-Mentirosa.
El ruido de una cuerda, tensa. Una silueta negra que os observa, a vuestras espaldas, apuntándoos.
Saga comenzaba a estar desesperada, hasta que una voz familiar la sorprendió como en un dejavú. Lentamente, igual que aquella misma mañana, levantó las manos sin llegar a volverse. Al menos habían dejado de estar perdidas.
-Yngrid... ya hemos pasado por esto. Por favor... -suplicó. No es que ella, dos moribundos y un fideo llegado del sur pudiesen presentarle mucha complicación, salvo que atrajesen algo más, claro. Y era ese 'algo más' lo que estaba en la mente de todos-. Pregunta y te responderé, pero no aquí. No es seguro.
Bedelia ahogó un grito y se llevó la mano al estoque de manera automática, justo antes de entender que estaban siendo amenazadas con un arco tensado. Con el corazón en un puño, se giró para descubrir a una desconocida.
Saga habló, despejando toda duda posible. La sureña no añadió nada más y sólo se limitó a alzar las manos, confiando.
-Tienes razón, ya hemos pasado por esto. No voy a cometer el mismo error dos veces.
La voz de la norteña suena seca e iracunda. Incluso en la oscuridad, el brillo de sus ojos perfora la oscuridad como una daga directa a la hedense.
-¿Es esta la ayuda que prometías? Huir, salvar el pellejo. Mentirosa.
Saga tomó aire y lo expulsó lentamente.
-Estaba... -Pero ni siquiera terminó la frase. Apretó los labios y volvió a suspirar-. ¿Quieres saber qué hacíamos? Pregúntale a ella. Imagino que nos estabas siguiendo: no hemos hablado por lo menos en la última media hora. Puedes interrogarla a parte, si te parece bien, y después contrastar. No tenemos nada que ocultar.
-No sé quién es ella, ni me importa. Te he preguntado a ti.
-Pues no se va por aquí a mi casa. Casi parece que te estabas yendo.
Bedelia observó impasible la escalada de hostilidad en aquella conversación, y cuando entendió que Saga no podía controlar la situación intervino.
-Yngrid, me llamo Bedelia y no se qué temas pendientes tendrás con Saga, pero ahora me influyen a mi.
Se giró lentamente y sin bajar los brazos hasta establecer contacto visual con la mujer.
-Por lo que entiendo, ha faltado a su palabra. Quizás podamos arreglarlo de alguna manera.
Bedelia procesó con cuidado las palabras de Yngrid. Por lo visto, Saga la había traicionado de una manera u otra. Sintió empatía hacia la mujer y el miedo a estar siendo engañada resurgió una vez más con fuerza.
Lo hecho ya no podía deshacerse, pero la hedense debía ser tratada con precaución.
-Esta mujer -Dice Yngrid sin apartar la vista de Saga, escupiendo cada palabra-, está relacionada con algo oscuro, que mora entre los árboles. Algo que posiblemente traiga nuestro final.
Tensa aún más el arco, furiosa.
-Me prometió su ayuda... No, no me prometió nada, en realidad. Lo di por sentado. En realidad la culpa es mía. Y ahora escapa. Quizás mentiste también en lo demás, ¿eh, diplomática? Quizás sí que has traído a esa cosa aquí.
Saga, de espaldas, se mordió el labio. Aquello era lo último que le faltaba.
-Vale. Tú ganas. ¿A dónde crees que estoy huyendo con una sureña que apenas sabe hablar arkes y con dos moribundos que necesitan asistencia? Estoy exactamente igual que esta mañana, Yngrid: perdida.
Yngrid ladea la cabeza.
-¿Me tomas por tonta? Nadie es tan torpe.
-Yo sí. Soy así de estúpida. Me fugo con dos fardos, me pierdo, rezo para que me encuentres y, por supuesto, te tengo que encontrar apuntándome con tu arco. ¿Quieres que suplique? Porque lo haré con tal de que nos movamos de aquí, por todos los Dioses.
-Hay cosas que debemos aclarar por ambas partes-La mirada de Bedelia traspasó a Saga como un cuchillo-Pero aquí todos somos vulnerables.
La sureña empezaba a entender que Saga no estaba tan perdida como decía, sino que sabía mover delicadamente sus hilos.
Y sus hilos habían ido a dar con Bedelia. Que la tomaran por tonta era algo que no iba a consentir, y la hedense tendría que dar explicaciones más tarde. Si debía salvar sola a Drunfo y Thorir...que así fuera.
Yngrid mantiene su arco en alto durante unos segundos.
-No tengo nada contra ti, sureña -Baja levemente el arma, dejando de apuntaros, aunque sin soltar la mano de la flecha, lista para disparar a cualquier signo de violencia-. Pero no me fío de ninguna de las dos. Y me da igual que esos dos mueran, no llevaré a mi hogar a alguien de quien no me fío. Y estoy de acuerdo con vosotras: Si seguimos aquí mucho más tiempo, el frío o algo peor dará buena cuenta de los cinco. Así que os aconsejo que seáis breves y concisas: ¿Por qué no estáis en el pueblo?
-Han acusado injustamente a estos dos hombres. Intentamos impedir que los maten.
Clara y concisa, Bedelia intentó hablar sin inflexión en la voz.
-Y alguien han quemado el granero. Creen que han sido ellos.
Yngrid da un paso hacia atrás.
-... ¿El granero, has dicho? ¿Dónde guardan todas las provisiones?
Ya ni siquiera tiene el arco tensado. La revelación parece haberle pillado con la guardia baja.