y desembarazándose de ella le tiró uno de los cabos. Con suerte, podían tirarla abajo.

Una posibilidad. Ínfima, remota, pero innegable. No podía atacar, incluso sabiendo todo lo que resistiría no podía atacar.

-Mírame. Soy yo, estoy aquí.

Miro a la criatura desafiante, era un monstruo duro de roer, pero sangraba, como todos los seres vivos, por lo tanto podría morir y eso era lo que mi inspiraba en el combate. Podría vengar por fin a Thaldein, a Einar, a Hadar, Podría eliminar la maldición de este pueblo y con suerte, romper el circulo y salir de él. Su aspecto era más amenazante que nunca, era como si hubiese absorbido el rayo que le lancé, pero sin ninguna duda le había dolido.

Dag estaba vivo, o al menos por ahora, no todo estaba perdido, se adelantó ligeramente hacia el pequeño para bajarlo cuando notó como alguien estaba en la boca de la cueva, se giró rápidamente y vio como Saga le tendía una cuerda, no se le había ocurrido, pero era una buena idea, agarró el cabo y asintió a Saga. 

-¿¡Recuerdas Schank!?-un deje de histeria en la voz de la sureña-el café caliente al despertar y el brillo del atardecer en la cocina.

La criatura ruge, y como si la ventisca decidiera acompañarla en su furia, una fuerte ráfaga de viento hace que todos os tambaleéis. La antorcha de Bedelia parpadea y se apaga, mientras que la de Resmit permanece encendida por poco. Y es vuestro último foco de luz...

Antes de que podáis preocuparos por ello, una masa blanca cruza la explanada a una velocidad vertiginosa, tan rápido que parece apenas un borrón. Ignorando por completo los comentarios de Bedelia, la criatura se lanza a por Resmit con toda su fuerza, bajando la cabeza para empalarle con su cornamenta. El Solvgilftanden consigue echarse a un lado en el último momento, evitando ser atravesado por los puntiagudos y retorcidos cuernos, pero perdiendo la capacidad de usar sus poderes, que se disipan en el aire en pequeños rayos de electricidad.

Al ver esto, Yngrid intenta apuntarla con el arco, pero el monstruo hace gala de unos reflejos asombrosos, y una de sus garras traza un círculo, barriendo nieve y viento, e intentando hacer con la cazadora lo mismo que hizo con Add. Yngrid, sin embargo, logra echarse a un lado a tiempo, dejando caer el arco, y soltando un grito de guerra desenvaina una espada corta con la que logra dañar el poderoso brazo a la altura de la muñeca. La herida no es muy profunda, pero la criatura parece sorprendida ante la agilidad de la norteña, y se encara con ella en actitud combativa.

Thorir reacciona con una rapidez absoluta, adelantándose incluso a Saga al lanzarse a por Ahmel. Él ya está casi sobre vosotros cuando os incorporáis y, corriendo cada uno por un lado, hacéis que caiga de golpe en el suelo. El tayahar no parece conservar nada de la cuestionable sabiduría o astucia de la que pudo hacer gala antes del ritual, y no ve venir el ataque. Como un animal descerebrado, gruñe y babea, e intenta arañaros, pero poco puede hacer por evitar estrellarse contra la fría piedra de la cueva. El dolor le pasa factura, incluso en su estado actual de completo frenesí, y os da unos valiosos segundos que aprovecháis para inmovilizarle. Haciendo gala de una destreza sorprendente, Saga ejecuta un nudo rápido que termina de reducirle, y aunque sigue retorciéndose en el suelo y dando patadas, al apartaros un poco veis que ya no es una amenaza...

Eso había sido... sorprendentemente fácil, pensó, una vez encima y con el peso echado para reducir su movimiento además del corazón en la boca. Qué fácil habría sido sencillamente deslizar la daga y...

-Ayúdame -jadeó-. Si le dislocamos la pierna o algo ya no tenemos que preocuparnos por él, y no necesitamos matarlo. Podemos. Podemos seguir usándolo para el ritual.

-Será un placer- dijo Thorir mientras le golpeaba con toda su fuerza en una de sus rodillas. 

Un crujido. Luego, un grito de dolor.

-¡Saga, coge a Dag y salgamos!- gritó Thorir.

-¡Ve! ¡Voy detrás de ti! -gritó la hedense, antes de volverse para recoger al pequeño.

¿Innecesario? Quizá. Pero no tenía ni idea de qué iba a ocurrir después con Ahmel, si iba a seguir cambiando o si aquel estado se le iba a pasar en algún momento. En cualquier caso, ya no era una amenaza. No una de la que preocuparse, y tenían muchas cosas de las que preocuparse. En el fondo de su mente la imagen de Will seguía arañándole la conciencia mientras los gritos y sonidos de la batalla llegaban con un eco extraño y lejano. Pero había cosas que debían hacerse, y Dag iba primero por encima de nadie más.

-Dag, cielo. Ya está -dijo, envolviéndolo con los brazos y la capa. Contuvo el aliento para calmar sus propios nervios y poder dirigirse a él con un tono más suave-. Bedelia, ¿te acuerdas de Bedelia? ¿La sureña? Ha venido a buscarte, y mamá estará contigo enseguida. Incluso Yngrid ha venido a por ti. Va a estar todo bien, pequeño. Yo soy Saga, la amiga de Bedelia. La pelirroja que habla mucho. ¿Te acuerdas de mi?

Thorir asintió y volvió a sacar sus dos espadas, y tras coger aire se apresuró a salir de la cueva. 

Bedelia gimió, empezaba a desesperarse. No podía atacar, no podía defender, pero en una inesperada revelación se acordó del ritual.

Si, eso tendría que funcionar. Funcionaba para la bestia original y funcionaría con aquella. Hizo un rápido recuento; Resmit, Yngrid, Will, Saga, Add, Ahmel, Dag y Thorir estaban localizados. ¿¡Dónde coño estaba Ingur!?

Con un bufido se giró y se tropezó con la sureña, que todavía estaba tirada en el suelo medio dormida medio despierta. Puesto que ella era toda la protección que tenía la recogió y la alejó lo máximo posible del peligro, apoyando su espalda contra un árbol. Acto seguido buscó al guerrero.

Replicando la hazaña de los antiguos héroes, acabaría con la bestia para deshacer el pesar de la gente. Doy un grito de furia casi incontrolada, recordando lo sucedido hasta ahora. Todas las dificultades que he pasado, todas las batallas que he librado y los enemigos contra los que he combatido, especialmente contra Baklar, mi mayor rival. Era como una parte oscura de mi contra la que tendría que librar una lucha por toda la eternidad, pero me da la ira y fuerza suficiente como para cargar de nuevo la maza con energía. Una luz brillante ilumina la cabeza del arma, desprendiendo rayos en todas direcciones como si fuese una tela de araña por encima de mi cabeza.

Finalmente, con una acometida de golpes del arma, mando hacia la bestia una sucesión de rayos que finalizo arrojando una bola de energía cubierta de relámpagos y de aspecto aún más aterrador, pues los rayos tienen un tono azulado, pero la esfera se torna negra.

¡¡¡¡¡MUERE PERRAAAAAAA!!!!!!! - Esto es por la gente de Sultünge.