Partida Rol por web

Lejos de la conversación y el calor de la hoguera, tus únicos compañeros son la oscuridad y el frío. La ventisca parece haberte dado un pequeño respiro, aunque el frío sigue siendo casi insoportable.

El frío azotó sus sentidos, borrando de un soplo todo lo que rondaba su cabeza hasta dejar atrás el murmullo de los demás. Quedó inmersa en el rugido del viento y los quejidos del bosque, temblando como una hoja. Apartada. Triste.

Tenía la sensación de que era incontrolable. Era un tapiz deshilachado y contrahecho, y cada cuerda que estiraban causaba más nudos, más enredos. Y sin embargo, allí fuera no parecía importar mucho. El invierno estaba, indiferente, arrojando sus ventiscas y heladas sobre los Yermos como recordaban los Dioses. ¿Merecían la pena sus desesperados intentos por arreglarlo? ¿Era atrezzo en aquella historia, o tal vez la historia en sí? ¿Y los demás?

Se quedó allí lo suficiente como para sentir que respirar era una puñalada rasgando su interior, dejando que las preguntas se revolviesen en el aire. Volvió el rostro hacia el granero. Hacía sólo un día desde que las llamas habían devorado los alimentos y la esperanza. Quizá sólo quedase una día más antes de que el invierno se los tragase definitivamente. Con suerte, varios días más. No quería pasarlos helada, sola, con las manos manchadas de sangre y aquel agujero en el alma estremeciéndose con cada paso que daba, anclado en el pasado.

Tu mirada se detiene en el vé durante unos instantes. Aunque a esta distancia no lo distingues con claridad, el brillo pálido de la silueta te ayuda a reconocer la naturaleza del intruso. El mundo de los muertos vuelve a llamarte, aunque en esta ocasión eres tú la que decide si responder o no a la llamada. Tu experiencia te enseña que, excepto en casos muy señalados, los espíritus solo perciben su entorno más próximo, y a esta distancia es posible que ni siquiera se haya percatado de que alguien le observa...

Sus ojos nublos quedaron fijos, perdidos también, en la lejanía... En aquella luz que arrojaba destellos de otro mundo y voces que jamás serían escuchadas. No pudo evitar traer de vuelta a Bedelia, alarmada, asustada e indignada porque los muertos no pudiesen descansar. ¿Y quién podía? Ellos no, desde luego. Aquella aldea estaba muy lejos de poder descansar.

Contuvo el aliento tensando los labios. Era difícil ignorar la llamada. El corazón le tiraba atrapado en aquella sutil red que conectaba lo real y lo irreal. Anhelaba acercarse y poder comprobar que era Andrel, pero algo le decía que aquella vez no iba a ser. ¿Jorik? ¿Einar? ¿Aquella luz que les había traído de vuelta al calor del fuego? ¿Y por qué ella? ¿No tenía suficiente con lidiar con los vivos que además el más allá también reclamaba su atención?

Decidió que no, que el más allá tenía una curiosa forma de interrumpir su vida y ahora, en aquel momento, estaba demasiado cansada, derrotada y, sorprendidamente enfadada, como para seguirle el juego.

Por desgracia, tu idea de conseguir una habitación en la casa del jarl no parece demasiado factible, aunque Gerdah no pone ninguna pega a que uses su casa.

-Ten cuidado, Saga -Te dice, con una mirada preocupada-. Si esa cosa viene...

No insiste demasiado, aun así. No por falta de preocupación, sino por falta de energías. Parece tan derrotada como el resto de sus paisanos.

La casa de Frigda parece haber sido reclamada por el invierno, porque está casi tan helada como el exterior, aunque al menos las paredes de madera protegen del viento. Oscura, solitaria y vacía, no es un lugar agradable, pero supone un cambio extrañamente reconfortante frente al ambiente cargado del gran salón.

Saga se permitió un gesto amable y una sonrisa cansada. Entendía la preocupación. Ella misma estaba asustada, pero después de toda la angustia vivida en las últimas horas estaba dispuesta a arriesgar tontamente su vida por un poco de paz. Curiosamente, casi le preocupaba más que una banda de 30 indivíduos rondase la zona. Casi.

Se apropió de nuevo de la manta de Bedelia, recuperó su mochila y se armó con una antorcha para atravesar el pueblo con paso apresurado. Varios minutos más tarde, con algunas velas que arrojaban claridad y un ínfimo confort de calor, Saga restregaba el trapo mojado con ceremonia. El agua estaba helada, dejándole el vello de punta y un ligero temblor a pesar de la manta, pero había algo íntimamente agradable en aquello. Siempre había sido así y no recordaba muy bien de dónde nacía.

Recordaba sus días vagando por los Yermos Cálidos, el barro hasta los tobillos y las largas caminatas… Una parte de su vida que la avergonzaba enormemente. No le gustaba demasiado asociarse con aquellas gentes y, sin embargo, casi todo lo que sabía era gracias a ellos.

Quizá fuese aquello. Quizá es que había crecido y sencillamente le gustaba mantener una apariencia pulcra. Quizá haberse involucrado en la sociedad hedense había instaurado nuevas normas.

En cualquier caso, tras purificar su piel se dedicó a limpiarse las uñas, asegurándose de que no quedaban restos en los bordes, así como los cortes que llevaba en ambas palmas. Se lavó el rostro y también el cuello; se cepilló el pelo hasta que quedó fino y lacio, y se deshizo de los pantalones y la pechera salpicados de sangre para cambiarlos por su vestido, después de revisar el estado de su herida, que nada tenía que preocuparle.

Y todo cambió una vez pudo descansar, arropándose con la manta para disuadir el frío apegado a su piel. Dejó que el cansancio pesase, aunque se sentía fresca y casi con ganas de revisar sus propias notas tras aquel descanso. Podía dar un poco más de sí. 

Al salir de vuelta hacia el hogar del jarl, atisbó de nuevo aquel resplandor. No estaba segura del tiempo que había pasado ausente, pero resultaba como poco extraño que siguiese ahí... esperando.

Miró alrededor, buscando algún signo de vida, una seña. Sus pies se balancearon ligeramente, al igual que sus pensamientos tratando de cerrarse en torno a una decisión. Tampoco estaba tan lejos, pensó. Hundió la antorcha en la nieve para apagar el fuego y asió la madera con ese regusto a mal augurio que punzaba su nuca. Se arropó, contó hasta cinco y con el ceño fruncido se acercó lentamente, tratando de vislumbrar la silueta antes de llegar demasiado cerca.

Jorik permanece inmóvil de cara al bosque, frente al vé. El aura que le envuelve es débil y pálida, y parece brillar de forma intermitente. No se ha percatado de que estás allí; parece absorto en sus pensamientos... Aunque esa frase pierda algo de sentido al referirse al espíritu de un fallecido.

Saga se mantuvo en la distancia con el vívido recuerdo de su agresividad cruzando sus pupilas. Estaba ahí de nuevo, y pensó que debía ser una existencia muy triste la de esperar, vagar y contemplar sin siquiera comprender lo que le estaba ocurriendo. Fue entonces cuando la pena la abordó, recordando lo ansioso que parecía por avisar a Einar... ¿Podrían encontrarse en aquel lugar?

- ¿Jorik? -llamó con suavidad, todavía a varios pasos de distancia.

El espíritu advierte tu presencia, y te observa durante unos instantes. Luego vuelve a girarse hacia el vé.

-Tú otra vez...

Su voz suena calmada, tranquila. No hay rastro de la agresividad del día anterior, sino más bien... ¿Apatía, quizás?

Guardó silencio, confusa. Bajar la guardia... No. Se acercó hasta situarse a su vera, mirando en la misma dirección. Todavía podía identificar el lugar donde Drunfo había estado tumbado, hacía sólo día. O quizá sólo lo parecía.

-¿Pudiste avisar a Einar? -preguntó tras una pausa prolongada.

-Einar... Sí, le vi. Pero no le abrí los ojos. Él me los ha abierto a mí.

Se gira hacia ti, confuso.

-¿Cómo es que puedes verme, forastera?

Asintió brevemente, aliviada. 

-Yo también me lo sigo preguntando a veces... -Suspiró soltando una nube blanquecina que se disipó en la oscuridad-. Völvas. Lochgjest. Debo de tener algo de eso en la sangre.

Volvió la mirada hacia él con el rostro compungido.

-Lo siento.

-¿Por qué? No me conocías.

Unos pocos rayos de luna traspasan el muro de nubes, haciendo que el vé refleje extraños destellos. Jorik avanza y posa una de sus manos sobre la fría piedra... Atravesándola a continuación sin aparente dificultad. La expresión del fantasma se contrae en una mueca de dolor.

-Se lo llevaron, ¿sabes? Estaba tan perdido como yo... Pero le había visto, también. Al demonio de ojos blancos. Quería volver, enfrentarse a él, a pesar de que vi en él el mismo miedo que yo sentía. Pero no dejaba de repetirlo una y otra vez. Debo salvarles. Debo salvarles. Incluso entonces, incluso después de su muerte. Un gran hombre.

Lo que relata es ciertamente extraño. Habitualmente los muertos no suelen verse entre sí, no suelen percibir la presencia de otros espíritus como ellos. Aunque no es algo inaudito, el hecho de que dos fantasmas se hayan comunicado es ciertamente un hecho poco frecuente. Andrel, por ejemplo, parece especialmente perceptivo, aunque lo achacas a que el contacto habitual con los vivos le hace ser más consciente de su situación. La mayoría de los muertos suelen perderse en las emociones que al parecer les dominan, y acaban encerrándose en su propia soledad, creando un tormento autoimpuesto del que muy pocos llegan a salir.

-Al principio no le creí -Continúa Jorik, contemplando las palmas de sus manos con desconcierto-. ¿Cómo iba a estar muerto? Pero él lo veía tan claro... Y entonces todo empezó a encajar. Todavía me parece imposible, pero no hay otra explicación. Y aun así, de alguna manera, el compartir ese funesto destino con Einar hacía que fuera más fácil aceptarlo.

Hace una pausa y luego se gira hacia ti, con expresión triste.

-Luego se lo llevaron. Bajó de los cielos, entre rayos de luz, como si el mundo se estuviera quebrando. Sus alas y su armadura estaban hechas de pura luz, tan bella, tan... Se acercó a Einar, y le susurró algo. Él respondió, pero yo no les podía escuchar, como si hubiera un muro entre nosotros. Luego le ofreció la mano, y él aceptó. Intenté ir detrás de ellos. Les grité que no me dejaran aquí, que me llevaran también. Daba igual donde. No quería volver a estar solo.

Dudas que los espíritus puedan llegar a derramar lágrimas. Pero la pena es una emoción más, y si algo caracteriza a las almas errantes es la capacidad de sentir esas emociones que les inundaban en vida, amplificadas hasta resultar insoportables, hasta llevarles al límite de la locura... Si es que cordura y locura son conceptos que puedan aplicarse a estos entes.

-Pero no me llevarán. ¿Y sabes por qué, forastera? -No espera a que respondas-. Porque Einar sí lo merecía. ¿Pero yo? ¿Crees que no sabía lo que decían de mí? ¿Crees que sus críticas me eran indiferentes? Nunca fui más que un extraño aquí. Nunca me gané su aprecio. Nunca realicé grandes hazañas, ni llamé la atención de los dioses. Las personas como yo solo pueden soñar con el olvido. Pero no quise aceptarlo. No quise oir sus advertencias. Solo quería demostrarles a ellos... A ella...

Baja la mirada, y no dice nada más. Su aura parece brillar con menos fuerza, apenas un tenue resplandor en aquel mar de oscuridad.

No le conocía. No había escuchado nada bueno de él e incluso había amenazado su vida. Y sin embargo… Su alma entera tembló escuchando aquella voz del más allá, aquel ser ahogado en la desesperanza que incluso estando tan cerca se sentía tan lejos.

Ni el mejor escalda de todo Goldar habría logrado que sus palabras calasen tan hondo, tan profundo, sumiéndola en una tristeza que sólo recordaba en sueños. Encontró cierto alivio al saber que Einar había sido recogido por Verdal, pero ¿y el resto? ¿Ese era el destino de todos aquellos que no gozaban con el privilegio de los Aityr? ¿Destinados a lamentar y a vagar, suspendidos entre mundos?

Era cierto; era inmensamente injusto. Cruel y despiadado. Nunca antes la palabra infierno había tenido tanto sentido para ella.

Saga entendía el dolor de tener algo al alcance de la mano y no poder alcanzarlo, pero saber que uno había desperdiciado la oportunidad de ascender y había quedado desterrado, atrapado… Eso no sabía describirlo, ni siquiera nombrarlo. Y quizá por eso lo único que pudo hacer fue dejar que las lágrimas se helasen sobre sus mejillas, alzando la mano hacia él en un vano intento de hacerle sentir que no estaba solo. Quizá sus lágrimas eran las lágrimas que Jorik sólo podía expresar en lamentos.

-Lo siento mucho… Ojalá… Ojalá pudiese hacer algo más por ti. Algo… más que sólo verte... Quizá sigues aquí porque todavía puedes hacer algo...

Tu mano traspasa el cuerpo de Jorik como si no hubiera nada allí.

-¿Qué algo? ¿Qué debo hacer para acabar con esto?

Sus dedos se cerraron en el aire.

-Quizá todavía puedas ayudarnos a acabar con los demonios... Estamos desesperados, hambrientos, sin defensas. Cualquier recuerdo, cualquier, no sé, intuición sobre qué es, o son, podría salvarnos la vida. No te rindas. Todavía no, por favor.

Jorik niega con la cabeza, apenado.

-No sé nada de esa cosa. Solo recuerdo su mirada... Y el frío. Todavía lo siento.

Hace una pausa, y luego mira hacia un punto indefinido, en el bosque.

-Quizás es el frío que me espera. Quizás esa abominación procedía del mismo inframundo al que yo estoy destinado. ¿De qué sirve retrasarlo, pues? Partiré hacia el norte. Llegaré a los dominios de Helion por mi propio pie. Y seré olvidado.

-¡No! -restalló. Esa era la vía fácil y aunque se sentía despreciablemente egoísta, le necesitaba-. Eso no es lo que haría Einar. Einar quería luchar. ¿Quieres redimirte? ¿Quieres ser recordado? Ayúdanos, joder. Tú... Tu puedes ver cosas que no nosotros no.  Cosas que ni siquiera yo puedo ver. Puedes... Quizá puedes encontrarlo. O encontrarlos. Hay alguien, uno de los forasteros que llegó ayer, está maldito. No sé por qué o cómo, pero le tienen en las celdas de la casa comunal y si se transforma... Los matará a todos. Por favor, Jorik. Ayúdame con esto y te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que puedas descansar.

Jorik parece meditar sobre tus palabras.

-¿De sirven las promesas de una extraña?

A pesar del comentario, notas un deje de duda en sus palabras, quizás un rastro de su personalidad en vida. Tarde o temprano los espíritus acaban por perder esas manías y tics, acabando por ser dominados por las emociones que les inundan. Jorik, por otro lado, apenas si pasó al otro lado hace menos de una semana. Con el tiempo, cambiará. Por ahora, esa transformación solo ha comenzado, y la persona que fue aún puede vislumbrarse a través del velo.

-¿Y qué debería hacer primero? -Pregunta inmediatamente, a pesar de su anterior comentario.

Saga contuvo el aliento un momento, triunfal pero sin tiempo para jactarse. Lo que no esperó fue su petición de indicaciones, como si ella fuese más experta en aquello de caminar por el otro lado de la realidad.

-Sígueme -pidió mientras emprendía la marcha de vuelta a la casa del Jarl-. Hay algo creciendo dentro de él. Quizá tú puedas verlo o... sentirlo. Es algo espantoso. ¿Sabes dónde están las celdas?